Traducido por Silvia Arana para Rebelión
Introducción
La larga década inicial del siglo XXI ha sido un periodo marcado por una crisis económico-social profunda y cíclica, de prolongadas guerras seriales y de declinación de los estándares de vida para la vasta mayoría de estadounidenses. ¿Cómo ha reaccionado la gente ante esta crisis? No hubo un surgimiento de movimientos socio-políticos en gran escala y a largo plazo que se opusiera a las clases dominantes bipartidistas. El movimiento «Ocupar Wall Street» proporcionó una plataforma para denunciar al 1% súper rico por un momento breve pero después pasó a ser un recuerdo del pasado.
Surgieron interrogantes sobre si en esta situación difícil la gente buscaría refugio en la religión, en la espiritualidad. Este ensayo se enfocará en dilucidar si la religión ha devenido en «el opio de los pueblos» como lo planteó Marx o si las instituciones y creencias religiosas están en crisis, perdiendo su atracción espiritual por su incapacidad para resolver las necesidades materiales diarias de un ejército cada vez más grande de trabajadores empobrecidos, mal pagados, desempleados y dependientes y una clase media en descenso. En otras palabras, en esta época de crisis económica permanente, ¿las religiones principales crecen y prosperan o están en el declive y la fragmentación que caracterizan la decadencia del imperio estadounidense?
Según los datos estadísticos más recientes (2008), el cristianismo es el grupo religioso más numeroso con 173,402 millones de personas que representan el 76% de la población adulta; seguido del judaísmo con 2,680 millones que representan el 1,2% de la población adulta. A continuación vienen las religiones orientales con 1,961 millones que representan el 0.9%; los musulmanes con 1,349 millones que representan el 0.6% de adultos. Pero el segundo grupo más numeroso después de los cristianos son los adultos que dicen que no tienen «ninguna religión», que son 34,160 millones y que representan el 15%.
Población adulta y afiliación religiosa 1990-2008
(en millones y porcentajes)
Población adulta y afiliación religiosa 1990-2008
(en millones y porcentajes)
Adultos 1990 |
Adultos 2008 |
Variación |
% 1990 |
% 2008 |
Cambio en % (1990-2008) |
|
Población adulta |
175,440 |
228,182 |
30,1% |
|||
Cristiana |
151,225 |
173,402 |
14,7% |
86,2% |
76% |
-10,2% |
Judía |
3,137 |
2,680 |
-14,6% |
1,8% |
1,2% |
-0,6% |
Oriental |
0,687 |
1,961 |
187,4% |
0,4% |
0,9% |
0,5% |
Musulmana |
0,527 |
1,349 |
156% |
0,3% |
0,6% |
0,3% |
Sin religión |
14,331 |
34,169 |
138,14% |
8,2% |
15% |
6,8% |
Las tendencias dinámicas a lo largo del tiempo muestran una disminución del porcentaje de adultos cristianos: entre 1990 y 2008 bajó del 86,2% al 76%; los judíos disminuyeron del 1,8% al 1,2% y las religiones orientales crecieron del 0,4% al 0,97% de la población. De la misma manera, el porcentaje de musulmanes creció del 0,3 al 0,6%. El porcentaje de población adulta no-religiosa se incrementó del 8,2 al 15% en el periodo.
Mientras que las personas practicantes del cristianismo y del judaísmo, como porcentaje de la población adulta, han disminuido, existe una marcada divergencia con respecto a la variación numérica; entre 1990 y 2008 la cantidad de cristianos aumentó en 2,218 millones mientras que la cantidad de judíos decreció en 457 mil personas. El judaísmo es la única de las religiones que disminuyó en términos absolutos.
La cantidad combinada de practicantes de la religión musulmana y de religiones orientales es actualmente mayor que los practicantes del judaísmo en 630.000 personas, lo que representa un 30%. La brecha entre adultos cristianos y no-religiosos ha disminuido a lo largo de los últimos 20 años: en 1990 la relación era de 86,2% a 8,2% y en 2008 es de 76% a 15%. Entre los cristianos la mayor disminución ocurrió entre las principales iglesias protestantes (Metodista, Luterana, Presbiteriana, Episcopal/Anglicana y la Iglesia Unida de Cristo) que pasaron de tener 32.8 a 29.4 millones de fieles entre 1998 y 2008; y entre los protestantes «sin identificación específica» de 17 a 5.2 millones. Por otra parte, el mayor crecimiento lo experimentaron los cristianos «sin denominación» aumentando de 194.000 a 8.3 millones de creyentes entre 1990 y 2008, los cristianos «sin identificación específica» aumentaron de 8.1 millones a 16.4 millones y los pentecostales de 5.7 millones a 7.9 millones entre 1990-2008. Los católicos y bautistas aumentaron numéricamente pero apenas mantuvieron su porcentaje entre la población adulta.
Análisis de las tendencias religiosas en el contexto político-económico
Al contrario de lo que dicen los analistas y comentaristas de los grandes medios, la crisis económica no ha generado un auge en la afiliación o en la identificación religiosa -a la búsqueda de un «consuelo espiritual» en tiempos de desesperación económica. Las principales iglesias y sinagogas no pueden atraer ni incluso retener a sus fieles porque tienen muy poco para ofrecer en términos de soluciones materiales en tiempos de escasez (vencimiento de hipotecas, bancarrotas, desempleo, pérdida de ahorros, pensiones o acciones). Al contrario, incluso las más apocalípticas -las iglesias Pentecostal, Carismática y de Cristianos Renacidos aunque incrementaron la cantidad de fieles no lograron un aumento importante del porcentaje, en los últimos 20 años: en 1990 tenían un 3.5% de adultos y en 2008 un 4.4%, un incremento de 0,9%.
