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20º aniversario de un ejemplo de solidaridad internacionalista

La batalla de Cuito Canavale

Fuentes: La Jornada

La Habana, finales de 1984. «¿Vale la pena morir tan lejos?» La encantadora joven de verde olivo, formada a mi lado en la famosa heladería Copelia, abandona el trato de «compañero» y me echa una temible mirada de desprecio: «Vea, señor. Este país se hizo con la sangre de millones de esclavos». Y pegó media […]

La Habana, finales de 1984. «¿Vale la pena morir tan lejos?» La encantadora joven de verde olivo, formada a mi lado en la famosa heladería Copelia, abandona el trato de «compañero» y me echa una temible mirada de desprecio: «Vea, señor. Este país se hizo con la sangre de millones de esclavos».

Y pegó media vuelta, y ahí me plantó, dejándome solo y rojo de vergüenza, sin ganas de tomarme el puto helado.

Luanda, Angola, 5 de noviembre de 1975. El periodista polaco Ryszard Kapuscinski, poco amigo de la revolución cubana aunque la mejor pluma blanca que Occidente ha tenido para meternos a los africanos en el corazón, describe la situación de los perros de raza abandonados por los colonialistas portugueses que en masa huyeron de la ciudad, «… cerrada y condenada a muerte».

Boxers, bulldogs, galgos, dobermanes, salchichas, cockers, perros falderos, mastines, terriers escoceses, dogos, en busca de comida. «Si los perros se fueron hacia el norte, han encontrado el FNLA. Si se han ido hacia el sur, encontraron a la UNITA».

El Frente de Liberación Nacional (FNLA, respaldado por Congo Kinshasa, y Estados Unidos) y la Unión Nacional por la Independencia (UNITA, apoyada por los racistas de Sudáfrica), están a punto de tomar Luanda para impedir que Agostinho Neto, líder máximo del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), proclame la independencia de la colonia portuguesa.

Al anochecer, cuando los cañonazos de ambas fuerzas anuncian la inminente carnicería de los exhaustos soldados y civiles del MPLA, Kapuscinski apunta:

«Cesó la gran lluvia tropical pero seguía lloviznando. De pronto, lejos, arriba, del lado izquierdo, se encendieron dos reflectores: un avión estaba aterrizando…Era un turbohélice Britania de las líneas aéreas cubanas. Luego, arriba, de nuevo los reflectores y aterrizaron cuatro aviones… Los pilotos apagaron los motores y se hizo el silencio. Se acercó la escalerilla y de los aviones comenzaron a bajar soldados cubanos con sacos y con armas».

La Operación Carlota ha comenzado. Solidaridad que viene de lejos, desde los tiempos en que el reducido contingente guerrillero del Che Guevara apareció en el Congo. Luego, la «revolución de los claveles» en Portugal (abril de 1974) aceleró el proceso independentista y la consecuente desintegración de sus colonias africanas (Guinea-Bissau, Cabo Verde, Sao Tomé, Mozambique, Angola).

Dándole las espaldas a su enemigo de siempre (situado a menos de 200 kilómetros), Fidel Castro dirige la Operación Carlota, que en Guinea coordina su amigo el presidente Sekou Touré. Se establece un puente aéreo de 11 mil kilómetros sobre el Atlántico. En un abrir y cerrar de ojos aterrizan en Luanda 36 mil soldados cubanos, unidades completas de tanques, artillería terrestre y antiaérea, aviones Mig-21 y Mig-17 y unidades de infantería blindada hasta nivel de brigada.

La toma de Luanda detiene la ofensiva de las fuerzas imperialistas, y el 11 de noviembre de 1975 Agostinho Neto lee el texto de independencia de la república popular. Sin embargo, el régimen racista sudafricano no respeta los acuerdos, rehusándose a abandonar la ex colonia alemana de Namibia (ex África sudoccidental). La guerra continúa.

En enero de 1988, viéndose en la imposibilidad de repeler los ataques sudafricanos desde Namibia, el gobierno angolano vuelve a solicitar la ayuda cubana. Moscú se opone. Fidel Castro responde con 40 mil hombres. El 23 de marzo de 1988, luego de enfrentarse a dos divisiones completas del ejército más poderoso de África (armas nucleares, inclusive), la «supremacía blanca» muerde el polvo de la derrota a manos de tropas angolanas y cubanas.

En diciembre, tras varias rondas de negociaciones entre Angola, Cuba, Sudáfrica y un «mediador» (Estados Unidos…), concluyen los acuerdos que establecen el proceso de independencia de Namibia, garantizados por las Naciones Unidas. El total de bajas cubanas asciende a 2 mil 16 combatientes.

Tad Szulc, famoso periodista de The New York Times, escribió: «Contrariamente a ideas muy difundidas, fue idea de Castro -desde luego no lo fue de los rusos- hacer intervenir abiertamente tropas de combate cubanas en la guerra civil de Angola… Lo cierto es que Castro se anticipó con ellas a todos los demás, y fue el primero en entrar en el conflicto con una impresionante demostración de instinto, imaginación y audacia» ( Fidel: un retrato crítico, Grijalbo, 1987, p. 730).

El investigador más acucioso de la presencia de Cuba en África, Piero Gleijeses (Universidad Johns Hopkins), escribe de su lado: «Por deferencia hacia la sensibilidad del MPLA, las pocas publicaciones cubanas sobre la Operación Carlota habían restado siempre importancia al papel desempeñado por las tropas cubanas, dando el crédito, en su lugar, al MPLA ( Misiones en conflicto, La Habana-Washington y África, 1959-1976, Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 458).

La batalla de Cuito Canavale, 20 años ya, selló la suerte del colonialismo en África. Sin ella, estadistas de paz como el sudafricano Nelson Mandela aún estarían guardando prisión bajo el régimen de apartheid.