Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Los informes que se filtran desde el norte de Malí son horrendos: una joven pareja lapidada hasta la muerte, Icónicos lugares sagrados antiguos desmantelados y unos 365.000 refugiados que huyen de las golpizas y flagelaciones por las menores violaciones de la Sharia. Pero la pesadilla que se desarrolla en ese país africano occidental es menos el producto de una versión radical del Islam que una consecuencia de la rebatiña de Occidente por los recursos en ese vasto continente y los salarios del pecado de la reciente guerra libia.
La actual crisis que se apodera del norte de Malí -un área aproximadamente del tamaño de Francia- tiene su origen en los primeros años del gobierno de Bush, cuando EE.UU. declaró que el desierto del Sahara era un semillero de «terrorismo» y lanzó armas y fuerzas especiales a la zona como parte de la Iniciativa de Contraterrorismo Pan-Sahél. Pero, según el antropólogo Jeremy Keenan, quien ha realizado un amplio trabajo sobre el terreno en Malí y el área circundante, la etiqueta de «terrorismo» no tenía ninguna base real, sino que se creó simplemente para «justificar la militarización de África».
Los militares estadounidenses afirmaron que cuando los talibanes cayeron en Afganistán los terroristas se fueron hacia el oeste, al Cuerno de África, Sudán y el Sahara. Pero Keenan dice que: «No existía absolutamente ninguna evidencia de eso… en realidad fue un invento». El verdadero objetivo del aumento de la presencia militar de EE.UU. fueron los «recursos petroleros» y la «creciente amenaza de China en el continente».
EE.UU. recibe actualmente cerca de un 18% de su suministro energético de África, una cifra que puede aumentar al 25% en 2015. África también suministra cerca de un tercio de las necesidades de energía de China, además de cobre, platino, madera y mineral de hierro. Según el Financial Times, hace poco se descubrieron nuevos campos petroleros en la frontera entre Argelia y Malí.
Ha habido actos terroristas en África. En 1998, algunos hoteles fueron atacados con bombas en Kenia y en 2002 una sinagoga en Túnez. Los atacantes del metro de Madrid en 2004 fueron asociados con el Grupo de Combate Islámico Marroquí, una organización que hizo estallar bombas en Casablanca en 2003.
Pero esos grupos no estaban afiliados a grupos terroristas internacionales como al Qaida y el único del que se podría decir que estaba basado en el Sahara era el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate. Ese grupo cambió de nombre posteriormente por el de «Al Qaida del Magreb Islámico (AQIM).
En 2006 el Grupo Internacional de Crisis también concluyó que el Sahara «no era un semillero de terrorismo» y que la mayoría de los gobiernos norteafricanos consideraban que la Iniciativa Pan-Sahél era un camino para aprovecharse de la tecnología de las armas de gama alta, como helicópteros de ataque, equipamientos de visión nocturna y redes de comunicación sofisticadas.
Cuando el Comando Africano de EE.UU. (AFRICOM) se formó en 2008, se hizo cargo de la Iniciativa y comenzó a trabajar directamente con países de la región, incluyendo Malí, Marruecos, Túnez, Chad, Níger, Mauritania y Senegal. Por cierto, el único país de la región que no tenía vínculos con AFRICOM era Libia.
EE.UU. también tiene acuerdos de bases con Uganda, Ghana, Namibia, Gabón y Zambia. Unos 1.500 marines estadounidenses se encuentran actualmente en Lemonier, una base de la Legión Extranjera francesa en Yibuti en el Cuerno de África.
La etiqueta de «terrorismo» siempre ha sido escurridiza. Por ejemplo, EE.UU. apoyó la invasión etíope de Somalia de 2006 que derrocó el gobierno de la Unión de Tribunales Islámicos (UIC). Washington dijo que la UIC estaba asociada con al Qaida, pero nunca presentó alguna evidencia de ese hecho. La UIC era un movimiento islámico moderado que expulsó a los señores de la guerra apoyados por EE.UU. y llevó la paz a Somalia por primera vez desde 1991. Incluía grupos islámicos radicales como Shabab, pero esas organizaciones no dominaban el gobierno.
La invasión etíope cambió todo eso. Para los somalíes, Etiopía es un enemigo tradicional y Shabab logró unir a una gran parte de la población contra la ocupación. Por lo tanto, un pequeño grupo que era marginal en la UIC se convirtió en la espina dorsal de la resistencia. «El resultado final de la invasión respaldada por EE.UU. fue llevar a Somalia al redil de al Qaida», dice el exministro de Exteriores de Somalia, Ismaciil Buubaa.
La crisis de Malí tiene una larga historia, arraigada en la profunda pobreza del país por una parte, y por la otra, en un movimiento tuareg -un pueblo bereber nómada que controla desde hace tiempo el comercio trans-Sahara- que reivindica más autonomía y más participación en el desarrollo. Los tuaregs han realizado revueltas frustradas cuatro veces desde que Malí obtuvo su independencia de Francia en 1960, pero la caída de Muamar Gadafi en Libia les ofreció una excelente oportunidad.
