Recomiendo:
0

La imposible marroquidad del Sáhara Occidental

Fuentes: Telde Actualidad

En los últimos tiempos, uno cuantos se empecinan en darnos gato por liebre de la manera más desvergonzada y estúpida que uno se pueda imaginar. Quieren hacernos tragar, de la noche a la mañana, la idea descabellada de que el Sáhara Occidental, ex Sáhara Español, es marroquí y siempre lo ha sido. Además, añaden los […]

En los últimos tiempos, uno cuantos se empecinan en darnos gato por liebre de la manera más desvergonzada y estúpida que uno se pueda imaginar. Quieren hacernos tragar, de la noche a la mañana, la idea descabellada de que el Sáhara Occidental, ex Sáhara Español, es marroquí y siempre lo ha sido. Además, añaden los citados alquimistas de la propaganda jerifiana, lo mejor para todos es que sea marroquí, pues en caso contrario la zona se convertiría en un hervidero de terroristas islamistas. Y en este sentido, la autonomía ofrecida generosamente por su majestuosa majestad y miramamolín Mohamed VI de Marruecos es la solución ideal para resolver el conflicto que dura ya más de treinta años.

Vistas así, hasta parecen palabras razonables proferidas por personas consecuentes, sin embargo, si nos limitamos al derecho internacional y a las convenciones y organismos internacionales, nos damos cuenta de su impúdica esencia transgresora y desafiante, de su ululante olor a nerviosismo sudoroso y desesperante. Pues no sólo se trata de la sarta de resoluciones emitidas por la ONU desde 1960 y de la sentencia de 1975 del TIJ, sino que ya en 1767 con ocasión del Tratado de 22 de mayo, el sultán marroquí de turno Muley Mohamed se desvinculaba explícitamente no sólo del actual Sáhara Occidental sino del histórico e íntegro que en sus orígenes empezaba en la hoy región marroquí de Uad Nun, es decir, quinientos kilómetros al norte de la frontera de hoy en día. Decía así, el miramamolín de entonces, en una carta dirigida a Carlos III y en la que le expresaba no poder serle de ayuda en el establecimiento de los canarios en la costa del río Nun por miedo a que les dañaran «los árabes de aquel país, que no tienen subordinación ni temen a nadie, por motivo de lo apartado que están de mis Raynos, y que no tengo jurisdicción sobre ellos». Más tarde, el 1 de marzo de 1799, se firmó el Tratado de paz, comercio, navegación y pesca entre Carlos IV y Muley Solimán. Rezaba así su artículo 22: «Si algún buque español naufragara en el río Nun y su costa, donde no ejerce dominio S.M. marroquí, ofrece, sin embargo, en prueba de cuanto aprecia la amistad de S.M. Católica, valerse de los medios más oportunos y eficaces para sacar y libertar las tripulaciones y demás individuos que tengan la desgracia de caer en manos de aquellos naturales'».

A lo largo del siglo XIX la región en cuestión, como es natural, siguió desvinculada del sultanato marroquí como siempre lo había estado e, incluso, se la llegó a conocer como el Estado de los Beiruk, nombre del jefe tribal que lideraba la región. Así, en 1836 se establecen relaciones comerciales entre Inglaterra y el territorio de Beiruk; en 1839 le tocará el turno a Francia; en 1844 será el propio sultán quien establezca relaciones con Beiruk , en 1850, Francia renueva las relaciones con el sucesor de Beiruk, Habib ben Beiruk y en 1853 se establecen las relaciones entre Canarias y Habib ben Beiruk. Ya por entonces, la independencia de la zona respecto a Marruecos era indiscutible y para quien albergue algún resquicio de duda, que le eche una ojeada al Artículo 6º del Convenio hispanofrancés del 3 de octubre de 1904, artículo esgrimido por Francia para defender la independencia de Mauritania en 1960 frente a las aspiraciones expansionistas del Reino alauita. Marruecos no reconocería a Mauritania como estado independiente hasta diez años después. Sin embargo y curiosamente, los galos (sin hablar de la actual España zapateril) nunca citaron dicho artículo para defender la independencia del Sáhara Occidental.

Decía así: «El Gobierno de la República francesa reconoce, desde luego, al Gobierno español plena libertad de acción sobre la región [actual Sáhara Occidental] comprendida entre 26º y 27º 40′ de latitud Norte y el meridiano 11º Oeste de París, que están fuera del Territorio marroquí». Más claro y explícito no podía ser.

Así las cosas, hablar de Sáhara marroquí, Provincias del Sur, Autonomía para el Sáhara, Consejo Real Consultivo de Asuntos Saharauis,… no es más que una manera de seguir mareando la perdiz. Hablar, además, de un posible terrorismo saharaui es ya querer desvirtuar la realidad para camuflar y ocultar al verdadero terrorista de la región, que no es otro que el Majzén marroquí: los atentados de 16 de mayo de 2003 en Casablanca, del 11 de abril de 2004 en Madrid y 11 de marzo de 2007 en Casablanca no son más que algunas de sus más conocidas reacciones ante la presión internacional y la inminente explosión interna. Cuando se siente acorralado por la justicia y la razón, el monstruo se limita a dar zarpazos a diestro y siniestro, como lo está haciendo ahora en las zonas ocupadas del Sáhara Occidental donde los valerosos y aguerridos soldados de Su Majestuosa Majestad se dedican a raptar a niños saharauis de entre 12 y 16 años. Les trasladan a sus siniestros centros de detención y, tras su violación y tortura, les abandonan en pleno desierto. La operación suele ser más sencilla de lo que se puedan imaginar, pues desde mayo de 2005 (comienzo de la Intifada saharaui) muchos centros escolares del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos han sido semiconfiscados por la soldadesca, de tal manera que mientras en una mitad del recinto los alumnos asisten a clase, en la otra las huestes alauitas les vigilan muy de cerca. Todo ello en pro de la más que cacareada «integridad territorial». Vergüenza debería darles.

Y pensar que todavía hay gente que le sigue el juego a Marruecos es, sinceramente, aberrante. Por mucho que se tergiversen las palabras y se mienta como un canalla, la historia y la realidad no van a cambiar. Por muchas extorsiones, provocaciones y compras de ruines voluntades que el Majzén marroquí lleve a cabo, la verdad permanecerá incólume e inamovible. Lo que Marruecos no ha logrado bombardeando con napalm y fósforo blanco a los civiles saharauis de Um Dreiga, Guelta, Tifariti, Amgala y Mahbés durante los primeros meses de 1976, hoy por hoy y dadas las circunstancias, no lo va a lograr. Y aunque continúe con su perversa afición a acosar y hostigar al movimiento solidario con la justa causa saharaui, como hizo el domingo pasado (05/08/2007) con el juez italiano Nicola Quatrano, presidente del Osservatorio Internazionale, en compañía de su mujer, sus dos hijos y una amiga cuando se encontraban de vacaciones en la ciudad ocupada de Aaiún, el Majzén marroquí debería saber y ser consciente de que no podrá amedrentar a los ciudadanos del mundo, máxime cuando se limitan a apoyar una causa justa y noble como lo es la defensa del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui.

Visto lo visto y en honor a la verdad, permítanme esta última verdad de Perogrullo: el Sáhara no es marroquí y nunca lo ha sido.

*Larosi Haidar es profesor del Departamento de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada.