Dos cosas importantes pasaron el jueves: (1) el Senado liderado por los Demócratas rejuveneció y expandió la Guerra contra el Terror mediante, entre otras cosas, la aprobación de una ley autorizando las detenciones por parte de militares en territorio estadounidense y expandiendo el objetivo principal de la guerra; y (2) los abogados de Obama, por […]
Dos cosas importantes pasaron el jueves: (1) el Senado liderado por los Demócratas rejuveneció y expandió la Guerra contra el Terror mediante, entre otras cosas, la aprobación de una ley autorizando las detenciones por parte de militares en territorio estadounidense y expandiendo el objetivo principal de la guerra; y (2) los abogados de Obama, por primera vez, justificaron publicamentela insistencia del Presidente en que él tenía el poder (y lo tomó) para decidir que ciudadanos estadounidenses sean objetivo de asesinato sin transparencia o el debido proceso. Yo escribí ampliamente sobre el primer episodio el jueves, y ahora tengo una pregunta para aquellos que apoyan las teorías de asesinato que acaban de darnos los abogados del Presidente.
Para plantear esta pregunta, me gustaría volver por un momento a la controversia sobre el sistema de detención de Guantánamo. Los demócratas afirmaban estar consternados porque la administración de Bush estaba deteniendo a gente de manera indefinida sin cargos o el debido proceso. Barak Obama, como Senador de Illinois, denunció «el intento de la Administración de Bush para crear un agujero negro legal en Guantánamo» – por ejemplo, que se metiera a personas en celdas, quizás para siempre, sin cargos. Pero los abogados de Bush ofrecieron una teoría de por qué el encarcelamiento, sin el debido proceso, era justificable.
La Teoría tenía estas cuatro premisas razonablemente sencillas:
(1). El terrorismo no es en principio un delito criminal. Es un acto de guerra. Por lo que: Nosotros estamos en guerra con los Terroristas.
(2). Aquellos que intenten hacer daño a los EEUU como parte de esta Guerra son combatientes y Terroristas – no criminales – por lo que no se les tiene que reconocer el debido proceso o cualquier otro derecho que se le reconoce a cualquier otro criminal. Son los militares de EEUU (liderados por el Comandante en jefe) – no las cortes – quien decide quién es o no un combatiente o un terrorista.
(3). El que alguien sea un combatiente o un terrorista lo decide una sóla cosa: el decreto unilateral del Presidente. Una vez que el Presidente decreta que alguien es un combatiente o un Terrorista – incluyendo a uno de sus ciudadanos – esa persona por definición se convierte en uno, y entonces puede ser tratado como tal sin ningún proceso judicial posterior o protección constitucional. Una vez que el decreto acusatorio presidencial entra en vigor, la protección de la Constitución y la ley desaparecen. En definitiva, la acusación presidencial de que alguien es un Terrorista es considerada prueba y un veredicto de culpabilidad.
(4). A diferencia de cualquier otra guerra nunca librada jamás, el «campo de batalla» de esta Guerra no está donde las fuerzas enfrentadas se disparan unas a otras, sino que más bien se define como: donde sea que un acusado de terrorismo es encontrado en cualquier parte del mundo. De esta manera, los poderes del Presidente en el campo de batalla – que son ilimitados: señalamiento unilateral para dar muerte, prisión indefinida sin cargos, espionaje en las comunicaciones sin ninguna vigilancia – no están confinados a ninguna localización geográfica, sino que pueden ser aplicados en cualquier sitio. Donde sea que el acusado de combatiente o terrorista exista físicamente – durmiendo en una cama, conduciendo un coche con sus niños, a miles de kilómetros de hecho de cualquier tiroteo – estará el «campo de batalla.»
