Traducido para Rebelión por Rocío Anguiano
Cuando se creó el Partido Comunista Francés (PCF) en 1920, en Tours, Francia todavía era una gran potencia colonial, con territorios en África, en Extremo Oriente y en otros sitios. Para unirse a la Internacional Comunista, el PCF tuvo que aceptar las famosas 21 condiciones, una de las cuales, la octava, exigía:
«Cualquier partido que sea miembro de la III Internacional tiene la obligación de denunciar sin miramientos las proezas de los imperialistas de «su» país en las colonias, de apoyar, no solo de palabra sino con hechos, todo movimiento de liberación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópolis, de infundir en el corazón de los trabajadores del país sentimientos de verdadera fraternidad hacia la población trabajadora de las colonias y hacia los pueblos oprimidos y de mantener entre las tropas de la metrópoli una continua labor de propaganda contra todo tipo de opresión de los pueblos coloniales».
En Argelia y en Túnez, existían secciones del Partido Socialista (SFIO), y tras la escisión de Tours se formaron secciones del PCF. Las tres federaciones departamentales de Argelia se pronunciaron a favor de la adhesión a la Tercera Internacional, con 34 de los 41 votos. Pero, según Jacob Moneta, en África del Norte al igual que otros países coloniales, «el movimiento comunista… solo era una prolongación del PCF. Estaba formado por franceses que vivían en el país y el número de miembros autóctonos era poco representativo. Además, desempeñaban en la organización funciones poco importantes» [1]. Según Charles-Robert Ageron, «las secciones de Argelia estaban formadas esencialmente por pequeños funcionarios (empleados del ferrocaril, de correos y enseñanza), pero también había obreros y empleados así como estibadores y pequeños colonos» [2].
Las condiciones aceptadas en Tours no sirvieron para transformar los partidos comunistas del Magreb. El 24 de septiembre de 1922, se presentó un informe en el II Congreso Interfederal Comunista de África del Norte que fue aprobado por unanimidad [3].
El informe consideraba que el texto de la octava condición era » demasiado general » y olvidaba las » condiciones específicas » de los distintos países. En Argelia, había que reconocer que «lo que caracterizaba a la población indígena era su ignorancia. Este era, ante todo, el principal obstáculo para su emancipación». En particular, » el fatalismo y el fanatismo religioso » entre el proletariado musulmán se explicaba por » la influencia de los marabúes y de las hermandades religiosas sobre una masa totalmente ignorante y cautivada por lo prodigioso «. Por otra parte, los proletarios musulmanes no reconocían en absoluto la igualdad de la mujer y » la propia mujer árabe se negaba a asumir lo humillante de su situación «. Además, los sindicatos indígenas eran «prácticamente inexistentes».
En esta lamentable situación, «la emancipación de las poblaciones indígenas de Argelia solo podrá ser el resultado de una revolución en Francia». Por lo tanto, el objetivo de los comunistas en Argelia no era apoyar un movimiento revolucionario entre la población indígena: «La propaganda comunista directa entre los indígenas argelinos de los poblados es en la actualidad inútil y peligrosa. Es inútil porque estos indígenas no han alcanzado todavía un nivel intelectual y moral que les permita acceder a las ideas comunistas». Así que la prioridad era la actividad entre los europeos sindicados: «Por lo tanto, el primer objetivo a alcanzar es educar a los europeos antes de emprender directamente la educación social del proletariado indígena».
El informe provocó diversas respuestas. Hadjali Abdelkader, un argelino que vivía en París y que sería el fundador junto con Messali Hadj de la Étoile Nord-Africaine, replicó que había que darse cuenta de que » en todas las colonias los trabajadores indígenas, gracias a la Revolución Rusa, se despiertan y empiezan a unirse y a buscar su camino para lograr romper sus cadenas «. El PCF debía así «hacer propaganda y campañas de afiliación entre los indígenas y, para conseguirlo, debía tomar como base las reivindicaciones directas de los indígenas «. Y terminaba insistiendo: «Es hora de que el Comunismo ya no se ciña a algunos europeos diseminados por las colonias, mientras que se deja de lado a millones de proletarios indígenas que nos tienden la mano»[4].
