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Kabilia grita que no es árabe ni argelina

Fuentes: IPS

Indómitos pueblos de piedra cuelgan sobre verdes valles a orillas del mar Mediterráneo. «Precioso, ¿no es así?», exclama el argelino Amzi al volante de su taxi amarillo. «A simple vista, nadie diría que esto es una cárcel a cielo abierto».

En los márgenes de la carretera, las señales en alfabeto árabe emborronadas con spray pueden confundir al visitante. En cualquier caso, recuerdan constantemente un conflicto político latente desde que Argelia consiguió la independencia de Francia en 1962.

La región de Kabilia -bañada por el Mediterráneo en el noreste argelino- tiene el tamaño de Dinamarca y fue independiente durante siglos, hasta que acabó integrada a Argelia a mediados del siglo XIX, durante la colonización francesa.

Sus más de seis millones de habitantes pertenecen a los pueblos amazigh, también llamados «bereberes», habitantes del norte de África desde mucho antes de la llegada de los árabes en el siglo VII.

Algunas fuentes estiman que los amazigh de Argelia llegan incluso a 10 millones y que constituyen entre 25 y 30 por ciento de la población total.

«La Argelia árabe sustituyó a la Argelia francesa; no fue más que una transferencia de poder en la que los bereberes nos quedamos al margen», lamenta Razik Zouaoi, activista a favor de las lenguas tamazight, que se hablan desde la costa atlántica de Marruecos hasta la orilla occidental del Nilo, y que también comparten las tribus tuareg del desierto del Sahara.

«Llevamos siglos sometidos a una intensa campaña de arabización que ha tenido un efecto devastador sobre todo el norte de África, en todos los sentidos», añade Zouaoi en una cafetería de Tizi Ouzou, capital administrativa de la Kabilia, situada 110 kilómetros al este de Argel.

Sobre un mapa, los rastros más evidentes de la supuesta asimilación que denuncia Zouaoi son los topónimos arabizados: Vgayett se transformó en Bejaia; Tubirett en Bouira…

Ya sobre el terreno, los métodos parecen más expeditivos.

En Beni Yenni (Ait Yenni, en tamazight), 35 kilómetros al sudoeste de Tizi Ouzou, un joven conductor que prefiere no identificarse protesta por los continuos controles de las fuerzas de seguridad desplegadas en la zona.

«Los gendarmes tienen detectores de explosivos en cada puesto, pero me han hecho abrir el maletero tres veces durante el trayecto desde Tizi. ¿Cómo es posible que se sucedan los ataques islamistas en nuestra región, y con armamento pesado?», pregunta incrédulo este veinteañero amazigh.

«Vivimos tras los muros de un inmenso cuartel. Más de 40 por ciento de las fuerzas de seguridad argelinas están acuarteladas en Kabilia: el ejército, la gendarmería, la policía, los agentes del DRS», siglas en francés del Departamento de Información y Seguridad, explica a IPS en la misma localidad Bouaziz Ait-Chebib, presidente del Movimiento para la Autonomía de la Kabilia (MAK).

Ait-Chebib habla en nombre de este grupo «fundado en 2001 y que busca sacudirse el yugo arabo-islamista a través del derecho de autodeterminación». Se trata de la «primera fuerza política de la región», asevera.

Fuego en el bosque

Tras una cruenta guerra civil entre el gobierno y grupos rebeldes islamistas, que comenzó con las abortadas elecciones de 1991 y costó 200.000 muertos, el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika inició un proceso de reconciliación que incluyó una amnistía a los alzados en armas.

«La amenaza terrorista sigue latente por todo el país», declaró en junio el jefe de la policía argelina, general Abdelghani Hamel, en referencia a grupos supuestamente asociados a la red extremista Al Qaeda.

Sin embargo, los ataques de grupos yihadistas parecen haberse convertido en un fenómeno endémico de Kabilia. En junio murieron 14 rebeldes en combates con las fuerzas de seguridad en la región.

Para el presidente del MAK, «si bien se los presenta como fuerzas antagonistas, tanto integristas como gobierno nunca han dudado en sumar fuerzas para eliminar a un pueblo, el nuestro, que ni es árabe ni es islamista. Ambas facciones no son sino caras de una misma moneda».

La mayor parte de la población de Kabilia es musulmana sunita. Pero los amazighs son moderados e incluso laicos, y la religión no juega un rol significativo para ellos.

«A las desapariciones y los arrestos indiscriminados de las fuerzas de seguridad hay que sumarles los secuestrados», denuncia Hocine Azem, presidente de la Liga Amazigh de Derechos Humanos.

«Tan solo en el departamento de Tizi Ouzou, 69 personas fueron secuestradas desde 2005, ante la pasividad de la policía», agrega. Además, hay una «extorsión programada desde Argel» a empresarios locales y una supuesta campaña de deforestación de la Kabilia, continúa denunciando.

«La policía quema enormes extensiones de olivos bajo el pretexto de operaciones antiterroristas. El aceite de oliva es nuestro ‘petróleo’: todas esas acciones no persiguen otro objetivo que ahogar económicamente a nuestro pueblo y obligarlo a abandonar su tierra», alega el activista, citando un informe que elaboró y entregó a mediados de julio a al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con sede en Ginebra.

Organizaciones internacionales como Amnistía Internacional o Human Rights Watch han dado la voz de alarma sobre el elevado número de denuncias de desapariciones y torturas en Argelia.

Las dos entidades sostienen que gran parte de esos presuntos abusos son cometidos por el DRS en prisiones secretas, donde los cautivos son privados de todo contacto con el exterior.

«Crimen» y castigo

La pequeña localidad de Maraghna, 25 kilómetros al suroeste de Tizi Ouzou, es el pueblo natal de Ferhat Mehenni, un conocido cantante amazigh y el fundador y primer presidente del MAK.

Su hijo de 19 años, Ameziane Mehenni, fue asesinado en París en 2001 en una acción que muchos consideran «de castigo» por la actividad política de su padre. Ferhat Mehenni, es hoy presidente del Gobierno Provisional de la Kabilia en el exilio, con sede en la capital de Francia.

En un comunicado emitido a finales de julio, este gobierno simbólico tildó a las fuerzas de seguridad argelinas de «milicia de la moral al más puro estilo iraní», a raíz de una reciente agresión policial a un joven amazigh que había roto el ayuno del mes del Ramadán, celebración religiosa islámica.

Amnistía Internacional menciona similares atentados a la libertad de credo, como el de Abdelkarim Siaghi, un cristiano converso sentenciado a cinco años de prisión en mayo de 2011 por «ofensas al profeta Mahoma».

«Argelia es como un inmenso campo de minas», explica Mohammad Akbal, joyero artesano, en su taller en Beni Yenni. «Nunca sabes dónde ni cuándo va a estallar una bajo tus pies».

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=101313