Esas eran las controvertidas premisas teóricas ofrecidas una y otra vez por los juristas de Bush y otros defensores para justificar el sistema de detención de Guantánamo. En general, esas teorías eran (y todavía lo son) el corazón y el alma de la visión neocon de la Guerra contra el Terror. Una vez que aceptas esas cuatro premisas, no hay una manera coherente de oponerse a Guantánamo. Por lo que aquí va mi pregunta:
A este punto, ¿rechazan los defensores de Obama cualquiera de estas teorías? Me refiero a esto literalmente: No puedo contar cuántas veces he oído exactamente esta misma teoría por los defensores de Obama justificando sus poderes para asesinar (el Presidente está facultado para señalar a ciudadanos para matarlos porque estamos en Guerra, y una vez que tomas las armas contra EEUU (que quiere decir: una vez que el Presidente te acusa de hacerlo). De hecho, simplemente no hay una manera de defender los poderes para asesinar reivindicados por Obama sin apoyar cada una de estas teorías. Y por tanto, aquí está lo que juristas de Obama dijeron el Jueves:
Los ciudadanos estadounidenses son objetivos militares legítimos cuando toman las armas con Al-Qaeda, dijeron el jueves los máximos juristas de seguridad nacional de Obama. A los abogados se les preguntó en una conferencia nacional de seguridad sobre el asesinato por la CIA de Anwar al-Awlaki, ciudadano estadounidense y figura líder de al-Qaida…
Los abogados del gobierno, Stephen Preston abogado de la CIA y Jeh Johnson abogado del Pentágono, no mencionaron directamente el caso de al-Awlaki. Pero dijeron que los ciudadanos estadounidenses no tienen inmunidad cuando están en guerra con Estados Unidos.
Johnson dijo que sólo el brazo ejecutivo, no las cortes, está preparado para tomar decisiones de objetivos militares en el campo de batalla así como a quién se califica como un enemigo.
Cuando los juristas de Obama se refieren a «ciudadanos estadounidenses que toman las armas con al-Qaeda,» lo que quieren decir es esto: aquellos a los que el Presidente acusa (en secreto, sin el debido proceso o prueba presentada) de haber tomado las armas con al-Qaida. Cuando se refieren a «decisiones de objetivos en el campo de batalla,» no se refieren a un lugar donde hay un combate activo, sino más bien: a cualquier sitio en el mundo donde un acusado de terrorismo se encuentre (sin dejar dudas sobre eso, Johnson sentenció que la distinción fuera o dentro del «campo de batalla se ha vuelto anticuada»). En otras palabras: el mundo entero es el campo de batalla, una afirmación que los oficiales de Obama han adoptado desde hace tiempo, y que alguien es un Terrorista en el momento que el Presidente declara que lo es: el Presidente es juez y jurado, y ahora incluso el único verdugo.
Por lo que mi pregunta a los defensores de los poderes para asesinar de Obama es esta: ¿cuál de las cuatro principales premisas de la guerra contra el terror de Bush/Cheney rechazas, si acaso alguna? Dadas las teorías para justificar los poderes de Bush/Cheney – que fueron repetidas casi al pie de la letra por los juristas de Obama cuando se les preguntaba por el asesinato de Awlaki – ¿cómo puede nadie coherentemente haber objetado al sistema de detención de Bush/Cheney en Guantánamo pero apoyar ahora los poderes para asesinar de Obama? Es más, incluso, los poderes para asesinar de Obama son más extremistas que el sistema de detención de Guantánamo; esto es verdad por dos razones: (1) Bush/Cheney encarcelaron a extranjeros en Guantánamo, mientras que Obama ha hecho objetivos para matar a ciudadanos estadounidenses (extranjeros capturados en terreno foráneo tienen – según la Corte suprema – muchas menos protecciones constitucionales (si acaso alguna) que los ciudadanos estadounidenses, que conservan las protecciones constitucionales no importa dónde estén); y(2) las muertes por los aviones no tripulados (drone) de la CIA son obviamente una pena más draconiana que el encarcelamiento en Guantánamo. En definitiva, ¿cómo es posible apoyar los poderes para asesinar de Obama sin hacer propias aquellas cuatro teorías utilizadas para justificar Guantánamo?
