En los últimos días una erupción social ha sacudido Senegal. El movimiento, surgido aparentemente de la nada, ha adquirido rápidamente rasgos insurreccionales y el Estado ha perdido por completo el control de grandes zonas de la capital, Dakar, a manos de los manifestantes.
El New York Times describió Senegal como «uno de los países más estables de África Occidental». Pero bajo la superficie de aparente calma han actuado fuerzas poderosas. Hemos visto la repentina erupción de la lucha de clases, de movimientos insurreccionales y revoluciones en un país tras otro durante el último período, ya que las condiciones objetivas están obligando a millones de personas a buscar soluciones a la intolerable presión que el capitalismo ejerce sobre nosotros. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en Senegal.
La causa inmediata del movimiento de masas fue el arresto de una de las principales figuras de la oposición, Ousmane Sonko. Sonko fue citado para comparecer ante el tribunal el pasado miércoles, acusado de violar a una joven que trabajaba en un salón de masajes. Sus partidarios creen que la acusación tiene una motivación política, y hacen referencia a una larga lista de acusaciones similares hechas por el gobierno contra otros opositores políticos.
Sin embargo, antes de que pudiera llegar al tribunal para afrontar estos cargos, fue repentinamente detenido y encarcelado por «alteración del orden público», porque se negó a tomar una ruta diferente para llegar al edificio del tribunal. Una multitud de cientos de sus partidarios se reunió frente al juzgado.
A continuación, la policía arremetió contra los manifestantes con gases lacrimógenos para intentar dispersar la manifestación. Esto solo sirvió para echar leña al fuego. Se produjeron grandes enfrentamientos en torno al edificio del tribunal, que se extendieron rápidamente por todo Dakar. Grandes multitudes de jóvenes lanzaron piedras a la policía, que disparaba gases lacrimógenos.
En los días siguientes, el movimiento se extendió por todo el país. Gran parte de Dakar se convirtió en una zona de guerra la semana pasada cuando la policía se enfrentó a miles de manifestantes furiosos. Muchos comercios, estaciones de servicio y bancos cerraron durante días.
El Estado respondió con un despliegue de policías y soldados. No obstante, en numerosas ocasiones el movimiento fue tan poderoso que superó a las fuerzas represivas. De hecho, el movimiento adquirió rasgos insurreccionales el viernes, con multitudes atacando vehículos de la policía, el tribunal principal, edificios gubernamentales e incluso casas de figuras políticas.
Tras conocerse la noticia de la muerte de un joven de 17 años que recibió un disparo, los manifestantes de la ciudad sureña de Diaobe invadieron la comisaría y la destruyeron por completo. Luego, los manifestantes levantaron barricadas por todo Dakar. También atacaron a empresas francesas porque, como dijo un manifestante, «con [el presidente] Macky Sall, Francia ha ampliado sus intereses económicos en la antigua colonia».
El fino velo de la «democracia»
Sin embargo, para entender las verdaderas causas de la enorme explosión de ira que siguió a la detención de Sonko, es necesario mirar más allá de este caso concreto. Desde que llegó al poder en 2012, Sall parecía tener el control total de la situación. En las elecciones presidenciales de febrero de 2019 ganó un segundo mandato. En 2017, la coalición liderada por su partido, Benno Bokk Yakaar, obtuvo 125 de los 165 escaños de la Asamblea Nacional.
Pero hay un lado más oscuro. Desde hace años, todos sus opositores más destacados, uno tras otro, han sido arrestados y acusados de todo tipo de imputaciones, lo que los hace inelegibles para competir contra él. Curiosamente, el Financial Times relaciona este hecho con la intervención de los franceses:
«Francia mantiene lazos más estrechos con sus excolonias que la mayoría de las otras antiguas potencias coloniales de África Occidental. Francia está más comprometida con los presidentes y candidatos presidenciales que defienden los intereses de Francia. Eso incluye al presidente de Senegal, Macky Sall, a quien se ha acusado de atacar a sus oponentes políticos con investigaciones que los inhabilitan para el cargo».
