Las y los empleados de una fábrica de ropa en el delta del Nilo, en huelga desde hace un mes, volvieron gradualmente al trabajo el jueves 19 de septiembre. Exigían la aplicación del salario mínimo, introducido esta primavera por el presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sissi. Solo han obtenido un aumento parcial, pero se enfrentan a una represión sin precedentes en un contexto económico irrespirable.
Con una complexión de luchador bajo su mono azul de trabajo, antebrazos grandes como barriles y voz cavernosa, Hisham El Bana parece sacado directamente de una novela de Émile Zola sobre la condición obrera. Sin embargo, nada lo predestinaba a ello. Con un máster en derecho, empezó a trabajar como técnico químico para la empresa Samnud Textiles hace 31 años. En esta fábrica situada en la región de Gharbiya, en el corazón del delta del Nilo, se encarga del teñido de la ropa que luego se venderá en Egipto, Turquía o Rusia.
Gracias a su antigüedad es uno de los trabajadores mejor pagados de la fábrica, con 3.500 libras al mes, es decir, 64,80 euros. Pero estos ingresos no permiten competir con la inflación galopante. “Solo en transporte para llegar a la fábrica, pago al menos 600 libras (11,1 euros) al mes. A esto se suma el alquiler, el material escolar de los niños y la comida”, enumera. En un año, el precio de los alimentos básicos se ha triplicado al menos: ahora se necesitan 35 libras (0,65 euros) por kilo de tomates, 50 (0,93 euros), el de plátanos y 160 (casi 3 euros) el de pollo. En estas condiciones, es imposible mantener a su familia, incluso añadiendo a su salario el de su esposa.
Una situación insoportable: “Estoy roto y prefiero ir a la cárcel antes de que mis tres hijos me vean así”, explica en una conferencia de prensa organizada en El Cairo por varios sindicatos. Hisham El Bana habla con conocimiento de causa. Acaba de pasar 18 días detenido, en una celda de 20 metros cuadrados, abarrotada con otros 25 detenidos, sin camas ni colchones. ¿Su crimen? Haber lanzado el 17 de agosto de 2024 un movimiento de huelga en Samnud Textiles para exigir el establecimiento del salario mínimo de 6.000 libras (111 euros).
“Tenía la impresión de ser Bin Laden”
Esta medida había sido decidida por el presidente Abdel Fattah Al-Sissi en abril de 2024, tras una movilización obrera. Cuando los 7.000 empleados de la cercana fábrica de Malhalla se declararon en huelga para exigir que una medida similar anunciada para el sector público en febrero se aplicara, también, al sector privado. Ganaron el caso, pero esta revalorización salarial solo se ha implementado parcialmente desde su entrada en vigor oficial el 15 de mayo.
Los precios, por su parte, siguen disparados. En agosto, la tasa de inflación seguía siendo del 26,2%. Una cifra estable desde hace 5 meses, cuando el anuncio de inversiones gigantescas por parte de los países del Golfo, así como de préstamos masivos del Fondo Monetario Internacional (FMI) permitieron al gobierno devaluar la libra egipcia y hacer así implosionar el mercado negro. Pero si bien las empresas internacionales respiran mejor, la situación de los hogares sigue siendo extremadamente complicada.
En Samnud Textiles, la huelga fue pues ampliamente seguida. Una semana después del inicio del movimiento, Hisham El Bana fue detenido. “Un importante dispositivo policial vino a buscarme a mi casa, a las tres de la mañana, delante de mi familia. ¡Me sentí como si fuera Bin Laden! ”, se ríe el huelguista. Otros ocho rebeldes, incluidas mujeres, también están detenidos, por motivos oscuros. Malek Adli, director del Centro Egipcio de Derechos Sociales y Económicos (ECESR) detalla:
“Dado que el derecho de huelga está garantizado por la Constitución egipcia, los trabajadores son objeto de acusaciones no directamente relacionadas con la huelga: reunión ilegal, ataque a los beneficios de su empresa o incluso ataque a la economía nacional”.
A pesar de estas detenciones y la congelación de sus salarios, los trabajadores, la mitad de los cuales son trabajadoras, continuaron con el movimiento de huelga. El 31 de agosto, decidieron ocupar la fábrica. Bajo su presión, la dirección de la empresa propuso un aumento mensual de 200 libras (3,70 euros). Lo rechazaron. “Normalmente, cuando hay una huelga, se llega a un acuerdo y se libera a las personas detenidas”, explica Hisham El Bana. Por primera vez, no fue así”.
Represión inédita
En este bastión del sindicalismo, el baile de las huelgas y las negociaciones salariales es un hábito, pero la precariedad actual ha cruzado un umbral sin precedentes. “Para estos trabajadores, y especialmente para estas trabajadoras, es una cuestión de vida o muerte”, ilustra Eman Ouf, periodista egipcia que visitó la zona. Ella explica:
“La mayoría de ellas están divorciadas o con un marido que trabaja como jornalero. En ambos casos, son la única fuente estable de ingresos del hogar, y con su salario actual, la situación es insostenible”.
