El último sábado 16 de abril, la noticia llegó escasa y pasó prácticamente desapercibida: en algún lugar de Etiopia, un grupo armado asesinó a 140 personas y secuestro 40 niños. El ejército etíope, reaccionó de inmediato liquidando a 60 de los atacantes. Otra vez el lugar común emerge con la obviedad del trueno: ¿Por qué […]
El último sábado 16 de abril, la noticia llegó escasa y pasó prácticamente desapercibida: en algún lugar de Etiopia, un grupo armado asesinó a 140 personas y secuestro 40 niños. El ejército etíope, reaccionó de inmediato liquidando a 60 de los atacantes.
Otra vez el lugar común emerge con la obviedad del trueno: ¿Por qué los muertos africanos no valen?
Si el resultado de ese sábado agitado se hubiera producido en algún pueblo remoto digamos de Francia o Alemania, pongámosle que en Francia o Alemania todavía quedaran pueblos remotos, la noticia estaría ocupando las tapas de todos los diarios del mundo, y nos dispondríamos a consumir miles de horas de televisión, radio, web y cualquier otro medio de información, dispuesto a informar a los contribuyentes, de las cosas importantes.
El cuento sigue siendo exactamente el mismo, que en los días de los ataques a la redacción de Charly Hebdo, aquella docena de muertos sobró para paralizar al mundo, y para que montones de mandatarios viajaran a Paris, con todos los gastos pagos, para pasearse por las calles reclamando todas las cuestiones que se reclaman en estos casos.
La docena de muertos ocupó tanto espacio que no dejó lugar a los 2000 campesinos que por esas mismas horas fueron aniquilados por el grupo Boko Haram, en la remota aldea de Baga, al noreste de Nigeria.
Hace unas pocas semanas nos condolíamos por los atentados de Bruselas, que apenas, provocaron 35 víctimas. Los 200 muertos que se acaban de producir en la zona de Jakawa, en la provincia etíope de Gambela, no sobrepaso la categoría de cable.
Gambela es un punto tripartito entre las fronteras de Sudán, Etiopía y Sudán del Sur, y esta acción se engloban en la tímida guerra de Sudán del Sur.
Allí se alberga cerca de 290 mil refugiados de los 2 millones 300 mil sudsudaneses, que han debido huir de su país desde el inició de la guerra hace 28 meses.
La guerra que estalló el 14 de diciembre de 2013 tiene varios componentes, pero fundamentalmente, hay que anotar el intento de muchas compañías petroleras occidentales, de bloquear los negocios de la compañía nacional china CNPC, que ya ha construido un oleoducto que llega hasta el Mar Rojo y una gran refinería cerca de Jartum, capital de Sudán del Norte. La CNPC se asoció con la compañía canadiense Talisman, a las que luego se sumó la compañía nacional india ONGC Videsh. La CNPC ya cuenta en Sudán del Sur con miles de operarios de nacionalidad china, trabajando en la industria petrolera.
Los ingresos por las explotaciones petroleras representan el 98 % del presupuesto del país. El núcleo petrolero se encuentra en la región de Bentiu (provincia de la Unidad), además en los estados de Jongeli, Warap. Sudán del Sur cuenta con reservas todavía no calculadas, pero se sospecha que serían las suficientes como para interesar a las grandes empresas internacionales.
La guerra sudsudanesa que se remontan a 2013, cuenta también con un importante ingrediente étnico. Los primeros enfrentamientos que se sucedieron en Juba, la capital, para luego expandirse hacia el resto del país, se iniciaron tras la decisión del presidente Salva Kiir Mayardit, de desplazar a su vice Riek Machar Teny, tras acusarlo de planear un golpe de Estado.
Kiir y Machar representas las dos etnias predominantes del país: la Dinka a la que pertenece el presidente y la Nuer, la del ex vicepresidente.
De los 10 millones de habitantes del país, cuatro son dinkas, dos son nuers y los cuatro millones restantes pertenecen a 52 etnias diferentes.
Los atacantes del último sábado en Jakawa al parecer no tendrían relación con el ejército o las fuerzas rebeldes, por lo que es una incógnita de donde procedieron los ataques y cuál fue la razón última de ellos.
La guerra civil en Sudán del Sur que en sus 28 meses ya cuenta con siete altos al fuego prolijamente violados, acumula cerca de 300 mil muertos, un número casi caprichoso ya que infinidad de cuerpos se pudren en montes y pantanos sin poder ser contabilizados. Por lo que el número total superara las cifras de la guerra siria, país que tiene el doble de población.
Las regla de la guerra.
La guerra ha tenido varias etapas y tras las primeras semanas de intensos choques, que produjeron centenares de muertos de los dos grupos y también entre la población civil, se firmó un alto el fuego, lo que dio el inició a negociaciones respaldadas por los países vecinos. Las conversaciones de paz, como los combates sufren dilaciones, que son sazonadas con el incremento de los entrenamientos. La Conferencia para la Paz tiene representantes de Sudáfrica, Chad, Nigeria, Argelia y Ruanda, y como sede Adis Abeba, capital de Etiopía.
Desde el comienzo de la guerra las acusaciones de violación a los derechos humanos han sido cruzadas por ambos bando, y las fuerzas de Naciones Unidas, instaladas en el territorio para controlar los alto el fuego, parecen contribuir más al terror de la población.
Acusación de violaciones en masa contra mujeres que habitan el campo de refugiados como el de Malakal y el saqueo de bienes es parte del pago de la tropa. El secuestro de niños para ser incorporados a os combatientes se estima haber llegado a los 18 mil.
A mediados de febrero último Malakal, el campamento custodiado por tropas de UN, y donde se estima viven cerca de 50 mil personas, en su mayoría mujeres y niños ya que la mayoría de los hombres han sido incorporados a alguno de los bandos en pugna, fue atacado por desconocidos armados con kalashnikov, dejando 25 muertos entre los que se incluyen dos trabajadores de una ONG y 108 heridos que fueron recibidos en el hospital de MSF, de ellos, 46 heridos por disparos. Además de destruir todas las instalaciones que se habían logrado construir, como barracas, almacenes y el hospital.
Sudán del Sur, cuya conformación como republica pudo lograr en 2011 tras cuatro décadas de guerras. Otro de los grandes campamentos el de Minkaman, donde se refugian 72 personas a orillas del Nilo Blanco, también ha debido soportar ataques, asesinatos, saqueos y violaciones.
Naciones Unidas dispuso un cuerpo de paz de 10500 cascos azules, de diez países que intentan con poca fortuna mantener la paz.
Cerca de seis millones de personas, más de la mitad de la población, necesitan asistencia humanitaria, ya tres millones están al borde de la emergencia alimenticia.
Autoridades internacionales que se dedican a monitorear la crisis sudsudanesa afirman que la catástrofe humanitaria estallará en pocos meses más si no se encuentra una solución al conflicto.
Con intermitencias, pero pertinaz la guerra tímida de Sudán del Sur, sigue siendo para occidente un buen motivo para practicar el sabio ejercicio de la hipocresía, a la hora de preguntarse porque tantos refugiados intentan llegar a Europa.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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