Traducido por José Lucas de la organización Comité de solidaridad con el África Negra
Escrito en mayo de 2000, el texto expuesto a continuación es la segunda parte del capítulo siete («Genocidio económico en Ruanda») de la segunda edición de «Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial» publicado por Global Research en Montreal (2003). En él, su autor actualiza el análisis que había hecho sobre Ruanda en 1995, publicado en la primera edición de «Globalización de la pobreza» de TWN y Zen, en Penang y Londres (2007). Para adquirir la segunda edición de «Globalización de la pobreza» haga click aquí.
En parte, se trata de un estudio llevado a cabo conjuntamente entre el autor y el economista belga Pierre Galand sobre el uso de la deuda externa de Ruanda entre 1990 y 1994 como medio de financiación de ejército y grupos paramilitares.
La guerra civil en Ruanda y las masacres étnicas desempeñaron un papel esencial en la política exterior de Estados Unidos, una política cuidadosamente organizada en función de ciertos objetivos estratégicos y económicos.
Desde el cominenzo de la guerra civil de Ruanda en 1990 los planes que se ocultaban bajo la actuación de Washingon eran los de establecer una esfera de influencia en una región históricamente dominada por Francia y Bélgica. Mediante su apoyo al Frente Patriótico Ruandés (FPR) y su provisión de armas y equipamiento a su brazo militar (el Ejército Patriótico Ruandés), Estados Unidos pretendía desplazar a Francia.
Desde mediados de la década de los ochenta, el gobierno de Kampala, con el presidente Yoweri Musaveni en el poder, se había convertido en el modelo de «democracia» africana para Washington, del mismo modo que Uganda se había convertido en una plataforma de lanzamiento para movimientos de guerrillas apoyados por Estados Unidos dentro de Sudán, Ruanda y el Congo. El General Paul Kagame había sido jefe de la inteligencia militar en las Fuerzas Armadas de Uganda, entrenado en la Escuela de Comandantes y Personal Militar de Apoyo del Ejército de EEUU en Leavenworth (Kansas), centro especializado en guerra y estrategias militares. Kagame regresó de Leavenworth para dirigir al Ejército Patriótico Ruandés (EPR) poco después de la invasión de 1990.
Ya antes de que estallase la guerra civil en Ruanda, el Ejército Patriótico Ruandés formaba parte de las fuerzas armadas nacionales. Poco antes de la invasión de octubre de 1990 se alteraron las categorías militares. Muchos soldados ugandeses se unieron a las filas del EPR de un día para otro y durante la guerra civil éste se abasteció gracias a las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda. Varios cargos tutsis adquirieron puestos en el EPR. En octubre de 1990 la invasión de las fuerzas ugandesas se presentó a la opinión pública como una guerra de liberación encabezada por un ejército de guerrillas tutsi.
Militarización de Uganda
La militarización de Uganda era parte integral de la política exterior de EEUU. Tanto EEUU como Gran Bretaña (que había proporcionado entrenamiento militar en la base de Jinja) apoyaban el desarrollo de las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda y del EPR.
A partir de 1989, EEUU apoyó los ataques conjuntos del Frente Patriótico Ruandés y Uganda sobre Ruanda. Llegaron a darse al menos 56 «informes de situación» en el archivo del Departamento de Estado de Washington. Y mientras las relaciones entre estadounidenses, británicos, ugandeses y el FPR se hacían más fuertes, las hostilidades entre Ruanda y Uganda hacían lo propio. En agosto de 1990 el FPR empezó a preparar una invasión que contaba con el conocimiento y la aprobación de la inteligencia británica. (20)
Tropas del Ejército Patriótico Ruandés y de las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda también habían apoyado al Ejército de Liberación del Pueblo de John Garang en su guerra separatista en el sur de Sudán. Mediante la colaboración de la CIA, Washington apoyó estas iniciativas. (21)
Además, las fuerzas especiales estadounidenses también se ocuparon de entrenar a militares ugandeses bajo el amparo de la Iniciativa Africana de Reacción en Situaciones de Crisis y la organización Military Professional Resources Inc (MPRI), contratada por EEUU y que a su vez había proporcionado un entrenamiento similar al Ejército de Liberación de Kosovo y a las Fuerzas Armadas de Croacia durante la guerra civil de Yugoslavia y, más recientemente, al Ejército de Colombia durante el Plan Colombia.
