Traducción al español para Tlaxcala y Rebelión: Atenea Acevedo
¿Cómo afectará el resultado del referéndum las perspectivas de participación y activismo femenino en el norte y en el sur?
Esta semana el sur de Sudán vuelve a las urnas, en esta ocasión para votar en el referéndum sobre la separación del norte. Los resultados preliminares verán la luz el 15 de enero y marcarán una de las últimas etapas del histórico acuerdo de 2005 para poner fin al largo conflicto entre el norte y el sur del país. Los ojos del mundo estarán fijos en este plebiscito, cuyos resultados se prevé apuntarán a la secesión. ¿Cómo afectará dicha separación las vidas de las sudanesas en el norte y en el sur? ¿En qué han cambiado las vidas de estas mujeres desde la firma del Acuerdo de Paz (CPA)?
Por una parte, el referéndum representa la última fase de una serie de reformas a partir de la firma del CPA, incluida la redacción de nuevas constituciones provisionales (que incluyen declaraciones de derechos) y la celebración de elecciones en las que muchas más mujeres puedan contender. En este contexto, para el sur la secesión podría brindar nuevas oportunidades para mejorar y fortalecer las posibilidades de participación de las sudanesas en la vida pública. Por otra parte, parece haber una creciente divergencia en las experiencias de las mujeres del norte y las del sur, entre las que pertenecen a las élites y las que no. El riesgo de que estas diferencias sigan acentuándose, independientemente de los resultados del referéndum, es sin duda real.
Avances desde la firma del CPA
Desde su independencia, lograda en 1956, Sudán se ha caracterizado por constantes conflictos y tensiones, y por las fluctuaciones entre regímenes militares y civiles. Los históricos desequilibrios entre el norte y el sur propiciaron la primera guerra civil (1955-1972), seguida por una segunda lucha intestina entre norte y sur (1983-2005) y la crisis de Darfur que inició en 2003. La desigualdad de género encuentra su peor expresión en los altísimos grados de violencia infligida a las mujeres durante estos conflictos, incluida la violación sexual y la violencia doméstica, tanto en Darfur como en el resto del país.
La firma del CPA puso fin a la guerra entre el norte y el sur, y allanó el camino a nuevas formas de gobierno, nuevas constituciones para el norte y el sur, y a la realización de comicios históricos. Hay que destacar que representó cierto cese de hostilidades, aunque la inseguridad no ha dejado de ser motivo de preocupación en Darfur y en varias regiones del sur de Sudán. A pesar de la generalizada esperanza de que el CPA representara un cambio en las condiciones de las mujeres y los hombres, el proceso de negociaciones fue duramente criticado por excluir a las mujeres. En consecuencia, las sudanesas del norte y del sur ven el CPA como un acuerdo que carece de perspectiva de género. Cabe notar que la desigualdad de género no fue adecuadamente abordada en los debates en torno a cuestiones de poder y distribución de la riqueza.
No obstante, el proceso político desatado por el CPA parece haber abierto nuevos espacios para el activismo de las mujeres. Por ejemplo, pudo contribuir a alentar el activismo femenino en negociaciones posteriores: darse cuenta de que el CPA no se comprometería al cumplimiento de objetivos específicos de género parece haber incitado a los grupos de mujeres a movilizarse en Darfur durante las negociaciones de Abuja y las negociaciones en torno a la redacción de nuevas constituciones, sobre todo en el sur de Sudán.
Tanto en el norte como en el sur la movilización de las mujeres ha contribuido a asegurar el principio de equidad de géneros en las declaraciones de derechos que conforman las constituciones provisionales. No se trata de un logro menor. Este principio se encuentra más detallado en la constitución provisional del sur, aunque ambos documentos revelan ambivalencias en cuanto a los derechos civiles, sobre todo en lo que respecta a los derechos de las mujeres en cuanto al matrimonio, las herencias, la tenencia de la tierra, el divorcio y la custodia de menores, aspectos que han quedado bajo el criterio de la sharia en el norte y del derecho consuetudinario en el sur.
Además, el CPA estableció un proceso para reformar los procedimientos electorales y celebrar elecciones (programadas para 2009, pero llevadas a cabo en 2010). Este hecho también aportó más oportunidades para la participación femenina. En el sur se incorporó un sistema de cupos a la Constitución Provisional del Sur de Sudán; en el norte se logró un sistema de cupos únicamente como parte de las negociaciones políticas en torno a la nueva ley electoral. Estos logros no representan más que un éxito parcial para los grupos de mujeres que buscaban afianzar la inclusión de sus congéneres en las listas de los partidos, pero tuvieron que conformarse con su inclusión en listas específicas de mujeres.
Los actores externos, como las agencias donantes y las redes de la sociedad civil internacional, también han desempeñado un importante papel al apoyar al activismo femenino, particularmente en el sur de Sudán. De manera específica, la afluencia de donaciones (sobre todo en el sur) se ha traducido en el acceso de los grupos y las organizaciones de mujeres a recursos, capacitación y redes otrora prohibidas. Por ejemplo, un fideicomiso formado por varios donantes en el sur de Sudán ha comprometido $10 millones de dólares a fin de apoyar al Ministerio de Género, Infancia y Asistencia Social en la formulación e implantación de políticas y estrategias de género, y para mejorar el acceso de las mujeres a las oportunidades económicas (aunque los resultados aún no son del todo claros).
Crecientes divergencias entre las mujeres
Al mismo tiempo, es necesario reconocer la diversidad de las vivencias de las mujeres a lo largo y ancho del Sudán. Las activistas e investigadoras más prominentes, como la profesora Balghis Badri o Amel Adelhaib, han destacado las diferencias entre las mujeres de las élites o con estudios superiores y las que conforman la mayoría y pertenecen a grupos de base.
