Otra vez a mirarse las caras. Y aunque el anuncio se vende como la noticia del año, las esperanzas de que finalmente el pueblo saharauí pueda zafarse de las cadenas marroquíes son escasas mientras socios internacionales de la metrópoli no presionen al rey Mohamed VI. Después de 23 meses de estancamiento en las negociaciones sobre […]
Otra vez a mirarse las caras. Y aunque el anuncio se vende como la noticia del año, las esperanzas de que finalmente el pueblo saharauí pueda zafarse de las cadenas marroquíes son escasas mientras socios internacionales de la metrópoli no presionen al rey Mohamed VI.
Después de 23 meses de estancamiento en las negociaciones sobre el conflicto del Sahara Occidental auspiciadas por las Naciones Unidas, el Frente POLISARIO y el gobierno de Marruecos se reúnen en estos días en Westchester, Nueva York, para preparar una quinta ronda de diálogo en la que se discuta el futuro del único país africano aún por descolonizar desde que en 1976 la antigua metrópoli, España, levantó los pies de esa nación, dejándola al acecho de vecinos saqueadores con ínfulas de hegemonía regional, como Marruecos y Mauritania -ésta se retiró del Sahara en 1979.
Los intentos de un diálogo han sido varios desde 2007, y en todos ha estado ausente la voluntad política de Marruecos de solucionar un conflicto atascado desde hace más de 30 años, aunque el gobierno de Rabat pretenda hacer creer que tiene las mejores intenciones. La verdad es que el reino alauita está reacio a reconocer la independencia de ese pueblo del norte de África.
Por eso nunca ha aceptado la propuesta del POLISARIO: la celebración de un referéndum en el que los saharauíes puedan votar por su independencia. Para Rabat, una consulta popular solo debe contemplar dos opciones, ambas favorables para sí: la definitiva anexión, o un Sahara Occidental convertido en una provincia autonómica marroquí.
Tampoco ha renunciado a que en el listado del electorado se encuentren los miles de colonos que ha «inyectado» en las dos terceras partes -las más ricas en recursos naturales- que ocupa de ese territorio, como parte de su estrategia de marroquinizar la población.
En tanto, continúa la cacería de luchadores pacíficos saharauíes, los encarcelamientos, las palizas y las detenciones ilegales. Aún están muy frescas las maniobras de la monarquía para deshacerse de la activista Aminetu Haidar, a quien envió por la fuerza a España con el pretexto de que esta valiente mujer se negó a reconocer una falsa nacionalidad marroquí cuando llegó al aeropuerto de su natal El Aaiún, capital del territorio ocupado por Rabat.
En sus recientes discursos, Mohamed VI cataloga de traidores a hombres y mujeres como Haidar, porque no defienden lo que él cínicamente llama «integridad territorial». Ese es su eufemismo para referirse a la colonización del Sahara a estas alturas del siglo XXI.
Marruecos sigue realizando maniobras militares en los territorios ocupados y consolida las estructuras del muro de más de 2 000 kilómetros que divide al pueblo saharauí. Al mismo tiempo no detiene su saqueo desenfrenado de los recursos pesqueros a través de ilegales acuerdos con la Unión Europea, que ambas partes tratan de disfrazar con visos de legitimidad, y en los que cada cual saca buen provecho: esas naciones ricas, principalmente España, se hacen de jugosos contratos, mientras Marruecos gana su espaldarazo en la forma de acuerdos comerciales y sumas millonarias… Una mano lava a la otra, ¿no?
Está claro que esta sanguijuela no querrá soltar prenda después de llevar más de tres década chupándose los recursos del vecino. Valdría la pena enterarse de en qué momento futuro de la historia, los otros, los socios que también se llenan la barriga en el festín, conscientes del robo, se decidirán finalmente a echar a un lado los privilegios que les brinda el ladrón.