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El caso Camps-Costa certifica que el abuso del poder y del dinero están amparados por una justicia medieval

La evidencia en evidencia

Fuentes: Rebelión

El veredicto absolutorio del jurado valenciano en el caso de los dos perillanes que han estado al frente de la Comunidad valenciana es vergonzoso. Hay gato encerrado. Me temo que en todo cuanto sucede de indecente y delictivo de altos vuelos en este país hay gato encerrado y amaños… El efecto penal de los actos […]

El veredicto absolutorio del jurado valenciano en el caso de los dos perillanes que han estado al frente de la Comunidad valenciana es vergonzoso. Hay gato encerrado. Me temo que en todo cuanto sucede de indecente y delictivo de altos vuelos en este país hay gato encerrado y amaños…

El efecto penal de los actos a priori ilícitos y repudiables cometidos por personajes de las clases superiores en lo económico, en lo político, en lo institucional y en general en lo social es, siempre, fruto de la maquinación.

Si ya de por sí sabemos que los periodistas de investigación y los policías íntegros se las ven y se las desean para conseguir pruebas incriminatorias ante hechos e indicios criminales, tanto sus diligencias como informes terminan siendo papel mojado cuando estamos ante personajes poderosos o investidos de algún tipo de glamour.

Toda la polvareda, la resonancia, el escandalazo que se levantan como consecuencia del hecho penal que a menudo duran meses o años hasta que llega el juicio oral, se diluyen como un azucarillo en un vaso de agua en la sentencia. Y si casi por casualidad la condena se hace inevitable, luego el cumplimiento de la pena efectiva es irrisorio por más grave que hubiera sido el delito (pienso en los Galindo y en los Conde). Pero para llegar a la condena ha tenido que haber casi un milagro; unas veces es la prescripción, otras la imaginaria falta de pruebas aunque éstas sean ostentosas y estridentes, otras un jurado sospechoso que cuida aparentar que la absolución es por la mínima, manejado desde el exterior. Sean este Camps y Costa, sea la tonallidera Pantoja, sea el torero Ortega… o esa recua de chorizos de la trama Gürtel, todos, vulneran los derechos del pueblo y los intereses del pueblo, y agravaido la conciencia del pueblo con la impunidad dando un rodeo.

En el caso Camps-Costa hay dos preguntas previas: la primera, para valorar el rigor del veredicto desde el punto de vista moral y material, es el quién y cómo se ha elegido el jurado; y la segunda es que la sentencia del TSJV no resuelve definitivamente la honorabilidad de los encausados, la posible culpabilidad o inocencia: hay que esperar a la sentencia firme y definitiva del último tribunal de apelación. Y además siempre, aunque consiguiesen la absolución definitiva, no dejará por ello de predominar en la pública opinión la indignidad y catadura deplorable de ambos políticos y personas. Es histórico que al principal gánster de los Estados Unidos de los años 20, con crímenes incluidos, Al Capone, no se le pudo encarcelar sino por impagos tributarios pese a que todo el mundo sabía que era un verdadero criminal…

España es una miserable máquina de chanchullos y maquinaciones, y una guarida de tramposos inagotables. Pero siendo todo ello gravísimo porque pone en evidencia que este país sigue siendo el país moral y políticamente más atrasado de Europa, quizá lo que peor llevamos quienes estamos libres de pecado y por eso podemos permitirnos el lujo de tirar cuantas piedras se nos antoje, es que la miserable índole de todos esos personajes está revestida de la mayor solemnidad. En suma, en España existen grandes islas medievales donde el abuso del poder y del dinero, así como virtuales derechos de pernada son hechos flagrantes, amparados a la postre por una justicia asimismo medieval.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.