Traducción de Ana Martínez Huerta
«Nos encañonaban con el kalashnikov, no podíamos hacer preguntas. Subimos al container sin saber ni siquiera donde nos estaban llevando». Arrestados en los barrios africanos de Trípoli por soldados de Gadafi y obligados por la fuerza a embarcarse hacia Lampedusa. El billete es gratis, regalo del régimen. Todo lo contrario de un viaje de esperanza, las travesías del Mediterráneo se parecen cada vez más a una auténtica deportación en masa de los africanos de Libia. Organizada sitemáticamente por las fuerzas armadas de la dictadura. Un sistema ya rutinario que ha conseguido expulsar a 14000 personas en tres meses. La idea es sencilla: usar los cuerpos de hombres, mujeres y niños como represalia clara contra los bombardeos en Libia. Con un detalle escalofriante, que lo dice todo de las relaciones entre Italia y Libia. Los camiones usados en las redadas son los que Italia le regaló al coronel Gadafi en los tiempos de las devoluciones de emigrantes. Antes los usaban para deportar al desierto a los africanos rechazados en el mar. Hoy no han hecho más que invertir el sentido de la marcha.Y en vez de deportarlos al Sahara los deportan a Italia.
Kingsley pertenece a la comunidad camerunesa de Misratah. Vivió el asedio bloqueado durante semanas en un barrio escenario de duros enfrentamientos armados entre militares y rebeldes. Cada noche disparaban y cuando no combatían era todavía peor. Porque los militares borrachos subían a por las mujeres. En Italia, Kingsley no había pensado jamás. Quería ponerse a salvo con su familia. Pero había elegido Egipto como refugio . Lo intentó dos veces. Pero siempre fue rechazado por los militares de Gadafi. Los mismos que la noche de 26 de marzo organizaron la caza y captura de los africanos de Misratah.
«Fuimos de los primeros en ser sacados de nuestras casas . Al principio en el camión éramos pocos. Al final éramos unos doscientos. Encerrados a oscuras. De pie, pegados unos a otros. Hacía calor, olía mal y los niños lloraban».
Aquella noche de la ciudad salió un convoy completo. Kingsley contó el numero de los transportes durante un alto en el desierto. Tres camiones container, escoltados por tres carros blindados del ejercito y tres todoterreno con grandes antenas para las comunicaciones por radio y banderas verdes de Gadafi al viento. Por lo menos quinientas personas, todas sacadas a la fuerza de sus casas. Por el camino el convoy se fue alargando. Dos camiones se agregaron en Trípoli y un tercero en Sabrata. Así que una vez llegados a su destino Kingsley contó seis camiones. Por lo menos 900 personas descargadas a prisa de los container y encerradas en un área controlada por los militares
«Permanecimos allí un mes y cinco días. Era una vieja casa insegura, fuera de la ciudad de Zuwara. Había militares por todos lados. Llevaban el brazalete verde en el brazo, eran militares de Gadafi. Estoy seguro. Dentro estaríamos unos 1500 y muchos eran niños. ¡No te puedes imaginar la suciedad! Cada día llegaban nuevos camiones y se iban otros. Comprendimos que nos iban a llevar a Italia. Un día nos llevaron al puerto de Zuwara, de noche. Pero tuvimos que esperar al alba para partir porque había aviones de la OTAN que sobrevolaban la ciudad. Y los militares nos habían ordenado que nos escondiéramos. Al día siguiente nos dividieron: 320 en una barca y 280 en otra. Teníamos miedo de morir en el mar, pero no teníamos elección, nos encañonaban con sus fusiles».
Aquel día era 27 de abril. Veinticuatro horas después, del puerto de Janzour en Trípoli salió una tercera barca con 350 pasajeros. Entre ellos estaba Ruby, un ghanés de Trípoli, su mujer y su hijo de 13 meses.
«No queríamos venir a Europa. Me da terror el mar. Nos trajeron a la fuerza. Eran militares de Gadafi, los reconocí por la bandera verde, estoy seguro. Fue peligrosísimo, estaban armados, llegaron a casa y nos obligaron a subir a un camión. Dentro de un container, como los de los cargueros».
El puerto de Janzour se encuentra al oeste de Trípoli, en la periferia. Y junto al puerto de Zuwara es una de la principales escalas utilizadas por el régimen libio en operaciones de desembarco. Y como en Zuwara, también en Janzour existe un campo donde a los africanos se los mantiene como prisioneros, vigilados por los militares, hasta su deportación a Italia.
Lazhar pasó allí dos semanas y tres días. Es marfileño y vivía en Misratah con su mujer y su hijo de tres años. De la ciudad bajo asedio los tres lograron escapar el 6 de abril, pagando a un conductor libio que los llevó hasta el centro histórico de Trípoli, la vieja medina. Allí algunos días después cogieron un taxi para el aeropuerto, desde donde les habían dicho que salían los autobuses directos a la frontera tunecina para evacuar a los refugiados. El taxista sin embargo, sin decirles nada, los llevó directamente a Janzour.
«El campo está al lado del puerto. Lo llaman Sab’atash, es decir el campo 17. Discutí con el taxista, quería ir al aeropuerto, pero no hubo manera de hacerlo entrar en razón. No tenía ni la más mínima intención de venir a Europa. Porque para venir a Europa lo primero que hace falta es tener un visado en el pasaporte, ¡no puedes entrar así como así! De verdad que nunca lo había pensado. Lo que yo tenía en mente era trabajar mucho y mandar a la escuela a mi hijo para que estudiase. Pero finalmente tuvimos que hacer lo que decían los militares. A continuación entramos en el campo, y encontramos dentro centenares de personas llevadas hasta allí de toda Libia».
Su barca partió el 27 de abril a las cinco de la mañana, con una carga de 503 personas. Antes de partir, los militares en el puerto bromeando les dijeron que había sido Gadafi el que había dado la orden de que todos los africanos tenían que ir a Italia. Y sin pagar. Y en efecto Lazhar, su mujer y su niño no pagaron un céntimo. Como tampoco lo hicieron la familia de Kingsley ni la de Rubi. Un último gesto de magnimidad del coronel. La muerte en el mar la regala el régimen.
http://fortresseurope.blogspot.com/2011/05/deportati-in-italia-dietro-gli-sbarchi.html