Así que el laborioso debate en torno al establecimiento de una «zona de exclusión aérea» en Libia ha desembocado en una resolución de la ONU que da luz verde a la intervención militar internacional en este país. Precisando que sin «ocupación» militar terrestre. Al mismo tiempo, el Ejército saudí y la policía de los Emiratos […]
Así que el laborioso debate en torno al establecimiento de una «zona de exclusión aérea» en Libia ha desembocado en una resolución de la ONU que da luz verde a la intervención militar internacional en este país. Precisando que sin «ocupación» militar terrestre.
Al mismo tiempo, el Ejército saudí y la policía de los Emiratos Árabes Unidos invaden Bahrein para participar en el aplastamiento de una revolución democrática y pacífica: el miércoles 16 de marzo se produjo el asalto militar para desmantelar el campamento de la plaza de la Perla, rebautizada plaza Tahrir en alusión explícita a la revolución egipcia. Las tropas dispararon sobre el pueblo desde helicópteros, hubo muertos y decenas de heridos, que no pueden acceder al hospital de Manama porque está rodeado por el ejército y los tanques saudíes. El poder declara la ley marcial y procede a detener a figuras de la oposición democrática, chiíes y suníes. En Bahrein, por tanto, responden a un movimiento de lucha por los derechos civiles mediante la represión bajo ocupación militar extranjera… y bajo la mirada de la Vª flota estadounidense, que ya dispone en la isla de una base naval.
Algunos países, como los Emiratos Árabes Unidos, que participan abiertamente en la ocupación militar y policial de Bahrein, se han ofrecido también a participar en la intervención internacional en Libia. Así, regímenes directamente implicados en la represión de un país árabe, ¿pretenden actuar contra la represión y las masacres en otro país árabe? ¡Cuánta hipocresía! Los militantes de la solidaridad internacional no pueden apoyar bajo ningún pretexto esta duplicidad que amenaza a las revoluciones democráticas en curso en el conjunto del mundo árabe, árabe-bereber y africano.
En todo caso, más allá de la necesaria evaluación de los intereses geoestratégicos complejos que entran en juego, deberíamos preguntarnos seriamente sobre nuestro papel en la situación actual. ¿Cómo podríamos alegrarnos ante la creciente militarización en Libia y otros países?
Quisiera decir con franqueza a los amigos libios que aspiran sinceramente a la libertad: condenamos sin tapujos las masacres de poblaciones en Libia a manos de Gadafi y su régimen. Pero me indignan consignas como «One, two, three, viva Sarkozy» gritadas en Bengasi y la asociación del Consejo Nacional de Transición con el belicista Bernard Henri Lévy [colaborador habitual de las páginas de opinión de El País ] .
Amigos libios, me gustaría oíros condenar también con toda claridad los abusos racistas y las amenazas masivas contra los inmigrantes negros africanos, egipcios y de otros lugares, que constituyen un cuarto de la población del país. Me gustaría veros apoyar al conjunto de los pueblos en lucha, empezando por los de Bahrein y Yemen, que hoy son víctimas de una represión terrible impulsada con la complicidad de los mismos que pretenden ayudaros.
Amigos de la solidaridad internacional, mientras apoyamos al pueblo libio, no ocultemos nuestra solidaridad con las luchas de todos los pueblos árabes. Y no rehuyamos el debate entre posturas distintas en nuestras filas, incluidos nuestros compañeros libios. ¡Nada de unidad de mínimos! No seamos cómplices de la balcanización de Libia y de los países de la región. Recordemos asimismo el precedente de Somalia, desmantelada bajo los auspicios de una intervención militar-humanitaria internacional que llevaba el bonito nombre de «Restore hope» , recuperar la esperanza…
Mogniss H. Abdallah es escritor, cineasta y productor egipcio.
Traducción: VIENTO SUR