“La camarada Harris es una marxista radical de izquierda. Tenemos a una marxista de candidata, pero este país no está listo para una presidenta marxista”. -Donald Trump
En el mundo surrealista en que vivimos, con la posverdad (mentiras) en primer plano y las redes antisociales vomitando ráfagas de odio, todos los días se hacen grandes descubrimientos. Uno de los últimos lo ha proporcionado el expresidente y candidato presidencial Donald Trump, quien a través de su Red X (convertida en tribuna electoral del Partido Republicano) denuncia que la candidata Kamala Harris es una fervorosa comunista que tiene el proyecto de convertir a Estados Unidos en una potencia bolchevique. Para que no existan dudas de sus afirmaciones las comprueba con una extraordinaria fotografía (¡que, por supuesto, no es un montaje!) en la que en la Convención del Partido demócrata aparece la candidata de espaldas y miles de asistentes agitan banderas rojas y en el fondo se observa una pancarta gigante en la que aparecen la hoz y el martillo, símbolos universales del comunismo. Trump remata su mensaje con la advertencia a Estados Unidos y al mundo: «Kamala Harris sigue el plan de Maduro, todos ustedes serán arrojados a un sistema comunista». (Fuente: https://truthsocial.com/@realDonaldTrump/posts/112981017774094658)
No quedan dudas de ninguna naturaleza que Kamala Harris es una auténtica camarada, porque así lo dice Trump y la Red X. El gran descubrimiento, que hasta ahora no se le había ocurrido a ninguno de los insoportables politólogos que a diario mojan TV para ilustrarnos sobre su redomada ignorancia de los problemas del mundo, indica que nos encontramos ante una mujer roja de pura cepa, que está a la altura de Rosa Luxemburgo, Clara Zetquin, Alexandra Kollontay, Dolores Ibárruri (La Pasionaria) y otras “locas” (el calificativo lo usa Trump) del universo comunista. Para comprobarlo nada mejor que recordar la trayectoria de humildad y apoyo a los pobres, lucha denodada contra las injusticias y el carácter indoblegablemente pacifista que ha distinguido la trayectoria de la nueva camarada, cuya biografía refulge por su fraternidad y solidaridad con los pobres del mundo.
Kamala es una entusiasta representante de los pobretones de Silicon Valley, un lugar lleno de chabolas y tugurios, repleto de indigentes y pordioseros por el estilo de Bill Gates, Jeb Betzos, o del difunto Steve Jobs, quien murió en la pobreza absoluta. A Ella le gustan tanto estos desarrapados que se ha rodeado de ellos desde 1990 y siendo vicepresidenta los acoge con solidaridad y ternura, para que esos menesterosos de Silicon Valley no paguen impuestos, porque eso agudizaría su precariedad material. La camarada se codea tú a tú, como lo hace cualquier pobretón de los Estados Unidos, con las mendigos de Amazon y Google. Ella misma, y en prueba de su humilde origen, vivió en una de esas inmundas chabolas. Todo ello explica que esos miserables de Silicon Valley sean el principal soporte de su candidatura presidencial, tanto que ellos recogen puerta a puerta la limosna de millones de dólares que le transfieren dadivosa y desinteresadamente a las cuentas del Partido Demócrata, un seudónimo del Partido Comunista, para mantener su austera campaña presidencial.
En contraposición, Harris combate a los ricachones que abundan en yanquilandia. Así lo demostró cuando fue Fiscal en California, durante su gestión de 28 años. Todos la recuerdan por actuar en favor del bien común, cuando llenó las cárceles de miles de opulentos, es decir, negros, trabajadores y migrantes. Encarcelaba a aquellos ricachones que no dejaban ir a sus hijos a la escuela por física pereza, a los multimillonarios que les gusta dibujar grafitis en las paredes o a esos potentados que les fascina retozar en la vía pública (y se autodenominan habitantes de calle) porque quieren experimentar nuevas sensaciones, cansados como están de dormir en confortables palacios. Kamala Harris persiguió con saña a todos estos ricachones y ella misma se calificó como la “mejor policía” de San Francisco y California, una lideresa del encarcelamiento masivo. Era tal su fama de mano dura, que un expresidente del Sindicato Policial de San Francisco decía que ella era “despiadada”. Este es un ejemplo palpable de que Kamala es una roja comunista, porque, como se sabe, en Estados Unidos las cárceles están repletas de ricachones y poderosos.
