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África-Francia. “La juventud africana” ha sido el tema oficial de la cumbre de Bamako. París sigue tratando los retos del desarrollo con las viejas recetas liberales

La «Francáfrica» llama a la unidad

Fuentes: L’Humanité

Traducido del francés para Rebelión por Rocío Anguiano

La XXIII cumbre Francia-África se inició el sábado día 3 de diciembre en Bamako, capital de Malí. Como en ocasiones anteriores, un «tema destacado y trasversal debía estructurar los debates entre los jefes de Estado y de gobierno africanos allí presentes y el presidente francés. En esta ocasión, se trataba de «la juventud africana: su vitalidad, su creatividad y sus aspiraciones» según el anuncio hecho el pasado 3 de octubre por el presidente del Comité Nacional de Organización del encuentro, el ex ministro de Asuntos Exteriores de Malí, Tiébilé Dramé, que ya de paso anunciaba la organización previa (8 y 9 de noviembre) de un foro de la juventud, tras el cual se designó a una joven para presentar «el Destino de la juventud africana» en la inauguración de la cumbre. El tema también fue valorado, aunque con mucha prudencia, por el presidente de Malí Amadou Toumani Touré, quien confesaba en una entrevista en el diario Jeune Afrique-l’Intelligent de lundi dernier, que había sido él mismo quien había propuesto esta línea de reflexión, porque «las cuestiones relacionadas con la juventud son trasversales a toda la región, a todo el continente». Y concluía con cierta reserva sobre lo que un número cada vez mayor de africanos llama no sin ironía la «gran misa» que se repite cada dos años: «Un encuentro entre jefes de Estado, entre altos responsables políticos siempre útil e interesante»…

«Interesante», seguro; en cuanto a lo de siempre eficaz, con arreglo a la experiencia, se podrían plantear muchas dudas. Lo mismo sucede con la anunciada voluntad de transparencia. Este tipo de encuentro espectacular, que se concibió y se constituyó en París, trata en primer lugar de reforzar la imagen de la antigua metrópolis francesa así como de dar una forma honorable a su estrategia de liderazgo sobre los países del antiguo territorio colonial. La cumbre anterior, organizada en febrero de 2003 en París, se estructuró en torno al concepto de «partenariado». Según la fórmula de Jacques Chirac, que se basaba en el «enriquecimiento recíproco», este último debía sustituir progresivamente al «sistema de la ayuda». El término «partenariado», que se convirtió en el lema de la XXII cumbre, se utilizó con este sentido en todo momento y en todos los ámbitos, remitiendo en particular a la sigla NEPAD (Nuevo Partenariado para el Desarrollo) aparecida en julio de 2001, durante la cumbre de la antigua OUA en Lusaka, cuyo objetivo era introducir los criterios y las orientaciones liberales formulados por las instituciones financieras de Bretón Woods en todo el continente.

En otras palabras, el Eliseo reafirmaba así la supeditación de su política africana a la docilidad de los países que cooperaran con los «planes de ajuste estructural» dictados por el FMI y el Banco Mundial. Una obsesión sin duda acentuada por la actual ofensiva de Washington sobre una región que París considera como su zona de influencia histórica. Ocasionalmente un circulo vicioso: la antigua metrópolis se alinea con las instituciones financieras internacionales, contribuyendo a romper su imagen de potencia tutelar y facilitando con ello las tentativas de implantación de EEUU sobre el continente. Una trampa que París se ha tendido a si misma desde 1994, cuando la brutal devaluación del franco CFA ponía fin a cuarenta y seis años de statu quo monetario. Una imposición de la que las sociedades de la zona franca todavía no se han repuesto.

La táctica de Jacques Chirac consistía en forjarse una estatura de dirigente mundial preocupado por «guiar» el movimiento de África hacia la democracia y el progreso y «no por dirigirlo». Francia, insistía, pretende «desempeñar el papel de catalizador al servicio de un mundo multipolar» y convertirse en «la defensora infatigable de África en todas los foros internacionales». Un discurso y un comportamiento que debería hacerse patente a partir de ahora, ya que la cumbre de Bamako se produce en un contexto de búsqueda de «profundización del dialogo G8-NEPAD» y de espera de decisiones respecto a la reforma de la ONU o incluso de la reunión de la OMC en Hong Kong a mediados de diciembre.

Como siempre, todo hace pensar que el tema oficial rellenara sin duda las declaraciones publicas finales, pero que las cosas más importantes se dirán en los intercambios bilaterales a puerta cerrada. Ya se trate de la crisis de Costa de Marfil, de la emigración hacia Europa, de la ayuda pública al desarrollo o de la pandemia del sida. El Fondo mundial de lucha contra el sida, la tuberculosis y el paludismo, creado en el año 2002, aparecía como la prueba de una toma de conciencia y de una movilización sin precedentes. Esto es sin duda cierto en cuanto al principio, pero no en cuanto a los medios empleados.