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Túnez

Ingenio y solidaridad popular en tiempos convulsos

Fuentes: Prensa Latina

Muebles viejos, escombros, hierros torcidos, palos y cadenas, cualquier objeto sirve a los tunecinos al caer la noche para bloquear calles, repeler saqueos y agenciarse seguridad en medio de la convulsión social de los últimos días. Lo aparentemente inservible, lo mismo ventanales quebrados y pedazos de troncos que pancartas tiradas durante las protestas, se entremezclan […]

Muebles viejos, escombros, hierros torcidos, palos y cadenas, cualquier objeto sirve a los tunecinos al caer la noche para bloquear calles, repeler saqueos y agenciarse seguridad en medio de la convulsión social de los últimos días.

Lo aparentemente inservible, lo mismo ventanales quebrados y pedazos de troncos que pancartas tiradas durante las protestas, se entremezclan en las calles para erigir barricadas y singulares puestos de vigilancia vecinales.

Ciertamente, igual de espontáneos que la bautizada aquí como «Revolución Jazmín» son los comités populares creados en los barrios como respuesta al pillaje y el vandalismo adosados de modo oportunista a la revuelta que depuso al presidente Zine El-Abidine Ben Alí.

A los propios protagonistas del levantamiento popular que forzó la caída de Ben Alí resulta sorprendente el escenario inédito que se abrió en Túnez, donde, pese al desconcierto y el caos, afloran la solidaridad y la toma de conciencia ciudadana.

Si las protestas callejeras se hacen enarbolando barras de pan, pancartas escritas a mano o banderas de sindicatos y corrientes políticas, en las guardias nocturnas los tunecinos se pertrechan con palos, tubos, cadenas y alguna que otra arma, bien de fuego o blanca.

Las noches, relató a Prensa Latina Montaser Gannouni, provocan mayor tensión porque es el momento que bandidos y malhechores aprovechan para sus felonías, por eso hay que empezar a armarse hasta con paraguas, antes de que entre en vigor el toque de queda.

La iniciativa contra la delincuencia moviliza a todos para colocar en las bocacalles barreras improvisadas con lo que tienen a mano e impedir el acceso de carros, mientras se organiza por turnos el patrullaje de calles y las rondas por el barrio.

Unos se concentran en un punto, arman una fogata para mitigar el frío de la madrugada y ante tanto desvelo es inevitable el aporte solidario, también instintivo, de vecinos que preparan café o te humeantes, alguna golosina o hasta cenas en condiciones de campaña.

Según los vecinos, la desconfianza en la capacidad de las nuevas autoridades -volcadas más a consolidar el tambaleante Gobierno de unidad nacional y a dispersar manifestaciones callejeras- obliga a tomar la vigilancia por cuenta propia.

No faltan incidentes lamentables, porque -según aseguró Gannouni- muchos de los saqueadores son ex guardias y gente del gobierno de Ben Alí que en algunos casos están armados.

Afortunadamente, en varias zonas de la capital se ha relajado la situación -pese a seguir vigente el estado de emergencia- gracias a la captura de bandidos o a que ante la ofensiva ciudadana, éstos optaron por desplazar sus atracos hacia las montañas y otras áreas rurales.

Los tunecinos desligan esos pillajes de los practicados en propiedades y bienes del ex presidente, sus parientes y cercanos colaboradores, como una lujosa mansión en el balneario de Hammamet que Prensa Latina vio en un reciente recorrido y ahora está desvencijada.

Residentes en esa localidad con costas al Mediterráneo ingresaron al inmueble en cuestión tan pronto sus ocupantes huyeron del país junto con Ben Alí, y lo desmantelaron y quemaron alegando sentirse ofendidos con tanta fastuosidad y excentricidad decorativa decorativo.

Pero al asomar el alba todo cambia. En las mañanas la rutina vuelve progresivamente, los comercios y bancos reabren, aunque algunos bajo fuertes medidas de seguridad y revisiones corporales, y funciona el «gusanito verde», como llaman al tranvía que atraviesa esta metrópoli.

Aún así, los tunecinos echan de menos la vorágine comercial de La Medina (el Túnez antiguo) y las charlas bajo las sombrillas de cafés de la avenida Burguiba, símbolos de una villa que en otros tiempos silenciaba con su glamour un drama que hoy hace gritar a millones.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=256808&Itemid=1

rCR