Se reprime de manera sistemática y continua a cualquiera que se oponga a Sall. Abdou Karim Gueye, rapero y activista, fue detenido tras publicar un vídeo en directo en las redes sociales en el que animaba a la gente a unirse a él en una protesta pacífica tras el anuncio no oficial de los resultados de las elecciones presidenciales de 2019. Se le acusó de «convocar una protesta no autorizada sin armas» y de «insultos por medio de la prensa». Se le condenó a un mes de prisión condicional y fue multado.
Tras las elecciones presidenciales, al menos 17 partidarios de la oposición fueron detenidos por «desorden público e incitación a la rebelión».
El 16 de julio de ese año, el activista Guy Marius Sagna fue detenido e interrogado por sus publicaciones en Facebook sobre la falta de instalaciones médicas adecuadas en Senegal y por una publicación en Facebook sobre la presencia militar francesa en África. El 5 de agosto fue acusado de «falsa alerta de terrorismo» y encarcelado en la prisión de Rebeuss, en Dakar. Quedó en libertad bajo fianza el 16 de agosto.
Adama Gaye, periodista, fue detenido el 29 de julio tras publicar mensajes criticando al presidente Sall en Facebook. Se le acusó de «ofender al Jefe del Estado» y de «actuar para comprometer la seguridad pública», y quedó en libertad bajo fianza el 20 de septiembre.
El 22 de noviembre, Oudy Diallo, ecologista, fue detenido y encarcelado en la prisión de Kedougou tras publicar un post en Facebook en el que denunciaba las cuotas de tierra asignadas a las autoridades administrativas. Se le impuso una sentencia condicional de dos meses y quedó en libertad el 2 de diciembre.
El 14 de junio, las autoridades prohibieron una manifestación en Dakar, organizada por partidos de la oposición y organizaciones de la sociedad civil en protesta por supuestas prácticas de corrupción que implicaban al alcalde de Guediawaye, hermano del presidente, en relación con proyectos de extracción de petróleo y gas en el país. Al menos 20 manifestantes fueron arrestados.
Guy Marius Sagna, el profesor Babacar Diop y otros siete activistas fueron detenidos el 29 de noviembre en una protesta pacífica. Se les acusó de «participación en una reunión no autorizada». Sagna, en libertad bajo fianza tras su detención en julio por unas publicaciones en Facebook, fue acusado de «incitación a la reunión» y «a la rebelión».
A los ojos de las masas, que llevan años observando estos acontecimientos, la detención de Sonko formaba parte de este patrón. Con la eliminación de Sonko, Sall se presentaría prácticamente sin oposición en las próximas elecciones de 2024. Además, Sall ha puesto en marcha un proceso de reforma constitucional que ha llevado a hablar de que podría cambiar la Constitución para permitirle superar su actual límite de dos mandatos. La detención de Sonko fue la gota que colmó el vaso.
La desaparición del Partido Socialista
Hay otro aspecto que hay que tener en cuenta. El enorme vacío que ha dejado la crisis del Partido Socialista (PS) facilitó el ascenso de Ousmane Sonko. Durante los 40 años anteriores a marzo de 2000, Senegal estuvo gobernado por el PS de Leopold Sedar Senghor, el primer presidente de Senegal desde la independencia en 1960, y su sucesor elegido a dedo, Abdou Diouf, que llegó a la presidencia en 1981. El pueblo se unió a este partido debido a la historia anticolonial que seguía existiendo unos años después de la independencia.
Sin embargo, el PS continuó gobernando el país de forma capitalista con la aparición de una nueva élite capitalista, que estaba atada de pies y manos al imperialismo francés. Presidieron al tiempo que aumentaban las desigualdades económicas, especialmente entre las regiones de Senegal. Esto generó una oposición gradual a los gobiernos del PS de Senghor y posteriormente de Diouf. También implementaron un Programa de Ajuste Estructural Económico durante la década de 1980, que provocó una caída masiva del nivel de vida.
