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La PAH, cuando la calle clama «Sí se puede»

Fuentes: La Hiedra

El movimiento por la paralización de los desahucios en el Estado español ha conseguido poner contra las cuerdas al gobierno del PP y extender la solidaridad entre las clases populares. Si bien desde el inicio del 15M los opinólogos del mainstream han hecho malabares para pronosticar en sus tertulias el entierro del movimiento, la lucha […]

El movimiento por la paralización de los desahucios en el Estado español ha conseguido poner contra las cuerdas al gobierno del PP y extender la solidaridad entre las clases populares. Si bien desde el inicio del 15M los opinólogos del mainstream han hecho malabares para pronosticar en sus tertulias el entierro del movimiento, la lucha de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) bombea con fuerza el corazón de la resistencia popular contra la crisis. En este artículo analizamos la historia de la PAH, su estrategia y las potencialidades que encierra.

La PAH nació en Barcelona en el año 2009 ante la imposibilidad creciente de hacer frente al pago de las hipotecas, hecho pronunciado estrepitosamente por la crisis y el crecimiento vertiginoso del paro. Pero la historia no es una mera concatenación de hechos aislados sino que las resistencias beben y son fuente de nuevas luchas. Fue en el año 2006 cuando se formó el movimiento VdeVivienda, del cual procedieron gran parte las personas impulsoras de la PAHrando en Barcelona. Este movimiento abrió una de las primeras brechas que empezarían a resquebrajar la calma tensa de la primera legislatura de Zapatero.

Después de la etapa de desmovilización tras la victoria del PSOE en 2004-o para ser más fieles a la realidad, tras la derrota de un PP deslegitimado en múltiples frentes-, y coincidiendo con una fase del movimiento antiglobalización más centrada estratégicamente en lo local y las demandas concretas después de los grandes foros y contracumbres a nivel global, surge VdeVivienda, que puso en la primera página de la agenda política el acceso a la vivienda y el fin de la burbuja inmobiliaria cuando prácticamente nadie la reconocía. Su frescura y originalidad logró recomponer la resistencia en la calle. Si bien decayó por algunos factores como la falta de objetivos concretos (cuestión posteriormente central para ajustar las directrices de la PAH), la excesiva dependencia de la espontaneidad o la soledad en un contexto desmovilizado2, tendría claros efectos sobre la política gubernamental y abriría el camino hasta el 15M. El movimiento consiguió tres victorias significativas: la aprobación de la Ley del Suelo, la renta de emancipación y la Ley de Vivienda de Catalunya3.

Fueron medidas tardías e insuficientes que respondieron a la presión de un movimiento que impregnaría en sus formas al 15M: estéticamente, en sus eslóganes y con una organización alrededor de las plazas. La crisis económica agudizó los desahucios, resituando la emergencia social alrededor de la cuestión de la vivienda como consecuencia del aumento del paro, el rescate a los bancos promotores de hipotecas esclavas y la destrucción del sector público como justificación del pago de la deuda (potenciada por el préstamo a dichos bancos). Un círculo cerrado por el sufrimiento de las clases populares depauperadas y que abría la necesidad de solidaridad y resistencia directa. Así, las PAH’s y otras plataformas por la vivienda digna -como 500×20 en Nou Barris y decenas de nodos por la vivienda del 15M, entre otras- se convertían en una urgencia vital que se multiplicaba en todo el estado (eso sí, con diferencias y matices entre ellas en estrategias y objetivos).

La PAH ha tenido una relación bidireccional con el 15-M: por un lado fue promotora, junto con otras plataformas y activistas, del movimiento de los indignados en muchas ciudades4; por otro, el movimiento asumió las reivindicaciones de la PAH como propias y ha nutrido y multiplicado la plataforma (como otros muchos frentes de lucha). De hecho, muchas personas activistas del 15M catalizan hoy su principal activismo en la PAH, mostrando no sólo que el movimiento no está muerto, sino que se ha transformado y que el planteamiento de objetivos concretos es clave para la continuidad. Pero hay otro factor crucial para el crecimiento y consolidación de la PAH: el empoderamiento de las personas afectadas.

