Mientras Zapatero prometía el 0’7% del PIB en ayuda al desarrollo en unas jornadas promovidas por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) que presidió en Madrid la Reina Sofía a finales de octubre de 2007, Miguel (nombre ficticio), un niño ecuato-guineano con sida, agonizaba en los brazos de su madre en […]
Mientras Zapatero prometía el 0’7% del PIB en ayuda al desarrollo en unas jornadas promovidas por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) que presidió en Madrid la Reina Sofía a finales de octubre de 2007, Miguel (nombre ficticio), un niño ecuato-guineano con sida, agonizaba en los brazos de su madre en el Hospital de Malabo, capital de Guinea Ecuatorial. Sus médicos le administraban un extracto de corteza de árbol en vez de los antirretrovirales, el tratamiento reconocido internacionalmente.
Estos medicamentos están disponibles en Guinea Ecuatorial, los donan las agencias internacionales. No se trata de médicos que practiquen la curandería, sino que están formados por la AECID. Entre sus propósitos está capacitarlos para tratar el Sida y asesorar su trabajo en las consultas que atienden a estos enfermos.
La razón de que Miguel no reciba el tratamiento adecuado está en la corrupción de los responsables de velar por su salud. Según la Asociación para la Solidaridad Democrática con Guinea Ecuatorial, Asodegue, el Primer Ministro de Guinea Ecuatorial convocó meses antes a una reunión a los responsables nacionales de la lucha contra el Sida y a los de las agencias internacionales que cooperan en el país. Entre éstos están los delegados de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los expertos de la AECID que asesoran al Ministerio de Sanidad.
También asistió a esa reunión una sobrina del Presidente Obiang, que no es médico sino empresaria. Ella presentó a los convocados un proyecto de fabricación en Guinea Ecuatorial de ese extracto, llamado Fagaricine, para su comercialización como tratamiento del Sida. También les pidió una opinión al respecto.
La OMS recuerda en enero de 2008 en su Bulletin d’Information du Bureau de la Representation de l’ OMS en Republique du Congo que «el Fagaricine no es un medicamento para el Sida». (http://www.who.int/countries/cog/publications/missive_27.pdf)
Fuera cual fuera la opinión de los expertos, poco después comienza una tragedia: un grupo de pacientes con Sida, entre ellos Miguel, acude a su cita rutinaria en el Hospital de Malabo para recoger su medicación: los antirretrovirales. Sin embargo reciben otra a cambio: el Fagaricine. El grupo de «cobayas» incluye niños, adultos y al menos una embarazada. No se les da explicación, la mayoría ni se entera.
Pronto comienzan a empeorar. Algunos mueren. La población se preocupa: pese a la cooperación extranjera y la propaganda del gobierno, el tratamiento del Sida en el país es un desastre. En la actualidad se sabe que el Fagaricine dejó de administrarse en ese Hospital, pero que se vende en algunas farmacias.
Mientras tanto Obiang y los suyos reciben atención médica en el extranjero. Unos mediante el pago de facturas astronómicas en clínicas privadas de Estados Unidos y otros gratis en hospitales públicos españoles. Al mismo tiempo florece en Guinea Ecuatorial el negocio de las clínicas privadas, cuyos tratamientos sólo pueden pagar los más adinerados. Varias son propiedad de la mujer de Obiang y la mayoría están participadas por su familia.
El gobierno es incapaz de garantizar la asistencia sanitaria a la población, como señaló el líder opositor Plácido Mico en la Conferencia Económica Nacional de noviembre de 2007: «la situación sanitaria de Guinea Ecuatorial, país multimillonario, es sin duda la mejor ilustración de nuestras profundas disparidades, injusticias y exclusiones sociales, así como de la distribución de la riqueza del país. Aparte de Mongomo, ningún hospital general del país permite obtener una simple radiografía.» (http://www.cpds-gq.org/comunicados2007/noticia071113.html)
Guinea Ecuatorial es uno de los principales productores africanos de gas y petróleo y receptor privilegiado de ayuda técnica y económica por parte de España desde hace décadas. La AECID presenta su trabajo sanitario allí «a través de varios proyectos que tienen un común denominador: formar un entramado que permita el fortalecimiento institucionalizado del Sistema Nacional de Salud.»
Uno de estos proyectos, el control de endemias, lo llevan a cabo para la AECID el Centro Nacional de Medicina Tropical y el Instituto de Salud Carlos III, organismos estatales. Con una potente financiación se destina a «conseguir (…) la formación y mejora de la capacidad de gestión de personal técnico local del Sistema de Salud y de los Programas Nacionales.» (www.maec.es) El principal es el del Sida. El argumento que la Oficina del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación en Guinea Ecuatorial esgrime para justificar el gasto es que está construyendo «la capacidad local» de cada «Programa Nacional».
La tuberculosis y el Sida están descontroladas a la vez que se emiten leyes discriminatorias contra los seropositivos, como el decreto presidencial nº 107/2006, del 20 de noviembre, que establece «el requisito del certificado de test de VIH/SIDA para acceder a ciertos servicios públicos.»
Durante la reciente campaña electoral María Teresa Fernández de la Vega aseguró ante Miguel Ángel Moratinos, Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, y la Secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Leire Pajín, que en los próximos cuatro años España «va a hacer historia» y ser «líder en solidaridad». Destacó también que los socialistas creen en la política «como medio para mejorar el mundo» y que, pues somos la octava economía del mundo, «tenemos que asumir la responsabilidad que exige nuestra posición en el escenario mundial». (http://leirepajin.blogspot.com/2008/02/de-la-vega-reafirma-en-acto-de-la.html)
A pesar de la sonora propaganda sobre la ayuda internacional, suena más fuerte el silencio sobre la corrupción de la familia Obiang y el silencio ante los resultados de la Cooperación Española en Guinea Ecuatorial.