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EEUU estaba buscando un plan para asesinar a cientos de miles de africanos, ya lo ha encontrado

La guerra instigada por EEUU provoca muertes masivas en Somalia

Fuentes: Globalresearch

Traducido por Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas

La política exterior norteamericana es la causa directa de la crisis humanitaria en Somalia – la peor de toda África, de acuerdo a los funcionarios de la ONU.- Por este motivo, hasta hace poco, los medios de masas corporativos de EEUU decían poco o nada sobre los cientos de miles de somalíes – ya son cerca de medio millón – que se enfrentan a la muerte por hambre o enfermedad, a causa de una guerra instigada y facilitada por Washington. Los medios de masas corporativos, de manera sistemática, evitan y, por lo tanto, encubren las noticias que contradicen el mito desarrollado por los norteamericanos: que los EEUU quieren hacer el bien en el mundo, y que sólo hacen el mal por equivocación.

El daño terrible infligido a Somalia fue absolutamente premeditado, parte integral de los planes norteamericanos de traer el falaz argumento de «la guerra contra el terror»a África, como una tapadera para dominar el continente y su riqueza. Desde el mismo momento del final formal de la colonización europea de África, la política de EEUU ha sido extender el caos en aquellos lugares donde Washington ha fracasado en la imposición de sus propios hombres fuertes. Cuando grupos de musulmanes a primeros de 2006 derrotaron a los señores de la guerra de Somalia – un país que es musulmán en un 99% – un atisbo de paz y, al menos, una esperanza para el futuro enraizó en el país. En todos los aspectos, la vida estaba volviendo a ser «normal» para un pueblo que sólo había conocido enfrentamientos brutales desde 1.991. Una paz de este tipo era inaceptable para la administración Bush, que incitó a una histeria masiva en los Estados Unidos, alertando de que Al Qaida estaba estableciendo una base en Somalia, y urgiendo al régimen de la vecina Etiopia, histórico rival de Somalia, a atacarla.

«La política de EEUU ha sido extender el caos en aquellos lugares donde Washington ha fracasado en la imposición de sus propios hombres fuertes.»

Los norteamericanos trabajaron codo con codo con los invasores etíopes, en todos los aspectos militares de la invasión, mientras que los aviones de EEUU repetidamente provocaban el terror desde el cielo. Una vez que los etíopes se habían asentado a si mismos y al gobierno títere somalí en la capital, Mogadiscio, los norteamericanos enviaron a otro de sus agentes en la región, el ejército de Uganda, para constituir la mayoría de las «fuerzas pacificadoras» en Somalia. La resistencia somalí a la invasión etiope consideraba a estas «fuerzas de paz» africanas en Mogadiscio como agentes de EEUU – y, con respecto al ejército ugandés, están en lo cierto.-

Si hubo alguna vez una fórmula para generar una guerra sangrienta y prolongada en Somalia, esa es la ocupación etiope, que está unificando a diversos elementos de la población en un frente de resistencia común. Esta guerra desestabilizará también a la propia Etiopia, que es, en un tercio de su población, musulmana, y el hogar de muchos de los que se oponen al régimen dictatorial de Adis Abeba. «Si el gobierno de los EEUU estaba buscando un plan para asesinar a cientos de miles de africanos, lo ha encontrado.»Esta vez, de todos modos, al igual que en Irak, Washington ha creado más caos del que puede manejar.

A las Naciones Unidas les pareció necesario organizar el envío de periodistas norteamericanos para que fueran testigos de la carnicería que su gobierno ha llevado a Somalia – el mismo que clama por un trato humanitario al pueblo de Darfur, y que prometió que el nuevo Comando Africano de Estados Unidos llevaría la paz al continente.

Los norteamericanos, al igual que los europeos antes que ellos, sólo traen la paz de los muertos.

Artículo original:

http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=7513

*Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas son colaboradores de Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.