AutoemanciPAHción

Si el feminismo acuñaba en los años 70 que lo personal es político, en un sentido similar la PAH ha tenido claro que la desculpabilización y concienciación colectiva es la antesala del activismo. Tal y como comentan Colau y Alemany (2012), con «VdeVivienda, la transformación de estos jóvenes en activistas sociales se debió a una transición casi automática. Pero […] ¿Se convertirían los afectados en activistas?». Para lograrlo la PAH ha roto con el asistencialismo pasivo y ha generado un espacio colectivo en el que se señala la dimensión común del problema y los elementos estructurales que la provocan, algo totalmente clave considerando que las personas afectadas tienen como principal preocupación la supervivencia, han sido amenazadas por las sucursales bancarias y/o están sumidas en problemas de salud que, como indica el psiquiatra Manuel Gómez-Beneyto, aumentan con la pobreza, el endeudamiento y las desigualdades5. Tatiana Koleva, psicóloga y activista de la PAH en Madrid (su desahucio fue el primero de la ciudad paralizado) indica que «con la crisis han subido los suicidios un 20% y la prescripción de psicofármacos un 35%»6. Los suicidios de las personas afectadas son la parte más cruenta del drama y muestran los efectos de la criminalización de la pobreza y del martillo mediático que nos culpaba diciendo que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades». Cabe apuntar además cómo la atribución de roles de género provoca diferencias entre hombres y mujeres afectadas en dos sentidos, mostrando la cara b de la masculinidad: en primer lugar «mientras que en muchos casos los primeros viven la situación como un fracaso personal que hunde su identidad, las segundas lo encajan como una realidad que hay que afrontar de la manera más práctica»7; en segundo lugar, la tensión generada por la situación y la dependencia económica, puede favorecer la violencia contra la mujer, y la falta de acceso a la vivienda la permanencia en relaciones violentas.

Revertir la culpa y la vergüenza en determinación por la lucha ha sido vital tanto para las personas como para el movimiento. El asesoramiento colectivo promovido por la PAH genera confianza, multiplica el activismo (pasando a ser de asesorada a asesora) y ejerce una mayor presión en las negociaciones (disuadiendo en múltiples casos a las entidades de sus prácticas abusivas)8. Como decía Lluís Martí, activista de la PAH de la Bisbal del Penedés refiriéndose a la paralización de su desahucio (el primero de todo el Estado) «en ese momento decidí luchar de por vida contra los banqueros, mientras haya un banquero, estaré allí para tocarle las narices […] decidí implicarme y empecé a ir a asambleas».9 Si el capitalismo nos momifica en la pasividad y el individualismo, la lucha nos otorga conciencia de clase y transforma la competitividad en solidaridad.

Desobedecer PAHrando

La desobediencia ante una situación ilegítima se ha ganado el reconocimiento de la gran mayoría de la población, como han mostrado múltiples encuestas. Las experiencias de desobediencia civil recorren los movimientos de resistencia a lo largo de la historia, como el de las sufragistas a principios de s.XX (acudían a votar sin ser llamadas), la lucha por los derechos civiles liderada por Martin Luther King o el movimiento insumiso al servicio militar en el Estado español. Recientemente, las plantillas sanitarias han desobedecido la negación del derecho a la asistencia a las personas inmigradas o, durante la ocupación en las plazas del 15M, desobedecimos el mandato de la Junta Electoral (como en varias manifestaciones feministas de los últimos años).