Militarización y deuda externa de Uganda
El aumento de la deuda externa que se dio en Uganda bajo el mandato del presidente Musaveni coincidió cronológicamente con las guerras civiles de Ruanda y la RDC. En 1986, cuando el presidente Musaveni tomó el poder, la deuda externa de Uganda era de 1.300 millones de dólares. Con el flujo de capital nuevo la deuda se disparó de la noche a la mañana, triplicándose hasta llegar a 3.700 millones en 1997. Cuando comenzó su «programa de recuperación económica», la deuda de Uganda con el Banco Mundial no era significativa; en 1997 debía casi 2.000 millones de dólares únicamente a esta entidad. (22)
¿Dónde fue a parar el dinero? Los préstamos extranjeros al gobierno de Musaveni se destinaban a la reconstrucción social y económica del país. Tras una guerra civil prolongada, el «programa de estabilización económica» del FMI provocó enormes recortes en todos sus programas civiles.
El Banco Mundial se encargó de supervisar el presupuesto de Uganda en nombre de los acreedores y, gracias a la revisión del gasto público, el gobierno se vio obligado a explicar dónde se encontraba su presupuesto. En otras palabras: todas y cada una de las categorías del gasto (entre ellas el presupuesto del Ministerio de Defensa) fueron objeto de escrutinio por parte del Banco Mundial. A pesar de la austeridad de sus medidas, impuestas únicamente sobre gastos «civiles», los donantes permitieron que la inversión en defensa aumentase sin traba alguna.
Parte del capital destinado a programas civiles se desvió para financiar las Fuerzas de Defensa del Pueblo de Uganda que, con el tiempo, se vieron envueltas en operaciones militares en Ruanda y la RDC. La deuda externa de Uganda se utilizaba para financiar dichas operaciones militares en nombre de Washington, mientras el país y su gente corrían con los gastos. De hecho, la reducción del gasto en medidas sociales y las medidas de austeridad habían facilitado la recolocación de los ingresos estatales a favor del ejército de Uganda.
Financiación de ambos bandos de la guerra civil
Algo similar había ocurrido en Ruanda bajo el gobierno de Habyrimana. En una ironía despiadada, ambos bandos de una guerra civil encontraban financiación en las mismas instituciones donantes ante un Banco Mundial que actuaba como un perro guardián.
El régimen de Hayarimana tenía a su disposición un arsenal militar con lanzamisiles de 83 mm, Blindiciles de fabricación francesa, armamento ligero de fabricación belga y alemana y armas automáticas como kalachnikovs fabricados en Egipto, China y Sudáfrica (así como AML-60 y vehículos blindados). Mientras que algunas de estas adquisiciones se habían financiado directamente gracias a la ayuda militar francesa, la entrada de préstamos al desarrollo concedidos por parte varias instituciones (la Asociación Internacional para el Desarrollo, el Fondo Africano de Desarrollo y el Fondo Europeo de Desarrollo) y por parte de Alemania, EEUU, Bélgica y Canadá, este capital se había destinado a financiar al ejército y al Interhamwe.
