La orden judicial de ingreso en prisión la semana pasada del expresidente Zuma -antiguo responsable de los servicios de inteligencia del ANC durante la guerra contra el régimen del apartheid, acusado de todo tipo de tramas de corrupción durante su gobierno- provocó una fuerte resistencia de su fracción en el ANC, con especial implantación entre la población zulu. Pero los actos de sabotaje que organizó esta fracción se transformaron pronto en una revuelta del hambre de la población negra más pobre de Sudáfrica, que ha desbordado al conjunto de la clase política del país y ha costado 212 vidas. La extensión de la revuelta del hambre se mide en las cifras: 161 centros comerciales saqueados e incendiados, 11 grandes almacenes, 8 fábricas y 161 tiendas de alcohol. Tras el control de los violentos incidentes y la declaración del estado de emergencia, el presidente Ramaphosa ha organizado una campaña de ayuda humanitaria a los barrios de chabolas más pobres en esta semana en que se celebra el Día de Mandela y para muchos la frustración de las promesas de la lucha contra el apartheid. SP
Las protestas comenzaron en KwaZulu-Natal como una respuesta al encarcelamiento del ex presidente Jacob Zuma y pronto se extendieron a la provincia de Gauteng. Inicialmente, parecía claro que las protestas eran contra el encarcelamiento de Jacob Zuma. Las primeras manifestaciones fueron actos aislados en el peaje del río Mooi en la autopista N3, donde fueron incendiados dos docenas de camiones.
La facilidad con la que se puedo cortar el tráfico en la N3 y el cierre de la ruta principal de camiones entre Durban y Johannesburgo demuestra el poder de esos incidentes aislados. Los líderes de la campaña #FreeZuma se dieron cuenta de ello desde el principio e incluyeron en su estrategia la participación de las masas abrumadas y desesperadas de desempleados y pobres.
De hecho, tan pronto como los líderes clandestinos de #FreeZuma atacaron los centros comerciales, las masas dieron la bienvenida a esta invitación con ambas manos y participaron en el saqueo de las tiendas de comestibles, seguidas pronto por las de otros minoristas y luego los almacenes mayoristas, y ahora incluso de contenedores cerca del puerto de Durban. La multitud no parecía intimidada ni cohibida por la presencia de la Policía de Sudáfrica (SAPS) o de las cámaras de los medios de comunicación y de seguridad. Con o sin máscaras protectoras, continuaron su saqueo festivo con cada vez mayor determinación.
#FreeZuma superado por el desempleo y la pobreza
Aunque comenzó con la exigencia de la liberación de Zuma y posiblemente continuó con este objetivo en segundo plano, las masas pobres pronto vieron la oportunidad de apropiarse de alimentos y artículos de primera necesidad para el hogar. Tal como están las cosas, actualmente tienen enormes dificultades para pagar estos artículos debido a la combinación del aumento de la inflación, la reducción de sus ingresos (debido a los efectos del Covid-19 en la estructura del trabajo) y la ausencia de ingresos (desempleo masivo).
En mayo, la inflación general alcanzó su máximo desde noviembre de 2018, con un 5,2%, mientras que el índice de precios de alimentos subió un 6,7%. Por lo general, existe una tasa de inflación mucho más alta, generalmente un 2% más alta, para el 40% de los sudafricanos más pobres porque el impacto real de esa inflación se refleja en el aumento de los costes de los alimentos para los hogares.
El índice de asequibilidad de los hogares muestra que el costo de una canasta de alimentos “básica” para el hogar era de R1,285 en agosto de 2018, pero hoy, con la inclusión de pan integral y blanco a la canasta, es de R2,240. La canasta alimentaria familiar ampliada era de 3.050 rand en junio de 2018 y, en junio de 2021 había aumentado un 35% a 4.128 rand.
Durante este período, muchos hogares perdieron sus ingresos debido a que el bloqueo económico destruyó 1,5 millones de puestos de trabajo en 2020 y los aumentos de las subvenciones del gobierno se mantuvieron por debajo de la tasa de inflación de los alimentos.
De una tasa de desempleo del 16,9% en 1995, hoy ha aumentado al 32,6%, pero esa es una estimación conservadora. Si se incluye a quienes han renunciado a buscar trabajo, la tasa supera el 43%.