Una vez has hecho propias esas teorías ofrecidas por los juristas de Obama, por definición has adoptado la guerra contra el terror de Bush/Cheney (de hecho, como los documentos de Marcy Wheeler, los abogados de Obama incluso defendían explícitamente muchas de las teorías utilizadas por los abogados del Departamento de Justicia (DOJ por sus siglas en inglés) para justificar el programa de escuchas ilegales de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) y los exagerados poderes secretos; el abogado del DOJ Marty Lederman, por ejemplo, anunció: a raíz de los amplios poderes secretos, «estamos en conflicto armado con algunos grupos del público americano que no saben que estamos en conflicto armado con ellos»). Durante la presidencia de Bush, pasé años discutiendo -literalmente sin la oposición de un sólo progresista – que las dos más radicales y peligrosas premisas llevadas a cabo por Bush/Cheney fueron estas: (1) el mundo entero – incluyendo sitios donde no se dispara o combate – se considera ahora campo de batalla (lo que significa poderes de guerra ilimitados para el Presidente en cualquier parte); y (2) acusaciones del Presidente de ser un Terrorista son consideradas el equivalente a vinculantes veredictos de culpabilidad. ¿Hay alguna manera de apoyar los poderes para asesinar de Obama sin adoptar ambas ideas? Estoy realmente interesado en escuchar respuestas a esta pregunta.
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Hay que hacer otra puntualización sobre lo que solía ser un punto básico de controversia entre progresistas y neocons – el mantra de que ¡Estamos en guerra con los terroristas!» y que debemos tratar a los acusados de terrorismo como combatientes, no como criminales – pero que se ha convertido ahora, en la era Obama, también en un dogma común para los Demócratas (tú no tendrás un debate con un defensor de los poderes para asesinar de Obama o cualquier otra política de la Guerra contra el Terror suya sin oír estas consignas de guerra). No es exagerado decir cómo de central es esta mentalidad de «Estamos en Guerra» para todos esos poderes reclamados en nombre del Terrorismo.
Pero más que una creencia política o legal, es una necesidad psicológica – una necesidad entusiasta y arraigada – para creer que estamos en Guerra. Realmente es una adicción. Por ejemplo, Lindsey Graham – fácilmente uno de los belicistas más radicales de la nación – está tan resueltamente dedicado a insistir en que ¡Estamos en Guerra! que durante años se ha convertido en su obsesión todo el tiempo. Constantemente compara la Guerra contra el Terror a la guerra contra los Nazis (la manera en que los neocons, y ahora los defensores más incondicionales de Obama, han invocado por mucho tiempo la Guerra Civil para justificar los abusos de la Guerra contra el Terror), e incluso una vez fue tan lejos como para declarar: «La libertad de expresión es una gran idea, pero nosotros estamos en guerra.»
Pero esta necesidad de adoptar la idea de que ¡Estamos en Guerra! es llevada más por deseos psicológicos y emocionales que por una visión legal o política. Todo esto va de sentirse fuerte y decidido – somos Guerreros por una gran causa como nuestros nobles ancestros que ganaron la Guerra Civil y derrotaron a los Nazis – y virtualmente no tiene nada que ver con combatir el Terrorismo. Esta obsesión con ordenar detenciones militares para terroristas – cuando los juicios civiles han tenido más éxito que los militares en mantener a los terroristas en prisión – esconde su propósito real: nada tiene que ver con contrarrestar el Terrorismo sino con arrimarse al propósito psicológico otorgado por la Guerra. Como se puede leer en un informe reciente de la Unión Americana por las Libertades Civiles (ACLU en inglés):
Esta dinámica de nuestro discurso político ha sido en parte llevada por un «debate» totalmente artificial sobre si la amenaza del terrorismo necesita una respuesta «militar» o por los «aparatos legales», con la primera descrita como musculosa y la otra como anémica. De acuerdo a este punto de vista, castigar a los terroristas como los criminales que son es ridiculizado como una reflexión de la mentalidad «pre-11 de septiembre», mientras que enaltecerlos como los combatientes que ellos claman ser es celebrado como tomar la amenaza con seriedad. Pero este debate dice más de la imagen propia de los llamados combatientes que lo hace sobre ninguna realidad del anti-terrorismo.
Lo que es más asombroso para mí sobre esta necesidad de parte de muchos americanos de ambos partidos en insistir en que ¡Estamos en Guerra! es lo similar que es a la mentalidad que impulsa a los miembros de Al Qaeda. Los miembros de Al Qaeda son tan insistentes como los «pequeños guerreros americanos» de Lindsey Graham, que aunque no son meros criminales, sí son combatientes involucrados en una guerra gloriosa. Así es cómo Richard Reid, culpable de intentar explotar un zapato bomba en un avión civil se describía a sí mismo en su audiencia durante el juicio:
Estoy en guerra con tu país. Estoy en guerra con ellos no por razones personales sino porque ellos han asesinado a más, muchísimos niños y han oprimido mi religión y han oprimido a la gente sin otra razón excepto que dicen que nosotros creemos en Allah.
