Hoy es el momento idóneo para ser activista en África. No obstante, hay una sensación en la que el progreso y el retroceso van de la mano en muchos sitios del continente, y los esfuerzos de las clases obreras, los pobres y las clases medias más progresistas se han visto limitados debido a la debilidad […]
Hoy es el momento idóneo para ser activista en África. No obstante, hay una sensación en la que el progreso y el retroceso van de la mano en muchos sitios del continente, y los esfuerzos de las clases obreras, los pobres y las clases medias más progresistas se han visto limitados debido a la debilidad de sus alianzas. Estos movimientos de «revolución» africanos contra el neoliberalismo actual todavía no han construido una ideología firme y rígida. La mejor estrategia consistiría en formar compromisos críticos, pero no dogmáticos, con las distintas fuerzas que emergen con ideologías izquierdistas .
Este año se cumple el centenario de la victoria de los bolcheviques en Rusia, lo cual estableció los estándares (antes de que Stalin tomara el poder a mediados de la década de 1920) para que los grupos más oprimidos de la sociedad tomasen el poder estatal. Sin lugar a dudas, confirmó el potencial de construir fábricas y unas bases fundamentales incluso dentro de un régimen represivo nacional (durante la época del zar), luego un salto a la participación en un estado cuasi-democrático (los mencheviques), y luego el control económico nacional y la influencia internacional masiva.
Los acontecimientos de 1917 en Rusia fueron liderados por un partido revolucionario que cosechó un torbellino que poseía una ideología estructurada y formado por unos líderes vanguardistas con los nervios de acero. Las masas de campesinos sin ningún tipo de organización, la pequeña clase burguesa, y la policía y el ejército no resultaron un impedimento para la victoria del proletariado. Después de su rápida degeneración, los errores de la Unión Soviética se pueden explicar tanto por un déficit democrático y un sistema burocrático sofocante o por el carácter de clases del modelo soviético, que destruyó la autoemancipación de los trabajadores y de la sociedad. Hoy en día continúan las diferencias entre las narrativas.
De momento, el poder ejercido por los activistas de las fábricas y demás trabajadores está sumamente infravalorado. Por lo general, hay varias formas de calcular el poder ejercido por estos grupos. Entre estos barómetros se incluyen las estadísticas policiales y las opiniones periodísticas que aparecen en los medios y encuestas a ejecutivos en altos cargos. Por ejemplo, se registra el número e intensidad de las actividades de las protestas en la Base de Datos Global de Eventos, Lenguaje y Tono, iniciada por el Centro para la Seguridad Cibernética y de Seguridad Nacional de la Universidad de George Washington. Esta base de datos utiliza, en su mayor parte, los informes publicados en los medios de comunicación. Los últimos datos son de noviembre de 2016 y destacan los «hotspots» o puntos de conflicto más relevantes del continente africano. Estos se encuentran en Túnez, Libia, Nigeria, Costa de Marfil, Camerún, Tanzania, Malawi, Zambia y Sudáfrica.
Otros datos sobre el malestar social en África se incluyen en el Programa Minerva del ejercito de los Estados Unidos, que se recogen según eventos y localización, para así seguir y analizar los disturbios y protestas que ocurren día a día. En comparación con el 2011, cuando comenzó la Primavera Árabe en el norte de África y las protestas aumentaron gradualmente, se ha observado que esta violencia ha ido aumentando a lo largo de estos últimos cinco años. A pesar de que en el año 2016 se registraron menos protestas que en 2015, no hay duda de que la mayor parte del continente registra una tasa de protesta que alcanza, y casi supera, el pico que alcanzó en 2011.
Otro conjunto de datos, basado en impresiones subjetivas y no en informes de eventos objetivos, es la encuesta anual del Foro Económico Mundial, en el que más de 14.000 ejecutivos de empresas de 138 países reflejan sus conclusiones en el Informe de Competitividad Global. Una pregunta de la encuesta se refiere a las relaciones entre el trabajo y los empleados, y si éstas son «generalmente conflictivas o generalmente cooperativas» en una escala de 1-7. En el informe 2016-17, el Foro Económico Mundial encontró que los movimientos laborales más cooperativos se encontraban en Noruega, Suiza, Singapur, Dinamarca y Suecia (con una puntuación superior a 6,1). En el otro lado de la balanza se encuentra Sudáfrica. En 2016, por cuarto año consecutivo, resultó ser el país menos cooperativo, con una puntuación de 2,5. Otros países africanos con mano de obra muy militante son Chad (3,5), Túnez (3,6), Liberia (3,7), Mozambique (3,7), Marruecos (3,7), Lesotho (3,7), Etiopía (3,8), Tanzania (3,8), Argelia (3.8), Burundi (3.8) y Zimbabue (4,0). Aunque en términos de cooperación laboral estos países se coloquen en la cola de la lista, en términos de militancia laboral se posicionan dentro de los 30 primeros. Las fuerzas de trabajo más cooperativas dentro del continente africano son Ruanda (puesto 18 con un 5,3), Mauricio (4,8) y Uganda con un 4,6. Por lo general, los trabajadores africanos son los menos cooperativos comparados con el resto de continentes.
A día de hoy, muchos expertos han surgido con el lema «Africa Rising!» (África Creciendo), pero otros discrepan con este eslogan. Estos prefieren decir que África se está «uprising» (alzando). No pretende implicar un significado revolucionario o de insurgencia, ni de una revolución sostenida. Una de las principales razones es que estos movimientos no toman forma concreta ni manifiestan una ideología coherente, que sería necesario para hacer frente a los problemas de la época. En el libro «Hacia la Revolución Africana», Franz Fanon escribe: «Por mi parte, cuanto más profundamente entro en las culturas y en los círculos políticos, más seguro estoy de que el gran peligro que amenaza a África es la ausencia de ideología». Amílcar Cabral, dirigente revolucionario en Guinea y Cabo Verde, estaba de acuerdo: «La carencia ideológica dentro de los movimientos de liberación nacional, por no decir la falta total de ideología, constituye una de las mayores debilidades de nuestra lucha contra el imperialismo, si no la mayor debilidad».
Patrick Bond es profesor de Política económica en la Universidad de Witwatersrand, Johannesburgo, Sudáfrica.
Traducción, Cristina Pérez-Cerdá Maldonado
Fuente: http://www.africafundacion.org/spip.php?article26422