En octubre de este año se cumplirá un cuarto de siglo del asesinato de un joven presidente del entonces Alto Volta, y que él mismo bautizó como Burkina Faso («el país de los hombres íntegros»); se trata de Tomas Sankara. A pesar de abundantes testimonios que apuntan a un complot internacional, su muerte sigue siendo […]
En octubre de este año se cumplirá un cuarto de siglo del asesinato de un joven presidente del entonces Alto Volta, y que él mismo bautizó como Burkina Faso («el país de los hombres íntegros»); se trata de Tomas Sankara. A pesar de abundantes testimonios que apuntan a un complot internacional, su muerte sigue siendo un misterio. De ahí que se haya puesto en marcha diferentes iniciativas para que no caiga en el olvido tanto la causa como la memoria del difunto presidente. Y la más interesante es la llamada «Justicia para Thomas Sankara, justicia para África».
En la actualidad Sankara tendría 62 años si no hubiera sido asesinado en 1987, según todos los indicios, por los hombres de su, hasta entonces, fiel amigo Blaise Compaoré, actual presidente de Burkina Faso. Éste último dio un golpe de Estado en agosto de 1983 e hizo a Sankara presidente. Pero su ideología y actuación marxistas en un mundo polarizado por la guerra fría le granjearon innumerables enemigos. De ahí que en 1987, su fiel amigo volvió a dar otro golpe de Estado, esta vez contra él, con la complicidad de la comunidad internacional.
Thomas Sankara representó la esperanza de todo un continente en una época determinada, y sobre todo un modelo de liderazgo decidido, honesto, valiente y creativo. Nunca antes un presidente africano tomó medidas como las que tomó para acabar con la deshumanización. Primero cambió el nombre a la ex-colonia francesa, llevó a la ONU molestas cuestiones sobre la codicia de las naciones extranjeras en la tierra africana, habló claro sobre los problemas de una geografía política trazada para África en la Viena decimonónica, separando etnias y unificando en naciones artificiales a pueblos enfrentados desde tiempos atrás; del negocio de la ayuda humanitaria, que condena a los pueblos a un eterno sometimiento a los poco caritativos Estados que ofrecen tales engaños. Habló de los cultivos excesivos de los países ricos que hacen que los campesinos africanos vivan en la miseria…
Así, con una potente combinación de carisma personal y fuertes convicciones marxistas y pan-africanistas, su gobierno llevó a cabo iniciativas contra la corrupción y el imperialismo francés y mejoró la educación, la sanidad, la agricultura y la situación de la mujer, nacionalizando las tierras, las minas y los servicios públicos. Sus logros le valieron el apelativo de «Che Guevara africano».
En una región llena de dinosaurios dictadores (empezando por su sucesor y actual presidente de Burkina Faso, Blaise Campaoré), su modo de entender la política como servicio a los ciudadanos se hace más necesario que nunca.
Para saber un poco más sobre esta figura burkinabé y africana: «El África de Thomas Sankara», de Carlo Batà, editado por Txalaparta
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=11&id=2490