Es posible hacer distinciones entre las mujeres de élite en organizaciones de la sociedad civil y aquellas que ocupan cargos públicos o dentro de los partidos políticos. Las primeras provienen de la trayectoria, a veces larga, de organizaciones no gubernamentales de mujeres (como sucede en el norte) o del reciente aburguesamiento de dichas organizaciones gracias al financiamiento de comunidades donantes en el sur. Este grupo acusa una importante diversidad. Los grupos de mujeres en el norte de Sudán incluyen a aquellas que defienden formas seculares de democracia; organizaciones de musulmanas a favor de la democracia como las Hermanas Republicanas, quienes aceptan un vínculo más estrecho entre el Estado y el culto religioso, o las asociadas al partido en el poder, como la Unión General de Mujeres del Sudán. El grupo de mujeres en partidos políticos o cargos públicos incluye a las que pertenecen a los partidos en el poder en el norte y el sur. Algunos de los partidos pequeños de oposición también cuentan con mujeres en sus filas, como el partido Umma y la Unión Democrática del Pueblo en el norte. No obstante, en mayor o menor medida las mujeres siguen careciendo de margen para dirigir los procesos de toma de decisiones.
La inmensa mayoría de las sudanesas, tanto en el norte como en el sur, no pertenece a alguna clase privilegiada. A la fecha, gran parte de los logros aquí descritos parece haber aportado oportunidades (y acceso a recursos) fundamentalmente para mujeres de élite, ya sea dentro o fuera de la clase política. La voz de muchas de las mujeres comunes y corrientes sigue cayendo en el olvido al tiempo que son víctimas de distintas modalidades de discriminación, violencia y vulnerabilidad en general. Sin embargo, incluso en ese sentido hay diferencias: en algunos casos las mujeres han encontrado oportunidades económicas y accedido a cierta independencia debido al conflicto y a los patrones de desplazamiento, como lo destaca Balghis Badri al abordar el tema de las comerciantes de Darfur.
Hay también una significativa distancia entre las vivencias de las mujeres en el norte y en el sur. Mientras que el norte cuenta con una arraigada tradición de activismo femenino de más larga data, el habilitante entorno del sur parece ofrecer mayor apertura. Es un reflejo, en parte, del hecho de que el gobierno del sur de Sudán ha asumido un compromiso formal con el fomento del empoderamiento de las mujeres acorde al legado de John Garang, defensor de la igualdad entre sexos en el marco del proyecto del Ejército de Liberación Popular del país. Es un reflejo, también, de las diferencias en las historias de las dos regiones; en el norte de Sudán ha prevalecido un régimen esencialmente autoritario que ha afectado de manera importante a las mujeres y ha propiciado la reducción progresiva de los espacios políticos que ellas pueden ocupar, en tanto el sur ha sufrido una guerra civil demoledora, pero también ha visto una creciente aceptación de las mujeres como actores en el ámbito político (máxime cuando se les reconoce el haberse ganado un lugar al luchar hombro con hombro con los varones durante el conflicto). Por último, el intensivo incremento de donaciones en el sur de Sudán desde la firma del CPA y el considerable aumento de las actividades de la sociedad civil a ellas asociado han producido un significativo incremento en las redes y los recursos para grupos y organizaciones de mujeres. No obstante, se repiten las diferencias entre lo que viven las mujeres de las élites en los centros urbanos y la mayoría que habitan comunidades rurales donde todavía enfrentan múltiples modalidades de discriminación.
Además, las mujeres enfrentan obstáculos estructurales en el sur (como el nivel educativo y el acceso a los servicios básicos, entre otros) que influyen en su peor posición en términos de desarrollo humano en comparación con el norte. Asimismo, persisten actitudes sociales que desalientan la participación femenina en la vida pública. Si bien el número de mujeres en cargos gubernamentales es mayor, todavía se les dificulta acceder a puestos clave de toma de decisiones y no están al frente de muchos de los ministerios de relevancia crucial para el Estado. En consecuencia, aun cuando parece haber un entorno más prometedor para las mujeres que el prevalente en el norte, persisten importantes limitaciones para muchas mujeres.
Por ende, prevalece la ambigüedad en cuanto a las implicaciones de la secesión del sur en lo que respecta a la participación y el activismo de las mujeres. Por una parte, si el sur decide separarse del norte el proceso podría abrir nuevas oportunidades para que las mujeres del sur abogaran por mayores cambios políticos y sociales, aunque también dará paso a un Estado nuevo y frágil, cuyo futuro será incierto al menos en el corto a mediano plazo. En el norte, la secesión podría propiciar la acritud de las visiones fundamentalistas y el presidente Bashir ha señalado que podría haber una aplicación más estricta de la ley islámica. Esta posibilidad acentúa el temor de una reducción aún mayor de los espacios políticos para las mujeres a la luz de la historia reciente del norte del país.
A medida que la comunidad internacional y los medios alrededor del planeta concentran su atención en el sur, el futuro del norte de Sudán (y el papel que tendrán las mujeres en dicho proceso) sigue siendo una incógnita y corre el riesgo de no contar con la mirada internacional. Independientemente del resultado del referéndum, persisten riesgos reales de una creciente divergencia entre las experiencias de las mujeres del norte y del sur del país y su función en distintos ámbitos de la sociedad.
Acerca de las autoras
Pilar Domingo y Leni Wild son investigadoras asociadas del programa de Política y gobernanza del Overseas Development Institute (ODI). Leni Wild es autora del informe Strengthening Global Civil Society (El fortalecimiento de la sociedad civil mundial, abril de 2006).