Traducción del inglés para Rebelión de Carlos Riba García
Este artículo no es sobre Donald Trump
(Si usted se lo cree es que está dispuesto a creer cualquier cosa)
Considere la campaña presidencial de 2016 en Estados Unidos como el equivalente político de la película Batman and Superman: Dawn of Justice ( Batman v Superman: el amanecer de la Justicia ). Es excitante, está llena de groseros efectos especiales; los críticos la odian pero atrae a las multitudes; una empresa de medios o tres vividores llenos de pasta; los extranjeros no consiguen hacerse una idea de esta nueva visión del modo de vida estadounidense… ¿o tal vez se trata de un Bizarro World1?
Si lo prefiere, podría pensar en la Campaña 2016, el interminable éxito de taquilla, como una afirmación de que sea lo que sea este país todavía está -como Hollywood- en lo más alto de la pila. En lo que todo el mundo está de acuerdo es que Estados Unidos continúa siendo la única «superpotencia» del planeta Tierra. De hecho, que cada uno lo piense como quiera, pero solo dése cuenta de que lo único que no puede hacer es no pensar en ello.
Esto me vino a la mente hace poco tiempo en mi visita de cada día al gimnasio. Cuando me dirijo al vestuario de hombres debo pasar por un vestíbulo en el que hay un televisor permanentemente encendido. Hace un par de semanas empecé a apuntar en una libreta qué se veía en la pantalla. Permítame que le muestre un resumen de lo que vi en una semana de idas y venidas.
Lunes: esto resultó ser lo más extraño en las noticias de mi semana de ejercicios. Cuando llegué, CNN estaba informando sobre un Capitolio «cerrado» -imágenes de gente corriendo sin ton ni son-; cuando me marché, más de una hora y media después, las imágenes eran más o menos las mismas. Había sucedido que un loco -y lo digo bastante literalmente, porque no hacía mucho que la misma persona había sido detenida por estar gritando que era «un profeta de Dios» en la galería reservada al público de la Cámara de Representantes- había desenfundado una pistola de perdigones en la zona de visitantes del Capitolio y había sido muerto por la policía. En el nuevo mundo mediático estadounidense, donde la obsesión de informar todas las horas del día y todos los días de la semana es la definición del hecho noticioso, esta historia menor fue emitida una y otra vez durante el resto del día. Volví a verla una vez más en el Telediario de la noche con Lester Holt de la NBC (título: «Pistolero en el Capitolio de Estados Unidos abatido por la policía»).
Martes: cuando entraba, la CNN esta centrada en la detención del jefe de campaña de Donald Trump, Corey Lewandowski, por haber «agredido» a la periodista de Breitbart News Michelle Fields en Jupiter, Florida (la versión estadounidense del espacio exterior). Cuando me marchaba, el gobernador John Kasich estaba conversando con un periodista del Washington Post en el estudio del MSNBC sobre -adivinó- las «presuntas lesiones» de Lewandowski; el gobernador estaba dispuesto a hacer un análisis decisivo sobre esta cuestión; al mismo tiempo se discutía un tweet de Donald Trump.
Miércoles: Cuando llegaba, el MSNBC estaba informando de que un nuevo anuncio de Hillary Clinton había sencillamente arremetido -adivinó otra vez- contra Donald Trump por su «xenofobia» y de que ella estaba cuatro puntos por detrás de Bernie Sanders en la última votación de las primarias de Wisconsin. En la parte inferior de la pantalla, se lee que el jefe de campaña de Donald Trump se declara «absolutamente inocente» del cargo por lesiones. Cuando salgo, veo que la corresponsal Katy Tur está «esperando» a que llegue Trump en un lugar de Wisconsin. Y, oh sí, mujeres, me entero de que Trump le desagrada porque sus comentarios «en cierta forma condenan» el aborto.
Jueves: al llegar al gimnasio, el MSNBC estaba mostrando un clip de Jimmy Kimmel Live! en el que Ted Cruz, medio en broma, le cuenta al anfitrión de la noche que había visto a -sí, adivinó otra vez- Donald Trump por el espejo retrovisor en un aparcamiento mientras daba marcha atrás y no estaba del todo seguro si había apretado el acelerador o el freno. Cuando me iba, un grupo de redactores del Washington Post discutía -¡ah sí!- el primer encuentro de Donald Trump con sus asesores en política exterior en Washington. Él estaba -me quedé fascinado al saberlo- «haciendo planes» con ellos.