En el cuarto congreso de la Internacional Comunista, León Trotsky condenó con desdén las posturas de los comunistas argelinos: «¡No podemos tolerar dos horas ni dos minutos que haya camaradas con mentalidad de esclavistas que desean que Poincaré les mantenga en las bondades de la civilización capitalista!» [5].
La tercera respuesta -que reproducimos más adelante- la dio Robert Louzon. El nombre de Louzon es poco conocido hoy. Ni estalinista, ni trotskista, tuvo pocos sucesores que pudieran mantener vivo su recuerdo. Pero fue un revolucionario admirable, que hablaba de un tema que le interesaba especialmente.
Louzon, que nació en 1882, estudió para ingeniero de gas [6]. Se afilió al Partido Obrero Socialista Revolucionario en 1900, pero enseguida le atrajeron las ideas sindicalistas. En 1906, prestó dinero a la CGT para la compra de su inmueble en la calle de la Grange aux Belles. lo que le provocó su despido de la Sociedad del Gas de París en donde trabajaba como ingeniero. Participó desde el principio en las reuniones del núcleo de la revista Vie ouvrière , junto a Pierre Monatte y Alfred Rosmer.
En 1913, se fue a Túnez, donde se hizo cargo de una explotación agrícola. Luchó en la guerra de 1914-18 como capitán de los zuavos y después regresó a Túnez. En 1919, se afilió a la sección tunecina del Partido Socialista, que votó, tras el congreso de Tours, la adhesión a la Internacional Comunista. Louzon fue secretario de la Federación Comunista tunecina.
Hacia finales de 1921, la federación tunecina editó un periódico en lengua árabe, el primer diario comunista que se publicaba en ese idioma. Para Louzon, este fue un proyecto muy importante y así escribía a su amigo Amédée Dunois: «Aquí existe un amplio movimiento de reivindicaciones nacionales. Este movimiento alcanza a todas las capas de la población y es, en su conjunto, muy favorable al Partido Comunista, al que considera el único partido realmente comprometido con la emancipación política de los indígenas. Pero se trata de un movimiento nacional, por lo tanto difuminado, que incluye, junto a elementos feudales diferenciados, elementos proletarios igualmente diferenciados y, sobre todo, una gran masa campesina formada por aparceros quinteros, verdaderos siervos atados a la tierra que se mueren de hambre. Por lo tanto, hay que aprovechar al mismo tiempo el estado general de agitación creado entre la población indígena por esa propaganda nacional y la simpatía de la que goza el Partido Comunista para crear, dentro del movimiento indígena, un movimientos de clase manifiestamente obrero y campesino [7]. Cuando se trataba de propaganda comunista entre los indígenas, Louzon sabía de qué hablaba.
Pero si Louzon era consciente de la importancia de un diario en lengua árabe, las autoridades francesas también se dieron cuenta de ello. Al cabo de ocho días, el periódico fue prohibido. Durante diez días se lanzaron nuevos diarios en árabe, cada día con un nombre distinto; todos fueron prohibidos de inmediato. Después, un decreto supeditó cualquier aparición de un periódico en árabe a una autorización previa.
En 1922, tras la publicación de un folleto y de un poema en árabe, Louzon fue acusado de «ataque a los derechos y poderes de la República Francesa en Túnez». Fue condenado a seis meses de cárcel, y después se le expulsó de Túnez y entró como redactor en L’Humanité. Pero dos años más tarde dimitió de PCF, tras la exclusión de sus amigos Pierre Monatte y Alfred Rosmer.
