El trigésimo segundo aniversario de la Marcha Verde que organizó Hassan II para anexionarse el entonces Sáhara Español ha coincidido con la visita que el Rey de España ha realizado a Ceuta y Melilla. De toda la profusa retórica que políticos y periodistas adictos han desplegado para la ocasión, las frases que más me han […]
El trigésimo segundo aniversario de la Marcha Verde que organizó Hassan II para anexionarse el entonces Sáhara Español ha coincidido con la visita que el Rey de España ha realizado a Ceuta y Melilla.
De toda la profusa retórica que políticos y periodistas adictos han desplegado para la ocasión, las frases que más me han conmovido -por así decirlo- han sido las dedicadas a glosar el viaje de Juan Carlos de Borbón como «un gesto tranquilizador para los españoles de Ceuta y Melilla».
Me conduce eso a la enésima constatación de que el personal tiene muy poca y muy mala memoria.
Los antecedentes viajeros de Juan Carlos de Borbón por territorios de soberanía española en África no deberían tranquilizarlos en absoluto. Yo, por lo menos, recuerdo muy bien el 2 de noviembre de 1975, día en el que el entonces Príncipe de España, en funciones de Jefe de Estado por la enfermedad de Franco, viajó a El Aaiún y dijo a la población saharaui en el tono más solemne que su perenne gangosidad le permitió: «¡España cumplirá sus compromisos!».
A continuación, salió pitando, como lo haría el Ejército español pocos días después, dejando al pueblo saharaui en la estacada.
Fue, por cierto, un magnífico antecesor de Felipe González, que prometió a los saharauis en Tinduf en 1976: «¡Estaremos con vosotros hasta la victoria final!». (Digamos en su descargo que no precisó a la victoria de quién se refería.)
Vistos a la luz de la experiencia histórica, los viajes en loor de multitudes de los jefes de Estado europeos a sus posesiones norteafricanas suelen ser augurio de todo lo contrario de lo aparente. Pienso no sólo en lo de nuestro Borbón en El Aaiún, sino, sobre todo, en Charles de Gaulle en Argel, el 4 de junio de 1958, cuando se dirigió a una enorme muchedumbre de colonos franceses (tan arraigados en África, por cierto, como los españoles más veteranos de Ceuta y Melilla). El grand Charles, maestro en grandilocuencias, alzó los brazos y gritó a la multitud: «Je vous ai compris!» («¡Os he entendido!»).
Ni os lo cuento: fue la apoteosis.
Menos de cuatro años después, firmó los acuerdos de Evian y Francia se retiró de Argelia.
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