Viernes: llegué justo cuando la CNN emitía su espacio de noticias con Brooke Baldwin. Con el logo «La opción 2016 de Estados Unidos», Baldwin estaba diciendo: «Wisconsin es la próxima gran cita en las primarias para los demócratas y para los republicanos. Pero en el lado del Partido Republicano, el favorito, Donald Trump, también está centrando su atención en la convención partidaria de julio y en cómo acabará la cuestión de los delegados». Cuando dejaba el gimnasio, la presentadora seguía parloteando, esta vez sobre una leyenda al pie que ponía: «Si Trump incumple promesa podría costarle algunos delegados». En una pantalla partida, Brooke estaba con un miembro de la Comisión Nacional Republicana -«un experto en el proceso republicano de nominación», nos decía ella- conversando sobre la importancia del reciente encuentro de Trump con el dirigente del Partido Republicano Prince Priebus (no mucha, después de todo).
Así fue para mí la semana de ejercicios con las noticias. Le aseguro que no me dejó en buena forma, ¿y al resto de Estados Unidos?
Ahora, permítame que sintetice esa semana de «noticias» de Estados Unidos vislumbradas al pasar en el gimnasio y después miradas mientras se repetían a la hora de la cena y en todo momento. Aquí va: Donald Trump. Donald Trump. Donald Trump. Ted Cruz. Donald Trump. Donald Trump. Donald Trump. Hillary Clinton. Donald Trump. Donald Trump. Donald Trump (Bernie Sanders). Por supuesto, la semana anterior debe haber sido Bruselas, Bruselas, Bruselas, Donald Trump, Bruselas, Bruselas, Bruselas, Donald Trump, etc., etc.
Ya está. ¿Satisfecho? Ahora, apague ese televisor, deje esa tableta que tiene en la mano; tengo que contarle algo sobre la información televisada.
La zona de las noticias
No hace falta que le diga que no estoy hablando de las noticias como eran antes. Pensemos en la información de ahora como una especie de obsesiva actividad que se da en la pantalla, algunas veces aburrida, notablemente reiterativa y, aun así, fascinante. Sobre todo, pensemos en las noticias como algo con que convive la mayor parte de nosotros pero todavía no lo ha asumido o definido realmente. En estos días, con las pantallas siempre presentes en nuestra vida, es imposible dejar de decantarse por alguna de las variadas versiones de lo que todavía llamamos «los telediarios». Al hacerlo, dejamos atrás el mundo real y cualquier noción de equilibrio o perspectiva. Si no fuera así una asombrosa proporción de estadounidenses no estaría convencida de que el terrorismo en su versión islámica -sí, ¡el terrorismo!- es el problema Nº 1 de Estados Unidos; esto en un país en el que es más probable que una persona muera o sea herida por un bebé con una pistola que por un terrorista islámico armado.
En otras palabras, desde Bruselas, Bruselas, Bruselas a Trump, Trump, Trump, esto es una idea de la información jamás pensada hasta ahora. En realidad, podría ser lo opuesto de las noticias. Créase o no, ahí fuera aún existe un mundo pleno de problemas de los que sabemos mucho menos de lo que deberíamos porque todos estamos inmersos en la misma sopa Trump.
He aquí lo que suele predominar en la zona de la información:
* Donad Trump, Hillary Clinton y los otros que se entrecruzan en el país, aullando e insultándose unos a otros; pronunciando más o menos los mismos discursos (o, en el caso de Trump, divagaciones narcicistas).
* Reportajes que te hielan la sangre sobre los últimos ataque terroristas en Europa o Estados Unidos.
* Lacrimógenas imágenes o estoicos lamentos estadounidenses mostrando la pérdida de casas, escuelas y vidas humanas en lo que los informativos presentan regularmente como «clima extremo» (con la insinuación -el 99 por ciento de las veces- de por qué el clima podría ser cada vez más extremo).
