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La lucha por un salario mínimo de 15 dólares

Fuentes: Viento Sur

El 15 de abril, en 200 ciudades de Estados Unidos, decenas de miles de trabajadores y trabajadoras con salarios bajos salieron a la calla a protestar, muchos de ellos manifestándose o realizando sentadas ante los restaurantes de comida rápida de McDonald’s y otros centros con salarios bajos, exigiendo incrementar el actual salario mínimo federal (7,5 […]

El 15 de abril, en 200 ciudades de Estados Unidos, decenas de miles de trabajadores y trabajadoras con salarios bajos salieron a la calla a protestar, muchos de ellos manifestándose o realizando sentadas ante los restaurantes de comida rápida de McDonald’s y otros centros con salarios bajos, exigiendo incrementar el actual salario mínimo federal (7,5 dólares/hora) a 15 dólares.

La movilización se dio el 15 de abril porque es la fecha en la que hay que presentar la declaración de la renta y todo el mundo se fija en sus salarios y en las desigualdades que reflejan.

Aunque la mayoría de la población piensa que los salarios bajos sólo afectan a quienes trabajan en los establecimientos de comida rápida o en los grandes almacenes como Wal-Mart, lo cierto es que también se encuentran en esta situación las trabajadoras de atención domiciliaria, quienes trabajan en el lavado de vehículos o las y los profesores adjuntos en las universidades. Tomando como referencia el 150 % del umbral de la pobreza establecido por el gobierno federal de EE UU, se considera que cerca del 30% del conjunto de trabajadores y trabajadoras cuenta con salarios bajos.

Más de la mitad del total del gasto de los diferentes Estados de EE UU y del propio Estado Federal en programas contra la pobreza va dirigido a familias en las que el sostén de la familia no gana suficiente para hacer frente a las necesidades mínimas. La razón de ello es que el salario en las empresas está por debajo del mínimo vital, por lo que las y los contribuyentes deben subsidiar los ingresos salariales. En conjunto, entre los gobiernos de los diferentes Estados y el gobierno federal se dedican 153 mil millones anuales a ese efecto.

Fue el movimiento Occupy Wall Street, en 2011, quien sacó a la escena pública el tema de las desigualdades. Si bien Occupy y sus seguidores, que organizaron muchas protestas en torno a estos temas, fueron machacados por la represión y prácticamente desaparecieron de la escena pública en 2012, el tema de las desigualdades y de los salarios bajos adquirió un lugar central en el debate público, como nunca lo había tenido durante las décadas precedentes.

Organizaciones empresariales como la U.S. Chamber of Commerce u otras argumentan que el incremento del salario mínimo no afectará a mucha gente debido a que es poca la gente que gana el salario mínimo; que si bien podría mejorar los salarios, no tendría ningún impacto sobre las desigualdades salariales; que disuadiría a las empresas a la hora de contratar más gente e incluso les llevaría a despedir gente o a la quiebra. Los políticos republicanos también se oponen a aumentar la edad mínima para entrar a trabajar argumentando, como las organizaciones patronales, que se traducirá en menos puestos de trabajado para los trabajadores con salarios bajos. Los liberales (Partido Demócrata) y los sindicatos en general argumentan que el incremento de los salarios mejorará las condiciones de vida de la gente, incrementará el consumo y, al final, será bueno para la economía. Sólo algunos sectores de izquierda argumentan que el incremento del salario mínimo y de los salarios en general forma parte de la lucha contra la patronal, a favor de la redistribución de la riqueza a favor de las y los trabajadores y que constituye parte de una lucha más amplia contra el sistema capitalista. Solo algunos sectores de izquierda ven que «la lucha por 15 $» no es más que el primer paso en la construcción de un movimiento obrero militante e independiente.

Más recientemente, con el repentino surgimiento del movimiento Black Lives Matter, hubo intentos de vincular el racismo y la represión policial con otros problemas sociales tales como la falta de puestos de trabajo con salarios dignos, especialmente en las comunidades negras y latinas. Aunque hubo algunas manifestaciones de Black Lives Matter relacionadas con la lucha por un salario mínimo de 15 dólares, el movimiento tuvo una corta duración, por lo menos en una escala masiva y nacional. En consecuencia, han sido los sindicatos quienes han tomado la iniciativa de organizar a la gente con salarios bajos.

