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Sudáfrica

La frontera negra

Fuentes: Revista Pueblos

Zimbabwe, 22.00 horas. Morgan se asoma, puede divisar desde allí el lado sudafricano. No sin miedo, respira hondo y se prepara para, junto con sus dos amigos y hermana, cruzar el río Limpopo y llegar arrastrándose a través de la maleza hasta Musina, ya en Sudáfrica. Esta historia se repite diariamente en la frontera que […]

Zimbabwe, 22.00 horas. Morgan se asoma, puede divisar desde allí el lado sudafricano. No sin miedo, respira hondo y se prepara para, junto con sus dos amigos y hermana, cruzar el río Limpopo y llegar arrastrándose a través de la maleza hasta Musina, ya en Sudáfrica.

Esta historia se repite diariamente en la frontera que separa a dos de los países más desiguales del mundo. A un lado, Zimbawe, sometido a un régimen feroz que oprime y exprime a sus ciudadanos hasta convertirse en uno de los territorios más pobres del mundo; al otro lado, Sudáfrica, la locomotora del continente africano. El río Limpopo es la línea divisoria que separa la crisis humanitaria de la economía emergente.

Musina se convierte así en el lugar de paso obligado para aquellos que, buscando una vida mejor, están dispuestos a jugársela. Las autoridades sudafricanas estiman que, de media, unas 300 personas piden asilo diariamente en Musina [1], siendo la mayoría zimbawenses, muchos de ellos niños no acompañados.

Este paso fronterizo es, igual que otros puntos del norte de Sudáfrica, el lugar de tránsito diario para miles de personas que intentan, consiguiéndolo o no, cruzar la frontera y llegar al país que creen que les dará la oportunidad de tener una vida mejor. Pero el resultado es muy diferente. Estos inmigrantes irregulares, llamados en el país makwerekwers y venidos en su mayoría de Zimbabwe, aunque también de Mozambique o Nigeria, rondan entre los tres y cinco millones de personas. Una cifra igual a la población blanca local que reside en toda Sudáfrica. [2]

La mayoría de estas personas se dirigen a Johanesburgo, donde viven hacinados en edificios abandonados en el centro de la ciudad, con los problemas sanitarios que conlleva esta situación, y son únicamente asistidos por las ONG. [3]

Viven en condiciones infrahumanas y en muchas ocasiones son desalojadas a la fuerza, sin ni siquiera dejarles coger sus pertenencias. Estos desalojos masivos y violentos son realizados a plena luz del día por compañías de seguridad privada, llamadas popularmente hormigas rojas, que tratan a estas personas como delincuentes. Estas imágenes dantescas, unidas a las que diariamente proporcionan los medios de comunicación, generan un rechazo social a las personas inmigrantes y construyen un binomio inmigración-delincuencia claro y peligroso.

La mala gestión de la inmigración por parte de las autoridades, que no desarrollan políticas públicas que promuevan la integración, favorece la creación de guetos donde las personas llegadas al país se ubican y la convivencia entre inmigrantes y autóctonos resulta casi imposible. Muchos sudafricanos relacionan rápidamente la inmigración con la inseguridad, afirmando algunos que el índice de tolerancia hacia los inmigrantes [4] está ampliamente sobrepasado.

Esta situación de crispación ya ha estallado en los últimos años. Sin ir más lejos en el año 2008, cuando un brote xenófobo en Sudáfrica causó la muerte de 62 inmigrantes y miles de desplazados que huyeron a los países del norte por miedo. En la actualidad la situación no parece estar mucho mejor. Las autoridades no alcanzan a comprender que destinar recursos para que los inmigrantes irregulares tengan las necesidades básicas cubiertas es una inversión no sólo para ellos como individuos sino también para la sociedad, en cuanto a convivencia e incluso salud pública.

Todos estos factores hacen del país más rico y avanzado de África el que también tiene el problema más grave de inmigración y donde estos ciudadanos de origen extranjero viven fuertemente discriminados.

Musina, el peligroso paso

La región de Musina es el lugar deseado al que quieren llegar miles de zimbabwenses. Pero hasta alcanzar su meta son muchas las dificultades y peligros que deben sortear.

Normalmente en grupos de cinco o seis, estas personas cruzan el río Limpopo, se abren paso entre la maleza y se exponen a las mafias y bandas criminales que les exigen dinero por dejarles continuar. Fuentes no oficiales cifran este diezmo en unos 150 dólares, un precio prohibitivo si te encuentras huyendo de la pobreza. Pero el riesgo más acentuado que hace de este paso una de las fronteras más peligrosas viene a raíz de los grupos organizados que controlan el lugar y que son conocidos popularmente como guma guma.

Estas bandas se apostan en las inmediaciones del río Limpopo y abordan a los grupos de inmigrantes ya en el lado sudafricano, robándoles sus pertenencias y violando repetidas veces a las mujeres, hombres e incluso obligando a sus víctimas a practicar sexo entre ellos. Esta situación no implica solamente una satisfacción sexual sino una humillación tal que marca a estas personas el resto de su vida y que es una muestra de sumisión.

En los cinco primeros meses del año 2010, las organizaciones que trabajan en el terreno, como Médicos Sin Fronteras (MSF), han atendido a 120 personas que han sufrido abusos al cruzar la frontera Dos de cada tres son mujeres, el veinte por ciento de ellas embarazadas. Además, las organizaciones han detectado, a pesar de la extrema crueldad y la evidencia con la que estas bandas actúan en el paso fronterizo, la reticencia de la policía de Musina a abrir una denuncia por violaciones o abuso sexual.

