«Hacer imposible que los blancos y negros pobres creen una alianza de clase ha sido una constante en la historia de EE.UU.», señala la autora de ‘White Trash: los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses’
Una extensa investigación ha llevado a Nancy Isenberg, escritora y profesora de Historia de la Universidad Estatal de Luisiana, a concluir que EEUU ha ocultado deliberadamente su propia historia de clases sociales; que el mito del ‘sueño americano’ no existe; y que EEUU «ha replicado el orden aristocrático» europeo que rechazó en sus orígenes porque la movilidad social del país «depende de lo que heredas de tus padres en lugar de tener servicios sociales que hagan que sea una cuestión de mérito». Su trabajo está recogido en el ensayo ‘White trash: los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses’ (Capitán Swing).
¿Por qué ha ocultado EEUU deliberadamente su historia de clases sociales?
Creo que parte del problema es que en EEUU prestamos mucha atención, incluso hoy en día, a celebrar nuestro nacimiento como país independiente. Todas los Estados-nación crean mitos de lo que representa su Gobierno y su país y nuestro mito se fundó en el rechazo del sistema de clases que existía en Europa. Rechazar la aristocracia, los títulos, la monarquía. Tomar esa identidad política implicaba que siempre había una tensión a la hora de discutir cuestiones de clase en el país.
Aunque hay un intento de negar la clase –ligado al mito de que América es la tierra de las oportunidades y que todo el mundo puede experimentar la movilidad social, lo cual no es cierto–, a menudo esta emerge y se convierte en parte del debate político. Incluso la Guerra Civil es sobre raza y clase. Con el New Deal y la Gran Depresión tanta gente se quedó sin trabajo que de repente ya no podían utilizar la lógica de que son los perezosos los que no trabajan. De pronto tuvieron que reconocer que Estados Unidos no sólo ha experimentado una movilidad ascendente, sino que experimentamos más movilidad descendente. Para los estadounidenses, este es un tema realmente difícil de hablar.
¿Diría usted que existe el ‘sueño americano’ para la clase trabajadora blanca de EEUU?
Las personas que apoyan a Donald Trump no es que adoren al presidente, sino que lo que realmente les gusta es que ha creado un espacio donde de repente la gente tiene que prestar atención a la clase obrera blanca. De pronto tienen un defensor. De pronto tienen un espacio en los medios de comunicación donde antes habían sido completamente ignorados.
La mayoría de las personas que votó a Trump en 2016 no cree en el mito de la meritocracia –trabaja duro y serás recompensado–. En la práctica, este mito no se les aplica. Poco más de un tercio de los estadounidenses llega a tener títulos universitarios. La idea de ir a la universidad, algo que realmente cambia tus ingresos, no se aplica a ellos. También tienen miedo de perder su estatus en lugar de poder ascender, que es en lo que se centran los demócratas. No creen en la idea del profesional formado porque saben que eso no va a ser alcanzable para ellos y probablemente ni siquiera para sus hijos. Lo que quieren es ser recompensados con un retorno a los empleos de clase trabajadora más estables que han desaparecido porque todos se han llevado a otros países.
Es difícil entender cómo estas personas llegaron a votar y convertirse en convencidos seguidores de Trump en 2016 si, como usted dice, el presidente está tan lejos de ellos y no se identifica con sus intereses.
Vivimos en un mundo de ideología y la gente en EEUU se piensa que tenemos más movilidad social que cualquier otro país del mundo, lo cual no es cierto. Está probado estadísticamente. Países como Suecia y Dinamarca tienen más movilidad social porque proveen servicios sociales. En este país, la familia promedio tiene que contribuir con el 50% de su riqueza a sus hijos. Hemos replicado el orden aristocrático porque todo depende de lo que heredas de tus padres en lugar de tener servicios sociales que hagan que sea una cuestión de mérito. Pero la mayoría de los estadounidenses saben muy poco sobre su historia y repiten una y otra vez el mito [del ‘sueño americano’].
Nuestra división de clases es tan extrema que no es una democracia real. En el Congreso son todos millonarios. Esa es realmente una de las cosas que ha cambiado sustancialmente. Inicialmente en nuestro país, si estabas en el Congreso, no ganabas mucho dinero. En 1817 decidieron aumentarsus salarios a unos 16 dólares. El problema entonces es que había que ser rico para servir en el Congreso. Pero ahora hemos ido al extremo opuesto donde toda esta gente está vinculada a grupos de presión, se gastan una fortuna en sus campañas y están totalmente fuera de contacto con la sociedad. Pasan la mayor parte del tiempo al teléfono tratando de recaudar dinero.