En lo referente a la vivienda, tenemos nuestra propia historia. A principios de siglo XX la CNT formó el Sindicato de Inquilinos, que reclamaba la rebaja de alquileres en un 50% y la mejora de la vivienda. En 1922 convocó una huelga con apoyo total del Sindicato de la Construcción10 y en 1930 se inició en la Barceloneta una huelga de alquileres que se extendió a otras muchas partes. Tanto la huelga como las acciones de protesta se hacían mediante procesos asamblearios que reforzaban su extensión. Los desahucios se impedían por la fuerza, se asaltaban los vehículos de la policía antes de que llegaran a la vivienda o se optaba por la acción directa de volver a realojar a los desahuciados en la misma u otra vivienda11. Impresionan las similitudes con la lucha actual.

La PAH ha detenido 75 ejecuciones por cada una que ha parado el Gobierno (casi 600 desalojos parados-hasta la fecha de edición- frente a los 8 casos acogidos al Código de Buenas Prácticas del PP), mostrando la falta de voluntad de las administraciones. La imposibilidad de saldar la deuda con el piso tiene el objetivo de aumentar los beneficios de la banca (son conocidos los casos de personas desahuciadas que ven sus hogares ofertados como gangas por las entidades). Cuando no ha sido posible impedirlo, la plataforma da cobertura a las familias para que no se queden en la calle. Se trata de la obra social de la PAH, que, como hacen otras plataformas y coordinadoras por la vivienda, persigue la reapropiación ciudadana de las casas vacías en manos de entidades financieras por ejecuciones hipotecarias.

También en este sentido tenemos que recuperar nuestra memoria de clase: las ocupaciones y colectivizaciones durante la revolución española en 1936 mostrarían el potencial de un proceso revolucionario que pone en jaque la propiedad privada y muestra la fuerza de la autoorganización. Algo que el SOC y el SAT nos han recordado en las últimas décadas, así como el movimiento vecinal. En los ’60 y ’70, la nefasta política de vivienda y la pésima calidad de las construcciones llevaron a la acción del movimiento vecinal, como ejemplifica la huelga de pago de las mensualidades desde 1969 hasta mediados de los 7012. Las ocupaciones de solares para habilitar equipamientos se extendería posteriormente ante la impotencia de las grandes constructoras13. Años después, en los ’90, el movimiento okupa tendría su auge -en un contexto de crecimiento especulativo, precariedad y ausencia generalizada de luchas- y se consolidaría a finales de la década (con centenares de okupaciones alrededor del estado), con una represión cada vez mayor14. Estas experiencias, entre otras muchas, son el hilo histórico de la resistencia a la mercantilización de los recursos que hoy prosigue. La reapropiación que hacen hoy las PAH’s está más que legitimada ante un cementerio de pisos vacíos sumergidos en el caldo podrido de la especulación, y que muchas administraciones además se niegan a listar.

La PAH se ha erigido incluso para las administraciones locales como el único espacio donde brindar soluciones15-aunque no se reconozca-, remitiendo a las personas afectadas de sus ventanillas a la plataforma, y consultando a sus activistas para conocer la dimensión del problema. Mientras a pie de calle muchos acaban en procesos judiciales, los partidos mayoritarios continúan rechazando la desobediencia y aferrándose a una legalidad criminal (como se aprecia meridianamente en el programa «Habitatge: dret o condemna?» de Debat99%)16. Ante esta ineficacia, procede un ejemplo coetáneo: la política de vivienda de Marinaleda, donde se pagan 15 euros al mes, muestra lo aberrante de nuestra realidad. El ayuntamiento, con Sanchez Gordillo a la cabeza, proporciona los terrenos, albañilería y arquitectura; la Junta los materiales, y la persona interesada su trabajo. Así, una vivienda cuesta 400 días de trabajo y los 15 euros sirven para cubrir los materiales. Una vez construida la casa, se puede transmitir de generación en generación, pero nunca venderla: no se permite la especulación17. Como dice la PAH: si se quiere, se puede.

También la plataforma lleva a cabo otras campañas como las mociones a los ayuntamientos, la ILP, el escrache y la dación en pago, entre otras acciones. Por su impacto y actualidad, trataremos las tres últimas más detalladamente.

De la ILP al escrache

La ILP -que incluye como demandas principales regular la dación en pago retroactiva, el alquiler social y la moratoria en los procedimientos de ejecución de hipotecas-, ha supuesto una demostración de fuerza de la sociedad civil, que a pie de calle ha triplicado las firmas necesarias (consiguiendo 1.402.854), y que ha ganado un primer pulso al gobierno forzando a la admisión a trámite. La combinación de la tensión en la calle (campañas de base, manifestaciones masivas el pasado 16 de febrero y escraches) y la presión institucional ha puesto contra las cuerdas a aquellos partidos en el poder que se negaban a mencionar la cuestión. La prohibición por parte de Cospedal de la palabra «desahucio» en sus delegaciones es sólo la guinda de un pastel podrido que pone de manifiesto la llamada puerta giratoria de los grandes partidos política, con una mano en el atril del congreso y la otra en la caja de las grandes empresas.

El PSOE bascula entre la concesión (fruto de la presión) y los recortes. Mientras en Andalucía prevé la expropiación de viviendas a los bancos -clara victoria de la movilización-, ha mostrado una negativa continuada a los cambios en la ley hipotecaria y los efectos de su Reforma Laboral (el paro está detrás del 90% de los desahucios18), el rescate a la banca, la modificación de la Constitución para priorizar el pago de la deuda por encima de las necesidades sociales o la creación de juzgados para acelerar los desahucios (como hiciera Chacón), impiden maquillar su oportunismo tardío. El PP, arquetipo de políticas antisociales, ha presentado medidas insuficientes e incluso agravantes19 (como la moratoria de desahucios), ha destrozado la ILP para presentar un decreto que desoye las demandas, ha ejercido una campaña de desinformación «para minimizar hasta el absurdo la magnitud de la problemática»20 y, como última baza, recurre a la criminalización del movimiento. La negación de las reivindicaciones de las clases populares (con un 90% de apoyo a la dación en pago, lo que incluye a votantes del PP21) ha puesto en escena el escrache.

Ante el freno a la ILP, que incluso la plataforma advierte «de mínimos», la PAH ha puesto en marcha la campaña de escrache con el objetivo de presionar a los partidos con representación para que rompan la disciplina de voto (básicamente dirigido al PP, quien la rechaza y tiene mayoría para tumbarla). La iconografía de la campaña está representada por dos círculos simulando los botones de votación del congreso: uno verde que indica «Sí se puede» y uno rojo que señala «Pero no quieren». El escrache está inspirado en la estrategia utilizada por los hijos e hijas de personas desaparecidas en la dictadura Argentina, con el objetivo de «denunciar públicamente la impunidad con la que vivían muchos represores de la dictadura»22. Esta campaña está siendo utilizada para criminalizar a la PAH, vinculándola con ETA (comodín de la derecha cuando la marea sube) lo cual no es sólo una reacción al escrache en sí sino una vulneración indirecta del derecho a la vivienda23que se reivindica, intocable para el capitalismo español. El argumento de protección a la intimidad de los políticos, que imposibilitan directamente el derecho humano a la vivienda y condenan a una deuda de por vida, ante la supuesta violencia reivindicativa es puro cinismo clasista. Además, es cuanto menos hipócrita si recordamos el escrache que la derecha hace y ha hecho en el pasado24 (como el que realizan los antiabortistas contra mujeres y plantillas ante las clínicas donde se hace la Interrupción Voluntaria del Embarazo).

Pero el apoyo a la PAH no está decayendo como querrían y el escrache (lanzado para conseguir el apoyo a la ILP) está logrando otras victorias como la de Vallecas, donde ha conducido a la paralización de un desahucio y otras renegociaciones. Además, otros colectivos están utilizando el escrache, como los afectados por las preferentes en Galiza, con la imborrable imagen de los concejales de Ponteareas saliendo por la ventana del pleno.

En el movimiento antiglobalización, la protesta contra las instituciones financieras in situ se realiza desde el mismo Seattle (1999); en países como EEUU son constantes las manifestaciones en contra de banqueros y políticos en sus viviendas25. Pero la PAH, aunque quieran los poderosos, no se acaba aquí. La campaña por una Primavera Verde promueve la visibilización en el espacio público del apoyo a las demandas.

Reformar radicalmente

La demanda de la dación en pago se convierte en doblemente anticapitalista: impugna el capitalismo español, ultradependiente del ladrillo (EEUU, el gran representante del capitalismo internacional, acepta la dación en pago26) y promueve la lucha masiva a través de acciones radicales, construyendo conciencia de clase.

Si bien la dación en pago no es la solución final, la negación del Estado y de la banca a cancelar la deuda con la entrega de las llaves muestra la importancia que tiene para el capitalismo español el sometimiento de las clases populares a través de las políticas de vivienda, generando beneficios a costa de nuestros derechos (pues las casas que ahora se adjudican a precio de saldo ingresan en los balances de los bancos o se ponen a la venta a precios muy superiores27).

En cuanto a la radicalidad de una demanda social, Rosa Luxemburgo señalaba que «la reforma legal y la revolución no son métodos distintos del progreso histórico que puedan elegirse libremente en el restaurante de la historia, como si fueran salchichas calientes y frías, sino que son momentos distintos en el desarrollo de la sociedad de clases que se condicionan y complementan uno a otro y, al mismo tiempo, se excluyen» (Reforma o Revolución, 1900). La estrategia de la PAH supone reformar el sistema desde una práctica totalmente radical y empoderadora, por lo que en este momento histórico supone un avance hacia un cambio más profundo. Dada además la incapacidad de hacer reformas progresistas de la socialdemocracia, el anticapitalismo emerge como una opción para cada vez más personas.

Y, ante todo, conseguir la dación en pago evitaría el sufrimiento perpetuo de miles de familias, lo cual es más que suficiente para quienes desde el ultraizquierdismo critican la medida por reformista o desde el mecanicismo tratan de minimizar el problema al caracterizarlo como coyuntural.

La estrategia de utilizar una cuestión concreta para profundizar en una demanda más amplia es practicada por otros muchos movimientos, como podría ser la demanda del salario por el trabajo doméstico en los años ’70 en Italia (para sacar también a la luz la cuestión de la doble jornada de las mujeres) o la Auditoria Ciudadana de la Deuda (que más allá de reivindicar la auditoría en sí denuncia el sistema económico global). Por tanto, quien quiera que mire el árbol, pero mientras el bosque sacude con fuerza sus ramas y las raíces tiemblan, las grietas que surjan son oportunidades para profundizar en el cambio social.

V de Victorias

No hay nada mejor para combatir el pesimismo que las victorias. Los logros de la plataforma son experiencias que una clase trabajadora machacada por el desierto de la crisis necesita como el agua. Más aún cuando, para justificar el inmovilismo, se ha cuestionado la eficacia del 15M, las cúpulas sindicales no presentan una lucha combativa y el peligro del fascismo ronda como un buitre sobre la cuneta de la miseria.

Frente al racismo institucionalizado y la basura fascista de partidos como Plataforma por Catalunya, la solidaridad ha roto con la división impuesta por las ideas dominantes. Así se ha mostrado en el caso de las personas de origen migrante, las primeras afectadas por los desahucios (si bien en la actualidad el 70% son autóctonas28) y que a pesar de estar sujetas a la ley hipotecaria la regulación de las ILP las ha excluido de ser firmantes de la iniciativa. En el caso de Mohamed Aziz, además, se logrado que el Tribunal Constitucional Europeo reconozca el abuso de la banca, obteniendo una sentencia histórica que nos abra puertas a todas y todos. La solidaridad en ámbitos profesionales como el cuerpo de bomberos, cerrajería o justicia ha sido clave especialmente en el momento del desalojo. Cómo extender esta solidaridad a los centros de trabajo es un reto para el sindicalismo de base y los movimientos sociales.

La única salida posible a la cuestión de la vivienda pasa por una gestión del entorno y de la ciudad de acuerdo a los intereses de la mayoría de las personas, socialmente justa y ambientalmente sostenible. El muro impuesto por el Estado y las entidades financieras es un ataque directo contra las clases populares para mantener sus privilegios a costa de nuestras vidas. Por ello, la lucha por la vivienda de hoy es pura lucha de clases. Utilicemos todas nuestras herramientas como tal, pues cuando la calle clama que sí se puede los de arriba tiemblan. Que tiemblen.

Regina Martínez es militante de En lluita / En lucha

Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra

Notas

  1. Colau, Ada y Alemany, Adrià, 2012: Vidas hipotecadas. De la burbuja inmobiliaria al derecho a la vivienda. Barcelona: Angle. p. 87.
  2. Ibid, p. 89.
  3. Duran, P., Simón, O., 2011: 15-M: De la indignación a la revolución. Barcelona: En Lucha.
  4. Colau, A., Alemany, A., 2012. p. 18.
  5. Entrevista a Manuel Gómez-Beneyto en Viento sur. «El gran sufrimiento causado por los desahucios lleva a gente en sus cabales al suicidio» Extraído de  http://bit.ly/17hsIQG
  6. Muriel, E., 2012: «Con la crisis han subido los suicidios un 20% y la prescripción de psicofármacos un 35%». Extraído de:  http://bit.ly/17hsQ2x
  7. Colau, A., Alemany, A., 2012. p. 97.
  8. Ibid., p. 107.
  9. Herranz, Jon. La Plataforma. SICOM, Solidaritat i Comunicació y Namus Films. 66 min. 2012.
  10. Ealham, Chris, 2005: La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937. Madrid: Alianza ensayo. p. 89.
  11. VV.AA, 2006: «Las huelgas de alquileres de ayer». Etcetera, nº 40. Mayo 2006. Disponible en: sindominio.net
  12. Bordetas, I., Sánchez, A., 2010: Construint la ciutat democrática. El movimient veïnal en (la) transició, 1974-1979. Barcelona: Icaria. p. 169.
  13. Ibid., p. 225.
  14. Más información en: okupatutambien.net
  15. Colau, A., Alemany, A., 2012. p. 101.
  16. «Habitatge: dret o condemna?». Debat99%. 103 min. 2013. Disponible en:  http://bit.ly/YPttbs
  17. Pareja, P., 2012: «Marinaleda, la utopía comunista de Sánchez Gordillo». Disponible en:  http://bit.ly/S6y0sa
  18. Blanchar, C., 2013: «312 lanzamientos al día desde 2008». El País, 15 de Marzo de 2013.
  19. Para más análisis consultar el artículo de Diagonal «El decreto sobre los desahucios empeora la situación», disponible en  http://bit.ly/10BPVaP
  20. Colau, A., Alemany, A., 2013: «Desahucios y Democracia: De la estrategia del miedo a la guerra de cifras como política disuasoria». Disponible en  http://bit.ly/Z59Lgi
  21. El País, 17 de Febrer de 2013. «Los desahucios unen a los votantes».
  22. Ginné, E., 2013: «Una eina nascuda per señalar les responsables de la dictadura argentina». Setmanari La Directa. Nº 309.
  23. Pisarello, G., 2003: Vivienda para todos: un derecho en (de)construcción. Barcelona: Icaria. p. 256.
  24. Baños, A., 2013: «Cuando el escrache lo hacían ellos». Disponible en  http://bit.ly/14K7bjJ
  25. Navarro, V., 2013: «En defensa del escrache». Disponible en  http://bit.ly/XLK2X0
  26. Lozano, L., 2013: «La dación en pago, último recurso en Estados Unidos». Disponible en  http://bit.ly/XnKGPA
  27. Colau, A., Alemany, A., 2012. p. 114.
  28. Ibid.