Su política migratoria reafirma sus convicciones comunistas, en la medida en que ella, hija de extranjeros, de una mujer india tamil y un hombre jamaiquino, va a impedir que los supermillonarios del planeta, aquellos que les gusta disfrazarse de migrantes para hacer turismo gratis y tener experiencias extremas, ingresen a Estados Unidos. No está de acuerdo con aquella práctica deportiva de millones de ricachones indocumentados que quieren atravesar el Río Bravo para demostrar sus destrezas de nadadores de talla olímpica. Ella les dice que se vayan a nadar a las piscinas privadas que esos migrantes tienen en sus casas de descanso en los países de América Latina y de otros continentes. Tampoco acepta que esos multimillonarios que van en busca de la Pesadilla Americana ingresen por tierra, cuando ellos pueden usar sus jets y helicópteros privados para eludir el muro fronterizo que han erigido republicanos y demócratas. Como muestra de sus convicciones migratorias de índole comunista, en un viaje a Guatemala, un país de multimillonarios, Kamala les dijo con convicción: «No vengan. No vengan. Estados Unidos seguirá haciendo cumplir nuestras leyes y asegurando nuestras fronteras. Si vienes a nuestra frontera, te rechazarán».
Su prontuario comunista no se reduce a la política doméstica, porque la camarada ayuda de manera desinteresada a los necesitados del mundo entero. Eso se puede comprobar con algunas ejemplos. Adora al martirizado Estado de Israel y a los pacíficos sionistas, y no porque esté casada con un judío sionista de los Estados Unidos. Para ella, el menesteroso Israel tiene el derecho a defenderse con caucheras de los acaudalados palestinos que los agreden desde hace décadas con F-15 y otras bellezas bélicas y por eso asegura que le seguirá proporcionando hondas y piedras a Israel y no duda en estrechar la mano de ese campeón de la convivencia y el humanitarismo que responde al nombre de Benjamin Netanyahu.
Kamala es una incendiaria antiimperialista cuando dice: “Ningún país puede estar seguro en un mundo en el que otra nación puede violar su soberanía e integridad territorial; donde los crímenes contra la humanidad permanecen impunes; y donde un país con ambiciones imperialistas puede salirse con la suya”. Como parte de su ferviente fe comunista es obvio que no se refiere ni a Israel o Estados Unidos, países a los que para nada se aplican sus sabías palabras, pues nunca agreden, bombardean o invaden. Todo lo que ella denuncia es lo que hace un despreciable régimen, el de Vladimir Putin. Recordemos que, en contravía a los planes malévolos del Kremlin, Kamala Harris clama por bombardear países con democracia, justicia, libertad, igualdad, inclusión y derechos humanos, tal y como siempre lo ha hecho Estados Unidos, y lo viene haciendo desde hace décadas en Venezuela y Gaza. Y en eso simplemente sigue las sabías directivas de ese otro comunista que se llama Joe Biden, del cual Kamala Harris es su fotocopia más nítida.
No hay duda, Donald Trump tiene razón al decir que Kamala Harris es una peligrosa comunista y el Partido Demócrata una facción bolchevique que quiere implantar desde La Casa Blanca el virus del comunismo en el país de la libertad y de la «Pesadilla Americana», algo que no pudo hacer ni la mismísima Unión Soviética.
Publicado en papel en El Colectivo No. 100, septiembre de 2024
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.