En agosto de 1936, viajó a Marruecos con el fin de entrar en contacto con los marroquíes de los comités de acción para que intentaran impedir que Franco reclutara árabes en el Rif. Y luego , con casi cincuenta años, luchó durante algunos meses en el frente al lado de los republicanos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, formó parte del núcleo de la Revolución Proletaria. Durante la guerra fría, tuvo desacuerdos con su viejo amigo Rosmer. Pero en 1960, movido por los mismos principios revolucionarios de 1922, firmó junto a Rosmer el Manifiesto de los 121: «Respetamos y creemos justificada la negativa a coger las armas contra el pueblo argelino. Respetamos y creemos justificada la conducta de los franceses que consideran que es su deber ayudar y proteger a los argelinos oprimidos en nombre del pueblo francés. La causa del pueblo argelino, que contribuye de forma decisiva a acabar con el sistema colonial, es la causa de todos los hombres libres». Murió en 1976.
El artículo de Louzon, titulado «Una vergüenza», fue una respuesta mordaz al informe aprobado por el Congeso Interfederal. Pero al releerlo hoy en día, lo que llama sobre todo la atención es su actualidad. Los argumentos del informe han sobrevivido. Los utilizaba Guy Mollet cuando defendía la presencia francesa en Argelia y se oyen todavía hoy entre los partidarios de la guerra de Afganistán.
La distinción hecha por Louzon sigue siendo esencial: «No existe semejanza entre el nacionalismo de un pueblo opresor, cuyo nacionalismo consiste en oprimir a otro pueblo, y el nacionalismo de un pueblo oprimido, cuyo nacionalismo solo pretende deshacerse del pueblo opresor». Era cierto en Argelia y en Vitenam, es cierto en Irak y en Afganistán.
Louzon respondió muy claramente a los que hablaban de la «ignorancia» de la población indígena de Argelia. No se podía contar con la «tutela» francesa para ocuparse de la educación. … Treinta años más tarde, en 1950, según las estadísticas de la UNESCO, había un 90% de analfabetos entre la población musulmana de Argelia [8]. Pero además , recordaba que los franceses de 1789 no necesitaron saber leer para hacer la revolución.
Todavía hoy, se habla mucho del «fanatismo» islámico. Pero, como nos recuerda Louzon, no hay que olvidar el fanatismo cristiano, aún muy potente en el mundo. Además, muchos de los que, en general, apenas se preocupan por la opresión femenina en la sociedad occidental, aseguran que la guerra de Afganistán liberará a las mujeres.
Y cuando Louzon nos dice que el comunista «no debe creerse superior al indígena porque lleve sombrero en lugar de fez», es muy dificil no pensar en aquellos que se creen superiores a quienes llevan el hijab o el burka.
Robert Louzon era un representante de una tradición internacionalista que es por lo menos tan importante hoy como en 1922.
(*) Ian H. Bichall ha enseñado francés durante mucho tiempo en la Middlesex University. Es autor, entre otros de The Spectre of Babeuf (1997). Próximamente aparecerá en las ediciones La Fabrique: Satre et l’extrême gauche française (septiembre de 2011)
*****
Una vergüenza
Robert Louzon
El Bulletin Communiste ha publicado, en uno de sus recientes números, un informe sobre la cuestión colonial que fue presentado en un Congreso Interfederal de África del Norte y salió aprobado según parece por la unanimidad de los delegados que asistieron al Congreso.
Este informe es una vergüenza para el presunto comunista que lo ha redactado y para aquellos que, sin haberlo leído detenidamente, espero, lo han votado.
Si el Partido Comunista no eleva contra este informe una enérgica protesta, se situará, según la propias palabras del Congreso de la Internacional, entre los esclavistas.
El punto clave del informe es la voluntad manifiesta de mantener a los pueblos colonizados bajo el yugo de las naciones colonizadoras.
Ya en las primeras linea se dice » Hay pueblos oprimidos que están ya en condiciones de alcanzar la soberanía y otros que no lo están «, » hay pueblos bajo tutela que ya son capaces de gobernarse y otros que todavía no lo son «. Y como refleja el resto del informe, dado que, para su autor, los indígenas de Argelia entran en la segunda categoría, la de los pueblos que no están » en condiciones de alcanzar la soberanía «, que deben seguir » bajo tutela » la conclusión práctica es que la burguesía capitalista francesa debe seguir reinando sobre las masas indígenas de África del Norte y seguir imponiendo su » tutela » -si es necesario por las armas- en caso de que intenten rebelarse.
