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Sudáfrica

La otra cara del mágico Madiba

Fuentes: Revista Pueblos

Nelson Rolihlahla Mandela es sin duda uno de los hombres de Estado más carismáticos, elegantes y diplomáticos que Sudáfrica y el mundo hayan tenido nunca. Su humildad y su temperamento práctico quedaron otra vez de manifiesto en la celebración de su 91 cumpleaños con su insistencia en que el post-apartheid de Sudáfrica es el producto […]

Nelson Rolihlahla Mandela es sin duda uno de los hombres de Estado más carismáticos, elegantes y diplomáticos que Sudáfrica y el mundo hayan tenido nunca. Su humildad y su temperamento práctico quedaron otra vez de manifiesto en la celebración de su 91 cumpleaños con su insistencia en que el post-apartheid de Sudáfrica es el producto de la lucha colectiva de todos los sudafricanos, más que el trabajo de un hombre o de un partido político.

Esto contrasta con los rigurosos esfuerzos para idealizar y deificar a Madiba, aun a riesgo de falsificar la historia. Esta distorsión de la historia y los acontecimientos ocurre a menudo por omisión y ofuscamiento. Un claro ejemplo de esto es el intento de los actuales dirigentes de la alianza tripartita y de muchos otros procedentes de los medios de comunicación y de la academia para atribuir todos los fracasos del gobierno del ANC a Thabo Mbeki, sin reconocer que el llamado proyecto de clase del 96 fue en realidad la consolidación del proyecto iniciado por Mandela en 1994, o incluso mucho antes. Con mucha frecuencia se evoca el nombre de Nelson Mandela siempre y cuando el presidente Thabo Mbeki se presente como el hombre que llevó el gobierno del ANC lejos de los preceptos igualitarios contenidos en la Carta de la Libertad, y como quien puso a Sudáfrica en el camino del capitalismo desenfrenado.

La cuestión es que fue Nelson Mandela el primero en retractarse públicamente de su postura ante la Carta de la Liberad sobre la nacionalización de las minas y los recursos minerales de la tierra. La gente sin memoria selectiva recordará que poco después de su liberación, Nelson Mandela hizo una declaración a favor de la nacionalización, la cual provocó un arrebato de cólera y crítica entre los mandamases de la industria. Al día siguiente Mandela retiró su declaración y aseguró abiertamente a los Grandes Capitales que la nacionalización nunca sería parte de la política del ANC. Es bajo el liderazgo de Nelson Mandela cuando el ANC dio su consentimiento a la cláusula de suspensión, al reembolso de las deudas del apartheid y a la garantía de los derechos de propiedad. La cláusula de suspensión efectivamente desaceleró el proceso de poner en marcha la representatividad social dentro del ejército, los servicios civiles y otras instituciones públicas y estatales. La cláusula de propiedad efectivamente se presentó como una válvula de seguridad contra la nacionalización y socialización de las áreas estratégicas de la economía, y también aseguró que el proyecto de redistribución de la tierra permanecería bloqueado al comprador fallido pero no al vendedor dispuesto al acuerdo.

Como el mismo Mandela dijo en una declaración pública, las enormes cantidades de dinero que se destinan al servicio de la deuda del apartheid constituyen una de las barreras principales del gobierno para prestar servicios y atender las injusticias y los desequilibrios que existen en Sudáfrica. Fue bajo el reinado del mismo Mandela que el gobierno ejerció con firmeza el programa de ajuste estructural de privatización y desregulación de los activos del Estado y las empresas públicas, la relajación de los impuestos sobre el gran capital, y la relajación del comercio y las tasas arancelarias.

Intentar complacer a los grandes capitales con menores impuestos dio lugar a que los pobres tuvieran que encajar el proyecto de ley en forma de un pago mayor a medida que ganaban más (PAYE) y un aumento del impuesto del valor añadido (IVA). El comercio y la liberalización arancelaria causaron un daño tremendo a la industria local y a la población activa que provocó desempleo y despidos como resultado de que las empresas se vieron obligados a reducir sus plantillas o cerrar. La industria de la ropa, la textil, y las empresas manufactureras están particularmente presionadas por la proliferación de material extranjero correspondiente al producto del trabajo infantil y los sueldos de esclavos en condiciones de explotación procedente de las fábricas explotadoras de los países del Este. Ante todo esto, Mandela pidió a los trabajadores que se apretaran el cinturón para ayudar a poner en marcha la desigual economía capitalista, con promesas de que los beneficios de un mayor crecimiento disminuirían la pobreza lentamente, gota a gota.

Cuando se hizo evidente que el efecto goteo era sólo un espejismo, las organizaciones de la sociedad civil y el movimiento obrero aumentaron las protestas contra la estrategia de crecimiento y redistribución. En lugar de hacer caso a la opinión popular, Mandela utilizó su encanto, la veneración y el respeto que la gente le tenía para rechazar las protestas en contra del GEAR (crecimiento, empleo y redistribución). Una vez más, las personas sin poca memoria o amnesia deliberada recordarán cómo Mandela fue a un congreso de COSATU (Congreso de Sindicatos Sudafricanos) e irónico, rechazó las preocupaciones y demandas del pueblo contra la trayectoria neoliberal de su gobierno y dijo a todos y cada uno que el GEAR era la cerradura y la llave de la política económica del ANC sin la cual no se iba a ninguna parte. Así, mientras que Mbeki tuvo que recurrir al centralismo burocrático y al chauvinismo intelectual para rechazar la opinión popular y las demandas populares, Mandela recurrió al lujo del encanto Madiba – un exagerado sentido de respeto y reverencia hacia él, que casi lo situaban más allá del reproche.

¿Cuántos de nosotros están dispuestos a reconocer que el despliegue político de los partidos fieles a posiciones directivas en empresas públicas y posiciones ejecutivas del sector público, el amiguismo y el nepotismo que obstinaron al gobierno de Thabo Mbeki, se inició en 1994, bajo el ojo vigilante de nuestro querido Madiba? ¿Cuántos de nosotros están dispuestos a recordar que algunos de los incidentes brutales por parte de la policía contra las protestas populares así como los actos de intolerancia contra opiniones distintas ocurrieron mientras Mandela era el líder del ANC y del gobierno? ¿Cuántos de nosotros tendrían suficiente valor para mezclar el nombre de Mandela cuando se habla de los líderes del ANC que deben al público una explicación sobre el fiasco del tratado de armas?

El año pasado en Durban escuché con interés en un mitin de COSATU a Zwelinzima Vavi, Dr. Blade Nzimande y otros cuando dijeron que aunque Mandela era el presidente cuando el gobierno ignoró la alarma lanzada por Eskom de que había una necesidad de crear otra estación eléctrica, la culpa de la crisis de la electricidad debería recaer sobre los hombros de Thabo Mbeki, que entonces era el vicepresidente. Vavi y sus colegas sostuvieron que al mismo tiempo Thabo Mbeki era de facto la última voz dentro de la presidencia. Es extraño que cuando se habla de la lista de milagros que ocurrieron entre 1994 y 1996, toda la gloria vaya para Madiba, y cuando se trata de las decisiones erróneas y de las políticas contra los pobres decimos que el hombre que realmente llevaba el timón era TM. Nuestro amor por los líderes, incluido Mandela -quien realmente merece la reverencia que le rendimos- no debería seducirnos dentro de nuestra animada historia.

Sí, Mandela es un gran hombre de paz y tolerancia, pero también el arquitecto de una administración neoliberal y neocapitalista. El inefable, amable y pacífico Mandela que dijo que el gobierno estaba abierto a negociar sobre la idea del «estado bóer» es la misma persona que, molesta, señaló con el dedo amenazante a todo periodista que cuestionara su visita a la viuda de Verwoed por llamarla «la esposa de un héroe» en su visita a la racista Orania, acusando a esos periodistas de socavar los esfuerzos de su gobierno por la reconciliación, muchos de los cuales estábamos a su lado. Cuando TM empezó a poner la etiqueta de ultra-izquierdistas y racistas a todos los que diferían de las políticas del ANC, sólo estaba siguiendo los pasos de su predecesor

¿Cuántos de nuestros analistas independientes y académicos, o poetas revolucionarios y maestros de ceremonias alternativos pronunciarán estas verdades desagradables sobre nuestro querido Madiba? ¿Aprueba Madiba esta memoria selectiva sobre su vida y su historia? Quiero creer que a Madiba -que, pese a mi queja ideológica, he llegado a apreciarlo y quererlo como ser humano y como estadista por excelencia- le gustaría ser recordado no como un dios y una persona perfecta, sino como un individuo normal, con una excelente personalidad y un carisma extraordinario, como un hombre de estado- pero humano, propenso al error, capaz de hacer juicios erróneos sobre algunas cuestiones, y abierto al cuestionamiento. Por eso sostengo que la deificación de Mandela no es la mejor manera de rendirle homenaje, de igual modo que la memoria selectiva sobre algunos de nuestros líderes, Stephen Bantu Biko, Robert Mangaliso Sobukwe, Oliver Tambo, Winnie Madikizela Mandela, etc. no es un buen servicio para su legado ni para la herencia de esta gran nación.

Mphutlane wa Bofelo es un escritor activista con una pasión por el empleo de la educación creativa, la literatura y el teatro como herramientas para la transformación y el desarrollo. Este artículo se publicó en Africaneando. Revista de actualidad y experiencias, número 3, tercer trimestre de 2010.

Fuente: http://www.revistapueblos.org/spip.php?article2035