La petición de más de cien mil millones de dólares al Congreso de EE.UU., fundamentalmente para Ucrania y para Israel, que realizó el presidente Joe Biden, es una clara señal que ha elegido una vez más seguir financiando la guerra por sobre la búsqueda de la resolver los conflictos mundiales mediante el ejercicio de la diplomacia y negociaciones de paz.
Es muy probable que el Congreso de EE.UU. apruebe este nuevo paquete de ayuda militar ya que es conocido que la política exterior de Estados Unidos siempre está condicionada por su política interna y, en política interna, el lobby israelí es uno de los máximos donantes de las campañas políticas dentro de Estados Unidos. Quien pone el dinero, pone la música.
En todo caso, el apoyo de los demócratas a Israel no es nada nuevo. En el 2016, bajo el gobierno de Barack Obama, el Departamento de Estado anunció un Memorando de Entendimiento con Israel, el que se prolongará por 10 años, desde el 2019 hasta el 2028, y que contempla la entrega de 38.000 millones de dólares y “supone el mayor programa de asistencia militar firmado hasta la fecha (2016) por Estados Unidos” como señaló José Mª Navarro García en el sitio Defensa.Com.
“Este acuerdo asegura el suministro de fondos para asistencia militar a un ritmo de 3.800 millones de dólares anuales a Israel, su principal socio en Oriente Medio, que verá garantizada su supremacía tecnológica militar en un entorno tradicionalmente hostil”, dijo Navarro entonces.
Sin embargo, la ayuda militar de Estados Unidos a Israel ha pasado y pasa por alto los estándares de derechos humanos y de democracia que se exige a otros países. El doble rasero y la hipocresía como siempre guían la política exterior estadounidense.
Es importante recordar que el Estado de Israel ha violado permanentemente las resoluciones de Naciones Unidas sobre los territorios de Palestina y es responsable de una larga lista de violaciones a los derechos humanos del pueblo palestino que incluyen asesinatos extrajudiciales, tortura, y la prisión política de más de 5200 palestinos. A esto sumemos los 5,9 millones de refugiados palestinos que había, antes del 7 de octubre pasado, de acuerdo a datos de la ONU.
El ataque de Hamás es condenable en lo que concierne a la muerte de civiles sobre la base de su obligación también de respetar los “derechos de la guerra” pero lo mismo se debe aplicar para el Estado de Israel que durante años ha violado de forma sistemática los derechos humanos y el derecho internacional humanitario de los palestinos.
Es necesario recordar, en la situación del pueblo palestino, lo que dice el preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que es “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Por lo anterior, el Estado de Israel es responsable también de lo que ha sucedido y responsable que se alzara en armas Hamás quienes, con razón, se han rebelado contra la opresión que vive el pueblo palestino.
Sin dudas, la situación es de mucha gravedad. No basta sólo pedir acceso de ayuda humanitaria: hay que exigir un alto al fuego. Los ataques militares de Israel son devastadores y constituyen un castigo colectivo contra Palestina donde ni las iglesias, ni los médicos, ni los periodistas, han estado a salvo de sufrir un ataque del ejército israelí. Pero esto no es nada nuevo, viene sucediendo hace 75 años en mayor o menor medida.
Sobre las permanentes violaciones al Derecho Internacional Humanitario vale la pena leer el informe de Amnistía Internacional “El Conflicto de Gaza: Información sobre derecho aplicable, investigaciones y rendición de cuentas”.
Solo dos anotaciones de este informe, del año 2009, y que se vuelven a repetir en la actualidad: “Los bombardeos aéreos y de artillería y los ataques terrestres israelíes han causado una gran destrucción de bienes civiles en la Franja de Gaza. En algunos casos se han destruido deliberadamente viviendas y otros edificios civiles” y “en opinión de AI, el uso de fósforo blanco de este modo en zonas densamente pobladas de Gaza constituye una violación de la prohibición de los ataques indiscriminados” por parte de Israel contra la población palestina.