* Y no olvidemos a los siempre presentes asesinos estilo «lobo solitario» que eliminan a sus conciudadanos con anestesiante regularidad en lugares de trabajo, cines, bases militares, escuelas, etc.
Todo esto y más, por supuesto, se ha convertido en el estimulante material productor de adrenalina de la maquinaria de la atención durante las 24 horas de los siete días de cada semana. Algunas veces, cuando la historia es la correcta, el son del tambor se mantiene sin interrupción durante varios días, incluso semanas (véase San Bernardino), con equipos completos de «expertos» movilizados por las cadenas de noticias y operadores de cable para… bueno, ya lo sabe… decir todo lo que dicen los expertos.
Mientras los diarios y periódicos encogen y van a menos, mientras en Estados Unidos el periodismo de investigación prácticamente desaparece, lo escrito más arriba se ha convertido en la reiterativa norma para el mundo sin prensa escrita en el que casi todos vivimos. No olvidemos que en la era de los equipos de redacción cada vez más reducidos, tanto en la televisión como en los periódicos, la ventaja económica más obvia es reunir los recursos y centrar la atención de la audiencia en solo una (o unas pocas) historia que atraiga -accidente, crimen, horror, pesadilla- y garantice la mirada incesante. Algunas de estas historias han llegado a ser tan familiares en nuestra vida frente a las pantallas, tanto con un asesinato múltiple como con la «violencia» de un mitin de Trump, que se ha adoptado una fórmula para informar sobre ellas, una formula que permite que sea mucho más fácil organizarlas y presentarlas. Así, por ejemplo, desde el primer impacto producido por un ataque terrorista en Europa o en Estados Unidos (pero no, digamos, en Iraq o Libia) hasta el funeral de las víctimas, desde el primer desfile de «expertos» en contraterrorismo hasta la pena de los últimos consejeros, ya hay unas pauta de cobertura de la información que naturaliza esos acontecimientos para uso de la zona de la información.
En el espejo, el peinado para ocultar la calvicie
Gran parte de esto, naturalmente, tiene que ver con el dinero, los índices de audiencia y las arcas de los dueños de las cadenas de televisión. Fijar la mirada en las pantallas (y los anuncios) es, por supuesto, la verdadera noticia acerca de las noticias.
El alto ejecutivo de la CBS Leslie Moonves no podía haber sido más franco cuando describió el funcionamiento actual del sistema. En una convención de inversores realizada el mes pasado, hablando de la campaña de Donald Trump, dijo: «Quizá no sea bueno para Estados Unidos, pero para la CBS es condenadamente bueno». Y después agregó, «El dinero se está moviendo y eso es divertido. Nunca he visto algo como esto; este año será muy bueno para nosotros. Lo lamento: es algo terrible decirlo, pero, ¡adelante, Donald! ¡No te detengas!
En líneas generales, conocemos la responsabilidad que les cabe a Mooves y la gente en la construcción de ese frenético mundo que sus empleados nos muestran en las pantallas: un mundo de una relativa futilidad que al mismo tiempo suele ser horripilante, fascinante, adormecedor, impresionante, aterrador, agobiante, desolador… e incluso, si sucede que a usted le gusta Donald o Ted o Hillary o Bernie, alentador o esperanzador. La pregunta es: ¿qué hacemos con ese mundo?
Lo más obvio que puede decirse es que ese mundo nos deja muy mal preparados para enfrentar, o captar, o empezar a lidiar con el mundo real tal como es. ¿Qué ha sido dejado fuera? Bueno, más o menos todo lo que de verdad interesa la mayor parte del tiempo: cualquier proceso de grandes dimensiones y normalmente poco fotogénico como, por ejemplo, el desmoronamiento de la infraestructura de Estados Unidos (a menos que las cámaras puedan captar fortuitamente el derrumbe de un puente o una explosión en un gasoducto en un barrio cualquiera; esto es cada día más probable en una época en la que es imposible imaginar una situación que no tenga su correspondiente vídeo de aficionado); la pobreza (¿a quién diablos le interesa?); la creciente desigualdad, tanto en el ámbito nacional como en el mundo (una barrera de lo que no interesa que la cuestión -tipo WikiLeaks- de los Panamá Papers logró traspasar recientemente); casi cualquier cosa que suceda en los lugares donde realmente vive la mayor parte de la gente de este planeta (Asía y África); el crecimiento del sistema de seguridad nacional y el militarismo en un tiempo de guerras eternas y permanente (in)seguridad en la «patria»; y ni siquiera mencioné el cambio climático…
Pero, ¿para qué continuar si usted mismo puede hacerlo perfectamente? Después de todo, solo es aquello que importa casi siempre y significa… solo se trata de aquello que hace una diferencia en su vida, o en la vida de los estadounidenses, o en la vida del planeta. Lo que se puede ver en la pantalla de la televisión en este mismo momento está lleno de Donald Trump, pero lo que no puede ver cuando se trata de Estados Unidos es, por ejemplo, el país cada día menos democrático, menos representativo y a medias desmovilizado en el que rige una nueva e informal Constitución y funcionan nuevos centros de poder, el país que él -o algún otro candidato- gobernará en 2017. En buena parte, es un país «desaparecido en acción».
El menú de la información, tal como está definido hoy en día, reduce la posibilidad de que usted entienda el mundo. Sin embargo, es posible que aumente su presión arterial y sus miedos respecto de un planeta en el que hay demasiadas razones para estar asustado, pero casi nada de ello aparece en la pantalla de la televisión. En cierto sentido, en la mejor interpretación, lo que en realidad proporciona esta continua obsesión que todavía llamamos «las noticias» es el tipo de ímpetu que normalmente asociamos con las drogas o con una adicción en lugar de información y análisis.
Cada vez más, las noticias -no importa qué pantalla elija usted- hacen varias cosas:
* Crean su propio mundo, optimista e insular, que reemplaza al mundo en el que efectivamente vivimos.
* En su forma más eficaz, es como una pleamar cubriéndonos.
* Tiene un carácter obsesivo. Con pequeñas historias que sepultan todo lo demás e inducen puntos de vista muy sesgados, más allá del acontecimiento o acontecimientos que sean tratados.
¿Quién puede dudar que Internet, las redes sociales, el correo electrónico y el resto del paquete son las actividades adictivas de nuestra época? Cualquiera que pueda dejar a un lado ese iPhone sin resistirse, o no comprobar una última vez si ha llegado ese email que estaba esperando debería sumarse a la cola que se está formando en la puerta de salida. Para el resto, admitámoslo, estamos atrapados aquí.
El «telediario» es el elemento esencial de este adictivo paquete. En cierto sentido, en tiempos de la obsesión por lo electrónico, los proveedores de noticias en pantalla como Moonves quizá tengan pocas posibilidades de hacer otra cosa. Es eso o, presumiblemente, mirar cómo su cadena de cable o los principales programas de noticias mueren una lúgubre muerte económica.
Y, por supuesto, Donald Trump, el que ha hecho del peinado para ocultar la calvicie su marca registrada -sí, he vuelto a él-, es por cierto sui géneris y habitualmente admirado por su destreza en el manejo de la información y los medios. No se piensa con tanta frecuencia en él como una criatura de las noticias y los medios. Aunque, en cierto sentido, él es su última creación de este momento, la mejor droga ofrecida hasta ahora. Si él es también la última versión del narcisista sin filtro, entonces es posible que lo que todavía llamamos «la información» sea en sí mismo una nueva forma de narcisismo. Cuando usted mira en el espejo que sostiene, no es usted ni el mundo el que refleja. Soy curioso; solo dígame: ¿de quién es el peinado que ve?
1. Bizarro World es un planeta de ficción que apareció a principios de los sesenta del pasado siglo en los libros de historietas publicados por DC comics.
Tom Engelhardt es cofundador del American Empire Project y autor de The United States of Fear; también de una historia de la Guerra Fría, The End of Victory Culture. Es miembro del Nation Institute y dirige TomDispatch.com. Su libro más reciente es Shadow Government: Surveillance, Secret Wars, and a Global Security State in a Single-Superpower World.
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la misma.