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La OTAN en una encrucijada en Libia

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

A la OTAN se le acaba el tiempo para tomar algunas decisiones críticas sobre Libia, si todavía no lo ha hecho en secreto. La actual campaña se hace cada vez más desesperada, y comienza a atraer niveles intolerables de condena internacional; es difícilmente sostenible durante mucho tiempo, y si sigue al mismo ritmo, podría tardar muchos meses antes que Muamar Gadafi sea doblegado.

Eso, si se supone que esto último llegue a suceder. Porque, aunque Gadafi ha recurrido sobre todo a acciones defensivas como reacción ante bombardeos cada vez más feroces, también conserva sus cartas militares más importantes, y todavía puede ofrecer una resistencia significativa.

La alianza enfrenta alternativas binarias bastante simples, lo que prueba que la guerra no se desarrolla favorablemente para ella. Puede escalar aún más su intervención militar hasta llegar a una invasión terrestre, o puede imponer una partición del país entre Gadafi y los rebeldes. Irónicamente, el aluvión de informes que ha llegado de Libia alrededor de la semana pasada, subrayando la severidad de las desavenencias entre los principales participantes en los combates, puede reflejar cualquiera de los dos escenarios.

Gadafi parece creer que se prepara una operación terrestre; funcionarios rusos han estado hablando de ello desde hace un cierto tiempo, y hace poco otros países también han insinuado lo mismo.

La oferta de Gadafi, expresada la semana pasada por su hijo más destacado Said al-Islam, de realizar elecciones dentro de tres meses, y de renunciar si las pierde, [1] es una prueba de sus esfuerzos por evitar algo semejante.

Lo mismo vale para su actitud defensiva en las últimas semanas – aunque su ejército ha infligido graves bajas a los rebeldes, lo ha hecho sobre todo mediante emboscadas y utilizando artillería pesada contra el avance de unidades enemigos. Ha habido unos pocos contraataques, pero al parecer carecían de mucha energía y eran seguidos por rápidas retiradas.

El rechazo directo de la oferta del coronel por parte de los rebeldes, por otra parte, revela una confianza sorprendente. «Le decimos [a Saif al-Islam] que la hora ha pasado porque nuestros rebeldes están en las inmediaciones de Trípoli, y se unirán a nuestra gente y a los rebeldes en esa ciudad para desarraigar el símbolo de corrupción y tiranía en Libia», dijo un portavoz rebelde de alta graduación a Al-Jazeera.

Desde todo punto de vista, esta declaración se no acerca en nada a la situación en el terreno. Hay actualmente tres frentes principales en Libia: En el este, cerca de la ciudad de Brega, en el oeste, entre el bastión rebelde Misrata y varias ciudades cerca de la costa en camino a la capital Trípoli, y más al oeste en las montañas.

Este último frente es el que ha presenciado recientemente los progresos más importantes de los rebeldes, pero se ha debido en gran parte al retiro de las fuerzas de Gadafi del área. En todo caso, los rebeldes de las montañas son muy diferentes del resto del bloque contra Gadafi; son bereberes, que casi indiscutiblemente luchan por más autonomía. La mayoría de los analistas cree que es poco probable que ataquen Trípoli, y Gadafi ha preferido dejarlos tranquilos por el momento, para concentrarse en amenazas más urgentes.

Los otros dos frentes han progresado lentamente en el mejor de los casos, en el caso de los rebeldes. A menudo reivindican éxitos, pero sus avances son frecuentemente revertidos a pesar de la cobertura de la OTAN, y sus bajas crecen. Docenas han sido muertos recientemente y cientos heridos solo cerca de Misrata; varios ataques contra Brega también fueron rechazados con fuertes pérdidas.

Mi evaluación anterior de que los rebeldes no podrían avanzar lejos por su falta de experiencia militar en condiciones no urbanas [2] es confirmada por las informaciones. «Tenemos una estrategia para terminar todo hoy, pero algunos de los combatientes piensan que se trata de un juego», dijo a Reuters un comandante rebelde el viernes. Sus palabras dos días más tarde sugirieron que las lecciones no son implementadas con la suficiente rapidez: «Hicimos un error hoy… Enviamos a los muchachos a pie delante de los vehículos».

