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La frustración postrevolución lanza al mar a miles de jóvenes en Túnez

Fuentes: El Salto

Las costas de Túnez viven desde hace meses un repunte de las salidas de embarcaciones en dirección a Italia. Las dificultades económicas y la falta de expectativas, con especial énfasis en el interior y el sur del país, llevan a miles de jóvenes a dar el paso.

Dos jóvenes frente al mar en Túnez. PABLO JIMÉNEZ ARANDIA

Este domingo 17 de diciembre se cumplieron siete años desde que Mohammed Bouazizi se quitara la vida en Sidi Bouzid, una localidad del interior de Túnez. El suicidio de este joven vendedor ambulante desencadenó una ola de protestas que acabó por descabalgar casi un mes después a Zine El Abidine Ben Ali. La presión popular terminó con el dictador e inició en este pequeño país del Magreb una transición hacia la democracia que muchos catalogaron de modélica.

Sin embargo, más de un lustro después la realidad de Túnez muestra múltiples claroscuros. El último revés procede de las costas del país, donde en los últimos meses han escalado con fuerza las salidas hacia Italia de jóvenes tunecinos hastiados de la mala situación económica y la falta de expectativas en sus poblaciones de origen.

Solo en septiembre, 1.400 tunecinos llegaron al litoral italiano a bordo de precarias embarcaciones de pesca, según los datos facilitados por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Esta cifra supera al total de llegadas registradas en los doce meses de 2016 o de 2015. Aunque se observa un pico claro al final del verano, la tendencia arranca desde comienzos del año: 2.700 nacionales tocaron suelo europeo entre enero y septiembre.

Este domingo 17 de diciembre se cumplieron siete años desde que Mohammed Bouazizi se quitara la vida en Sidi Bouzid, una localidad del interior de Túnez. El suicidio de este joven vendedor ambulante desencadenó una ola de protestas que acabó por descabalgar casi un mes después a Zine El Abidine Ben Ali. La presión popular terminó con el dictador e inició en este pequeño país del Magreb una transición hacia la democracia que muchos catalogaron de modélica.

Sin embargo, más de un lustro después la realidad de Túnez muestra múltiples claroscuros. El último revés procede de las costas del país, donde en los últimos meses han escalado con fuerza las salidas hacia Italia de jóvenes tunecinos hastiados de la mala situación económica y la falta de expectativas en sus poblaciones de origen.

Solo en septiembre, 1.400 tunecinos llegaron al litoral italiano a bordo de precarias embarcaciones de pesca, según los datos facilitados por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Esta cifra supera al total de llegadas registradas en los doce meses de 2016 o de 2015. Aunque se observa un pico claro al final del verano, la tendencia arranca desde comienzos del año: 2.700 nacionales tocaron suelo europeo entre enero y septiembre.

Para dibujar una fotografía más realista hay que contabilizar también los viajes interrumpidos ya en el litoral tunecino, una de las costas mejor vigiladas en el Mediterráneo sur. 164 barcos fueron interceptados en los tres primeros trimestres del año, de acuerdo al Ministerio del Interior. En ellos viajaban 1.652 personas, de las cuales cerca de 1.400 eran de nacionalidad tunecina.

Aunque estos números no alcanzan todavía los registrados en 2011 al calor del descontrol postrevolución, sí muestran un cambio claro en la realidad migratoria del país norteafricano. Y por encima de todo alertan del riesgo de que estas salidas vayan a más en los próximos meses, según advierten diversas ONG y entidades locales.

«Pesimismo»

¿Pero por qué más tunecinos están hoy en día dispuestos a arriesgar su vida para llegar a Europa? «Existe un amplio sentimiento de frustración; sobre todo entre los jóvenes», apunta Hélène Le Goff, de la oficina de la OIM en Túnez. «Se dan cuenta de que los frutos de la revolución se quedan en grupos muy pequeños de gente. La mayoría de ellos en la capital… En 2012 había mucha esperanza. Los jóvenes esperaban mucho de sus dirigentes. Pero ahora perciben que su situación no ha mejorado», explica.