Una investigación detallada de los archivos, cuentas y correspondencia del gobierno llevada a cabo conjuntamente por el autor y el economista belga Pierre Galand entre 1996 y 1997 confirmó que muchas de las adquisiciones armamentísticas se habían negociado en contratos de apoyo militar fuera del gobierno y a través de varios intermediarios y distribuidores privados de armamento. Sin embargo, estas transacciones (registradas como gasto legal del gobierno) se habían incluido en el presupuesto de Estado (objeto de supervisión del Banco Mundial). Gran cantidad de machetes y otros utensilios denominados «bienes civiles» y utilizados durante las masacres étnicas de 1994, se habían importado utilizando vías comerciales convencionales. (24)
Según los archivos del Banco Nacional de Ruanda, muchas de estas importaciones se habían financiado mediante la violación de acuerdos suscritos con las instituciones donantes. Analizando las importaciones, «en torno a un millón de machetes se habían importado por diversos canales como la Radio Mille Collines (una organización vinculada al Interhamwe y utilizada para fomentar el odio racial)». (25)
Los donantes habían destinado el capital al apoyo económico y al desarrollo social de Ruanda. Se estipulaba claramente que no se haría uso del mismo para la «inversión militar en armas, munición y demás material de carácter militar». (26) De hecho, ya en un principio el acuerdo de préstamo con la Asociación Internacional para Desarrollo del Banco Mundial era más estricto. El capital no se utilizaría para importar bienes civiles como combustible, productos alimenticios, medicamentos, ropa o calzado «destinados al uso militar o paramilitar». Sin embargo, los archivos del Banco Mundial de Ruanda confirman que el gobierno de Habyarimana utilizó el dinero del Banco Mundial para financiar la importación de machetes, clasificándolos como «bienes civiles». (27)
El Banco Mundial envió a un ejército de asesores y auditores para que asesorara al gobierno de Habyarimana en materia de «actuación política» dentro del acuerdo de préstamo. (28) La utilización de capital procedente de los préstamos para la importación de machetes y otros utensilios utilizados durante las matanzas de civiles no apareció en la auditoría independiente encargada por el gobierno y el Banco Mundial. (29) En 1993 el Banco Mundial decidió cesar el desembolso de dinero en lo que sería el segundo pago del préstamo de la Asociación Internacional para el Desarrollo. Según el Banco Mundial, se habían dado «errores» desafortunados y «demoras» en la puesta en práctica de la política. Las reformas en el libre mercado no iban «por el camino correcto» ya que no se habían cumplido varias condiciones como la privatización de los bienes estatales. No llegó siquiera a mencionarse que el país se encontraba inmerso en una guerra civi así como tampoco la forma en la que se gastó el dinero. (30)
Mientras que el Banco Mundial congelaba el segundo pago del préstamo de la Asociación Internacional para el Desarrollo, el dinero concedido en 1991 ya se había depositado en una cuenta especial en el Banque Bruxelles Lambert en Bruselas. Esta cuenta siguió abierta, accesible de este modo al antiguo régimen (posteriormente en exilio) dos meses después de que se produjera la masacre de abril de 1994. (31)
Encubrimiento tras la guerra
Tras la guerra civil, el Banco Mundial envió una misión a Kigali para que elaboraran un informe de «finalización de préstamo». (32) Se trataba de un informe de carácter rutinario centrado en aspectos macroeconómicos y no en cuestiones políticas. En él se ponía de manifiesto que «el esfuerzo previo a la guerra hizo que el gobierno aumentase su gasto más allá de los objetivos fiscales establecidos». (33) Aunque no se hacía mención alguna a la apropiación indebida de los fondos del Banco Mundial, se alababa al gobierno de Habyarimana por «hacer grandes esfuerzos, sobre todo en 1991, para reducir el desequilibrio financiero a nivel tanto interior como exterior, para eliminar los obstáculos que entorpecían el crecimiento del volumen de exportación y diversificación y, por último, para introducir mecanismos de mercado para el fomentar el reparto de recursos…». (34) No se mencionaban las matanzas de civiles. Desde el punto de vista de los donantes «no había sucedido nada». El informe del Banco Mundial ni siquiera llegó a reconocer la existencia de una guerra civil antes de abril de 1994.
