El 8 de mayo de 1945 supuso un antes y un después en la historia de Argelia. En esa fecha, una manifestación convocada para celebrar el final de la Segunda Guerra Mundial desembocaría en una matanza tras el asesinato de un muchacho que enarbolaba una bandera argelina, prohibida por las autoridades francesas. Tras ello, se desató una brutal represión que causó miles de muertos.
Acababa de anunciarse el fin de la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que había desgarrado al mundo y había causado millones de muertos. Por fin se había acabado el horror. En todas partes se sucedían las celebraciones. El 8 de mayo de 1945, miles de argelinos, movilizados por los franceses, salieron en tromba a las calles de varias ciudades como Setif, Guelma y Kherrata, para celebrar la victoria de los aliados. Pero lo que debía ser un día de alegría acabó convirtiéndose en una auténtica masacre (aunque el gobierno francés lo calificaría ante el mundo como unos «simples disturbios»).
CIUDADANÍA FRANCESA
El hambre, el desempleo y la miseria eran el pan de cada día para la población argelina, que malvivía rodeada de unos 800.000 colonos franceses que eran los dueños de las mejores tierras de cultivo. Estos colonos habían desplazado a miles de campesinos argelinos que sufrieron los embates del hambre cuando una persistente sequía y una plaga de ácaros atacaron sus cultivos. La situación era tan penosa que en 1945, el escritor Albert Camus escribió lo siguiente en el periódico Combat: «Los hombres sufren de hambre y exigen justicia… Su hambre es injusta».
Los colonos habían desplazado a miles de campesinos argelinos que sufrieron los embates del hambre cuando una persistente sequía y una plaga de ácaros atacaron sus cultivos.
El filósofo y escritor Albert Camus, nacido en Argelia en una familia de colonos franceses, dio apoyo público a las aspiraciones de libertad e independencia del pueblo argelino. Foto: CC
En este contexto, unos años antes, en el 10 de febrero de 1943, un nacionalista moderado llamado Ferhat Abbas presentó a los dirigentes de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética el llamado Manifiesto del pueblo argelino, en el que se hacía hincapié en la lucha que los soldados argelinos estaban manteniendo codo con codo con los franceses contra los nazis y exigía a Francia la creación de un estado asociado en el que tanto franceses como judíos serían bienvenidos. El nuevo estado debería contar con una constitución propia que garantizase la libertad e igualdad de todos, reformas agrarias de calado, el reconocimiento del árabe como lengua oficial junto al francés, libertad de prensa y de asociación, educación para todos los niños y la participación de los musulmanes en el gobierno del país.
Pero el gobernador general, Georges Catroux, en junio de 1943 se mostró contrario a las tesis del manifiesto propugnadas por Abbas. Sin embargo, en 1944, el general De Gaulle, por entonces presidente de la república francesa, anunció que todo aquel argelino que quisiera podría obtener la ciudadanía francesa sin tener que renunciar a su estatus personal, aunque eso no satisfacía los objetivos del movimiento de liberación argelino. Fue entonces cuando Ferhat Abbas fundó la Asociación de Amigos del Manifiesto de la Libertad (AML), cuyo objetivo era difundir las ideas expresadas en el Manifiesto de 1943 entre la población.
Liderados por Ferhat Abbas, el 10 de febrero de 1943 un grupo de personalidades firmó un documento llamado el Manifiesto del Pueblo argelino, donde se exigían derechos fundamentales como una constitución democrática y más autogobierno. Arriba, una imagen de la declaración. Foto: CC
Ferhat Abbas, líder del movimiento que culminó en el Manifiesto del Pueblo argelino, en una imagen de 1959, cuando Argelia todavía luchaba por su soberanía. Foto: CC
¡EN PAZ!
El sentimiento antifrancés y el movimiento anticolonial ya habían surgido en Argelia mucho antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y varias ciudades habían sido escenario de protestas meses antes del conflicto. De hecho, la población francesa, sobre todo en la zona de Constanina (una región superpoblada), en el noreste del país, era cada vez menor en contraste con la población local, con una tasa de natalidad muchísimo más elevada. Muchos colonos franceses vivían en ciudades pequeñas como Guelma y Souk-Ahras, donde había mucha más población local que francesa. Asimismo, los franceses instalados en las montañas se sentían acorralados en sus pequeños asentamientos, rodeados de campesinos hambrientos a los que consideraban como una masa de gente analfabeta, fanática y peligrosa.
