Cuando uno se adentra en las profundidades del desierto del Sahara y se pone a observar detenidamente el entorno descubre que, en medio de aquella evocadora belleza aparentemente solitaria, existen decenas de criaturas vivaces y expectantes. Todas ellas comparten dos grandes deseos: ser libres y vivir en paz. Ni las inclemencias climáticas, la escasez de […]
Cuando uno se adentra en las profundidades del desierto del Sahara y se pone a observar detenidamente el entorno descubre que, en medio de aquella evocadora belleza aparentemente solitaria, existen decenas de criaturas vivaces y expectantes. Todas ellas comparten dos grandes deseos: ser libres y vivir en paz. Ni las inclemencias climáticas, la escasez de alimento o las dificultades de desplazamiento impiden que estas criaturas sigan anhelando tan privilegiada condición. Este es, por ejemplo, el caso del jerbo, uno de los pobladores más curiosos y simpáticos de este paisaje. El pequeño roedor, omnívoro vivaz tremendamente inteligente, es un hábil cazador y un experto escapista. Profundo conocedor de su hábitat, ha adoptado un estilo de vida que le posibilita permanecer en este árido ambiente, adaptado perfectamente a un medio terriblemente hostil.
El jerbo tiene muchos depredadores que amenazan su vida constantemente en este desierto. Para evitar ser presa fácil de los mismos, convierte su madriguera en una compleja red de túneles, con múltiples entradas y salidas. Dichas vías de escape, cubiertas ligeramente con arena, dan la apariencia de inexistentes, aunque el jerbo las tiene perfectamente ubicadas y recurre a ellas siempre que le es necesario. Las recorre periódicamente, supervisando su accesibilidad y mantenimiento. Si por efecto del siroco o cualquier otra dramática eventualidad uno de estos ingresos queda bloqueado, el jerbo siempre tiene otra entrada cercana como alternativa inmediata, pues de ello siempre depende su vida.
Al elaborar cualquier estrategia de acción, una de las primeras cosas que debemos plantear son las diferentes alternativas que existen para alcanzar el objetivo trazado. Dichas opciones deben estar siempre en consecuencia con los principios y valores institucionales y sociales establecidos, como una clara expresión de adaptación al entorno en el que nos toca desenvolvernos. En estos ejercicios de planificación estratégica, de la misma forma que lo hace el jerbo, la idea es construir y mantener una seria de alternativas que posibiliten una amplia capacidad de movimiento y garanticen el éxito de las actividades programadas.
Los pobladores de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) son muy conscientes de esta realidad y adoptan acertadamente el mismo comportamiento estratégico del jerbo. Ancestrales conocedores del desierto y de los mecanismos de sobrevivencia en él, frente al objetivo de lograr la independencia del Sahara Occidental, los saharauis cuentan con una variada gama de posibilidades que van desde la continuación de la intifada pacífica como instrumento de presión política hasta el legítimo retorno a las armas. Para cada una de estas diversas alternativas, cuentan con una no menos numerosa cantidad de aliados dispuestos a acompañarlos en la decisión que estimen más conveniente.
En medio de la crisis ocasionada por la última escalada de violencia impulsada por el Reino de Marruecos en los territorios ilegalmente ocupados, el secuestro de los siete activistas defensores de derechos humanos y la flagrante violación de los derechos humanos fundamentales de Aminetu Haidar, a los saharauis les ha quedado perfectamente claro cuáles son las alternativas viables y no viables de solución del conflicto. De la misma manera, se ha hecho más evidente (por si antes no estaba suficientemente diáfano) cuáles son sus verdaderos aliados y cuales sus enemigos. Quiénes podrían tener una capacidad real de intervención para dar una solución definitiva al entrampamiento en el que nos encontramos ahora y quiénes, por intereses particulares, desconocimiento de la realidad o mera pusilanimidad, están totalmente descartados para participar en esta trascendental partida donde sólo los más hábiles tendrán posibilidades concretas de ganar.
La actuación del gobierno español en el Caso Haidar está siendo realmente lamentable. La imposibilidad de presentar una postura digna ante el régimen alauí es la triste constatación del cierre total de una de las alternativas de solución, alternativa que podía pensarse en términos de intervención efectiva del mayor responsable de la crisis en la que se encuentra desde hace treinta y cinco años el pueblo saharaui. La débil postura mostrada por España frente al proceso de negociación con Marruecos por el retorno de Aminatu al Sahara Occidental, territorio saharaui, lo incapacita definitivamente para ser un actor preponderante en el proceso de resolución del conflicto saharaui – marroquí.
Es hora de recurrir a otras alternativas de solución y a otros actores más importantes y más dignos. Para tal fin, resulta oportuno considerar, por ejemplo, como elemento clave en la gestión de este conflicto, el positivo acercamiento que se viene dando con los países latinoamericanos que llevan a cabo actualmente procesos revolucionarios en democracia (Venezuela, Bolivia, Ecuador) en el marco de la cumbre ASA celebrada en septiembre de este año. Es muy importante para el gobierno saharaui seguir reforzando los lazos con estos países e intentar invitarlos a involucrarse de una manera más efectiva en este conflicto, de modo que más aliados se sumen al apoyo que tradicionalmente se recibe de naciones amigas como Argelia, Cuba o Libia. La lucha por la independencia del Sahara Occidental ha entrado desde hace unos meses en una fase clave de desenlace y es necesario que contemos con la mayor cantidad de apoyo, con el más amplio número de alternativas de solución, de modo que podamos garantizar, de manera realista, la victorial final.
José Antonio Monje es el Coordinador de la Delegación para la RASD – Mundubat
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