Después de la guerra civil, vuelta a las mortíferas reformas económicas del FMI
En 1995, cuando solo había pasado un año desde la matanza de 1994, los acreedores internacionales de Ruanda iniciaron negociaciones con el gobierno del FPR (liderado por tutsis) relativas a la deuda que el gobierno anterior había adquirido para financiar las masacres. El FPR optó por reconocer la legitimidad de las «detestables deudas» del periodo comprendido entre 1990 y 1994. Paul Kagame, vicepresidente del FPR y actual presidente del país, dio indicaciones al Consejo de Ministros de que no se diera importancia al asunto o se dirigiese al Banco Mundial. El FPR no debía iniciar ningún tipo de negociación bajo la presión de Washington, y mucho menos iniciar conversaciones informales con los acreedores.
Nunca se puso en tela de juicio la legitimidad de la deuda adquirida durante la guerra. Lo que sí hicieron los acreedores sin embargo fue tomar medidas para que se les reembolsase rápidamente el capital invertido. En una reunión extraordinaria de los acreedores en Estocolmo en 1998 se creó un fondo fiduiciario multilateral de 55,2 millones de dólares destinado a la reconstrucción del país tras la guerra. (35) Sin embargo, de ese dinero no se destinaba nada a Ruanda, sino que se destinaba a saldar las «detestables deudas» con el Banco Mundial (es decir, la Asociación Internacional para el Desarrollo), el Banco Africano de Desarrollo y el Fondo Internacional de Desarrollo para la Agricultura.
En otras palabras, se prestó este «dinero fresco» (que Ruanda tendría que acabar devolviendo) para que el país fuera capaz de saldar una deuda que se adquirió para financiar matanzas. Se cambiaron antiguos préstamos por deudas nuevas utilizando como pretexto la «reconstrucción tras la guerra». (36) De este modo se habían encubierto las «detetables deudas» y eliminado toda constancia de las mismas y así desapareció también la responsabilidad de los acreedores. Además, la estafa dependía también de que se aceptase una nueva ola de reformas nuevas del Banco Mundial y el FMI.
«Reconstrucción y reconciliación» tras la guerra
Se impuso una amarga medicina económica bajo el nombre de «reconstrucción y reconciliación». El paquete de reformas post-guerra del FMI era mucho más estricto que el que se había impuesto cuando estalló la guerra civil en 1990. Si tanto el trabajo como los salarios ya se habían desplomado hasta niveles mínimos, el FMI exigió la congelación de los sueldos de los funcionarios y el recorte masivo de personal en los ámbitos de la enseñanza y la sanidad.
El objetivo era el de «restaurar la estabilidad macro-económica» y se puso en marcha una importante reducción del número de funcionarios. (37) Además, sus salarios no debían superar el 4,5% del PIB y los puestos conocidos como de «funcionarios no cualificados» debían eliminarse del gasto estatal. (38)
Mientras tanto, la riqueza per cápita del país se había desplomado desde los 360 dólares de antes de la guerra hasta 140 en 1995. Se utilizaron rentas públicas para ir saldando la deuda externa. Además, las deudas del Paris Club de Kigali obtuvieron nuevos plazos a cambio de reformas de «mercado libre» y el resto de activos del estado se liquidaron a precios de ganga.
En lugar de exigir la cancelación de las detestables deudas de Ruanda, el FPR, de etnia tutsi, acogió a las instituciones del Bretton Woods con los brazos abiertos. Necesitaban luz verde del FMI para dar un buen empuje al desarrollo militar.
A pesar de las medidas de austeridad, el gasto en defensa siguió creciendo. Se volvió a instaurar el modelo de 1990 a 1994. Los préstamos al desarrollo concedidos desde 1995 no se utilizaban para financiar el desarrollo social o económico del país. El capital que venía del exterior se desviaba para financiar la mejora del ejército (en esta ocasión el Ejército Patriótico Ruandés), algo que tuvo lugar justo ante de que estallara la guerra civil en el antiguo Zaire.