El sentimiento antifrancés y el movimiento anticolonial ya habían surgido en Argelia mucho antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y varias ciudades habían sido escenario de protestas meses antes del conflicto.
Con el apoyo de los alcaldes de la zona y de Marcel Lavie, un diputado electo local, el 14 de abril de 1945 el subprefecto André Achiary decidió crear una milicia civil armada en la ciudad de Guelma y sus alrededores como parte de la política de autodefensa de las zonas urbanas y los asentamientos frente a lo que los franceses consideraban una amenaza. Fue en esta convulsa situación cuando a las 8 de la mañana del 8 de mayo de 1945, aproximadamente unas 10.000 personas se reunieron frente a la mezquita de la estación de Setif para celebrar pacíficamente el final de la guerra, tal como había expresado el presidente de De Gaulle. Así, la población de Setif (los «indígenas» como les llamaban los franceses) salió a la calle de forma pacífica y desarmada tal como había solicitado el presidente francés.
MUERTE DE UN ABANDERADO
Pero más que una celebración, la marcha pronto se convirtió en una protesta a la que se unieron numerosas organizaciones llevando pancartas en las que podían leerse varias proclamas: «Fin a la ocupación», «Queremos igualdad», «Independencia» o «Argelia es nuestra». La manifestación avanzaba lentamente hasta llegar al Café de France. Fue en ese momento, cuando Saal Bouzid, un adolescente de 14 años miembro de los Scouts Musulmanes, alzó una bandera argelina, un símbolo prohibido por el gobierno francés. Al ver la bandera argelina blanca y verde, la policía, que hasta aquel momento se había mantenido al margen, se abalanzó sobre el joven para arrebatársela. A pesar de las explicaciones que dio el muchacho diciendo que era una bandera sagrada y que una vez desplegada ya no se podía guardar, y de los ruegos del alcalde para que no le disparasen, un policía abatió a tiros al joven abanderado.
La manifestación avanzaba lentamente hasta llegar al Café de France, cuando Saal Bouzid, un adolescente de 14 años miembro de los Scouts Musulmanes, alzó una bandera argelina, un símbolo prohibido por el gobierno francés.
Tras la muerte del scout empezaron las carreras. La gente huía a la desbandada para esconderse mientras eran dispersados por la policía. Muchos de los manifestantes, llenos de rabia, atacaron e incluso mataron a todo europeo que se cruzase en su camino. A partir de aquí la represión fue terrible, llegando a decretarse incluso la ley marcial. Todo aquel que no llevase un brazalete negro cuando saliera de casa era acribillado sin previo aviso. Francia movilizó al ejército, que atacó brutalmente pueblos y aldeas, incendiando las casas. Las poblaciones más inaccesibles de las montañas fueron bombardeadas por la aviación, mientras que el crucero Duguay-Trouin, fondeado cerca de la costa, bombardeó la ciudad de Kherrata. Pero donde al parecer la barbarie alcanzó cotas inimaginables fue en Guelma, donde el subprefecto Achyari dirigió una brutal represión contra la población. El odio desatado alcanzó tal magnitud que se llegaron a organizar milicias que entraban en las casas y se llevaban a sus habitantes para asesinarlos. Los muertos eran tantos que tuvieron que ser trasladados a los crematorios de Guelma.
¡REPRESIÓN Y LIBERTAD!
Al final, las fuentes oficiales reconocieron que 41 mechtas (nombre que se da a las aldeas en Argelia) fueron totalmente arrasadas, aunque no sería hasta mucho más tarde cuando se reconoció que durante la represión del 8 de mayo (que se extendió hasta el 26 de junio) fueron asesinadas unas 40.000 personas. En los días siguientes se produjo una ola de arrestos en todo el país. Tres mil personas acabaron en la cárcel, e incluso el periódico del propio Ferhat Abbas fue clausurado. Con todo aquello se pretendía acabar de una vez por todas con el movimiento de emancipación argelino, pero lo único que se logró fue impulsar aún más el sentimiento anticolonial. Nueve años después, en noviembre de 1954, Argelia daría comienzo a su propia guerra de independencia, una lucha que costaría la vida a un millón y medio de argelinos. El país acabaría obteniendo su independencia en 1962.
Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/masacre-argelia_16728