La década de crisis ha tenido numerosas consecuencias de peso -debilitó gravemente la identidad religiosa de cualquier denominación específica, incrementó la incertidumbre religiosa y aumentó en gran medida la cantidad y el porcentaje de adultos estadounidenses que dejaron de profesar una religión. Entre 1998 y 2008 el porcentaje de adultos en ambas categorías se duplicó, pasando del 10.5% al 20.2%; la cifra aumentó de 18.34 millones a 46 millones. Parece ser que la mayoría de los «no religiosos» provienen del cristianismo y del judaísmo.
El aumento de los adultos no-religiosos entre 1990 y 2008 no puede relacionarse con un mayor nivel educativo, urbanización ni contacto con el pensamiento racionalista, puesto que dichos factores no cambiaron en este periodo. Los factores nuevos incluyen una mayor insatisfacción ante el deterioro del salario, el aumento de la desigualdad social, las guerras permanentes y el descrédito público de las principales instituciones políticas y económicas -el Congreso es visualizado de manera negativa por un 78% de los estadounidenses, que también tienen una opinión negativa de los bancos, especialmente de Wall Street. Las instituciones religiosas y la fe religiosa son percibidas cada vez más, al menos, como irrelevantes, cuando no como cómplices del deterioro de los estándares de vida y de trabajo. A pesar del drástico incremento de estadounidenses que se identifican como no-religiosos, un 75% todavía se considera creyente de una u otra variante del cristianismo.
La crisis del judaísmo es mucho más seria que la de las principales iglesias cristianas. En los últimos 20 años, la cantidad de adultos judíos ha decrecido en un 15%, más de 450.000 judíos dejaron de identificarse como tales. Algunas de las causas político-económicas que provocaron esa huida del judaísmo pueden ser similares a las que afectaron al cristianismo. Otras podrían ser más específicas: más del 50% de los judíos se casan con personas de otros credos y no lo hacen en una sinagoga. Otros pueden convertirse a otras religiones. Algunos rabinos y otros judíos neoconservadores se quejan de que el peligro de la «asimilación» es equivalente al «genocidio». Lo más probable es que la mayoría de los que abandonan el judaísmo se convierten en «no-religiosos» o seculares, y algunas de las razones podrían diferir. Para algunos, los textos sangrientos del Viejo Testamento y las normas talmúdicas no concuerdan con un pensamiento moderno y racional. Las consideraciones políticas podrían contribuir a la marcada disminución de personas que se identifican como judías: la conexión cada vez más estrecha y la identificación de Israel con las instituciones religiosas judías, el apoyo incondicional a los crímenes de guerra israelíes han alejado a muchos ex creyentes, que prefieren retirarse en silencio en lugar de involucrarse en una lucha espiritual con alto costo personal contra el poderoso aparato pro israelí incrustado en las redes religiosas sionistas.
Conclusión
La crisis religiosa, la disminución de los fieles, está íntimamente relacionada con la decadencia moral de las instituciones públicas de EE.UU. y el agudo deterioro de los estándares de vida. Entre los cristianos, la disminución es incremental pero constante; entre los judíos es más profundo y rápida. No hay pronósticos de un resurgimiento «religioso alternativo». Los grupos cristianos más fundamentalistas reaccionaron con un mayor activismo político, involucrándose en los movimientos extremistas como el Tea Party (Partido del Té), oponiéndose a que el gasto público ayude a disminuir la desigualdad social o uniéndose a movimientos pro Israel y antimusulmanes -precisamente cuando una cantidad creciente de ex judíos abandonan su credo.
La población adulta secular o no-religiosa aún no se ha organizado ni ha estructurado un programa en oposición a los fundamentalistas, quizás porque conforman una categoría social muy dispar -en términos socio-económicos y de intereses de clase. La definición de «no-religioso» no es gran ayuda para discernir cuál sería la alternativa. La disminución del porcentaje de creyentes podría tener varios resultados: en algunos casos podría conducir a un endurecimiento de las estructuras organizativas y doctrinarias para «mantener a los fieles en orden». En otros, ha causado una mayor politización, sobretodo hacia la extrema derecha. Entre los cristianos conlleva un énfasis en la interpretación literal de la Biblia y en una postura anti-evolución; entre los judíos, la disminución de fieles está intensificando las lealtades tribales y la recaudación intensiva de fondos, el trabajo de los lobbies y el apoyo incondicional al «Estado de Israel», sin palestinos y la caza de brujas más agresiva contra los críticos de Israel y el sionismo.
Es necesario que surja un movimiento que conecte la masa creciente de personas racionales y no-religiosas con la vasta mayoría de trabajadores estadounidenses, que sufren el deterioro de los estándares de vida y los crecientes costos (materiales y espirituales) de las guerras imperiales. Algunos individuos religiosos e incluso algunas denominaciones religiosas se acercarán a un movimiento de esas características, mientras que otros lo atacarán por sectarismo y razones políticas. Así como una moral no-religiosa conecta la crisis política e individual con la acción social, de la misma manera la comunidad política puede construir una nueva sociedad basada en necesidades seculares y en la ética pública.