Guerra civil en la RDC
Después del régimen que se creó en Ruanda en 1994, las fuerzas armadas de Ruanda y Uganda (que recordemos habían recibido entrenamiento militar por parte de EEUU) intervinieron en la situación de Zaire, un punto donde Francia y Bélgica tenían una gran influencia durante el mandato de Mobutu Sese Seko. Las tropas estadounidenses de operaciones especiales habían desempeñado un papel activo en el entrenamiento del EPR, especialmente los boinas verdes del tercer grupo de fuerzas especiales estacionado en Fort Bragg (N.C.). Este programa no era sino una continuación del apoyo encubierto y la ayuda militar con el que contaba el EPR antes de 1994.
Las trágicas consecuencias de la guerra civil en Ruanda, unidas a la crisis de los refugiados, prepararon el terreno para que el EPR de Uganda y Ruanda participase en la guerra civil de la RDC.
Washington ayudó al ejército de Kagame y tanto las fuerzas especiales estadounidenses como otros efectivos militares proporcionaron entrenamiento militar a cientos de tropas ruandesas. Sin embargo, Kagame y sus aliados tenían sus propios planes y, mientras que los boinas verdes entrenaban al EPR, este hacía lo propio (si bien en secreto) con los rebeldes de Zaire.
En Ruanda, los oficiales estadounidenses prácticamente presentaban su tarea de entrenamiento militar como algo devotamente relacionado con los derechos humanos a pesar de que también cubrían otras áreas como el entrenamiento para el combate. Cientos de soldados y oficiales participaron en los programas de entrenamiento de EEUU en Ruanda y EEUU. Los ruandeses estudiaron técnicas de camuflaje, desplazamiento en unidades reducidas, procedimientos para liderar tropas, desarrollo a nivel de soldado y de equipo… todo ello bajo indicaciones de las fuerzas especiales estadounidenses.
Mientras tanto, Kagame y otros dirigentes de Ruanda se reunían periódicamente para tratar el tema de la amenaza constante a la que el gobierno (antiguo gobierno de Ruanda y ahora en el exilio) se veía sometido en Zaire. Era obvio que el diálogo había cambiado de cómo ayudar a construir derechos humanos a cómo combatir la insurgencia. Con el apoyo del presidente ugandés Museveni, Kagame ideó un plan de apoyo a un movimiento rebelde en el este de Zaire liderado por Laurent Desire Kabila. La operación se puso en marcha en octubre de 1996, pocas semanas después de que Kagame viajase a Washington y la misión de entrenamiento de las fuerzas especiales llegase a su fin. Una vez hubo comenzado la guerra en la RDC, EEUU proporcionó «asistencia política» a Ruanda. Un representante de la embajada de EEUU fue a Zaire oriental en numerosas ocasiones para actuar como enlace con Kabila.
Al poco tiempo los rebeldes movieron ficha. Se quitaron del medio al ejército de Zaire con la ayuda de las tropas de Ruanda y conquistaron la tercera nación más grande de África en siete meses en los que hubo pocos encuentros militares de importancia. En mayo de 1997 Mobutu se fue de la capital (Kinshasa). Kabila se hizo con el poder y le puso un nombre nuevo al país: Congo.