Es la legitimación más vergonzosa de la situación que existe actualmente, es la condena más significativa de los esfuerzos hechos por los indígenas de todos los países colonizados, tanto en Argelia como en otros sitios, para emanciparse del yugo que el capitalismo occidental les impone, es la proclamación del derecho, para la burguesía de las naciones industriales, a llevar a cabo la » acumulación primitiva » mediante la expropiación de los pueblos agrícolas que todavía no están sometidos al sistema capitalista.
Todo ello, además, oculto bajo la misma fraseología hipócrita que utiliza siempre la burguesía para encubrir los intereses materiales que la guían. Si les sometemos es «con el fin de ofrecer a los pueblos colonizados educadores humanos y desinteresados». Esto aparece en todos los discursos oficiales… ¡y en ese informe de un Congreso Comunista!
Una vez planteado el derecho a la dominación, hay que justificarlo. El delegado de Argel se afana en ello retomando los lamentables tópicos que configuran la tesis habitual de las conversaciones de café entre los elementos más retrógrados de la burguesía europea de Argelia. Lo hace sin darse cuenta de que lo que dice sobre los indígenas se puede aplicar exactamente igual a los franceses.
La masa indígena,dice, es ignorante. En algunas regiones, como por ejemplo la Cabilia, eso es falso. En otras, no.
¿Pero es que la masa francesa es culta? ¿Cuántos franceses sabían leer cuando se instauró el sufragio universal? En el 89 o incluso en el 48 no había muchos más franceses que supieran leer que los que saben hacerlo hoy en Argelia; ¿el autor del informe considera entonces que el pueblo francés no estaba preparado para la » soberanía» y que debería haber permanecido bajo la » la tutela » de un monarca o de un pueblo extranjero?
En la actualidad, según el senador M. Roustan, » de los 437 000 reclutas franceses, 150 000 ya han comprendido [que han recibido] una formación totalmente insuficiente» . ¿Es que el autor del informe va a aconsejar que el pueblo francés se someta a » la tutela » del pueblo alemán, cuya formación es muy superior?
El informe señala a continuación » el influjo de los marabúes y de las hermandades religiosas » sobre las mentes de los indígenas. ¿Acaso ignora la influencia de los curas y frailes sobre la mente de la mayoría de los franceses? ¿Ignora que se cuentan por centenares de miles los que peregrinan cada año a Lourdes o a otros sitios? ¿Acaso no se dio cuenta de que, durante la guerra, eran relalmente raros los soldados franceses que no llevaban algún amuleto y que, cuando resultaban heridos, rechazaban los ejercicios de exorcismo de los capellanes?
La igualdad del hombre y la mujer no existe entre los indígenas. Es cierto. Pero ¿existe en Francia? Ni en derechos civiles ni en derechos políticos existe igualdad entre los franceses y las francesas.
Y para acabar, ¡el argumento decisivo! según el delegado, la mayor prueba de que los indígenas argelinos necesitaban una » tutela » era que los obreros agrícolas indígenas ¡no estaban sindicados! Pero ¿conoce muchos afiliados entre los obreros agrícolas europeos en Argelia, señor delegado, o en la propia Francia, cree usted que la Federación de Obreros del Campo cuenta con muchos efectivos?
Pero sobre todo, ¿cómo no se acordaron los congresistas de Argel de que hacía más de un siglo que los franceses estaban en Argelia? Y cómo no comprendieron que si, tras un siglo de » tutela «, los indígenas estaban todavía es el estado de atraso que ellos describían es que la » tutela » era un medio de dominación, pero no un instrumento de progreso. Prolongar la tutela solo serviría para mantener el estado de ignorancia y de fanatismo que ellos mismo dibujaban. Para desarrollarse un pueblo necesita no puede estar sometido. La condición no suficiente pero sí necesaria para que un pueblo avance es la independiencia. Mantener a los indígenas en la sumisión es la forma más segura de conservar un alma de esclavo.