La Unión Internacional de Empleados de Servicios (Service Employees International Union-SEIU), uno de los sindicatos más grandes de Estados Unidos, ha sido la principal fuerza de la reciente campaña, aunque también han tomado parte en la misma otros sindicatos, grupos comunitarios y organizaciones socialistas. SEIU y otros sindicatos han gastado decenas de millones de dólares en la campaña que comenzó en Nueva York en 2012, se extendió a 60 ciudades en el verano de 2013 y, en el invierto de 2014, alcanzó a 190 ciudades. A pesar del creciente número de trabajadores y trabajadoras que ha participado en las protestas, el movimiento continúa siendo pequeño y aún no ha logrado extenderse ampliamente entre la gente con salarios bajos. Si bien ha habido algunas huelgas de los trabajadores con salarios bajos en los restaurantes de comida rápida y grandes almacenes, éstas no dejan de ser simbólicas, aunque la participación de los trabajadores en las protestas esté creciendo.

Los sindicatos y la izquierda han visto la campaña a favor de los 15 dólares como una oportunidad para reconstruir el movimiento obrero, después de que fracasaran intentos previos. En las últimas cuatro décadas el movimiento obrero de Estados Unidos ha sido reducido a una caricatura de lo que lo fue antes. Hoy en día en los Estados Unidos sólo el 11,1 % de los trabajadores y trabajadoras está afiliado a un sindicato. Mientras que la tasa de sindicalización en el sector público es del 35,7 %, en el sector privado es sólo del 6,6 %. Ahora bien, los niveles de sindicalización son muy diferentes de un Estado a otro -Nueva York, cuenta con el 24,6 % y Carolina del Norte con el 1,9 %- y en todas partes existe una ofensiva contra los sindicatos. Los Gobernadores y legisladores republicanas impulsan leyes que dificultan la organización de sindicatos, tanto en el sector público como en el privado.

No sólo cae el nivel de afiliación sino que también el número de huelgas: tenemos el menor número de huelgas desde 1947. En 2014 sólo hubo 11 grandes huelgas que implicasen a 1000 o más trabajadores; sólo 34 000 personas se vieron involucradas en las mismas y sólo se perdieron 200 000 días de trabajo. Muy pocos trabajadores y trabajadoras estadounidenses han participado alguna vez en una huelga y son muy reacios a hacerlo. En estos momentos, la lucha de la clase obrera estadounidense está bajo mínimos y se espera que la campaña a favor del incremento del salario mínimo sentará las bases para futuras luchas. Pero por el momento son los ataques de los gobernantes republicanos contra los sindicatos quienes tienen la iniciativa política.

Pero si bien la ofensiva política contra los sindicatos es importante, la raíz del problema se encuentra en los cambios de las políticas económicas y de la política de la patronal. Los Estados Unidos han sufrido una disminución dramática de empleos en la industria manufacturera como producto de una mayor automatización y de la deslocalización de las plantas a otros países, desde México a China. Esos empleos industriales (en empresas con fuerte presencia sindical) estaban entre los mejores pagado del país. Al mismo tiempo, la patronal adoptó políticas de subcontratación para desviar los puestos de trabajo hacia empresas no sin presencia sindical. Por otra parte, también se han contratado mucha menos gente fija a tiempo completo, en beneficio de contratos temporales y a tiempo parcial, con lo que la gente no acumula antigüedad y no goza de los beneficios y las condiciones del empleo regular. Es decir, en los Estados Unidos, como en tantos otros países, el empleo precario ha crecido mientras que el empleo estable ha disminuido.

Así pues, mientras que el salario mínimo federal y estatal son un problema, el mayor problema es que, debido a la pérdida de empleos industriales y la disminución de la representación sindical, durante las últimas décadas la gran mayoría de los salarios en EE UU han permanecido estancados, a pesar de que la productividad ha aumentado enormemente. Como resultado de ello, mientras que en la década de los años 70 la masa salarial representaba alrededor del 50 % del PIB, en la actualidad sólo representa el 40%.