El número de desempleados se ha triplicado desde 1995 y, además, hay 3,1 millones de personas que buscan empleo desanimados y otros 14 millones de personas económicamente inactivas pero en edad de trabajar. Es un enorme fracaso del mercado de trabajo capitalista y exige una gran reforma de la política estatal para arreglarlo.
Semejante multitud de desempleados se convierte típicamente en un «ejército de mano de obra de reserva» utilizado por los patrones para reducir los salarios. Pero en tiempos de aumentos repentinos de precios y caída generalizada del nivel de vida, este ejército de reserva a veces se siente tan indignado que se transforma en una revuelta masiva.
En este contexto, el expresidente Moeletsi Mbeki predijo en 2011 que en Sudáfrica tendríamos una «revolución al estilo tunecino», que predijo que ocurriría en 2020. Durante varios años, la Federación Sudafricana de Sindicatos (Saftu) ha calificado la escena sociopolítica sudafricana como un «barril de pólvora».
Así que en lugar de recurrir a actos individuales de criminalidad y resignarse a la desesperación aislada, los pobres y los trabajadores encontraron fuerza en su número y, sin una organización efectiva como alternativa, tomaron el atajo de la criminalidad de masas.
Criminalidad
Esta coyuntura, de caída general del nivel de vida y hambre masiva, explica las circunstancias de la revuelta. Las masas hambrientas, decenas de miles de personas en los municipios de KwaZulu-Natal y Gauteng, no han respetado ni los centros comerciales ni las tiendas de alimentos, artículos domésticos y personales, que no pueden pagar.
Independientemente del lamento consternado de las autoridades y la clase media de que el saqueo de las tiendas esté destruyendo la economía, a las masas pobres simplemente les tiene sin cuidado. No pueden preocuparse de una economía que no se preocupa de ellos. Los excluye y, como tal, los lamentos de la clase más rica son vistos como intentos de hacerlos callar y morir de hambre.
Sin embargo, sería ingenuo negar la presencia de elementos criminales en la ola de saqueos de los pobres. El incendio de centros comerciales, camiones, garajes de automóviles y fábricas, y el robo de repuestos de automóviles en garajes son actos delictivos. Estos actos de criminalidad se manifiestan en forma de violencia y destrucción y, de hecho, pueden ser operaciones de las mafias que se aprovechan de una situación que ha desbordado a unas abrumadas fuerzas de seguridad del Estado.
Algunos saqueadores también pueden ser partidarios políticos de Zuma, que tratan de intimidar a la facción gobernante del presidente Cyril Ramaphosa e influir en las decisiones del sistema judicial para que sean favorables a las posiciones del equipo legal de Zuma.
Además, las personas acomodadas, a las que se ve en sus automóviles y camiones de alto valor, obviamente también han aprovechado esta oportunidad. Lo suyo no ha sido un saqueo por necesidad, sino una manipulación voluntaria de las necesidades de otros.
Saqueadores que condenan el saqueo
Al no tener un plan para distribuir la vasta riqueza de Sudáfrica entre los más pobres que apenas sobreviven, los compinches del ANC al menos han resuelto distribuirse y acumular algunas riquezas para ellos. Esta distribución toma la forma de saqueo a través de las licitaciones para empresas del estado, o la alianza con el capital blanco tradicional.
Esta forma de saqueo se produce principalmente mediante el sobreprecio de los servicios que se ofrecen al estado, el incumplimiento de los procedimientos de contratación a cambio de comisiones ilícitas, flujos financieros opacos, etc.
A través de precios excesivos, el gobierno ha perdido miles de millones, si no billones, de rands en todos los departamentos y empresas estatales (EPE). Por ejemplo, la construcción de las centrales eléctricas de Medupi y Kusile ha costado R450 mil millones, en lugar de los R150 mil millones previstos inicialmente. En 2019/2020, las empresas estatales tuvieron gastos irregulares de hasta R65 mil millones y un despilfarro de más de R2 mil millones. Esto es sólo la punta del iceberg.
El error de las clases medias, sin embargo, es atribuir cada crisis a la corrupción o la conspiración. No reconocen que la defensa por parte del ANC del modo de producción capitalista, que es de carácter neocolonial y de forma neoliberal, se encuentra en el centro de la crisis. No reconocen el daño causado por las políticas de austeridad fiscales.
