Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García
El 29 de octubre, Paul Makonda, alcalde de la mayor ciudad de Tanzania, Dar-es-Salaam, anunció que había creado una unidad antigay para cazar a los sospechosos de ser homosexuales. Makonda es un ferviente cristiano y estrecho colaborador del presidente John Mugufuli, un tradicionalista que cree que «hasta las vacas rechazan» la homosexualidad.
Cinco días después de que Makonda anunciara su cacería de brujas contra los gays con titulares en los medios locales, el gobierno tanzano se distanció de él declarando que la ofensiva del alcalde «no forma parte de la política oficial». Sin embargo, el tardío intento de denunciar las medidas de Makonda difícilmente ponga fin a la brutal campaña -de larga data- de Mugufuli contra la homosexualidad y las personas gay, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGTBI).
Tanzania no es el único país africano que en los últimos tiempos han emprendido campañas de hostigamiento a las comunidades LGTBI. En estos años, Egipto, Kenia y Malawi también lo han hecho. La homosexualidad es ilegal en 34 países de África, y delito pasible de ser castigado en Mauritania, Sudán, Niger y Somalia.
Es frecuente que los líderes africanos mencionen la cultura y el cristianismo como razones para prohibir la homosexualidad. Yowei Museveni, presidente de Uganda, dijo que los gays eran «asquerosos» y que la homosexualidad era «una importación occidental». El vicepresidente de Kenia, William Ruto, también expresó públicamente su rechazo de la comunidad LGTBI diciendo: «En nuestra sociedad no permitiremos la homosexualidad porque viola nuestras creencias religiosas y culturales».
Jugando a la política con medidas propias de la época colonial
Pero, ¿es la homosexualidad ciertamente una importación de Occidente como declara Museveni? Y la represión violenta de la comunidad LGTBI, ¿refleja realmente los «valores africanos»?
Una investigación exhaustiva de las prácticas sexuales en África demuestra que las relaciones homosexuales han sido lo corriente desde mucho tiempo antes de la llegada de las potencias coloniales. Estos estudios muestran que los africanos -como la gente de todo el mundo- siempre han tenido una variedad de sexualidades y de identidades sexuales. Por otra parte, la investigación señala que la homosexualidad no solo fue practicada sino también aceptada como normal por las comunidades del sur de África.
En realidad, muchas de las leyes contra la homosexualidad presentes hoy en África fueron promulgadas por los gobiernos coloniales y apoyadas por la creciente influencia de la Iglesia católica y el evangelismo protestante; lo mismo pasó con la interpretación cada vez más conservadora y rígida del Islam.
Más recientemente ha habido un extraordinario recrudecimiento del «misionerismo» y un significativo aumento de la cantidad de iglesias pentecostales en toda África. Lamentablemente, la mayor parte de las iglesias pentecostales y tradicionales fomentan una lectura fundamentalista de la Biblia que rechaza la homosexualidad.
Con los años, mientras las organizaciones religiosas conseguían enorme popularidad, los líderes religiosos acumularon también una importante influencia entre los políticos. Respaldados por millones de fieles seguidores, se convirtieron en influyentes y fuertes operadores en Ghana, Nigeria, Uganda, Zambia y Zimbabwe.
En un continente afectado por una extrema pobreza, por la desigualdad económica y por muy cuestionados procesos electorales, los encargados de la formulación de las políticas se lanzaron sobre la posibilidad de satisfacer su interés personal y conseguir popularidad mediante el sencillo recurso de alinearse con valores y movimientos religiosos populares. Esto permitió que los líderes religiosos africanos influyeran eficazmente las agendas conservadoras, entre ellas las que propugnaban políticas antigay. Estas presiones antigay están particularmente extendidas en Kenya y Uganda.
Mientras los líderes religiosos utilizaron su influencia sobre los políticos para hacer avanzar aún más sus proyectos anti-LGTBI, los políticos recurrieron a políticas y discursos antigay para ocultar sus defectos y hacer que sus métodos intolerantes y antidemocráticos resultaran más aceptables a sus profundamente religiosos votantes. Por ejemplo, la prolongada, sangrienta y drástica persecución del disenso político de Museveni se ha producido juntamente con una importante supresión de los derechos de la comunidad LGTBI, lo que le ayudó a sostener el apoyo de los líderes religiosos más prominentes del país y sus seguidores.
Centrándose en las comunidades LGTBI y falseando su sexualidad mediante sugerencias religiosas de ridícula locura e inmoralidad, los líderes africanos intentan desviar la atención de sus propios defectos y delitos políticos. Y, vendiendo el mito de que «la homosexualidad es una construcción occidental», están tratando de fortalecer la creencia de que los occidentales están detrás de rodos los problemas de África, incluyendo los desastres económicos nacionales.
El patriotismo es el último refugio de un político africano fracasado
Los políticos africanos intentan a menudo someter y controlar a las personas carentes de un medio de vida decente promoviendo falsos valores religiosos y nacionalistas que les brindan una identidad y una noción de comunidad con las que se sienten orgullosas y cómodas.
Comunidades desprovistas de una voz decisiva en asuntos políticos importantes por gobernantes despóticos pueden ser engañadas con una falsa sensación de control y poder cuando son alentadas a etiquetar y a avergonzar a algunas personas declaradas diferentes e inmorales.
Se trata de una estrategia política endeble, extraviada y retorcida, pero funciona. Esas narrativas «nosotros contra ellos», en general basadas en lecturas distorsionadas de la historia, las enseñanzas religiosas y los valores culturales permiten que los líderes religiosos manipulen y dominen a las masas desfavorecidas.
Pero la homofobia -y la maliciosa y discriminatoria dinámica social que ella promueve- nada tiene que ver con África. Es lo opuesto a nuestra forma de vivir y cultura africanas.
Ya es tiempo de que África adopte distintas identidades sexuales y prácticas sexuales de un modo renovado, maduro y progresista. El ex arzobispo anglicano Desmond Tutu, un apasionado defensor de los derechos LGTBI y los humanos en general, un icono del anti-apartheid, señaló durante mucho tiempo el camino correcto cuando condenó a los grupos eclesiásticos que utilizaban la religión para justificar la violencia antigay y la discriminación.
«Yo no admiraría a un Dios homofóbico; es así como lo siento desde lo más profundo de mí», decía Tutu.
Los africanos deberían seguir el ejemplo del arzobispo.
Tafi Mhaka es comentarista social y político; reside en Johannesburgo, Sudáfrica.
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.