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Libia

Khalifa Haftar cuenta con luz verde para conquistar Trípoli

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 


Gritando consignas ante los féretros de quienes perdieron la vida en el ataque de las fuerzas del comandante Khalifa Haftar sobre la barriada de Abu Salim en una ceremonia de funeral celebrada en la Plaza de los Mártires de Trípoli el 17 de abril de 2019
(Foto: Hazem Turkia/Anadolu Agency)

Cuando el Ejército Nacional de Libia (ENL) lanzó su actual ofensiva sobre Trípoli por orden del mariscal de campo Khalifa Haftar, sus partidarios regionales y simpatizantes internacionales negaron rápidamente cualquier conocimiento previo del ataque emprendido. Francia, en particular, miembro importante de la Unión Europea (UE) y partidario de Haftar, negó con vehemencia la acusación de Italia de que estaba conspirando con el hombre fuerte del este de Libia. Estados Unidos y otros países relevantes quisieron también distanciarse de la embestida en Trípoli tan pronto como comenzó. A Gran Bretaña nunca le gustó Haftar, por lo que se salvó del estruendo de sus aliados occidentales.

Incluso el principal patrocinador de Haftar, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), negó cualquier conocimiento previo o participación en lo acontecido. Para distanciarse más del ataque a Trípoli, los EAU firmaron la declaración ministerial del G7 emitida por los ministros de Relaciones Exteriores del grupo durante su reunión en Francia el 5 de abril.

Una semana antes, el Consejo de Seguridad de la ONU también había pedido moderación en un comunicado de prensa al no haber podido adoptar una postura más formal. Tampoco pudo acordar, a causa del veto ruso, la resolución completa por la que Gran Bretaña había estado presionando, debido a que el borrador del texto nombraba como agresor al ENL.

Sin embargo, a pesar de todas las negativas, muchos países no solo sabían de antemano lo que Haftar estaba haciendo, sino que también le prometieron que mirarían hacia otro lado mientras se dirigía hacia Trípoli. Sin decir nada realmente, le estaban diciendo que hiciera lo que tuviera que hacer, pero que lo hiciera con rapidez.

Por ejemplo, EE. UU. retiró su contingente militar de Trípoli el 7 de abril, solo tres días después de que el ENL hiciera su primer movimiento hacia el oeste. Una cifra desconocida de tropas estadounidenses fue «reubicada» debido a la «respuesta por las condiciones de seguridad sobre el terreno», según explicó el AFRICOM estadounidense. Esto es fácil de interpretar como la luz verde de Washington para que Haftar siga adelante con la certeza de que EE. UU. no va a intervenir.

Egipto y los EAU, dos partidarios de Haftar en la región, brindaron asistencia al ENL en términos de hardware militar, financiación y, probablemente, inteligencia. Arabia Saudí también participó, proporcionando financiación o equipamiento, así como influencia política y diplomática. El mariscal de campo de Libia visitó El Cairo y se reunió con el presidente Abdel Fatah Al-Sisi el 14 de abril, justo después de la visita de este último a Washington. Es cierto que Al-Sisi le dijo que la administración de Trump, a pesar de sus declaraciones públicas, se acomodaría a su acción sobre Trípoli.

Por otra parte, países como Qatar, Turquía, Italia y cada vez más Gran Bretaña apoyan al Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia (GAN) en Trípoli. Doha y Ankara nunca han dejado de ayudar a las milicias aliadas con el GAN, particularmente en Misrata, al este de la capital. Italia tiene un gran interés en apoyar al GAN teniendo en cuenta el flujo de migrantes desde el oeste de Libia, así como los proyectos de petróleo y gas del gigante energético ENI.