Traducido del catalán para Rebelión por Lucas Marco
Los dirigentes occidentales en general no han demostrado, de entrada, mucho entusiasmo por el derrocamiento de los dictadores corruptos del Magreb. Se consolida, pues, la sospecha de que se entienden bastante bien, tanto que parecen preferirlos a los regímenes democráticos. Una preferencia que se constata, de siempre, en las relaciones del Estado español con la ex colonia de Guinea Ecuatorial. José Bono visitará el país del 9 al 1 de febrero, con una delegación parlamentaria capitaneada por Duran i Lleida, presidente de la Comisión de Exteriores. Pocos días antes del viaje, ¿cuál es el estado de la cuestión?
El informe 2010 de Human Right Watch, recién publicado, insiste, una vez más, en denunciar la corrupción, la pobreza y la represión que asolan la ex colonia española de Guinea Ecuatorial, gobernada por Teodoro Obiang desde hace más de treinta años. El informe especifica aspectos clave. Son habituales la tortura, la detención arbitraria y los secuestros de opositores en el extranjero. Las elecciones del 2009, que dieron una peculiar mayoría del 95.4% al dictador, fueron gravemente deficientes. Gracias al petróleo el país tiene una de las rentas per cápita más elevadas del mundo, pero las condiciones de vida de los guineanos son terribles. Tienen la tasa de mortalidad infantil más alta del mundo. Las inversiones en salud, educación y servicios sociales son mínimas. El hijo del dictador, Teodorín, ministro de Bosques, está sometido a una investigación criminal en EEUU. Parece que esquivó los controles de blanqueo de dinero y, entre 2004 y 2007, se gastó en caprichos de lujo el doble del presupuesto del gobierno en salud, en 2005. No obstante, Teodorín cada día está más cerca de suceder a su padre, enfermo de cáncer. No hay libertad de prensa, los derechos de asociación son muy restringidos y no hay independencia del poder judicial.
Finalmente, Human Right Watch afirma: «El Estado español podría tener un papel importante en calidad de ex-potencia colonial, pero se ha negado generalmente a hacer presión en cuestiones de derechos humanos».
La actitud del Estado español es peor, creo yo. No solamente no hace presión, sino que, a menudo, parece compartir los argumentos del dictador, o dar credibilidad a sus mentiras. Quedó bien claro el 12 de octubre del 2010, día de la Hispanidad (ex día de la Raza), fiesta nacional del Estado español y aniversario de la independencia de Guinea. En la recepción oficial ante la plana mayor del régimen (¿estaba Teodorín, el pequeño príncipe?), el embajador del Reino de España en Malabo, Manuel Gómez-Acebo, miembro de una influyente familia emparentada con la casa real, vía sangre y negocios, demostró una percepción de la realidad diferente a la de Human Right Watch. En su paternal discurso dijo: «Vemos con gran satisfacción que hoy Guinea Ecuatorial es un país que ha hecho grandes pasos por el camino del crecimiento económico y ha ganado peso en el entorno regional africano… Esta positiva evolución es debida al aprovechamiento de los grandes recursos naturales de que dispone, y a la firme voluntad de ser un país emergente hacia el año 2020». Aprovechamiento, apunto, del cual el pueblo guineano ha sido excluido durante treinta años. La mayoría vive sin agua corriente, electricidad o alcantarillas.
Sobre derechos humanos, transparencia y derechos sociales, el embajador afirma «han sido identificados como prioridades por el presidente»… «Confiamos en ver pronto cómo se concretan estos objetivos». Entendido, Gómez. Una pregunta: ¿cómo se puede confiar, si ya hace años que lo dice y actúa al revés? Otra: ¿Obiang y Gómez comparten redactor de discursos? El embajador no sólo violenta la realidad, ignorando crímenes y delitos, antes al contrario regala al dictador unas palabras oficiales muy provechosas para maquillar su imagen internacional. Conviene recordar que este discurso se pronunció cuando hacía dos meses que Obiang había ejecutado a tres militares y un civil. Habían sido secuestrados en Benín, acusados de intento de asesinato del dictador, torturados, según Amnistía Internacional y juzgados en consejo de guerra sin garantías. La ONU denunció los hechos. El Estado español tardó nueve días (Gómez debía haber salido a navegar…) en emitir un comunicado «lamentando la contradicción entre las ejecuciones y los objetivos democratizadores».
En fin, continuamos insistiendo… «Bajo las alfombras de la Moncloa hay alguna cosa escondida que no sabemos», suele decir el escritor guineano exiliado, Donato Ndongo. De la Moncloa, sí, y puede que, también, de la Zarzuela.
Xavier Montanyà (Barcelona, 1961) es periodista y escritor. Coautor de La torna de la torna: Salvador Puig Antich i el MIL, también ha publicado Pirates de la llibertat (Empúries, 2004), Premio Octavi Pellissa, y La gran evasión. Historia de la fuga de prisión de los últimos exiliados de Pinochet (Pepitas de Calabaza, 2009). Es coautor de los documentales Granados y Delgado: Un crimen legal (Premio FIPA de Plata, 1996) y Winnipeg. Palabras de un exilio, y director de Sense llibertat, Joan Peiró i la justícia de Franco y Memòria negra , sobre la colonización española en Guinea Ecuatorial . Recientemente ha dirigido el documental Los espías de Franco. Es colaborador de Vilaweb y Sàpiens, además de miembro del consejo asesor del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.
[Publicado originalmente en Vilaweb.cat]