Amadou Ndoye: profesor de la Universidad de Dákar, Senegal El tratamiento informativo del fenómeno migratorio, el abordaje político que se hace de él, así como la incidencia de la globalización en sus sociedades o la depredación de las medidas económicas que Europa y Estados Unidos imponen a África, centraron el desarrollo de las conferencias que […]
El tratamiento informativo del fenómeno migratorio, el abordaje político que se hace de él, así como la incidencia de la globalización en sus sociedades o la depredación de las medidas económicas que Europa y Estados Unidos imponen a África, centraron el desarrollo de las conferencias que el especialista en Lenguas Hispánicas de la universidad de Dákar, Amadou Ndoye, pronunció la pasada semana en Gran Canaria y en Tenerife.
Ndoye, que comenzó sus disertaciones repasando algunos de los titulares de la prensa local y nacional, denunció el uso de términos como invasión, oleada o avalancha cuando el objeto de la información eran los inmigrantes y, en relación con éstos, llamó la atención sobre la desproporción de las declaraciones del ministro de Justicia del Gobierno del Estado, Juan Fernando López Aguilar en los días de mayor llegada de cayucos a las costas canarias: «Es necesario emplear la represión para combatir la afluencia de inmigrantes».
Analizó, igualmente, el caso de Senegal, país con el que España alcanzó los primeros acuerdos en materia de repatriación y en el cual el presidente, Wade, había recibido, personalmente a los primeros hombres y mujeres, devueltos desde territorio español. Según el relato del catedrático de la Universidad de Dákar, el primer mandatario senegalés les aseguró que, en noviembre, más de 400 inmigrantes saldrían legalmente del país y que en el año 2007 esa cifra estaría por encima de los cuatro mil. «Es indudable -dijo- que para unos jóvenes, sin trabajo en la mayoría de los casos, y con familias que mantener, el único horizonte posible es la inmigración, cueste lo que cueste. Pero es que, además, como vivimos en un mundo globalizado, para los jóvenes africanos, los estereotipos del éxito económico y social están en Europa. En cualquier capital africana, los chicos llevan camisetas del Barça, conocen la vida de Deco o Ronaldinho y su sueño es llegar a ser como ellos, tener su misma suerte. Por supuesto ignoran que, en Canarias, existen cientos de miles de personas que viven bajo el umbral de la pobreza y que sólo en Gran Canaria 450 de ellas duermen en las calles porque no tienen otro sitio donde hacerlo».
Para Amadou Ndoye, es necesario entender el fenómeno migratorio de forma integral, como resultado de factores muy diversos que se unen de una manera compleja y que, «por descontado, no encuentra freno en la posibilidad de morir en los trayectos que separan África del continente europeo».
En este sentido, Ndoye resaltó que «de camino a Europa no sólo mueren inmigrantes en el mar, sino que muchos pierden la vida dentro de la propia África. Se sabe, por ejemplo que decenas de miles de africanos intentan atravesar anualmente el desierto de Tenere (Nigeria) para llegar a Marruecos y de ahí embarcarse hacia el archipiélago canario, que es el tránsito hacia la península y los países del norte europeos. Un buen número no lo logra, mueren, pero, de ellos, no hay estadísticas».
Relaciones económicas desiguales
«No son todos los datos que se pueden extraer del análisis de la inmigración proveniente de África. Para llegar a su raíz más profunda podemos tomar como referencia la impunidad con que algunos dirigentes africanos despilfarran los recursos de sus países.
Los entregan, casi sin contraprestaciones, a las potencias europeas, las mismas que pese a las supuestas independencias nacionales africanas, siguen estableciendo con el continente relaciones comerciales de tipo colonial que asfixian sus economías».
El caso de los caladeros de pesca es muy significativo.
» Europa -señaló el hispanista senegalés- ha esquilmado de tal forma los bancos pesqueros de las costas occidentales africanas que los inmigrantes de esas zonas no dudan en replicarle a los que intentan convencerlos del riesgo de subirse a una patera que Canarias no está mucho más lejos que donde ellos tienen que ir a pescar, diariamente, para sobrevivir».
Algunos números ilustran esta desigualdad.
Cada año, África recibe 1200 millones de euros en subvenciones al desarrollo provenientes de los países europeos, pero, a cambio, los gravámenes a los productos africanos terminan por hundir al continente en la miseria.
Mientras tanto, el agricultor medio europeo obtiene diez veces más en ayudas que lo que gana uno africano.
Otro caso es el de la Deuda Externa. A pagarla, o, peor aún, a pagar sus intereses, una gran cantidad de Estados africanos destinan más de la mitad de sus presupuestos.
La misma lógica se reproduce cuando miramos hacia los Estados Unidos. El algodón que se produce en el África Occidental es de los de mejor calidad del mundo, podría competir, sin duda, con el que se cultiva en los Estados del sur norteamericanos y, sin embargo, no es así. Los 55 mil algodoneros estadounidenses se reparten, anualmente, subvenciones por un valor de entre 4 y 5 mil millones de dólares. Por tanto a los productores africanos no les queda otra opción que la de malvender sus cosechas, si no quieren perderlas del todo.
«A la vista de todo esto -finalizó resaltando Ndoye- no puede extrañar a nadie que, en países como Níger, Burkina Faso o Somalia, más o menos el 50 % de su población viva en la pobreza más absoluta y que los hombres y mujeres más jóvenes afirmen sin reparo, ante los peligros y la incertidumbre del viaje en cayuco, que no le tienen miedo a la muerte, que a lo que temen de verdad es a la vida misma. La inmigración africana, bien podríamos decir, también tiene caras «blancas».