¿Cómo ha sobrevivido la gente en EE UU si sus salarios se han estancado? En gran parte a través del incremento de las hipotecas, de deuda familiar, de préstamos para la compra de automóviles y de la utilización de la tarjeta de crédito, aunque esta última se ha reducido a partir de la crisis de 2008. Actualmente, la deuda total de los hogares es de 11,52 billones dólares. No es sorprendente que las y los estadounidenses tengan más deuda que ahorros. La deuda de las y los estudiantes creció de forma vertiginosa en la última década y ahora el promedio por graduado es de 30 000 dólares. La matrícula universitaria en las universidades estatales cuesta 9 139 dólares/anuales, mientras que en las escuelas privadas el promedio para el curso 2014-15 fue de 31 321 dólares. Las universidades privadas de élite pueden costar hasta 50 a 60 000 dólares por año. Es evidente que los estudiantes que se matriculan en la universidad queriendo autofinanciarse trabajando como camareros o en hamburgueserías ya no puede hacerlo, al menos no con un salario de 8 dólares por hora. Por eso, muchos estudiantes se han convertido en defensores del movimiento por los 15 dólares como salario mínimo por hora.

SEIU, otros sindicatos y los grupos comunitarios que participan en el movimiento a favor de 15 dólares/hora, lo ven como una forma de revitalizar el movimiento obrero, o preparar el terreno para futuras luchas, para reforzar la organización, para formar activistas, y destacar líderes. También ven la lucha por los 15 dólares como la vía para la construcción de una amplia base de apoyo hacia las y los trabajadores entre el público en general. Las encuestas de opinión muestran que el 75 % de la población estadounidense apoya el aumento del salario mínimo a 12 dólares/hora. La previsión de los sindicatos parece ser correcta por el momento: a pesar de que el número de trabajadores involucrados en el movimiento sigue siendo pequeña, miles de trabajadores y trabajadoras han sido tocadas por el movimiento y el público en general ha comenzado a cambiar su opinión.

La lucha a favor de los 15 dólares plantea un verdadero problema al Partido Demócrata. El ala izquierda del partido, liderado por el alcalde de Nueva York Bill de Blasio y el senador de Massachusetts Elizabeth Warren, ha argumentado que hay que hacer algo para detener la disparidad de ingresos. Pero el ala izquierda no tiene un candidato presidencial. Hillary Clinton, que es casi seguro que será la candidata del Partido Demócrata, habla con la boca pequeña contra la desigualdad de ingresos y la lucha por mejores salarios. Pero, después de las elecciones primarias tendrá que moverse hacia el centro con el fin de ganar los votos de la mayoría de los demócratas y de los independientes.

Hilary Clinton utilizará la desigualdad de ingresos y las cuestiones salariales para ganar el apoyo de los afroamericanos, latinos y los trabajadores blancos con bajos salarios, y los sindicatos de la AFL-CIO le proporcionarán la base social para llegar a las urnas. Pero su compromiso con estas cuestiones puede terminar tan pronto se den las primarias del Partido Demócrata y seguramente terminará del todo con la elección general. Aún así, es cierto, que Clinton y los demócratas cumplirán la promesa de Obama de aumentar el salario mínimo a 12 dólares en 2020, mientras que los republicanos no harán nada para mejorar la vida de las y los trabajadores. Entre tanto, la lucha a favor de los 15 dólares puede ser el comienzo de un importante movimiento de trabajadores, si bien aún no es lo suficientemente grande y fuerte y sin duda lo suficientemente independiente para cambiar esta dinámica fundamental de la política de la clase obrera estadounidense. Es decir, que al final, las y los trabajadores serán guiados por los sindicatos a votar por uno de los partidos de la patronal.

Traducción: VIENTO SUR

Dan La Botz es un veterano activista sindical, periodista y miembro de la organización socialista estadounidense Solidarity.

Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article10023