Con altos índices de paro (por encima del 15%) y salarios muy precarios, la economía tunecina ha sufrido varios mazazos en los últimos años. Los atentados yihadistas de 2015 hirieron casi de muerte a la principal fuente de ingresos del país, el turismo, que hoy en día trata de ponerse en pie pero a un ritmo todavía muy lento.

Necesitado de liquidez, el Gobierno firmó en 2016 un préstamo de 2.400 millones de euros con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que a cambio le impuso duros recortes en el gasto público, a imagen y semejanza de otras economías de la orilla mediterránea. Mientras tanto, la inflación sobre productos básicos se ha disparado y el dinar -la moneda local- se ha dejado un 20% de su valor en los últimos doce meses.

«Existe un discurso pesimista desde el propio Gobierno», señala Valentin Bonnefoy, experto en migraciones del Forum Tunisien pour les Droits Économiques et Sociaux (FTDES), entidad fundada en 2011 y que monitoriza desde entonces la realidad económica y política tunecina.

La dicotomía entre el mundo urbano y el rural

En este contexto, y como otro de los debes de su transición democrática, aparece otro elemento clave para entender el Túnez de hoy: la «dicotomía» -en palabras de Bonnefoy- entre el mundo urbano y el rural. Localidades del sur y el interior como Tataouine, Medenine, Gabès, Gafsa o la mencionada Sidi Bouzid son quizás las que más sufren el pobre desarrollo económico del país. Algo que no es nuevo.
«Existe un sentimiento de abandono por parte del Estado, que no ha cambiado tras la revolución», señalan desde el FTDES.

De nuevo la frustración a escena. Son precisamente de esta parte del país de donde procede buena parte de los jóvenes migrantes que en los últimos meses han tratado de viajar hasta Europa. Antes -reconocen desde la OIM- Libia, un país dinámico y con empleo bajo el régimen de Muamar el Gadafi, aparecía como una salida. Pero el actual caos libio ha cerrado con doble llave esa puerta.

Según señalan las autoridades tunecinas, la mayoría de salidas en barco hacia Italia se realizan hoy desde el golfo de Gabès o, un poco más al norte, desde Sfax, segunda ciudad del país y principal polo económico al sur de Túnez. En ambos casos se trata de la salida natural al mar para los migrantes que proceden del interior o del sur del país.

«A veces es una llamada de atención. Muchos jóvenes con problemas en el barrio, en la familia…, y que lo ven como una escapatoria», explica Le Goff sobre el perfil del ciudadano tunecino que emprende este viaje.

Uno de cada tres jóvenes, dispuestos a coger un bote

Kayess Amaued, natural de Gafsa, conoce bien las dificultades de esta aventura. En 2011, pocas semanas después de la caída de Ben Ali, partió desde Sfax con un pequeño bote en dirección a Italia. Tras 48 horas en alta mar alcanzaron la localidad siciliana de Mazara del Vallo. Después vino un periplo por Nápoles, Ventimiglia, Toulouse y un intento frustrado de asilo en Suiza que provocó su repatriación a Túnez.

Al preguntarle si lo volvería a hacer, Amaued no titubea: «Sin duda; lo tengo en mi cabeza desde hace tiempo». Aunque ligeramente por encima de la treintena, también él podría incluirse en ese 54,6% de jóvenes tunecinos dispuestos a emigrar, según un estudio realizado por el FTDES al cierre del año pasado. De ellos, un 31% estarían listos para hacerlo de manera irregular.

La sensación de pesimismo brota de las palabras de Amaued con una frase que, para susto de muchos, cada vez se escucha más entre algunos jóvenes tunecinos: «Antes [de la revolución] estábamos mejor», sentencia. El anhelo de cambio no satisfecho alimenta así el deseo de migrar hacia una Europa hasta ahora enrocada en levantar un muro tras otro. Sin darse cuenta de que en la orilla de enfrente cada vez más botes están listos para emprender el viaje.

Fuente: https://elsaltodiario.com/migracion/la-frustracion-postrevolucion-lanza-al-mar-a-miles-de-jovenes-en-tunez