Gadafi apoyaba desde hacía tiempo a los tuaregs en su guerra por la independencia, y muchos tuaregs sirvieron como mercenarios pro gubernamentales en Libia. Con la caída de Gadafi se abrió una cornucopia de armas para los tuaregs, quienes rápidamente utilizaron su recién adquirido poder de fuego contra el poco efectivo ejército de Malí.
Los denominados grupos terroristas, como Ansar al-Din, al-Tawhid wa al-Jihad y AQIM, solo llegaron después de que el Movimiento Tuareg por la Liberación Nacional de Azawed expulsó al ejército malí del norte y declaró un país separado. Estos grupos son los que lapidan a la gente hasta la muerte, destrozan lugares sagrados sufíes e imponen rígidamente la Sharía. Los tuaregs han sido en gran parte apartados, y muchos de ellos han vuelto al desierto, abandonando ciudades como Timbuktu, Gao y Kidal a los grupos islámicos.
Aparte de los protagonistas originales en el norte de Malí, existe una creciente tensión entre los islamistas y los songhai, el mayor grupo étnico de Malí. Hay rumores de que las aldeas songhai están organizando milicias, agregando una dimensión más de posibles problemas.
No era necesario que sucediera esto.
Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 1973 el 17 de marzo del año pasado, fue para «proteger a los civiles» de Libia. Entonces la Unión Africana (UA) de 53 miembros estaba tratando de negociar una solución política de la crisis, pero dos días después de la aprobación de la resolución de la ONU, la OTAN lanzó la Operación Odisea que destruyó la fuerza aérea y los blindados de Gadafi.
El 20 de marzo, la UA se reunió en Mauritania en un esfuerzo para detener los combates. «Nuestro deseo» decía una declaración conjunta de la UA «es que se respeten la unidad e integridad territorial de Libia, así como que se rechace cualquier tipo de intervención extranjera». La UA se daba cuenta perfectamente de que las delicadas fronteras postcoloniales de África tienen un enorme potencial de crear inestabilidad y que Libia podría terminar siendo un dominó que se derrumba.
«Sea cual sea la motivación de los principales beligerantes de la OTAN [al derrocar a Gadafi], la ley de las consecuencias inesperadas está provocando graves daños en Malí en la actualidad», dijo el exenviado regional de la ONU, Robert Fowler, al Guardian (Reino Unido) «y los seguirá provocando en todo el Sahél ya que se están esparciendo las vastas existencias de armas libias en una de las regionales más inestables del mundo».
Una década de creciente intervención militar de EE.UU. en el continente no solo no ha logrado limitar la inestabilidad y el crecimiento de los denominados grupos «terroristas», las acciones de EE.UU. en Somalia y Libia han alimentado directamente la formación de tales organizaciones. Y no se puede decir que el «entrenamiento» haya estabilizado las cosas. Por cierto, el capitán del ejército de Malí Amadou Sanogo, quien derrocó el gobierno civil -el hecho que llevó a la exitosa ofensiva de los tuaregs- fue entrenado por los militares estadounidenses. Sanogo asistió al Instituto de Lenguaje de la Defensa en 2005 y 2007, un programa de inteligencia del ejército de EE.UU., y a un curso de entrenamiento de oficiales en 2010.
El «terrorismo» en África está alimentado por las condiciones locales, no por una agenda yihadista internacional. Boko Haram en Nigeria refleja la tensión entre la pobreza del norte del país, la mayoría islámico, y el sur cristiano más próspero. Ese tipo de divisiones se extienden por Níger, Costa de Marfil y Camerún. El terrorismo en Argelia y Marruecos refleja economías incapaces de asegurar puestos de trabajo a una gran parte de sus poblaciones, en combinación con estructuras políticas autoritarias que ahogan todo intento de hacer algo al respecto. Somalia fue primero un peón de la Guerra Fría y luego la definición misma del caos. Cuando un gobierno islámico comenzó a controlar ese caos, EE.UU. lo derrocó lanzando al Shabab.
Cientos de millones de dólares de ayuda se han dirigido a la lucha contra el terrorismo en el continente y los militares estadounidenses entrenan a las fuerzas armadas de docenas de naciones africanas. Un capitán del ejército de Malí utilizó esa ayuda para perpetrar un golpe que ahora amenaza con convertirse en una guerra regional.
¿Utilizará Marruecos la ayuda estadounidense para combatir el terrorismo o reforzará su control sobre el Sahara Occidental rico en minerales y reiniciará su guerra con el Frente Polisario? ¿Combatirá Níger a los «terroristas» o aplastará la resistencia tuareg en la minería de uranio francesa en el Sahara? ¿Perseguirá Argelia a AQIM o a sus propias organizaciones islamistas ilegalizadas? ¿Se desviará la ayuda para combatir el terrorismo en Nigeria para aplastar la resistencia de la población a la producción de petróleo en el Delta del Níger?
Las bayonetas no derrotarán la fuente del terrorismo y de la inestabilidad en África. Por cierto, las soluciones militares tienden a actuar como sargentos reclutadores para grupos como AQIM. África no necesita más armas, sino más bien ayuda, desarrollo y programas para sacar de la pobreza a una parte significativa de la población del continente.
Se puede leer a Conn Hallinan en dispatchesfromtheedgeblog.wordpress.com y middleempireseries.wordpress.com. Colabora con Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion.
Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/08/28/the-war-in-mali/
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