«Los rebeldes de Misrata perfeccionaron su capacidad en el combate en batallas callejeras a poca distancia», escribe Reuters, «arrebatando el centro de la ciudad a las fuerzas pro Gadafi y luego haciéndolas retroceder en tres frentes para romper un cerco de artillería… Muestran menos éxito en terreno despejado». [3]

La frustración de los rebeldes es evidente en sus frecuentes exabruptos contra la OTAN, en los que acusan a Occidente de no darles suficiente ayuda militar o financiera. Respecto a esta última, su ministro del petróleo Ali Tarhouni emitió una advertencia particularmente sombría hace unos pocos días. «Se nos está acabando todo», dijo a Reuters. «Es un fracaso total. O no lo comprenden [las naciones occidentales] o no les importa. Nada se ha materializado todavía. Y realmente quiero decir, nada.»

«La economía en Libia oriental, de donde provenía gran parte del petróleo que convertía a Libia en un importante exportador de la OPEC, está en ruinas,» advierte Reuters. [4]

A pesar de las diatribas y los reveses, las bravatas de los rebeldes hacen juego con el permanente aumento de la participación de la OTAN en las operaciones. Helicópteros de ataque realizan misiones de combate; los rebeldes reciben casi abiertamente artillería pesada y entrenamiento para utilizarla, incluso a pesar de que los informes no mencionan de dónde proviene (la OTAN insiste en que solo suministra equipos no letales como ser blindaje corporal y equipos de comunicaciones).

La campaña aérea, en general, se ha hecho más atrevida y mortífera. Más y más ataques son realizados durante el día, y las bajas civiles aumentan. Durante los últimos días, los medios internacionales transmitieron horrendas imágenes de las secuelas de ataques de la OTAN contra complejos habitacionales.

Según el régimen de Gadafi, siete civiles fueron muertos por la OTAN el domingo y 19 el lunes (y más de 700 desde el inicio de la operación); la OTAN reconoció un «error» el domingo, mientras afirmó que la incursión del lunes atacó una instalación militar. La casa en cuestión pertenecía a un miembro del círculo íntimo de Gadafi, y los muertos fueron sus parientes.

Las bajas civiles amenazan con debilitar lo que queda de la legitimidad internacional de la operación, e imponer un fin abrupto de la misma en el futuro. «La OTAN pone en peligro su credibilidad; no podemos arriesgar la muerte de civiles», advirtió el lunes el ministro de exteriores italiano Franco Frattini.

La presión internacional aumenta. La semana pasada, el presidente sudafricano Jacob Zuma se sumó al coro de voces que acusa a la OTAN de exceder su mandato. [5]

La alianza también enfrenta considerables presiones políticas y financieras en sus países. Los costes de la operación están aumentando, y son una carga considerable para los miembros individuales. En EE.UU., que ha jugado un papel crucial en la guerra, el gobierno del presidente Barack Obama enfrenta amenazas del congreso de que se corten sus fondos para la guerra,

Obama ha sido fuertemente criticado por ignorar la Ley de Poderes de Guerra, que estipula que un presidente que no ha recibido autorización del congreso para una operación militar debe concluirla dentro de 60 días, y que tiene 30 días adicionales para hacerlo. No solicitó ni recibió autorización y el plazo de 90 días venció la semana pasada.

Todo esto no agota los problemas de la OTAN. Nadie lo admitirá, pero es probable que a la alianza se le estén acabando los objetivos estratégicos importantes que sea legítimo bombardear. El aumento de bajas civiles y los ataques repetidos contra edificios vacíos, incluido el complejo Bab al-Azizia de Gadafi en Trípoli, apoyan esta hipótesis.

