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Argelia y la Primavera Árabe

La perspectiva desde el bosque

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll

[Los residentes de Bois des Pins han protestado contra la construcción de un aparcamiento comercial y la destrucción de las tierras boscosas en Hydra, en las afueras de Argel. Fuente de la imagen:  djazairess.com]

Argelia ha vuelto este mes a los titulares de la ‘Primavera Árabe’, aunque por razones más ambiguas que el levantamiento del estado de emergencia de febrero. Desde la caída de Gadafi, el papel de Argelia ha sido por un lado como bastión de la elite militar y por otro como un seguidor tranquilo del régimen de Gadafi. La sospecha de que Argelia puede ser inmune a la Primavera Árabe se relaciona con la falta de protestas masivas ‘estilo Tahrir, junto con su buena disposición a proporcionar refugio a los miembros del clan Gadafi y su falta de reconocimiento del Consejo Nacional de Transición de Libia. El anuncio del 12 de septiembre de que el régimen liberalizaría los medios de comunicación gestionados en su mayor parte por el Estado -en línea con un conjunto de reformas anunciado en abril- se recibió con bastante escepticismo y más todavía tras los atentados contra los diarios El-Watan y El-Khabar dos días después. Hay varios factores que no tienen buenos presagios para una Primavera Árabe en Argelia: una población fragmentada, la memoria todavía fresca de una violenta guerra civil, la existencia de redes de padrinazgo financiadas por los petrodólares, un historial de corrupción rampante a los niveles más altos y lo que queda de una vacía retórica de guerra fría. Posteriormente, esto ha inducido a los astutos observadores de la política argelina, como John Entelis, a llegar a la conclusión de que «Argelia es revolucionaria sólo de nombre».

Desde luego no es mi intención ofrecer una probabilidad estadística de si la Primavera Árabe se dará en Argelia. Tal análisis consideraría a la Primavera Árabe como un producto modular que puede importarse tal cual y podría causarme bochorno en los meses, si no semanas, venideros. Lo que sí puedo decir, después de haber llegado recientemente a Argel, es que el funcionamiento del poder es considerablemente menos seguro de lo que parecía hace cinco años.

En los últimos meses, hay un lugar que se ha convertido en un símbolo poderoso de la brecha creciente entre el pueblo y le pouvoir, junto con la división cada vez mayor entre las credenciales revolucionarias y las prácticas autoritarias. Sin embargo, a diferencia de los símbolos que nos hemos acostumbrado a buscar, la lucha no tiene lugar en una plaza. Se escenifica en una obra, donde se pretende construir un aparcamiento donde antes había un bosque. Por otra parte, la gente no grita «al-sha`ab yurid isqat al-nizam» (la gente quiere la caída del régimen). Grita «touche pas à mon jardin» (no toques mi jardín).

Bois des Pins: La brutalidad policial y el estancamiento jurídico

En julio, los habitantes de Bois des Pins descubrieron que su pequeño bosque de eucaliptos sería destruido y sustituido por un aparcamiento comercial de varias plantas. Enfurecidas porque no les habían avisado ni consultado, las personas se movilizó rápidamente, firmando peticiones y organizando manifestaciones. Recalcaron el legado sagrado de los árboles, símbolo del orgullo nacional a raíz de la independencia. Además, alegaron que el proyecto se estaba llevando a cabo ilegalmente, basándose en una ley que hace constar que la planificación inmobiliaria sólo puede realizarse después de una investigación pública. También existe una dinámica de clase que apoya esta lucha: mientras Hydra es un suburbio relativamente elegante, residencia de embajadas y expatriados, Bois des Pins es comparativamente menos pudiente.

Pero estas protestas pacíficas se tornaron rápidamente violentas. El 8 de agosto, la policía antidisturbios hizo frente a los manifestantes y los atacó con gases lacrimógenos, hiriendo gravemente a cinco personas y suministrando a youtube unas imágenes dramáticas. M. Mahenni, residente de Bois des Pins, alega que la policía le golpeó 32 veces. El 5 de septiembre, el Wali de Argel se negó a reconocer la legitimidad de las quejas oficiales contra él. En cambio, se ha llamado a veintiún residentes a declarar que se enfrentan a diversos cargos, entre los que figuran agresiones a la policía, posesión de armas y atentar contra la propiedad pública y privada.