Respecto a la acusación de nacionalismo que se hace en el informe contra aquellos indígenas que luchan por la emancipación política de su raza, esta se apoya en un vergonzoso sofisma. Es un sofisma que equipara a todos los nacionalismos. No existe semejanza entre el nacionalismo de un pueblo opresor, cuyo nacionalismo consiste en oprimir a otro pueblo, y el nacionalismo de un pueblo oprimido, cuyo nacionalismo solo pretende deshacerse del pueblo opresor. No hay semejanza entre el nacionalismo del inglés que quiere seguir gobernando Irlanda y el nacionalismo irlandés que quiere gobernarse a sí mimo. En el primer caso, nacionalismo significa imperialismo, en el segundo significa independencia.
Quien, para legitimar el imperialismo de su pueblo, denuncia como nacionalismo la voluntad de independencia del pueblo al que oprime muestra una hipocresía repugnante.
¡Hablemos claro!
Un comunista debe tener una mentalidad comunista, no una » mentalidad argelina «. No debe creerse superior al indígena porque lleve sombrero en lugar de fez o porque invoque el nombre de Jesús en lugar del de Alá; debe darse cuenta de que frente al indígena es un» privilegiado » cuyos privilegios solo reposan, en última instancia, en la fuerza de las bayonetas, que su situación de ciudadano francés le coloca respecto al indígena en la misma posición de » explotador » que tiene su patrón respecto a él y eso debe generar mucha modestia. Eso, sobre todo, debería impedir que se utilicen para combatir los esfuerzos de emancipación política de los indígenas los mismos argumentos de » ignoracia «, » incapacidad «, etc. que utiliza la burguesía para combatir sus propios esfuerzos de emancipación social.
El comunismo es la lucha por la emancipación de los trabajadores, de todos los trabajadores, no someter a una parte de ellos a la » tutela » de un proletariado o de un capitalismo extranjero. No tendrá nada en común con el comunismo la política que pretendiera alcanzar un aumento de los beneficios y privilegios para los funcionarios franceses de África del Norte, tan orgullosos de llevar falso cuello y de haber ido a la escuela.
Publicado en el Bulletin communiste: organe du Comité de la Troisième Internationale, París, 1920-1933, Biblioteca Nacional de Francia, Departemento de Filosofía, Historia, Ciencias Humanas, 4 LC2 6655.
[1] Jacob Moneta, Le PCF et la question coloniale , François Maspero, 1971, p. 17. [Esta selección de documentos es especialmente útil para entender la historia del PCF].
[2] Charles-Robert Ageron, » Les communistes français devant la question algérienne de 1921 à 1924 «, Le Mouvement social, n° 78, enero-marzo, 1972, p. 32. [Cet article est fondamental pour comprendre le contexte du débat.] [Este artículo es fundamental para entender el contexto histórico del debate].
[3] Texto publicado en el Bulletin communiste del 7 y 14 de diciembre de 1922. Una nota en el número del 4 de enero de 1923 señala que C el artículo […] apareció durante el corto periodo de tiempo en que el BC estuvo en manso de los centristas «. Pero como muestra el articulo de Ageron citado anteriormente, es evidente que el artículo reflejaba la opinión de la gran mayoría de los comunistas argelinos.
[4] Bulletin communiste , 14 de diciembre de 1922.
[5] http://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1922/12/lt19221201.htm [Raymond Poincaré era el Presidente del Consejo Francés].
[6] La información biográfica de Louzon está tomada de J. Maitron y C. Pennetier, Dictionnaire biographique du mouvement ouvrier français , tomo XIII, Éditions ouvrières, 1975.
[7] Amédée Dunois, «Le communisme en Tunisie», L’Humanité, 24 de marzo de 1922.
[8] Francis Jeanson, La Révolution algérienne , Feltrinelli, 1962, p. 29.