Cuando esta gente eligió a Trump, también estaban rechazando al Partido Republicano. Estaban cansados del político al uso. La otra cosa que hace Trump que les atrae y que fue una de las claves de su éxito es la forma en que habla. Les encanta que hable a la gente a la cara, que sea grosero… Y confunden eso con la autenticidad. Es muy triste que los estadounidenses acepten esto, pero tristemente se remonta al siglo XIX. En el siglo XIX, los políticos de la élite iban al interior del país y lanzaban sus mensajes a la gente pobre que vivía en las cabañas. Y por un momento tenían que hablar su idioma. Pero tan pronto como se iban, ya no tenían ninguna obligación de apoyar ninguna política que realmente les beneficiase.
¿Por qué es tan importante la intersección de clase y raza que resulta en la ‘escoria blanca’? ¿Qué le diferencia del resto de la clase trabajadora del país?
Creo que eso es muy importante. Voy a enfatizar dos grandes tendencias que suceden en la historia de EEUU sobre la intersección de raza y clase. Una es que las élites sureñas a menudo manipulaban la tensión entre los blancos pobres y los afroamericanos pobres. En la Guerra Civil, por ejemplo, cuando la Confederación era un Gobierno muy elitista, incluso pensaron en negar a los blancos pobres el derecho al voto. Tenían un profundo temor de que su población blanca pobre apoyara a Lincoln porque este prometía la Ley de la Granja –permitir a pequeños ganaderos y agricultores el acceso a tierras del Gobierno– y la concesión de tierras a los sin tierra. Entonces, las élites sureñas trataron a menudo de atraer a los blancos pobres. Lo que hicieron durante la Guerra Civil fue decirles que si apoyaban a Lincoln iban a perder su estatus y se convertirían en el equivalente a un esclavo. Siempre explotaron esa tensión.
Eso también pasó cuando el movimiento populista a finales del siglo XIX trató de movilizar los intereses de los negros de la clase trabajadora y los sureños blancos pobres de clase trabajadora. Las élites sureñas trataron de romper esa alianza y trataron de asegurarse de que los blancos pobres estaban alineados con otros blancos de la élite o de la clase media. Eso siempre ha sido una tensión incómoda. Hacer imposible que los blancos y negros pobres creen una alianza de clase trabajadora ha sido una constante. Esta es la única tensión que se repite una y otra vez en la historia de EEUU. Pero hubo gente que trató de romper esta dinámica, como Martin Luther King (MLK).
La gente se olvida de que MLK decía que hay que abordar la raza y la clase. No se puede asumir que la gente y sus vidas están definidas por una sola variable. La sociedad es compleja. Sin embargo, los medios de comunicación siempre quieren simplificar las cosas y terminan convirtiéndose en un disco rayado. En este sentido, la mayor parte del enfoque en estas elecciones es simplemente hablar del nacionalismo blanco todo el tiempo que, aunque refleja una parte del electorado de Trump, no refleja todo.
Estamos en un dilema donde a menudo no conocemos el pasado y en el presente existe una jerarquía de opresiones. Esencialmente tenemos que decir siempre que la raza está en el centro de todo, cuando en realidad puede ser raza y clase. No se pierde nada al decir esto y no entiendo por qué los periodistas tienen esta especie de dogma. Hacen una genuflexión y dicen: «raza, raza, raza, raza». Y luego se pierden el panorama general. Se pierden que la raza y la clase pueden operar al unísono para oprimir a ciertos grupos de manera diferente. La clase importa tanto como la raza en lo que respecta a la fuente de esa opresión.
¿Por qué sostiene que los orígenes de la ‘escoria blanca’ se remontan a la colonización británica? ¿Cómo ha sobrevivido este sistema hasta nuestros días?
[Reino Unido] quería deshacerse de los pobres en el ‘nuevo mundo’, que no era la tierra de la libertad, sino precisamente lo contrario. El ‘nuevo mundo’ era básicamente un asilo para pobres para aliviar la presión económica sobre Gran Bretaña. La razón por la que el lenguaje para referirse a estas personas ha persistido y permanecido vivo tiene que ver con la persistencia de los pobres de zonas rurales. Son a menudo los pobres más invisibles, pero en cierto sentido tienen mucha influencia política, especialmente en el sur, por la forma injusta en que se cuentan los votos y la forma en que funciona el colegio electoral.
Esta división entre lo urbano y lo rural sigue vigente a día de hoy. Muchas de las personas que van a los mítines de Trump se identifican con un personaje rural: la forma en que llevan las gorras de trabajo, la forma en que llevan los vaqueros y camisetas. Están invocando una especie de identidad más antigua de estadounidenses rural.