Por primera vez en la historia de EE.UU., un presidente negro ocupará la Casa Blanca. Mulato, más bien, o exactamente, afroamericano. Es obvio subrayar el valor simbólico y la importancia cultural del fenómeno, que tantas esperanzas ha levantado en todo el mundo, o casi. Era un resultado que los propios republicanos habían previsto. Como señaló […]
Por primera vez en la historia de EE.UU., un presidente negro ocupará la Casa Blanca. Mulato, más bien, o exactamente, afroamericano. Es obvio subrayar el valor simbólico y la importancia cultural del fenómeno, que tantas esperanzas ha levantado en todo el mundo, o casi. Era un resultado que los propios republicanos habían previsto. Como señaló el senador John Ensign, figura destacada del partido rojo, «obviamente esperábamos este tipo de jornada» (Fox News, 5-11-08). Su camarada, el representante Christopher Asis, habló del «tsunami» que llevó a Obama a la presidencia y al Partido Demócrata a ganar la mayoría en ambas cámaras. La naturaleza de este tsunami se presta a interpretaciones diversas y aun combinadas o mezcladas.
¿Tanto cambió la mentalidad de la mayoría del pueblo norteamericano que en corto tiempo, unas décadas apenas, abolió los prejuicios racistas que le duraron largo después de la abolición de la esclavitud? ¿Fue la ocupación de Irak y Afganistán, que ha segado la vida de más de cuatro mil efectivos estadounidenses? ¿La crisis que golpea duramente a los hogares y acelera el desempleo? ¿Algo de todo eso junto? Las encuestas demostraron que la preocupación mayor del electorado es la situación económica que azota al país, preocupación mucho más densa que la provocada por la guerra. Obama prometió «el cambio» y la cuestión estriba en cuándo, cómo y hasta dónde se producirá.
El día posterior a las elecciones es el primer día de gobierno del electo y se barajan y entrecruzan nombres de posibles miembros del gobierno de Obama. Su primer nombramiento es algo inquietante: designó jefe de gabinete a Rahm Emanuel, representante demócrata por Illinois, ex funcionario de la Casa Blanca en los tiempos de Clinton, ex banquero inversor. Emanuel fue quien más fondos consiguió de Wall Street para financiar la campaña: 2,7 millones de dólares, a saber en qué términos. En materia de política internacional, los asesores principales del próximo presidente de EE.UU. han sido y son reflotados del gobierno Clinton -Richard Holbrooke, Susan Rice, Madelaine Albright-, que con Bill practicaron el llamado «intervencionismo liberal»: promovieron las sanciones contra el Irak de Saddam, la participación norteamericana en la guerra de los Balcanes, la invasión de Haití, la acción militar en Sudán y siempre se mostraron remisos a presionar a Israel para que concretara la paz con los palestinos.
El círculo íntimo de Obama ha filtrado a la prensa que éste se inclinaría por mantener a Robert Gates, actual jefe del Pentágono, como el próximo jefe del Pentágono, lo que daría un tinte bipartidista a su gobierno. Durante decenios, Gates fue agente y aun tres veces director de la CIA en las administraciones de Reagan, Bush padre y Bush hijo, se identificó con el envío de más tropas a Irak y participa activamente en la planificación de la escalada de la guerra en Afganistán y en los bombardeos de territorio pakistaní. Cabe señalar que Obama saludó «el éxito» del primero y que ha hecho de Afganistán -al que quiere enviar otros 7000 efectivos– y Pakistán el objetivo central de su política «antiterrorista». ¿Casualidad o qué?
Barack ha calentado el ánimo del mundo y ha recibido ya solicitaciones y advertencias de diferentes países. El gobierno de Afganistán le pide que los ocupantes dejen de matar a civiles que acuden a una boda. El paquistaní, que cesen los ataques contra su frontera con Afganistán. El de la India, que no se inmiscuya en la cuestión de Cachemira, otro desvelo de Obama. Tel Aviv saludó su elección y aseguró que no cambiará la política de la Casa Blanca para con su aliado principal en Medio Oriente, aunque la mayoría de los israelíes con pasaporte estadounidense votó por McCain. El presidente Saakshvili reiteró que Obama en persona le confió sus planes concretos para fortalecer a Georgia. Europa Occidental demanda que EE.UU. la considere socio igualitario. Varios gobiernos latinoamericanos expresaron la esperanza de que serán ahora tratados con respeto. China mostró cautela. El Kremlin, muy criticado por Barack, que lo considera el segundo enemigo potencial de EE.UU. después de Irán, lanzó un primer reto: anunció que instalará un sistema adecuado para contrarrestar el escudo antimisiles del que participan Polonia y la República Checa.
Es evidente que Obama cambia la imagen de EE.UU. en el mundo, en parte porque es afroamericano, en parte porque el padre nació en Kenia, en parte porque los pueblos quieren paz y no guerra, en parte porque no es Bush. Probablemente entablará negociaciones diplomáticas con los países malditos para W, pero no se distanciará mucho de su política bélica. Parece tener razón el ex diplomático Edward Walker: «La diferencia esencial será el estilo». Lástima.