En junio pasado, la misma ONU señaló que las autoridades de Israel “violan los derechos de los miembros de la sociedad civil en todos los ámbitos mediante acoso, amenazas, detenciones, interrogatorios, detenciones arbitrarias, tortura y tratos inhumanos y degradantes” y que “las autoridades israelíes cometen la mayoría de las violaciones como parte del objetivo del gobierno israelí de garantizar y consolidar su ocupación permanente a expensas de los derechos del pueblo palestino”.
El apoyo y asistencia militar de EEUU a Israel entonces pasa por alto las denuncias largamente conocidas y pasa por alto la misma Ley Leahy “la que prohíbe al gobierno de los EE.UU. proporcionar asistencia a cualquier unidad militar o policial extranjera si existe información creíble de que tal unidad ha cometido graves violaciones a los derechos humanos con impunidad”.
¿Por qué EE.UU. defiende a Israel?
Durante los días que siguieron al ataque de Hamás a Israel, Estados Unidos ha desplegado los portaaviones USS Gerald R. Ford y el USS Eisenhower en la zona del medio oriente y ha enviado armas y apoyo militar a Israel.
En una entrevista realizada en Radio Recabarren la historiadora Marcela Abedrado dijo que el conflicto en la Franja de Gaza hay que verlo “mucho más allá de la colonización de los territorios palestinos” ya que debajo “subyace a la matriz también el concepto de imperio”. Entonces, Israel, para los intereses estadounidenses, es una gran base, un punto estratégico, en el oriente medio.
“Cuando nosotros vemos el panorama mundial – señala Abedrado – nos damos cuenta de que el imperialismo norteamericano, con su brazo armado de la OTAN, necesitan en la actualidad mantener un espacio territorial, no solamente en lo simbólico sino que concreto de lo que podríamos llamar, así como hablábamos, de un portaaviones, un búnker, un lugar, que les permita ser el espacio de arremetida hacia otros lugares del mundo”.
Para la historiadora el apoyo militar de EEUU a Israel es muy importante y “cobra relevancia en este escenario, del ajedrez mundial, en donde hay una potencia con pretensiones imperialistas de poder tener otros brazos” para el dominio mundial.
De paso recordar que Israel, ha sido una base de ataque contra Siria y tiene presencia en la militarización y el espionaje en América Latina. Vale la pena leer lo que dijo el presidente Gustavo Petro sobre el entrenamiento israelí a grupos paramilitares colombianos.
Parafraseando a Telma Luzzani, “Sin bases, no hay imperio” podemos decir que hay países que se han convertido en verdaderas bases militares de los Estados Unidos como Israel, Bélgica, Alemania e Italia, las que disponen de armamento nuclear y hasta tropas estadounidenses en sus territorios.
Entonces que Israel cometa crímenes de guerra contra el pueblo palestino no importa, en los hechos, para el gobierno del presidente Joe Biden. Tampoco será nada nuevo para nosotros. algo que no hayamos visto de lo que han hecho, los Estados Unidos y la OTAN, en el resto del mundo.
Para Biden el dinero para Israel y Ucrania “es una inversión audaz que rendirá dividendos para la seguridad estadounidense durante generaciones, nos ayudará a mantener a las tropas estadounidenses fuera de peligro y nos ayudará a construir un mundo más seguro, más pacífico y próspero para nuestros hijos y nietos”.
Es sincero, en cuanto a que sus tropas estarán fuera de peligro ya que los que mueren y morirán serán ucranianos y rusos y, ahora, palestinos e israelí, con las armas de los Estados Unidos. En lo otro, es una clara mentira, no se puede “construir un mundo más seguro, más pacífico y próspero” cuando se siembra y se es cómplice de la desgracia en muchos lugares del mundo.
* Pablo Ruiz es periodista y pertenece al Observatorio por el Cierre de la Escuela de las Américas en Chile
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.