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La ilegal guerra antiterrorista de Washington

Fuentes:

En el contexto de su guerra antiterrorista, Washington ha cometido innumerables actos ilegales, los cuales han sido pasados por alto por gran parte de la comunidad internacional. Es así como el Banco Nacional de Bélgica (BNB) reconoció este sábado que sabía que autoridades de Estados Unidos espiaban desde hace cinco años las transacciones financieras internacionales, […]

En el contexto de su guerra antiterrorista, Washington ha cometido innumerables actos ilegales, los cuales han sido pasados por alto por gran parte de la comunidad internacional. Es así como el Banco Nacional de Bélgica (BNB) reconoció este sábado que sabía que autoridades de Estados Unidos espiaban desde hace cinco años las transacciones financieras internacionales, como parte de un programa

Esta información fue divulgada la semana pasada por varios medios de comunicación estadunidenses, que se convirtieron en el blanco de las críticas del vicepresidente Richard Cheney sólo por cumplir con su trabajo. Este arremetió duramente contra esos medios y aseguró que las acciones denunciadas «fueron conforme a la autoridad constitucional del presidente de Estados Unidos; son absolutamente necesarias en términos de protegernos contra atentados».

Las declaraciones de Cheney son en el mismo tono que las esgrimidas por diversos funcionarios estadunidenses para justificar las acciones ilegales. Son palabras vacías que chocan contra la realidad.

Y es que el caso del espionaje financiero es un eslabón más de la cadena de abusos, crímenes y muchos otros actos ilegales. Así, en estos cinco años, Washington ha perpetrado fuertes golpes contra el derecho internacional pasando por encima de la comunidad mundial.

Basta recordar las innumerables violaciones a los derechos humanos cometidas por la Casa Blanca en lugares como Guantánamo y diversas prisiones clandestinas instaladas en varios países, y ni hablar de las tortura de los soldados estadunidenses a prisioneros en esos lugares. También se pueden mencionar los traslados secretos e ilegales de personas, muchas de las cuales fueron encarceladas de forma arbitraria ­únicamente por sus características étnicas­ sin haberles permitido siquiera hablar con un abogado, como marca la ley. Estos vuelos secretos violaron el espacio aéreo incluso de aliados de Estados Unidos. Hace unos meses, la Unión Europea reconoció que más de 125 vuelos clandestinos de prisioneros pasaron por España, cuyo ex jefe de gobierno José María Aznar fue uno de los que más apoyaron a Washington en su «guerra antiterrorista».

Está visto que para el gobierno de George W. Bush es más importante resguardar los intereses de corte imperial a los cuales representa que cumplir las leyes. Más importante incluso que su propia Carta Magna, como lo revela el programa secreto para espiar a los ciudadanos de ese país sin órdenes judiciales.

La comunidad internacional se ha cruzado de brazos ante tales abusos. Peor aún, la campaña antiterrorista estadunidense plantea gran complicidad de otros países, como lo demuestra el hecho que las autoridades bancarias belgas sabían del espionaje financiero desde hace un lustro, con lo que prácticamente se le da carta abierta a Washington para cometer sus tropelías.

No hay que olvidar que cuando se hizo evidente que la invasión estadunidense en Irak fue impuesta sobre la base de una impostura, pues se acusaba falsamente a ese país del Medio Oriente de tener conexiones con Al-Qaeda y de estar fabricando armas de destrucción masiva, no pasó nada. Unicamente algunos países protestaron por tan grosera mentira, pero de nada sirvió. Por el contrario, y tal vez a causa de esa complicidad, a partir de la internvención en Irak el gobierno de Bush lanzó varios programas secretos, evidentemente ilegales, que han dañado irremediablemente el orden internacional.