A pesar de que varios informes no confirmados relativos al papel de EEUU lleven circulando por la región desde el principio de la guerra, los estadounidenses niegan la implicación de sus tropas con las de Ruanda durante la guerra en Zaire. (39)
Intereses de EEUU en la minería
Y con todas estas operaciones militares en el Congo, lo que realmente estaba en juego eran los vastos recursos mineros del sur y el este de Zaire, entre ellos las reservas estratégicas de cobalto (de vital importancia para la industria de defensa estadounidense). Ya durante la guerra civil meses antes de la caída de Mobutu, un Laurent Desire Kabila que por aquel entonces se encontraba en Goma (Zaire oriental) había renegociado los contratos mineros con varias compañías británicas y estadounidenses, entre ellos la American Mineral Fields (AMF), una empresa cuya sede central estaba en Hope (Arkansas), ciudad natal de Bill Clinton. (40)
Por aquel entonces, los representantes del FMI estaban ocupados en Washington revisando la situación macroeconómica de Zaire. No se perdió ni un minuto. Ya se habían decidido los planes económicos a seguir cuando Mobutu ya no estuviera en el poder. En un estudio publicado en abril de 1997, un mes escaso antes de que el presidente Mobutu Sese Seko se fuera del país, el FMI recomendaba «detener la emisión de moneda de manera abrupta y absoluta» como una medida del programa de recuperación económica. (41)
Pocos meses después de que Laurent Desire Kabila se hiciese con el poder en Kinshasa, el FMI le ordenó la congelación salarial con el fin de «resataurar la estabilidad macroeconómica». Erosionados por la hiperinflación, los sueldos medios del sector público habían caído hasta los 30.000 Nuevos Zaires al mes, equivalentente a un dólar americano. (42)
Las exigencias del FMI suponían mantener a toda la población en una pobreza absoluta y evitaban, ya desde un principio, cualquier recuperación económica significativa, contribuyendo con ello a que la guerra civil en el Congo se perpetuase, una guerra en la que la cifra de muertos casi alcanzaba ya los dos millones de personas.
Observaciones finales
La guerra civil en Ruanda fue una lucha brutal por el poder político entre el gobierno hutu de Habyarimana apoyado por Francia y el FPR de etnia tutsie apoyado monetaria y militarmente por Washington. La rivalidad étnica se utilizó de manera totalmente consciente para alcanzar ciertos objetivos geopolíticos y tanto la CIA como la inteligencia francesa estaban implicados.
Tal y como dijo el antiguo ministro de Cooperación Bernard Debré del gobierno del primer ministro Henri Balladur: «Lo que la gente olvida decir es que Francia estaba de un lado y Estados Unidos del otro, proporcionando armamento a los tutsis que a su vez hacían lo propio con los ugandeses. No quiero imaginarme un enfrentamiento final entre los franceses y los anglosajones, pero debemos contar la verdad». (43)
Además de la ayuda militar que se proporcionó a las diferentes facciones, la entrada de préstamos al desarrollo también desempeñó un papel muy importante a la hora de «financiar el conflicto». Dicho de otro modo, las deudas externas de Uganda y Ruanda se desviaron para apoyar operaciones militares y paramilitares. La deuda externa de Uganda aumentó en más de dos millones de dólares, es decir, a un ritmo considerablemente superior que la de Ruanda que creció en unos 250 millones de dólares desde 1990 hasta 1994. Volviendo la vista atrás, el EPR (financiado on la ayuda del ejército estadounidense y la deuda externa de Uganda) estaba mucho mejor equipado y entrenado que las Fuerzas Armadas de Ruanda, leales al presidente Habyarimana. El EPR contó desde el principio con una clara ventaja militar sobre las FAR.
Según Paul Mugabe (antiguo miembro del FPR) el Comandante General Paul Kagame había ordenado personalmente el derribo del avión del presidente Habyarimana con el fin de hacerse con las riendas del país. Era plenamente consciente de que el asesinato de Habyarimana podría desatar «un genocidio» de civiles tutsis. Las fuerzas del EPR se habían desplegado en Kigali cuando se dieron las masacres étnicas y no actuaron para evitarlas.
La decisión de Paul Kagame de derribar el avión del presidente Habyarimana catalizó un drama sin precedentes en la historia de Ruanda y el Cte. Gral. Kagame tomó esa decisión siendo totalmente consciente de ello. Su ambición causó la exterminación de todas nuestras familias: tutsis, hutus y twas. Perdimos todos. La toma de poder por parte de Kagame acabó con las vidas de muchos tutsis y provocó el éxodo innecesario de millones de hutus, muchos de ellos inocentes, para huir de los cabecillas del genocidio.
