«Con la abstención, la población argelina ha exigido la necesidad de cambio real de sus condiciones de vida. ¿Pero, cuándo será escuchada?», se pregunta la periodista Elena Beloki a la hora de analizar las elecciones del jueves en Argelia. Sólo el 35,51% de los argelinos participó en el escrutinio legislativo del jueves en Argelia. Esta […]
«Con la abstención, la población argelina ha exigido la necesidad de cambio real de sus condiciones de vida. ¿Pero, cuándo será escuchada?», se pregunta la periodista Elena Beloki a la hora de analizar las elecciones del jueves en Argelia. Sólo el 35,51% de los argelinos participó en el escrutinio legislativo del jueves en Argelia. Esta tasa de participación manifiesta el escaso interés de la ciudadanía por la Asamblea Nacional y dibuja la fractura existente entre los dirigentes y la población argelina.
Nunca unas elecciones despertaron tan escaso interés en Argelia. Si bien el escrutinio legislativo no levanta pasiones entre los hombres y mujeres argelinos, la tasa de participación ha sido 11 puntos menor con respecto a las elecciones del 2002. Una tendencia que venía instalándose y que responde al propio sistema político argelino. Un sistema sin poder real, controlado y que fijó sus reglas de juego en 1990 y 1991 cuando el Frente Islámico de Salvación, FIS, obtuvo la victoria y fue arrancado del poder. Pero igualmente, un sistema con un fuerte déficit representativo pese a los numerosos partidos presentes este año, 24 en total, en el escenario electoral.
En gran medida, porque las fuerzas reconocidas por el Gobierno no representan a las fuerzas reales ya que excluye e ilegaliza a grupos importantes, como los englobados en la tendencia principal de la oposición islamista. Lo que significa que la formación de la próxima asamblea legislativa no tiene por objetivo redistribuir el poder entre las familias políticas .
Desde los años 80, el poder en Argelia está en manos de los generales que controlan el Ejército y los servicios secretos. El presidente y el resto de civiles que componen el Gobierno no constituyen más que una fachada democrática del poder real. Desde esta época, los generales de la citada élite pertenecía a diferentes clanes. En ocasiones opuestos entre sí y enfrentados en luchas intestinas por el control de la riqueza del país, pero, como señala Salima Mellah, sin llegar a escenificar una ruptura entre ellos.
Algo meridianamente claro que quedó de manifiesto en su compromiso con la «guerra sucia» de «erradicación del islamismo» y conducida contra la mayoría de la sociedad argelina.
Bajo este mismo control, Buteflika fue elegido presidente en abril de 1999 y reelegido 5 años más tarde, una estrategia que ha posibilitado a estos generales realizar fructuosas ganancias con grupos petrolíferos americanos, mientras la población sufría las consecuencias de los programas de ajuste estructural impuestos por el BM y el FMI.
Sin embargo, y en opinión de la periodista Salima Mellah, a partir de 2006, los generales que controlaban el poder y pertenecían al denominado «clan Tewfik» se han visto debilitados ante la imposibilidad de poder llevar a acabo un nuevo modelo de poder y de gobernanza social que les asegurase una cierta paz social, la impunidad de sus crímenes durante la guerra sucia y seguir saqueando los recursos naturales del pueblo argelino por medio de comisiones comerciales.
En este sentido, podemos constatar que los generales han logrado, por el momento, la impunidad que pretendían a través de la Carta por la Paz y la Reconciliación presentada por Buteflika, refrendada por los argelinos, adoptada por su Gobierno en febrero del 2006 y aceptada igualmente y sin la menor crítica por la Comunidad Internacional.
En materia social no puede decirse lo mismo y el fracaso ha sido rotundo. Así las cosas, la degradación de las condiciones de vida de la mayoría de la población argelina es tal que la desestabilización social, huelgas, motines se han convertido en el pan de todos los días desde el 2003 .
No se puede asegurar la estabilidad económica, garante de las rentas de la corrupción. Sólo la economía del sector de hidrocarburos está en alza, el resto de sectores conocen un sinfín de dificultades estructurales y de adecuación tanto en materia de investigación como mano de obra cualificada e inversión.
El interés de grupos de esa élite militar argelina por la alianza estratégica con los Estados Unidos ha perdido interés. En parte, porque el importante aumento del precio de los hidrocarburos ha generado 80 millardos de dólares de reservas de divisas, lo que ha alimentado el apetito de los clanes militares contrarios al «clan Tewfik».
Clanes, éstos, relacionados con las redes «francoargelinas» que han sabido utilizar la figura en declive y enferma de Buteflika para contestar la dominación del clan citado, conscientes de otra realidad geopolítica que viene definida por los errores y fracasos americanos, y por la emergencia de otras potencias como Rusia y China. Y la retirada de la ley de hidrocarburos de 2005 es ejemplo de ello.
Sin embargo, esta lucha por el reparto de la riqueza se mantiene a espaldas de la población, ajena pero al mismo tiempo testigo de los beneficios de la renta. Y consciente de que los que hoy disfrutan de esa renta no escatimarán recursos por no dejar de percibirla. En este sentido, en medios argelinos se ha sugerido la idea de que los atentados del 11 de abril no responden a la hipótesis de Al Qaeda, y para ello subrayan las declaraciones del ministro del Interior, Yazid Zerhouni, cuando afirmó que «puede haber otros intereses que los de tipo político-religioso». Una tesis que ha ganado terreno y que resta fuerza al boicot que diferentes grupos islamistas habían realizado
Sin lugar a dudas, la población argelina ha mostrado su hartazgo a esta situación y con su abstención ha exigido la necesidad de cambio real de sus condiciones de vida. Pero, ¿cúando será escuchada?