Los que pelean por la ambición por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarles a otros pueblos sus tierras, no son héroes, sino criminales. José Martí. Lo ocurrido en Libia, donde el derecho internacional más elemental ha sido vergonzosamente despedazado, es una muestra ostensible de que estamos viviendo bajo una […]
Los que pelean por la ambición por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más mando, por quitarles a otros pueblos sus tierras, no son héroes, sino criminales.
José Martí.
Lo ocurrido en Libia, donde el derecho internacional más elemental ha sido vergonzosamente despedazado, es una muestra ostensible de que estamos viviendo bajo una tiranía mundial capitalista. La crisis económica, energética y ecológica por la que atraviesa el mundo, llevará a que esa tiranía actúe cada día con más desenfreno y desfachatez. Jamás, por nada en el mundo, aunque los recursos no renovables se agoten velozmente, las potencias capitalistas, especialmente Estados Unidos, renunciarán al modelo de sociedad altamente consumista. Para esto, si tienen que asesinar a millones de personas en el mundo, lo harán con toda seguridad. Pretextos buscarán miles, pero cuando no las haya de todas formas impondrán la razón de la fuerza.
Lo acaecido en Libia crea un precedente nefasto para la historia de la humanidad y, a la vez, constituye un llamado de alerta importante para los países latinoamericanos y caribeños. Es indudable que los sectores más reaccionarios del imperialismo desearían hacer lo mismo o algo parecido a lo ocurrido en Libia, con países como Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros que se atreven a defender la soberanía nacional de la rapacidad imperial. La agencia Notimex, reportaba el pasado 22 de agosto que la congresista republicana Ileana Ros Lehtinen señaló que las naciones democráticas que expresan su solidaridad con los que luchan contra los dictadores en el Medio Oriente y África del norte, también tienen que apoyar a la oposición democrática dentro de Cuba. Es evidente que la Loba Feroz estaría muy contenta con una invasión de la OTAN a la Isla y que presionaría a favor de ello. Recordemos también que el estrecho aliado de la mafia anticubana, cómplice de George W. Bush y Tony Blair en la invasión a Iraq, José María Aznar, dijo solo hace unos meses: «no vale jugar a una cosa en Libia y a la contraria en Cuba» porque el «valor de la libertad es universal» y, por lo tanto, no se puede ejercer «a beneficio de inventario» o por «conveniencia». Recientemente el periodista e historiador alemán, Ingo Niebel, advirtió en un trabajo periodístico que en caso de que se produjera una victoria militar sobre Gadaffi, «el imperialismo del norte: EE.UU, Gran Bretaña, Francia y Alemania, se podría sentir animado a exportar este modelo de «cambio de régimen» a otros países. Y no estaba equivocado, pues el pasado miércoles 24 de agosto, en una entrevista a Foreing Policy, Ben Rhodes, uno de los consejeros para asuntos internacionales de Obama, declaró que la administración estadounidense considera que «el desarrollo de la polémica operación en Libia demuestra lo acertada que es su nueva estrategia para el cambio de régimen en otros países».
Está claro que bien distinta sería la historia en caso de una agresión militar del imperialismo contra Cuba o Venezuela. Estoy convencido de que ambos pueblos lucharían armados hasta la muerte contra el invasor hasta hacerle morder el polvo de la derrota o de lo contrario, entregarles un suelo bañado en sangre heroica. Pero una coalición político-militar de América Latina y el Caribe, tendría un fuerte carácter disuasivo. Hay que apoyar por todos los medios los llamados premonitorios del presidente venezolano Hugo Chávez, de blindar la región de posibles intervenciones como la de OTAN en Libia.
Se acerca la creación de la CELAC, un paso verdaderamente trascendental, pero no definitivo para la liberación de nuestro continente. Frente a la conocida Doctrina Monroe (América para los estadounidenses) de 1823, que tanto despojo, sufrimiento y muerte dejó en América Latina y el Caribe, los países de la región deberían declarar la «doctrina bolivariana del siglo XXI»: cualquier intento de potencia extranjera de agredir militarmente a alguno de nuestros pueblos será considerado una declaración de guerra contra el resto. Claro que esto no va a ser fácil, pues desgraciadamente aún tenemos en la región gobiernos que le hacen el juego al Norte, pero no hay otra alternativa que luchar denodadamente por una unidad inquebrantable que garantice la independencia de Nuestra América ante los vientos de conquista que con tanta fuerza soplan hoy en el mundo. Si algunos gobiernos poco visionarios o supeditados a Washington se oponen, los más preclaros y revolucionarios deben comenzar de inmediato a desbrozar el camino hacia una también estrecha alianza militar. Llevamos doscientos años desunidos frente al imperialismo, que ha sabido sacar pingues ganancias de nuestra división. En el marco de las conmemoraciones del bicentenario de la primera independencia de América Latina y el Caribe, no hay mejor homenaje a Túpac Amaro, Toussaint Louverture, Hidalgo, Artigas, Bolívar, Sucre, Morazán, O’Higgins, Martí y muchos otros de nuestros próceres, que la lucha por nuestra segunda y definitiva independencia y ella solo será posible si los gobiernos y pueblos de Nuestra América logran una sólida integración.
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