Como respuesta, la sentencia del juez decía esto – dirigiéndose primero al gobierno de EEUU y después al acusado:
Se ha hablado demasiado de guerra aquí. Y lo digo a todo el mundo con el mayor respeto…[A Reid:] Eres un tipo grande. Pero no eres tan grande. No eres un guerrero. Conozco a guerreros. Tú eres un terrorista. Una especie de criminal culpable de muchos intentos de asesinato. Tenía mucha razón el soldado Santiago cuando te sacaron del avión y te llevaron en custodia y tú preguntabas dónde estaba la prensa y dónde estaban los equipos de TV y dijiste que no eras importante. Tú no eres importante.
La gente envuelta en meras actividades criminales – cometiéndolas o atrapándolas – no son «importantes». Eso es precisamente por lo que los miembros de al Qaeda y los americanos obsesionados con la guerra tienen el mismo objetivo: elevar su conflicto, y por tanto a ellos mismos, para verse a sí mismos en guerra, como guerreros.
Sólo hay que escuchar lo vital que era para Khalid Shiekh Mohammed ver que lo que estaba haciendo era un acto de guerra más que un mero crimen, diciendo lo mismo que Lindsey Graham y esos que insisten en EEUU que ¡Estamos en guerra! El cerebro del 11 de septiembre se aferraba desesperadamente al mismo pretexto: que él era un guerrero y un combatiente en una atroz guerra, exactamente como George Washington y los miembros de los militares americanos él apuntaba a su encargo militar. Como resultado, argumentaba, ellos deberían entender que las bajas civiles del 11 de septiembre de las que Mohammed fue acusado son simplemente parte de lo que todo «militar» hace:
Lo que escribí aquí, no es que me esté poniendo como un héroe, cuando dije que era responsable de esto o aquello. Pero tú eres un militar. Sabes muy bien que hay lenguajes para cualquier guerra. Entonces, hay, nosotros cuando admito estas cosas no estoy diciendo que no lo hice. Lo hice pero este es el lenguaje de cualquier guerra. Si America quiere invadir Irak no enviarán rosas y besos a Sadam, sino que enviarán un bombardeo. Esta es la mejor manera si quiero. Si estoy luchando por cualquiera lesadmito que soy enemigo de los americanos. Seguro, soy enemigo americano. Usama bin Laden, hizo su mejor rueda de prensa en los medios americanos. El señor John Miller estaba allí cuando hizo la declaración contra la Jihad, contra América. Y él dijo, no es necesario que explique lo que dijo, pero básicamente lo que dijo sobre la presencia militar americana en la península de Arabia y ayudando a Israel y otras muchas cosas. Por lo que cuando nosotros hacemos cualquier guerra contra América nosotros somos como chacales en la noche.
Entonces, venimos de líderes religiosos que consideramos que nosotros y George Washington hacemos lo mismo. Cuando se considera a George Washington como un héroe. También muchos de los musulmanes consideran así a Usama bin Laden. Está haciendo lo mismo. No hace otra cosa que luchar. Necesita su independencia. Incluso nosotros pensamos eso, o no sólo yo. Muchos musulmanes, que están haciendo al Qaida o los Talibanes. Ellos han oprimido América. Este es el sentimiento del profeta. Por lo que cuando nosotros decimos que somos enemigos combatiendo, así es. Nosotros lo estamos haciendo.