La acogida de las personas que cruzan la frontera la realizan las ONG. Las autoridades locales «cargan» con este trabajo a las organizaciones no gubernamentales, teniendo en cuenta además que muchas de estas personas podrían ser consideradas refugiadas por el régimen del que escapan. Son las propias organizaciones no gubernamentales las que denuncian las deplorables condiciones infrahumanas en las que viven estas personas, así como la situación en el paso fronterizo, mientras que el Gobierno prefiere no tomar en cuenta a personas que en pocos días estarán trabajando de forma irregular en las granjas de la región.

Enfermedades, estigmatización y SIDA

El paso fronterizo por el río Limpopo es un lugar de peligro inmediato y de consecuencias futuras impensables para aquellos que se arriesgan a cru-zarlo en su ansia por encontrar una vida mejor. A la amenaza real de ser agredido sexualmente (especialmente las mujeres) por los guma guma se suma la alta probabilidad de quedar infectado o infectada después de la violación, ya que muchos de estos delincuentes tienen el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).

En Sudáfrica vive un sexto de los enfermos de SIDA a nivel mundial y cada día se infectan con el virus otras 1.500 personas, haciendo de este paso fronterizo un foco ine-vitable de propagación de la en-fermedad. Las organizaciones son conscientes de que muchos de los integrantes de estas bandas orga-nizadas son seropositivos, y que violan y obligan a violar, convir-tiendo la propagación del virus en inmediata y con consecuencias mucho peores en el futuro.

Nos encontramos con personas vulnerables, sin recursos y recién contagiadas que en muchos casos no acceden, o lo hacen tarde, a retro-virales. Además, se trata de un colectivo con una gran movilidad geográfica, en un país donde los inmigrantes irregulares se hacinan en edificios abandonados. Acceder al tratamiento médico adecuado pa-ra esta enfermedad les resulta imposible y el asunto ni se plantea en las agendas de la región de Musina ni del Gobierno de Sudáfrica. Para ellos «no existe».

Pero el SIDA no es el único problema sanitario al que se en- frentan los inmigrantes irregulares. La insalubridad de las viviendas está derivando en la propagación de ciertas enfermedades, como por ejemplo la tuberculosis.

Ante este panorama, donde la inmigración se relaciona con malas condiciones higiénicas, insalubres, enfermedad y delincuencia, y en un país donde muchos de los inmi-grantes irregulares que encontraron trabajo durante el reciente mundial de fútbol ahora deambulan por las calles, la situación es una bomba.

¿Qué trajo el Mundial y qué viene después?

El Mundial de fútbol mostró a Sudáfrica ante el mundo, dio visibilidad al continente africano y trajo, entre otras cosas, grandes obras e infraestructuras. A pesar de las diferentes opiniones sobre si esta celebración supondrá desarrollo e inversión futura o, por el con- trario, podría haberse invertido en problemas más urgentes en el país, como el SIDA, lo indudablemente cierto es que durante los últimos meses se han creado puestos de trabajo que han com- pensado el millón y medio que se perdieron durante 2009 y 2010 por la crisis. [5]

Pero el empleo creado, mayoritariamente no cualificado, ha sido desempeñado por mano de obra inmigrante irregular, que ha cobrado menos del precio de mercado (incluso menos de lo pactado con el patrón antes de empezar el trabajo) y que ha funcionado como «efecto llamada» para otros africanos que han llegado hasta el país en esta época. Un efecto alimentado y provocado por empresarios sin escrúpulos que buscan mano de obra barata y por un Gobierno que se lo ha permitido e incluso ha pagado esas obras.

Ahora el Mundial terminó y los medios de comunicación alimentan la pregunta ¿a qué se dedican los inmigrantes, como Morgan, que deambulan por las calles?

Virginia Molinero es periodista y presidenta de la asociación Comunicadores por la Integración y la Cooperación (CIC). http://hablandodeinmigracion.com.

Este artículo ha sido publicado en el nº 44 de la Revista Pueblos, septiembre de 2010.

Denuncias de ONG relacionadas con la XIX Copa Mundial de Fútbol – Sudáfrica 2010

- «ONG denuncia ‘limpieza’ étnica en Johannesburgo. Fuerte acusación a días del mundial». Publicado en www.ambito.com el 31/03/2010.

- «Sudáfrica: MSF denuncia la desesperada situación de los zimbabwenses». Información publicada en la web de Médicos Sin Fronteras (MSF, www.msf.org) el 10/06/2010.

- «No sólo fútbol en Sudáfrica. ONG denuncian los problemas del país. El país ha gastado en infraestructuras cuatro veces más de los que invertirá en la lucha contra la infección entre 2010 y 2011». 10/06/2010, Europa Press (www.europapress.es).

Notas

[1] Médicos Sin Fronteras (MSF) refleja en su informe La vida de los inmigrantes y refugiados en Sudáfrica (2010) esta cifra como el número de atenciones diarias sólo en Musina.

[2] Aunque es incalculable el número de personas indocumentadas, datos oficiales del Instituto Sudafricano de Relaciones Raciales estiman que el número de irregulares en 2010 se encuentra en esta horquilla.

[3] Organizaciones como Medicos Sin fronteras, Solidarity Peace Trust o Save the Children trabajan y denuncian la situación de los inmigrantes en Sudáfrica.

[4] El índice de tolerancia se refiere al número de inmigrantes que la sociedad es capaz de «aceptar» sin ser visto como una agresión o amenaza.

[5] Artículo» Inmigración de indocumentados crece en Sudáfrica a ritmo del mundial». Periódico La Jornada, México, 22/06/2010.