Algunos ruandeses ingenuos proclamaron a Kagame como su salvador, pero con el paso del tiempo se ha demostrado que fue precisamente él el causante de nuestras desgracias, de nuestro sufrimiento. ¿Acaso alguien puede explicar por qué Kagame envió a Claude Dusaidi y Charles Muligande a Nueva York y Washington para que detuviesen una iniciativa de la ONU con la que se protegería del genocidio al pueblo ruandés? El motivo que se ocultaba detrás de semejante acto no era otro que permitir que el FPR se hiciera con el gobierno de Kinshasa para así demostrar al mundo que eran ellos -el FPR- quienes detendrían el genocidio. Todos sabemos que el genocidio duró tres meses, aunque Kagame se empeñe en asegurar que fue capaz de ponerle punto final una semana después de que se estrellase el avión. ¿Acaso puede explicar Kagame por qué le pidió al MINUAR que se fuera de Ruanda en cuestión de horas cuando la ONU estaba considerando la posibilidad de aumentar el número de efectivos para evitar el genocidio? (44)
El testimonio de Paul Mugabe relativo a la orden de Kagame de derribar el avión de Habyarimana corrobora informes de inteligencia y otros documentos presentados en una investigación del parlamento francés. El Cte. Gral. Paul Kagame era una herramienta de Washington. La pérdida de vidas africanas no importaba. La guerra civil en Ruanda y las matanzas formaban parte íntegra de la política exterior de EEUU, una política puesta en marcha de forma cuidadosa y siempre teniendo en cuenta objetivos estratégicos y económicos concretos.
Pese a las buenas relaciones diplomáticas entre París y Washington y la unidad aparente de la alianza militar de occidente, se trataba de una guerra no declarada entre Francia y EEUU. Washington tiene responsabilidad directa en las masacres étnicas que tuvieron lugar en el este de la RDC, así como en los cientos de miles de personas que murieron en campamentos de refugiados. Todo ello por apoyar el armamento de fuerzas de Uganda y Ruanda y por intervenir directamente en la guerra civil del Congo.
Los políticos estadounidenses tenían claro que se avecinaba una catástrofe inminente. Cuatro meses antes del genocidio, la CIA advirtió al Departamento de Estado de EEUU en un comunicado confidencial de que los Acuerdos de Arusha fracasarían y de que «morirían más de medio millón de personas si se retomaban las hostilidades». (45) A las Naciones Unidas se les ocultó esta información. «No se le dio esta información al Cte. Gral. Dallaire (al frente de las tropas de la ONU en Ruanda) hasta después de que hubiese terminado el genocidio».
El objetivo de Washington era desplazar a Francia, desacreditar al gobierno galo (que recordemos que había apoyado al régimen de Habyarimana) e instaurar un protectorado angloamericano en Ruanda mediante el Cte. Gral. Paul Kagame. Washington no hizo nada para evitar las matanzas étnicas a propósito.
Cuando la ONU asignó destinó efectivos para esta causa, Kagame trató de retrasar su actuación asegurando que solo aceptaría efectivos para el mantenimiento de la paz cuando el EPR tuviera el control de Kigali. «Temía que los efectivos de la ONU pudieran, mediante su intervención, hacer que el EPR no obtuviera la victoria». (47) Mientras tanto, y a raíz de un informe del Secretario General Boutros Boutros Ghali, el Consejo de Seguridad decidió posponer la intervención.
El «genocidio» de 1994 en Ruanda obedeció a objetivos estrictamente geopolíticos y estratégicos. Las matanzas étnicas fueron un duro golpe para la credibilidad de Francia y permitieron que EEUU lograse establecerse en África central. Bajo el gobierno tutsi expatriado del FPR, la capital de Ruanda ha pasado de ser una colonia marcadamente franco-belga, a ser una colonia angloamericana. El inglés es ahora la lengua dominante en el gobierno y el sector privado. En 1994 muchos de los negocios privados de hutus pasaron a ser de tutsis que estaban exiliados en el África anglófona, EEUU y Gran Bretaña.