Como resultado del creciente descontento y de la movilización popular para cambiar el statu quo, una coalición de partidos de la oposición senegalesa, encabezada por Abdoulaye Wade y su Partido Socialista Senegalés (PDS), derrotó al PS que estaba en el poder en la segunda vuelta de las elecciones de 2000. Pero, al igual que el PS, el PDS no tenía nada de socialista, y continuó efectivamente con el mismo programa procapitalista de sus predecesores, lo que acabó provocando su derrocamiento en 2012 como resultado de una movilización de masas.
El PS se unió entonces a Macky Sall y, como recompensa por unirse a «Macky 2012», el líder del partido, Tanor Dieng, fue nombrado presidente del Alto Comisionado de Administración Local. Dos personas de su entorno también recibieron puestos en el gobierno: Aminata Mbengue Ndiaye (Ministra de Ganadería, y luego Ministra de Pesca) y Sérigne Mbaye Thiam (Ministro de Educación, y luego Ministro de Agua y Saneamiento).
Las cosas empeoraron aún más cuando el Partido Socialista redobló su apuesta de no presentar un candidato a las elecciones presidenciales de 2019. Los líderes del partido dijeron que la decisión se debía a su continua alianza con la mayoría. Estas decisiones han sentado las bases para la completa desaparición del partido. En los últimos años, el PS ha sido un miembro de facto de la coalición gobernante, encabezada por Benno Bokk Yakaar. Este es el resultado del largo declive del partido debido a su política de colaboración de clases.
Un intruso como candidato
Es en este contexto donde hay que entender la figura de Ousmane Sonko. Ha sido una dolor de muelas para la élite de Dakar durante los últimos años. Fue despedido de su trabajo a tiempo completo como inspector de Hacienda por denunciar públicamente los contratos turbios del sector público y la relación corrupta entre la élite senegalesa y las grandes empresas multinacionales. Pero después de su despido, demostró ser un crítico aún mayor de la élite desde fuera.
Apareció en programas de televisión y radio revelando los embustes de los ricos y poderosos. En una entrevista dijo: «En teoría, ningún político en Senegal debería ser muy, muy rico, porque a menudo sabemos de dónde viene la riqueza de los políticos. Es una riqueza que proviene de la malversación de fondos públicos». Con declaraciones como esta, daba voz a las profundas desigualdades económicas y a la preocupación por el nivel de vida de los jóvenes.
Esto lo hizo muy popular, especialmente entre los jóvenes, que son los que más sufren la crisis económica. Al mismo tiempo, supuso una enorme vergüenza para los ricos y poderosos de Dakar.
Desde esta plataforma, fue elegido diputado gracias a su candidatura antisistema. Su programa incluía la reducción de la deuda de los estudiantes y las pequeñas empresas, medidas de lucha contra la pobreza, medidas contra la inseguridad alimentaria, medidas contra el desfinanciamiento de los sistemas de salud y educación y contra la corrupción. En 2014 formó su propio partido, Pastef-Les Patriotes, para presentarse a las siguientes elecciones locales y legislativas.
Con la mayoría de los opositores más destacados impedidos de presentarse contra Macky Sall por todo tipo de cargos penales, Sonko era el último aspirante serio. Como se ha señalado, es especialmente popular entre los jóvenes por sus ataques contundentes y reivindicativos contra lo que él llama «el sistema». En una ocasión, dijo que «hay un enorme potencial en este país. Es inaceptable ver el sufrimiento de nuestro pueblo. Nuestros políticos son criminales. Los que gobiernan Senegal desde el principio merecen ser fusilados».
Crisis social y económica
La raíz de todo esto es la crisis económica y social que ha afectado al país. Como dijo un reportero de Al Jazeera: «Tenemos la sensación de que no se trata solo de política, sino de un movimiento social».
