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Pasado y presente de un país, marcado por su "líder"

La cacería de Gadafi

Fuentes: Rebelión

Traducido por Caty R.

El coronel Muammar el Gadafi está siendo objeto de una tentativa de reflotamiento por parte de los países occidentales debido al fabuloso mercado que representa su país y al posible papel de gendarme que está destinado a desempeñar a las puertas de Europa contra la emigración clandestina africana. Pero el «Guía de la revolución», a los ojos de la orilla del sur del Mediterráneo, es un hombre que no inspira ni buenos sentimientos ni bellos recuerdos.

La espectacular visita a Libia del nuevo presidente francés Nicolas Sarkozy, el 25 de julio de 2007, a raíz del rocambolesco epílogo del asunto de las seis enfermeras búlgaras y el médico de origen palestino, irá seguida en el último trimestre de 2007 por la de Condoleezza Rice, primera visita a Libia, desde 1953, del jefe de la diplomacia estadounidense.

Sin embargo el entusiasmo occidental por Libia vuelve a poner sobre el tapete los métodos singulares del dirigente libio y al mismo tiempo plantea el problema de la pertinencia de la rehabilitación política del coronel, cuyas pasadas tropelías le muestran como presunto culpable, según los criterios vigentes de la Justicia Penal Internacional.

Este individuo, que celebró el 1 de septiembre de 2007 el 38 aniversario de su golpe de Estado contra la Dinastía Senoussi de Libia, es un habitual del efecto sorpresa y los métodos tortuosos.

Así, aprovechó un viaje del viejo Rey Idriss I al extranjero para tomar el poder, con un golpe de Estado, el 1 de septiembre de 1969. Utilizó los mismos métodos contra sus opositores y emprendió una cacería de prestigiosas personalidades árabes, obrando tranquilamente y con toda impunidad a lo largo de sus 38 años de poder.

Su palmarés en la materia, sin duda uno de los más impresionantes del mundo, no tiene nada que envidiar a los de los tiranos más temibles del planeta. Ejecutó una batida global con la que persiguió tanto a las principales figuras del chiísmo como del comunismo y el liberalismo, y tiene una responsabilidad especial, aunque no exclusiva, en la ausencia de pluralismo en el mundo árabe.

Algunas de las víctimas más famosas de sus desmanes:

A la cabeza de la lista figura especialmente el jefe espiritual de la comunidad chií libanesa, el imán Moussa Sadr, que desapareció misteriosamente el 30 de agosto de 1978, hace 29 años, mientras efectuaba una visita oficial a Libia… precisamente por invitación del coronel Gadafi.

La desaparición del carismático jefe de la comunidad chií libanesa, una comunidad descuidada durante mucho tiempo por los poderes públicos libaneses, que se encontraba entonces en plena fase de renacimiento tres años después del comienzo de la guerra civil de Líbano, y por añadidura en plena potenciación de la revolución islámica iraní, condujo a una radicalización de los chiíes libaneses y, al cabo de numerosas escisiones, a la creación del movimiento Hezbolá.
El 5 de agosto de 2007 el ministerio fiscal militar libanés ha promulgado una orden de detención, por defecto, para un proceso por rebeldía contra quince personalidades libias que podrían estar implicadas en esa desaparición.

Entre las personas buscadas figuran el comandante Abdel Salam Jalloud, en la época número 2 del régimen Libio; Ali Abdel Salam Triki, ministro de Asuntos Exteriores; el comandante Wakil al Roubeihy, jefe de la policía de Trípoli; Ahmad Chehata, jefe de la oficina de enlace de las relaciones internacionales del ministerio de Asuntos Exteriores y Mahmud Ould Dada, embajador de Mauritania en Libia.

Mansur Kikhiya
, ex ministro de Asuntos Exteriores de Libia y reconocido militante por los derechos humanos, por su parte, «desapareció» hace diecisiete años, en diciembre de 1993, en El Cairo, donde se le vio por última vez. Igual que Jaballah Matar e Izzat Youssef al Maqrif , dos personalidades de la oposición libia que «desaparecieron», también en El Cairo, en marzo de 1990. Libia nunca ha proporcionado ni la más mínima información acerca de estas cuatro desapariciones.

Otra víctima de las canalladas del coronel Gadafi fue el coronel Hachem el Atta , joven oficial sudanés compañero de fatigas de Abdel Khaleq Mahjoub , el prestigioso secretario general del Partido Comunista de Sudán. El coronel Gadafi no vaciló en ordenar un acto de piratería aérea para desviar el avión del opositor sudanés, procedente de Londres, con el fin de entregárselo a su viejo compinche el general Gaafar al Nimeiry, presidente de Sudán, que fusiló al oficial en el acto.

Otro ajusticiado famoso, Daif al Ghazal , periodista del diario gubernamental Al-Zahf al Akhdar (La marcha verde) y después del diario online Libia al-Yom (Libia hoy), fue asesinado por haber denunciado la «corrupción y el nepotismo» del coronel Gadafi. Su cadáver mutilado, con los dedos de la mano que sostenían su pluma seccionados, apareció el 1 de junio de 2005 en la región de Benghazi (nordeste de Libia).

Su muerte coincidió con el asesinato de Samir Kassir, pero mientras que el asesinato del periodista francolibanés del diario de Beirut Al-Nahar fue objeto de una legítima condena unánime y de las no menos legítimas conmemoraciones habituales, el martirio del libio estuvo marcado por el anonimato total.

En 1984, un intento de golpe de Estado desencadenó una auténtica cacería de opositores de todos los lados


En el colmo del refinamiento, para vengar el intento del golpe de Estado dirigido contra su residencia, el cuartel militar de Bab Al-Azizyah, el 8 de mayo de 1984, el coronel Gadafi hizo que los «Congresos populares de base», instancia suprema del poder en el país, regulada por la Jamahiriya (el gobierno de las masas) -literalmente una «populocracia»-, le expidieran un permiso legal de asesinato.

Los comités revolucionarios, en efecto, votaron (o fueron inducidos a votar) una moción que autorizaba la constitución de «unidades suicidas» para «liquidar a los enemigos de la revolución en el extranjero» y «ejecutar a los terroristas nocivos para el pueblo libio, así como a los supervivientes de los antiguos partidos políticos». A raíz del voto de la moción, el 13 de mayo de 1984, dos nacionales libios -Osama Challouf e Ibrahim al Galalia- presentados por Radio Trípoli como miembros de la organización integrista «Hermanos Musulmanes» y «agentes de la CIA», fueron ejecutados el 17 de mayo.

En 1979 se había votado una moción idéntica contra los disidentes libios que residían en el extranjero y nueve de ellos fueron asesinados entre febrero de 1980 y octubre de 1981 en Atenas, Beirut, Londres y especialmente en Roma.
Por otra parte se le imputaron tres atentados especialmente mortíferos a Libia, el primero contra un club nocturno de Berlín «La Bonita» y otros dos contra sendos aviones de línea occidentales. Estos dos últimos, el atentado contra un jumbo de la Panam sobre Lokerbie (Escocia) el 21 de diciembre de 1988, y el otro contra un avión de la compañía francesa UTA en África al año siguiente, el 19 de septiembre de 1989, causaron 440 muertes, 270 el de Lockerbie y 170 el de la UTA.

Este balance no tiene en cuenta la represión interna ni los desplazamientos de población, cerca de 200.000 egipcios fueron rechazados después del viaje del presidente Anwar el-Sadat a Israel en 1978, y se devolvió a casi un millón de africanos a sus países debido a la falta de adhesión de los países africanos a su política «revolucionaria». A este personaje, que apenas se detiene en consideraciones humanitarias, se le podría confiar, por cuenta de Europa, el papel de perro guardián contra la emigración clandestina africana.

Italia, en tiempos de Silvio Berlusconi, ya dotó a Libia con equipos de vigilancia costera y la Unión Europea se prepara para seguir sus pasos con el fin de frenar la emigración con destino a la isla italiana de Lampedusa, uno de los principales puntos de acceso a Europa, junto con Gibraltar y las islas Canarias (España).

A la vista de este balance, las gestiones de la comunidad internacional para presentar ante la justicia internacional a los autores del atentado contra el antiguo Primer Ministro libanés Rafic Hariri, el 15 de febrero de 2005, parecen si no ridículas, al menos anacrónicas, y en cualquier caso marcadas, si no de parcialidad, como mínimo de doblez.

El episodio de las seis enfermeras búlgaras y el médico de origen palestino encarcelados «como moneda de cambio» durante ocho años en Libia y torturados por su supuesta responsabilidad en la inoculación del virus del sida a jóvenes libios, permanece en la memoria sin que sea necesario recordarlo.

A raíz de su liberación Human Rights Watch invitó, no obstante, a Libia a parar las acciones judiciales contra 12 miembros de la oposición que podrían ser condenados a muerte por haber organizado una manifestación pacífica contra el régimen de Muammar el Gadafi. Según la organización estadounidense de defensa de los derechos humanos, dos de los catorce opositores desaparecieron después de su detención y los supervivientes podrían ser condenados a muerte. Los 14 miembros de la oposición fueron encarcelados en febrero tras anunciar la intención de organizar una manifestación pacífica en Trípoli para denunciar el uso excesivo de la fuerza por el régimen de Gadafi, un año después de los violentos enfrentamientos entre manifestantes y policías que provocaron, al menos, 11 muertes en Benghazi, la segunda ciudad del país.

La Organización, con base en Estados Unidos, pide a la Comunidad Internacional que no se reintegre a Libia en el círculo de las naciones mientras siga burlando los derechos humanos. «A pesar de todas sus promesas de mejorar su comportamiento y sus relaciones con el mundo, Libia siempre mete en la cárcel a quienes expresan opiniones políticas diferentes», denunció Sara Leah Whitson, directora de Human Rights Watch en la zona de Oriente Próximo y el norte de África.

Más información: «Gadafi, el sepulturero de la causa nacional árabe»:
http://www.socialismo-o-barbarie.org/medio%20oriente/060910_libia_kadafi.htm

 

Texto original en francés: http://renenaba.blog.fr/2007/09/01/more2905391

 

*René Naba es un periodista francés de origen libanés. Antiguo responsable del mundo arabe-musulmán en el servicio diplomático de la Agencia France Presse y ex consejero del Director General de RMC/Moyen-Orient, encargado de la información.

Su próximo libro, en preparación, se titula Il était une fois la dépêche d’agence , Editions l’Armoise- 8, Rue des Lions Saint-Paul, 75004 Paris, septiembre de 2007.

Es autor de las siguientes obras:

Aux origines de la tragédie arabe , Éditions Bachari 2006.

Du bougnoule au sauvageon, voyage dans l’imaginaire français, L’Harmattan 2002.

Rafic Hariri, un homme d’affaires, Premier ministre, L’ Harmattan 2000.

Guerre des ondes, guerre de religion, la bataille hertzienne dans le ciel méditerranéen, L’Harmattan 1998.

*Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.