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La imparable caída del sector petrolero en Libia

Fuentes: Orient XXI

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

La producción libia de petróleo no deja de disminuir desde el fin de la era Gadafi y su nivel actual apenas llega a una décima parte del que tenía en 2011. Un grave déficit para Tripoli, que se enfrenta al mismo tiempo a problemas de mantenimiento, a movimientos sociales y, sobre todo, al hecho de que diferentes grupos armados hayan tomado del control de las terminales.

«Si no mejora la seguridad y si no se hace nada para solucionar los problemas de distribución, las explotaciones de petróleo libias corren peligro de interrumpirse totalmente en el curso de las próximas semanas. Sería una una situación inédita desde 2011». Quien lanza esta advertencia no es cualquier persona. Mustafa Sanallah es el nuevo director de National Oil Corp, la sociedad petrolera estatal. A principios de junio sustituyó a Nouri Berruien cuya dimisión por sorpresa e inexplicada (al parecer sufrió amenazas físicas) ha empeorado la confusión y las tensiones que rodean al sector petrolero. Las cifras permiten entender la magnitud del problema. La producción actual de oro negro apenas llega a 200.000 barriles al día (en Londres algunos comerciantes consideran que en realidad ha descendido a 150.000 barriles desde febrero de 2014) frente a los 1,4 millones de barriles al día de julio de 2013 y al nivel de casi 2 millones de barriles al día antes de que se desencadenara el conflicto que llevó a la caída del régimen de Muammar Gadafi en octubre de 2011.

El resultado inmediato de este desmoronamiento de la producción es un grave déficit para el poder central de Trípoli que tiene, además, muchas dificultades para asentar su autoridad política. «Esta crisis nos ha costado 30.000 millones de dólares en diez meses, es decir, 3.000 millones de dólares al mes», confirma Musbah Alkari, director de gestión de reservas del Banco Central Libio, que recuerda que el 95% de los ingresos exteriores de su país provienen de la venta de hidrocarburos. Por ello y para hacer frente a una situación financiera cada vez más precaria el gobierno de Trípoli ha emprendido un procedimiento en el Tribunal Supremo para obligar al fondo soberano nacional a recurrir a sus reservas con el fin de alimentar una parte del presupuesto de 2014.

Recurrentes movimientos sociales

En julio de 2013 los problemas ya latentes en el sector petrolero empeoraron hasta el punto de que varios centros de producción cerraron durante varios meses. Así, uno de ellos, el de El Feel, acaba de reanudar recientemente sus actividades, pero un nuevo movimiento de huelga de sus trabajadores amenaza ya con alterarlas. De hecho, la reivindicación social es la que primero ha afectado a las exportaciones de bruto. Como explica un cuadro de National Oil Corp que exige el anonimato, «una de las consecuencias de la caída del régimen de Gadafi ha sido que los asalariados de la industria petrolera han exigido rápidamente aumentos inmediatos de sueldo, pero también la mejora de sus condiciones de trabajo, ya que estas se habían deteriorado en el curso de las décadas 1990 y 2000». Huelgas, ocupación de centros de trabajo, cierre de oleoductos, secuestro de responsables: ninguno de los principales campos de petróleo se ha librado de los problemas, tampoco los explotados por compañías extranjeras. «Cualquiera puede bloquear un campo de petróleo, incluidos los guardias de seguridad despachados por el gobierno y que de pronto deciden que están muy mal pagados», se reconoce en la National Oil Corp.

Instalaciones controladas por grupos armados

Pero además de los problemas recurrentes de mantenimiento de las instalaciones, lo que actualmente afecta a la producción es el secuestro del sector petrolero por parte de todo tipo de grupos armados en Libia. Milicias opuestas al gobierno central, tribus o grupos islamistas armados también exigen su parte e impiden que se bombee petróleo cuando no se contentan con controlar las terminales portuarias de la Cirenaica, región en la que se concentra el 80 % de las exportaciones de los hidrocarburos libios. A la cabeza de varios grupos armados, Ibrahim Al-Jadhran es uno de los personajes clave de esta crisis. Tras proclamar la autonomía de la región Cirenaica en 2013 exige una refundición total del reparto de los ingresos petroleros y una auditoría completa de las cuentas de la National Oil Corp que implique el enjuiciamiento de los responsables implicados en casos de corrupción con compañías petroleras extranjeras. A pesar de las presiones del gobierno y de las milicias aliadas con él, Jadhran todavía controla hoy una gran parte de las instalaciones petroleras del este y ha demostrado su capacidad de bloquear la mayor parte de la producción de oro negro. El gobierno de Tripoli parece incapaz de adoptar una actitud clara al respecto. En marzo trató en vano de recuperar el control de las instalaciones. A principios de junio una fuente gubernamental nos declaraba que «sigue habiendo unas negociaciones en curso para permitir que la producción petrolera vuelva a los niveles anteriores». Con todo, nada permite afirmar que se vaya a llegar pronto a un acuerdo.

¿Hacia una intervención?

Desde esta óptica hay rumores recurrentes de una posible intervención militar occidental para ayudar a Trípoli a estabilizar sus instalaciones petroleras. Aunque pocos observadores consideran que esta opción sea creíble, el reconocimiento de un petrolero por parte de la marina estadounidense en marzo de 2014 sembró el desconcierto. Con pabellón norcoreano aunque visiblemente fletado por un ordenante egipcio de Alejandría, el Morning Glory había cargado 234 000 barriles suministrados directamente por las milicias del este del país antes de ser interceptado y devuelto por la marina estadounidense al puerto de Khomes (oeste del país). La carga fue confiscada y acabó alimentando la refinería de Zauia, que suministra carburante al oeste del país y sobre todo a Tripoli. «Estados Unidos envió una señal clara. Sin duda no va a intervenir militarmente para liberar las instalaciones petroleras, pero no permitirá que las milicias exporten directamente el bruto en detrimento del gobierno», explica un hombre de negocios que conoce bien Libia.

El bloqueo de los campos de petróleo tiene además unas consecuencias internas. Cada vez es más frecuente la escasez de gasolina y las colas aumentan en las estaciones de servicio, sobre todo en la región de Trípoli. La refinería de Zauia, con una capacidad de 120.000 barriles al día, funciona a ralentí mientras que los hombres armados atacan y roban muchos camiones cisterna. En este sentido el gobierno también ha decidido aumentar la seguridad de las refinerías y de los medios de distribución de gasolina movilizando sobre todo a las fuerzas especiales. Una decisión cuya eficacia está por demostrarse.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/en-libye-la-chute-sans-fin-du,0626