El pasado 12 de Febrero The New York Times revelaba que el presidente norteamericano Barack Obama estaba furioso por el modo en que el Departamento de Estado había manejado las posiciones norteamericanas durante la crisis en Egipto que terminó con el gobierno de su antiguo aliado Hosni Mubarak. Según el Times, Obama no estaba en […]
El pasado 12 de Febrero The New York Times revelaba que el presidente norteamericano Barack Obama estaba furioso por el modo en que el Departamento de Estado había manejado las posiciones norteamericanas durante la crisis en Egipto que terminó con el gobierno de su antiguo aliado Hosni Mubarak. Según el Times, Obama no estaba en desacuerdo con las posiciones de la señora Clinton y su enviado a Egipto, Frank Wisner, al decir que Mubarak era indispensable en una transición, pero sí en haberlas dicho abiertamente, cosa que revelaría que Estados Unidos no tenía «sintonía total con los manifestantes». Sin embargo, en The Washington Post y otros medios se ha visto el artículo del New York Times como el inicio de una rectificación de los errores que llevaron a Obama a «perder el pueblo egipcio».
Quizás sea en este contexto que hay que entender el discurso de la Secretaria de Estado en la Universidad George Washington este 15 de Febrero, en que aplaudió a los manifestantes egipcios contra el gobierno de Mubarak y volvió a apuntar a Irán como la deseada próxima víctima de las revueltas en curso, acusándolo de hacer lo mismo que el gobierno norteamericano: «roban información para identificar a su propia gente y perseguirlos». Pero hubo mucho más cinismo en esta intervención de la Secretaria de Estado, al traducir el acoso planetario contra la organización Wikileaks en que «las decisiones comerciales que las empresas privadas puedan haber tomado para imponer sus propios valores o políticas con respecto a Wikileaks no fueron a dirección de la administración Obama»; o, después de haber bloqueado acuerdos de Cuba con empresas norteamericanas para acceder a Internet, acusarla de impedir que sus ciudadanos puedan aumentar su navegación en la Red.
La señora Clinton dijo además: «Invertimos en tecnología de punta debido a que sabemos que los gobiernos represivos están innovando constantemente sus métodos de represión e intentamos estar por delante de ellos», lo cual se relaciona con recientes anuncios de que el Pentágono -represor mundial en jefe- tendría capacidad para restablecer el acceso a Internet en un área de intervención donde esta haya sido retirada. Las propias revelaciones de Wikileaks nos han permitido conocer cómo usa Estados Unidos la tecnología para violar masivamente los derechos humanos y asesinar personas inocentes.
En lo que parece ser una frenética actividad de reparación de daños, el 16 de Febrero, la Secretaria de Estado inauguró un «diálogo estratégico con la sociedad civil» en 50 países, hablando de «las muchas personas valientes que no pudieron estar con nosotros hoy debido a que están realizando lo que la sociedad civil lleva a cabo. Están luchando por los derechos y la dignidad humana. Durante las últimas semanas, hemos visto su valor desplegado en las calles de Túnez y en las plazas públicas de El Cairo». No sabemos si la señora Clinton conoce las declaraciones de un testigo presencial de las manifestaciones en Túnez que ha relatado la admiración de los manifestantes allí por Fidel Castro, sin embargo, en otra contradicción de sus recientes discursos, los «opositores» a la Revolución Cubana -quienes según los propios funcionarios del Departamento de Estado no tienen ninguna legitimidad en la Isla- fueron quienes constituyeron el auditorio en La Habana para su «diálogo estratégico».
En su intervención del 16 de Febrero, Hillary Clinton no dijo si había organizaciones norteamericanas conectadas a su «diálogo estratégico con la sociedad civil». Sin embargo, es en Estados Unidos, donde la sociedad civil se está expresando con fuerza creciente en las calles y plazas públicas ante la sordera de sus gobernantes. En la propia sala de la Universidad George Washington un veterano de guerra era reprimido ante la indiferencia de la señora Clinton y en Wisconsin los funcionarios públicos cumplieron ya cinco días de protestas en defensa de derechos sindicales.
Quizá sea hora para Hillary Clinton de dejar de dar lecciones al mundo, buscando la paja en el ojo ajeno, y mirar un poco dentro del estado policial en que se está convirtiendo Estados Unidos. Ésa sería la única rectificación con sentido para la miopía con que seguramente, hace algún tiempo, miraba regocijarse a su esposo -el entonces presidente norteamericano Bll Clinton- junto al ahora impresentable Hosni Mubarak.
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