Todo ello en difíciles condiciones de trabajo: sin aire acondicionado, sin ventilación, prohibición de salir de la fábrica, incluso para ir a comprar comida.
Desde su visita a la fábrica, la represión se ha fortalecido. Eman Ouf explica:
“Ahora hay una mayor presencia policial dentro y alrededor de la empresa, informa. Las empleadas están aterrorizadas. Algunas de ellas, con las que estaba en contacto diario, ya no quieren responder a mis mensajes, por miedo a ser detenidas. Los dirigentes de la empresa intentan reconocer la voz de quienes se han expresado en la radio o la televisión”.
¿Por qué tal nivel de represión? Khaled Ghris, jefe del departamento de libertades sindicales de la Confederación Sindical Internacional (CSI) árabe, resume:
“Lo que ocurre en las fábricas de Gharbiya tiene un impacto en todo el país. Ya en 1994, las huelgas masivas fueron reprimidas violentamente. Y en 2011, la cercana fábrica de Malhalla fue una de las primeras chispas que llevaron al derrocamiento del presidente Hosni Mubarak (1981-2011). Desde entonces, el destino de estos trabajadores es examinado de cerca y sirve de referencia para comprender el estado de las relaciones entre las autoridades y la sociedad”.
La huelga de Samnud Textiles se enmarca en un contexto de reflujo sindical. Según un recuento de la CSI, el número de sindicatos independientes en Egipto pasó de 1.500 en 2018 a 150 en 2024. Lo que hay detrás es una reforma de la ley de sindicatos, firmada por el presidente en 2019, que hace obligatoria la formación de al menos diez comités, cada uno compuesto por al menos quince miembros. Por lo tanto, se necesitan al menos 150 miembros para crear un sindicato. “Estas disposiciones tienen como objetivo reducir el pluralismo sindical y fortalecer el principal sindicato que se considera cercano al poder, la Egyptian Trade Union Federation/Federación Egipcia de Sindicatos (ETUF). Así, la protesta obrera es mesurada ”, continúa Khaled Ghris.
Empresa semipública
Una de las especificidades de la empresa Samnud Textiles se refiere a su estatus híbrido de “sector empresarial público”, es decir que es semipública. Un poco más de la mitad de las acciones están en manos del Banco Nacional de Inversiones (NIB). Según Khaled Ghris, este estatus híbrido permite “privatizar en dos etapas, para crear menos resistencia. Es muy probable que dentro de 5 a 10 años, la empresa esté totalmente en manos del sector privado». Esto formaría parte del movimiento de privatización y ventas que realiza el Estado egipcio, impulsado en este sentido por el FMI, que condiciona su ayuda financiera masiva -y vital- a una «liberalización» acelerada de la economía del país.
En este caso, este estado híbrido es un problema. De hecho, la nueva ley sobre el salario mínimo prevé un régimen de excepción para el sector privado, con la posibilidad de no aplicar la nueva escala salarial. Las empresas deben entonces presentar una solicitud al Ministerio de Planificación y demostrar que no obtienen ningún beneficio. Desde la entrada en vigor de la ley, el ministerio ha recibido 3.300 solicitudes de exención, incluida la de Samnud Textiles.
Sin embargo, la ministra de Planificación, Rania Al-Mashat, también es miembro del consejo de administración del Banco Nacional de Inversiones que, recordemos, posee más de la mitad de las acciones de Samnud Textiles. “En otras palabras, debe transmitir la solicitud… y decidir el resultado. Ella es juez y parte ”, señala Mahienour Al-Massry, abogada especializada en la defensa de los derechos humanos. Contactada al respecto, la empresa Samnud Textiles no respondió a nuestras preguntas.
Reanudación progresiva del trabajo
Después de un mes de huelga, el trabajo se reanudó gradualmente en Samnud Textiles, a partir del jueves 19 de septiembre al final del día. En un comunicado la empresa acoge con satisfacción el regreso de las operaciones, se compromete a reintegrar a los trabajadores suspendidos y a mejorar las condiciones salariales. Confirma un aumento salarial de entre 100 y 200 libras (1,85 a 3,70 euros), aunque los empleados hayan considerado que este aumento es insuficiente. A modo de comparación, en otra empresa textil de la región que exporta a Europa, el director (que desea permanecer en el anonimato) asegura que remunera a sus empleados al menos 7.000 libras, es decir, casi 130 euros.
Samnud Textiles también se compromete a reintegrar a ocho huelguistas despedidos cuando sean liberados por la policía. Según los sindicatos, esta vuelta al trabajo se ha realizado bajo presión. Varios trabajadores habrían sido amenazados con despidos y detenciones, mientras que las fuerzas del orden siguen muy presentes. El líder de la protesta, Hisham El Bana, en cambio, no será readmitido. En cuanto al veredicto del Ministerio de Planificación sobre la exención del salario mínimo, se espera en las próximas semanas. Según la decisión, es muy probable que la marmita obrera de Gharbiya vuelva a hervir.
Original: Orient XXI, traducción: Faustino Eguberri para viento sur.
Fuente: https://vientosur.info/la-lucha-de-las-y-los-trabajadores-textiles-por-un-salario-digno/