Además, es algo que usualmente sucede durante campañas aéreas prolongadas, y no hay motivo para creer que la guerra contra Libia sea algo diferente. Se necesita mucho esfuerzo, tiempo y recolección de inteligencia para identificar semejantes objetivos de alto valor, y solo unas pocas horas para bombardearlos.

La OTAN se ha mostrado cada vez más desesperada, y trata de aplicar el método de «conmoción y pavor» contra Gadafi mediante fuertes «mensajes» desde hace algún tiempo, y la simple aritmética indica que es probable que el conjunto de objetivos se esté acabando mucho más rápido que la posibilidad de volverlo a completar.

Objetivos tácticos como tanques e instalaciones de artillería también se hacen más y más difíciles de alcanzar debido a la mejora de las tácticas de Gadafi de ocultarlos en áreas pobladas y difíciles de bombardear.

En otras palabras, la OTAN enfrenta costes prohibitivos y ventajas dudosas si continúa con su actual estrategia. También Gadafi ha sido perceptiblemente debilitado, pero no parece estar ni remotamente cerca de un punto de rotura. Surge amenazadoramente la pregunta de lo que vendrá ahora: a la alianza occidental no le quedan muchas opciones.

No cabe duda que una campaña para matar al coronel desde el aire desde hace algunos meses no ha logrado su objetivo. Si eso no es posible, y ya que la alianza ha convertido en meta de su campaña el derrocamiento de Gadafi, el coronel solo tiene que sobrevivir en el poder para crear la percepción de que ha vencido (las guerras se libran en gran parte basadas en percepciones, como admiten abiertamente los expertos militares).

La cuestión principal es si la OTAN estará dispuesta a aceptar una derrota semejante – por ejemplo, imponiendo la división en dos de Libia y permitiendo que Gadafi gobierne la parte occidental – o si llegará a enviar fuerzas terrestres para deponerlo.

La especulación se desboca – desde una inminente invasión terrestre en los próximos días hasta complicadas iniciativas diplomáticas que involucran a miembros de la casa real, exiliada por Gadafi en 1969. La información fiable es escasa, pero la rápida proliferación de informes y especulación es de por sí reveladora.

Cuando las tensiones aumentan con tanta rapidez e información nueva aparece a un ritmo semejante, se puede suponer que se prepara el terreno para algo nuevo; sin embargo, es difícil de decir, a veces para los propios participantes, si vendrá más o menos violencia.

Tanto las concesiones como las amenazas pueden ser alardes – que apuntan a reforzar el apoyo internacional o la legitimidad de las partes respectivas, apuntalar una posición más ventajosa para negociaciones, o preparar al público para lo que sea.

Justo antes de dramáticos anuncios diplomáticos, dicen a menudo negociadores con muchos años de experiencia, hay usualmente un endurecimiento palpable de la retórica de ambas partes; para ambas es útil acceder en falso a las demandas de los partidarios de la línea dura de cada lado y advertir al otro de lo que sucedería si no cumple con sus compromisos. Esto también vale para el tiempo que precede de cerca a operaciones militares en gran escala, a menos que se quiera que el ataque sea sorpresivo.

A menudo, la verdadera amenaza de un derramamiento masivo de sangre es lo que termina por persuadir a ambas partes a negociar un cese al fuego; a veces, sin embargo, la amenaza se materializa. Cuesta predecir lo que sucederá en Libia, tal vez incluso para los que toman las decisiones.

Notas

1. Gaddafi son offers Libya elections, al-Jazeera, 16 June 2011.

2. Libya: The land of make believe, , Asia Times Online, 13 June 2011.

3. Inexperience costing rebels in advance on Tripoli, Reuters, 19 June 2011.

4. Libyan rebels blame West for lack of cash, , Reuters, 18 June 2011.

5. Libya: Jacob Zuma accuses Nato of not sticking to UN resolution, The Telegraph, 14 June 2011

Victor Kotsev es periodista y analista político residente en Tel Aviv.

 

 

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/MF22Ak04.html