Senegal solía ser uno de los países más estables de África, con tres grandes transiciones políticas pacíficas desde su independencia en 1960 a sus espaldas. Su crecimiento económico ha sido de los más altos de África entre 2014 y 2018, manteniéndose por encima del 5 % anual. El crecimiento del PIB fue del 6,7 % en 2016 y del 5,3 % en 2019, por debajo del 6,3 % de 2017.
Sin embargo, incluso durante este periodo, el 40 % de la población vive por debajo del umbral de pobreza. Estaba claro que solo una pequeña élite se benefició del alto crecimiento económico. En lo más profundo de la sociedad se acumulaba la frustración y la rabia. La pandemia de la COVID-19, con sus restricciones al pequeño comercio, que constituye la columna vertebral de la economía, agravó la crisis. Ya en enero hubo señales de una próxima explosión cuando se produjeron enfrentamientos por la imposición de un toque de queda.
El crecimiento económico se ha ralentizado significativamente hasta llegar a menos del 1,3% en 2020, con servicios como el turismo, el transporte y las exportaciones especialmente afectados. El gobierno ha respondido con lo que denomina «medidas de contención» y un «plan integral de estímulo económico». Sin embargo, las redes de seguridad tenían enormes agujeros. Millones de personas cayeron en la pobreza, especialmente los del amplio sector informal. Por si fuera poco, el sistema sanitario colapsó debido a la pandemia.
Hay una profunda crisis del capitalismo en Senegal, y esto es lo que está en el corazón de la actual explosión. Las masas odian a todo el establishment político y económico, junto con sus patrocinadores imperialistas en París. Con la drástica caída del nivel de vida, las masas sienten que todo se les escapa de las manos. Lo que estamos viendo ahora es el comienzo de un proceso en el que las masas intentan tomar el asunto en sus manos.
Está previsto que Ousmane Sonko vuelva a comparecer hoy ante el tribunal. La alianza de la oposición conocida como Movimiento para la Defensa de la Democracia (M2D), que incluye al partido Pastef de Sonko, ha convocado tres días de protestas a partir de hoy, instando a la gente a «salir masivamente a la calle». Esto equivale a una huelga general de tres días. Mientras tanto, todas las escuelas han sido cerradas y los estudiantes universitarios se han marchado. Los estudiantes de la Universidad de Dakar han salido a la calle para exigir la liberación de los profesores detenidos.
Se ha desplegado un gran número de soldados antes de las protestas de hoy. Por tanto, existe la posibilidad de que se produzcan enfrentamientos masivos en los próximos días. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el viernes también se desplegaron tropas, pero no se utilizaron tras las escenas de confraternización con los manifestantes. En esta situación, el uso de las tropas podría ser contraproducente y desencadenar una insurrección total, que podría ser difícil de controlar por parte del Estado. Dakar se encuentra en el filo de la navaja ante la comparecencia judicial y las manifestaciones.
Estos acontecimientos se producen tras el movimiento #ENDSARS en Nigeria. Son seguidos muy de cerca en toda la región de África Occidental. Esto se debe a que los mismos procesos están teniendo lugar en un país tras otro. Condiciones similares tienden a producir resultados similares.
Las autoridades de Nigeria han cerrado el acceso a Internet y han acusado a un ex primer ministro de intentar derrocar al gobierno tras las controvertidas elecciones del mes pasado. En Chad, las fuerzas de seguridad se enfrentaron a tiros en la casa del principal candidato de la oposición, en la que murió su madre, antes de las elecciones del próximo mes. En Benín, donde también se celebran elecciones en abril, los candidatos de la oposición han sido ilegalizados gracias a un reciente cambio en la ley electoral.
Todos estos países sufren los mismos problemas políticos, económicos y sociales. Lo que estamos viendo hoy en Senegal podría extenderse al resto de África Occidental, dando lugar a una ola revolucionaria en la región que podría barrer con todos los podridos regímenes actualmente en el poder y sus benefactores imperialistas.