El desempleo estructural es una característica permanente del capitalismo. No solo porque los despidos son una forma de reducir los costes de producción y maximizar las ganancias, sino también porque los estrategas monetarios de todos los bancos centrales del mundo creen necesario un cierto nivel de desempleo, lo que llaman una «tasa natural de desempleo», para mantener y regular la inflación.
Además, el legado del apartheid -un capitalismo racializado en el que los propietarios del gran capital y la tierra siguen siendo predominantemente blancos-, continúa polarizando la opinión política y social en términos raciales.
En una sociedad de colonos de asentamiento como la de Sudáfrica, donde la desigualdad se ha disparado desde 1994, existe un tipo de sistema económico que puede denominarse capitalismo racial. El último informe de la Comisión para la Equidad en el Empleo muestra que, aunque los blancos constituyen solo el 9% de la población, ocupan el 64,7% de los puestos de alta dirección. Entre 2011 y 2012, los ingresos mensuales medios de los blancos fueron de 24.646 rand, solo de 6.899 rand para los negros y de 9.339 rand para los “couloured”. Según un informe de Oxfam de 2020, las mujeres negras cualificadas ganaban un 24% menos que sus contrapartes blancas.
Las desigualdades económicas y las relaciones de propiedad imperantes no solo han afectado a la clase trabajadora negra, sino que también han impedido que la burguesía compradora acumulase la cuota de riqueza que anticipaba. Por lo tanto, el expresidente Zuma, al no alinearse con la burguesía colonial, intentó reutilizar a las empresas estatales para ordeñarlas en beneficio de sus compinches y sus redes de patrocinio.
Durmiendo con pesadillas
La clase media puede condenar y lamentar el saqueo, pero el capitalismo, que abraza con cariño, es el origen de estas contradicciones. Los pobres no morirán de hambre, más bien se comerán a los ricos. La avalancha de saqueos en curso lo atestigua.
La izquierda revolucionaria ha sido sorprendida dormida al volante. El letargo se debe en parte a la fragmentación de las diferencias ideológicas, incluida la disputa de los viejos izquierdistas sobre qué tipo de estrategia e instituciones se necesitan.
Quizás, al negarse a dejarse arrastrar por las disputas y antipatías de la vieja izquierda, la joven izquierda tiene la oportunidad de trascender y superar los motivos tradicionales de fragmentación. Además de tener su origen (correctamente) en diferencias en cuestiones tácticas y estratégicas, las antipatías de la vieja izquierda también fluyen de los egos y el orgullo. La izquierda joven debe proponerse superar y no heredar las divisiones sectarias y egoístas de sus mayores, si quiere conseguir la organización y unificación en serio de la clase trabajadora, para sustituir al caos actual.
Si ello ocurre, podremos evitar situaciones como las actuales en las que pro capitalistas como Zuma y compañía, al atribuirse de manera oportunista etiquetas revolucionarias, encuentren oportunidades para manipular la indignación de las masas en sus batallas fraccionales en el ANC.
Con esta ola de apropiaciones y saqueos que ha causado tal caos, las masas pobres han confirmado el viejo mantra de la izquierda: las masas se moverán con o sin nosotros, y el factor más importante es si tenemos organizaciones con raíces capaces de dirigir su ira más allá de esa reacción instintiva contra su miseria.
¿Qué exigirían esas organizaciones ahora? Sin un cambio estructural en la economía y la construcción de una economía socialmente planificada en la que el trabajo esté garantizado y pueda compartirse sin pérdida de salario, incluso con una semana laboral más corta, las contradicciones del capitalismo seguirán generando revueltas a corto plazo.
En un sistema socialista, se pondría énfasis en el bienestar del pueblo en su conjunto y no en las ganancias. Hace mucho tiempo que este debería ser el centro de nuestra orientación, dado que el capitalismo sudafricano está dando a luz a sus propios sepultureros.
Trevor Shaku. Portavoz nacional de la Federación Sudafricana de Sindicatos (Saftu), creada tras la salida en 2016 de COSATU, la federación coaligado con el ANC, de los sindicatos que mantienen una orientación socialista.
Texto original https://www.dailymaverick.co.za/article/2021-07-16-metamorphosis-of-freezuma-campaign-into-the-revenge-of-the-poor/
Traducción:Enrique García