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La intervención de la OTAN y la postura de la izquierda

La cuestión Libia

Fuentes: Diagonal

En mi opinión, hay que partir de varios hechos constatados, a pesar de las dificultades para obtener información fiable en todas sus extremos: la guerra ya había comenzado antes de la intervención extranjera, no hay ninguna razón para pensar que ésta tenga objetivos desinteresados (sino todo lo contrario), la rebelión ha sido popular y mayoritaria, […]

En mi opinión, hay que partir de varios hechos constatados, a pesar de las dificultades para obtener información fiable en todas sus extremos: la guerra ya había comenzado antes de la intervención extranjera, no hay ninguna razón para pensar que ésta tenga objetivos desinteresados (sino todo lo contrario), la rebelión ha sido popular y mayoritaria, y la continuidad o triunfo del régimen de Gaddafi no puede aportar beneficios más que a quien aquel consienta en concedérselos con sus recursos financieros (potencias, empresas, mercenarios, y beneficiarios autóctonos del régimen).

Procediendo ahora en sentido inverso, no hay que preguntarse qué pudo hacer el régimen de Gaddafi en el pasado lejano, sino que ha hecho en los últimos 15 años. Si nos centramos en sus relaciones económicas con el mundo exterior, Libia ha ofrecido contratos de explotación y búsqueda de petróleo a decenas de empresas europeas, estadounidenses y asiáticas, y ha realizado inversiones y financiado proyectos a lo largo y ancho del mundo, en particular en Europa, el mundo árabe y África.

Efectivamente, ha vuelto a comprar armas a los países europeos, en particular Francia. En 2006, Sarkozy le vendió misiles anticarro y equipos de comunicación militar por valor de 300 millones de euros, y el grupo francés Dassault modernizó los cazas Mirage, que ahora el propio Sarkozy destruye. No se han comentado mucho las declaraciones de Seif Al-Islam, el hijo de Gaddafi, difundidas sin embargo en la radio francesa, en el sentido de que Libia había financiado la campaña electoral de Sarkozy (sería interesante que se investigara esto, y saber cuántas más ha financiado no sólo en Europa).

Tampoco se escucha con frecuencia en los medios europeos, que Gaddafi había obtenido en 2005 el levantamiento del embargo de armas internacional… a cambio de crear campos de reclusión para inmigrantes en Libia (en los que se han llegado a acumular muchas decenas de miles de personas). Debemos fijarnos en los intereses, la hipocresía y la inhumanidad de Europa, pero ¿por qué ignorar la de Gaddafi? El «revolucionario», panarabista y africanista Gaddafi no sólo ha vendido a los africanos emigrantes al Frontex cuando le ha convenido.

En 1985 expulsó de Libia, sin más, a miles de tunecinos, en 1995 a decenas de miles de egipcios, sudaneses y palestinos (porque no le gustaba la OLP, con quien luego se reconcilió), en 1997 abandonó a los tuareg y a los tubus para acercarse a los gobiernos de Níger y Nigeria, en 1995 entregó 500 islamistas al régimen torturador argelino, en 1990-91 no se opuso a la intervención aliada en Kuwait-Iraq, en 2011 apoyó a Ben Ali y a Mubarak.

¿Y dentro de Libia? Debería bastarnos recordar las matanza de 1200, en su mayoría políticos, en la cárcel de Abu Salim en 1996 para aprehender la catadura moral del régimen de Gaddafi. Pero son el carácter de la rebelión contra él (popular, masiva, omnipresente y en principio pacífica), y la respuesta del régimen (la matanza de 300 personas en Bengasi, y el repliegue del régimen a Trípoli, donde se encontraba el grueso de sus apoyos «populares» (sus fuerzas militares, determinantemente formadas por mercenarios), el dato definitivo para juzgar sobre ella.

Pensar que los libios no han podido levantarse contra Gaddafi sin la incitación de fuerzas extranjeras o de la combinación de estas con agentes internos con oscuros intereses, supone en gran parte despreciarlos, pero incluso si aquellas hubieran existido, la cuestión clave es que lo hicieron, y que Gaddafi se propuso sojuzgarlos de nuevo a sangre y fuego: lo anunció explícitamente, y comenzó a hacerlo.

En el momento de escribir estas líneas, las fuerzas de Gaddafi ya se han retirado de todas las ciudades del este, incluídas las petroleras de Brega y Ras Lanuf, empujados por los bombardeos franceses y británicos, que ahora se centran en Sirte y Sebha con el fin de recluir a Gaddafi y sus partidarios en Tripoli. Arrancada toda la Libia petrolera de las manos de Gaddafi, llega la hora de la verdad. Como señalaba el activista y periodista egipcio Abdel Halim Qandil en Al-Quds al-Arabi: «Nadie está obligado a escoger entre una Libia gobernada por Gaddafi y una Libia gobernada por la OTAN, pues cada opción sería peor que la otra, y sólo traería más destrucción y muerte». Ese es sin duda el punto de vista de la inmensa mayoría de los árabes y el de la mayoría de los libios, extensible al resto de los países árabes y no árabes, y a todas las potencias coloniales (incluída Israel).

La labor de todos quienes quieran apoyarlos debería ser rechazar esa disyuntiva y no consentir que se vuelva a plantear, redoblando sus esfuerzos contra todos los dictadores, los colonializadores y sus amigos (entre ellos el gobierno español, que no tenía o tiene gran cosa que objetar a la venta de sistemas de detección aérea por la empresa INDRA a la Libia de Gaddafi, ni al fraude electoral en Mauritania del golpista Mohamed Ould Abdel Aziz en Mauritania -según los cables de Wikileaks-, ni, parece ser, a la futura visita oficial de Juan Carlos I a Israel). Respecto a Libia habrá que exigir, por difícil que sea encontrar la fórmula, que Gaddafi y la OTAN se alejen de ella cuanto antes y dejen al pueblo libio que decida su destino de la manera más autónoma, democrática y pacífica posible. La cuestión principal ya es ver qué se hace a partir de ahora.

http://www.diagonalperiodico.net/La-cuestion-Libia.html