Lo que nos encontramos aquí es que los extremos de ambos lados de un conflicto en muchas ocasiones son un perfecto reflejo en el espejo. Los colonos israelíes y Hamas tienen el mismo deseo de prevenir un acuerdo de paz y por las mismas razones. Los neocons americanos y los extremistas en Irán tienen el mismo deseo de inflamar el conflicto entre EEUU e Irán y al finalpiensan exactamente del mismo modo. Y los miembros de Al Qaeda y los extremistas de ¡Estamos en Guerra! en los EEUU tienen a converger en su forma de pensar también (ver aquí para entender cómo Lindsey Graham está tan trastornado y sediento de sangre como nadie en el mundo). El historiador Richar Hofstadter, en su relevante ensayo de 1964 en Harper titulado «El estilo paranoico en los políticos americanos,» describía perfectamente cómo los extremistas en ambos lados de un conflicto son casi siempre idénticos (y, al hacer eso, enfatizó, con precisión, que esta dinámica «no está confinada a nuestro propio territorio y tiempo; es un fenómeno internacional»):
El portavoz paranoico ve el destino de la conspiración en términos apocalípticos – transita entre el nacimiento y la muerte de mundos enteros, enteros sistemas políticos, completos sistemas de valores humanos…Él no ve el conflicto social como algo que tenga que ser mediado y de acuerdo mutuo, de la manera que lo hace un político. Como lo que está en juego es siempre un conflicto entre el bien y el mal absoluto, lo que hace falta no es un compromiso sino pelear hasta el final.
Como se cree que el enemigo es totalmente malvado e insaciable, debe ser totalmente eliminado – si no del mundo, al menos del teatro de operaciones al que la paranoia dirige su atención. Esta demanda de victoria total lleva a la formulación de objetivos irreales y sin esperanza, y como esos objetivos no son alcanzables ni de lejos, el fallo constantemente agudiza el sentido de frustración de la paranoia.Incluso éxitos parciales le dejan con la misma sensación de impotencia con la que empezó, y esto a cambio sólo refuerza su consciencia de lo inmensas y aterradoras cualidades de su oponente.
El enemigo está claramente definido: es un modelo perfecto de malicia, una especie de superhombre amoral – siniestro, omnipresente, poderoso, cruel, sensual, lujurioso. A diferencia del resto de nosotros, al enemigo no se le encuentra en las empinadas cuestas que conforman la historia, o como una víctima del pasado, de sus deseos o limitaciones. Él dispone, de hecho construye, el mecanismo de la historia, o intenta desviar el curso normal de la historia de un modo diabólico… Es duro resistirse a la conclusión de que este enemigo es en muchos aspectos una proyección de su yo; ambos aspectos, lo ideal y lo inaceptable del yo son atribuidos a él.
El enemigo – al que los guerreros americanos mantienen y glorifican con su interminable fijación de que ¡Estamos en Guerra! y en cuyo nombre se hace una Guerra interminable y las libertades civiles son destruidas – es, de hecho, «en muchos aspectos la proyección de él mismo.» Hay una buena razón por la que los miembros de Al Qaeda y los que serían los guerreros americanos están ambos igualmente desesperados por mantener la mentalidad del ¡Estamos en Guerra!: es lo que les da un propósito y justifica todo lo que hacen.
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Un último punto sobre estos defensores del ¡Estamos en Guerra!: Jeffrey Goldberg en The Atlantic agrupó informes de noticias oficiales de los diversos actos de guerra dirigidos contra Irán: explosiones, asesinatos de sus científicos, guerra cibernética, y preguntó: ¿Está Irán ya siendo atacada por una alianza de EEUU e Israel? Yo escribí sobre la misma cuestión en el contexto de la columna de Roger Cohen en el New York Times en la que básicamente se argumentaba (y celebraba) que EEUU e Israel ya estuvieran haciendo una guerra encubierta contra Irán (Cohen escribió «sería tremendamente inocente creer que esos eventos no son resultado de acciones americano-israelitas encubiertas). Sólo tener en cuenta lo alucinante que es: los políticos y los medios americanos están tan obsesionados con la guerra que les parece indiscutiblemente claro que el gobierno de los EEUU – en total secreto, sin una remota base legal – está envuelto en un grado desconocido en varios actos de guerra contra Irán, y nadie se da cuenta o le importa, o ni siquiera quiere saber lo que el gobierno de los EEUU está haciendo al respecto. Si crees que necesitas atacar países en total secreto, Señor Comandante en jefe, siga adelante: no es necesario ni que nos lo diga. Esto es lo que esta mentalidad de ¡Estamos en guerra! produce.
Fuente: http://www.salon.com/2011/12/03/the_we_are_at_war_mentality/singleton/
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 23 de diciembre de 2011