Tanto el Ejército Patriótico Ruandés como la Universidad de Kinyarwanda (anteriormente vinculada con Francia y Bélgica) funcionan ahora en inglés y, ya que ésta se ha convertido la lengua oficial, la influencia política y cultural del francés acabará desapareciendo. Washington se ha convertido en el nuevo señor colonial de un país francófono.
Además, otros varios países francófonos del África Subsahariana han iniciado acuerdos de cooperación militar con EEUU, países que según EEUU seguirán el modelo de Ruanda. Y mientras tanto en el África Subsahariana occidental, el dólar americano sustituye rápidamente al franco CFA (relacionado con la Secretaría de Hacienda Francesa).
Notas (numeradas tal y como aparecen en el capítulo original)
19. Escrito en 1999, el texto expuesto a continuación es la segunda parte del capítulo cinco de«Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial» (segunda edición). Está basada en el estudio realizado por el autor y el economista belga Pierre Galand sobre el uso de la deuda externa de Ruanda de 1990 a 1994 para financiar al ejército y grupos paramilitares. La primera parte del capítulo, publicada en la primera edición, se escribió en 1994.
20. África Directo. Alegato presentado en el Tribunal de la ONU para Ruanda. http:// www.junius.co.uk/africa-
21. Nuevo look de África. Jane Foreign. 14.08.1997.
22. Jim Mugunga, La deuda externa de Uganda llega a los 4 billones. The Monitor, Kampala. 19.02.1997.
23. Michel Chossudovsky y Pierre Galand, L’usage de la dette exterieure du Rwanda, la responsabilité des créanciers. Informe del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas y el Gobierno de Ruanda, Ottawa y Bruselas, 1997.
24. Ibídem.
25. Ibídem.
26. Ibídem. Se importaron aproximadamente 500.000 kg de machetes, un millón de unidades.
27. Ibídem.
28. Ibídem. Ver el programa 1.2 del Acuerdo de Crédito para el Desarrollo de la Asociación Internacional para el Desarrollo. Washington, 27.06.1991. 2271 RW
29. Chossudovsky y Galand.
30. Ibídem.
32. Informe de finalización del Banco Mundial citado en Chossudovsky y Galand.
33. Ibídem.
34. Ibídem.
35. Véase Banco Mundial. Ruanda. http://www.worldbank.org/afr/
36. Ibídem. En cursiva.
37. Número máximo de empleados públicos fijado en 38.000 en 1998, menor que los 40.600 de 1997. Véanse la declaración de intenciones del gobierno de Ruanda junto con una carta dirigida al director general del FMI Michel Camdessus http://www.imf.org/external/
38. Ibídem.
39. Lynne Duke. África hace un uso inesperado del entrenamiento militar de EEUU, Washington Post. 14.07.1998.
40. Musengwa Kayaya. Empresa estadounidense invierte en Zaire. Pan African News, 9.05.10.
41. FMI. Hiperinflación de Zaire, 1990-1996. Washington. Abril 1997.
42. Alain Shungu Ngongo, Economía de Zaire: Cómo sobrevivir con un dólar al mes. International Press Service. 6.06.96.
43. Citado en Therese LeClerc. ¿Quién es responsable del genocidio en Ruanda? http://www.wsws.org/index.
44. Paul Mugabe. Testimonio del derribo del avión en el que viajaba el presidente ruandés Habyarimama para la Asociación de Estudios Estratégicos. Alexandria, Virginia. 24.03.2000.
45. Linda Melvem. La traición del siglo. Ottawa Citizen, Ottawa. 8.03.2000.
46. Ibídem.
47. Scott Peterson. Ruanda dice que los efectivos de mantenimiento de la paz evitan la carnicería. Daily Telegraph, London. 12.05.94.
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