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[La relación entre Bouteflika y Gadafi ha dejado a muchos pensando qué papel jugará Argelia en la Primavera Árabe. Fuente de la imagen: thefirstpost.co.uk]

¿Un nuevo poder colonial? Seis muyahides* denuncian el régimen

Un aspecto notable de la lucha de Bois des Pins es la respuesta de las muyahides. Estas mujeres, que lucharon contra los franceses, personifican la guerra revolucionaria que legitima el estado argelino desde hace 50 años. Sin embargo, en este momento histórico, Djamila Bouhired, Fattouma Ouzegane, Louisa Ighilahriz, Zoulikha Bedaddour, Malika Wahiba y Louisa Ouzarène han redactado una declaración pública que denuncia las acciones arbitrarias y violentas del Estado. Al condenar a los políticos que se aíslan de la realidad sociopolítica de la mayoría de los argelinos, resaltan los ideales de la Primavera Árabe frente al aparato estatal represivo de Argelia. Quizá la Primavera Árabe no sea un modelo para Argelia, pero sí parece ofrecer un futuro imaginario coloreado con la verdadera herencia revolucionaria de Argelia contra los franceses. La última parte de su declaración merece citarse en su totalidad: «Argelia, junto con su historia insigne, no merece que se abuse de ella nuevamente, esta vez por parte de sus hijos. La policía sitia a Bois des Pins en Hydra y nos devuelve a 1957 cuando los paracaidistas del General Massu se apoderaron de los edificios y apartamentos de Argel durante la gloriosa batalla de la ciudad».

Las muyahides  no son las únicas personas que cuestionan las cfredenciales revolucionarias contemporáneas. Abdelghani Henni, residente de Bois des Pins, ha comparado también las acciones de la policía con las del ejército colonial de los años 50. Otros argelinos comparan estas acciones con las del OAS (Organisation de l’armée secrète), el grupo francés terrorista que perpetró actos violentos tanto en Francia como en Argelia durante la Guerra de Independencia bajo el eslogan «Argelia es francesa y seguirá así». En un país donde el colonialismo se ve como el pecado original par excellence y las palabras de Fanon todavía pueblan el discurso nacional, esta comparación es poco menos que herética.

Sin duda, el tercermundismo del FLN (Front de Libération Nationale) suena cada vez más cansino. En su sitio web, el-Moudjahid, al comentar los acontecimientos en Bois des Pins, reclamó el derecho del Estado de construir lo que se considera necesario para el bien común. Mientras tanto, otros partidos políticos aprovechan la oportunidad para criticar el régimen actual. Hocine Ahmed y el FFS (Front des Forces Socialistes) han denunciado sin reservas las acciones de la policía y han llamado a que las fuerzas policiales se retiren de Bois des Pins. Sheik Abadía Djaballah, líder islamista de la oposición que encabeza el Frente para la Justicia y el Desarrollo, alega que Argelia podría experimentar un ‘tsunami’ social debido a la falta de democracia, lo que da al régimen una razón para pensar que el destino de unos cuantos árboles puede ser un presagio vivo de la Primavera Argelina.

La naturaleza de la revolución: Ecología y nacionalismo en Argelia

Así que la pregunta es, ¿qué tienen que ver los árboles con el nacionalismo? Si invocamos el color verde cuando mencionamos Argelia, se refiere más al Islam que a la ecología. Pero las dos cosas están relacionadas; mientras la legitimidad política en Argelia ha tirado siempre de la retórica islámica, en otros momentos se ‘enraizó’ en un ecologismo radical.

La independencia nacional se basó en la soberanía política y ecológica, y la emergencia de Argelia como actor nacional se reflejó en una identidad árabe islámica y una serie de iniciativas ecologistas. La reforestación, por ejemplo, fue una prioridad después de la guerra para demostrar que Argelia protegería y se beneficiaría de sus propios recursos naturales, lo que fue imposible bajo el régimen colonial explotador. De la misma forma que la política francesa de desarrollo (mise en valeur) fue una demostración humanista de la capacidad del hombre para conquistar la naturaleza, los funcionarios argelinos buscaron una visión del desarrollo que correspondiera al marco nacionalista radical. Los intentos del Presidente Houari Boumediene de reforestación durante los años setenta culminaron en el barrage vert (la ‘represa verde’), diseñada para proteger el norte de Argelia del inexorable avance del desierto. Pero el proyecto sólo tuvo éxito parcialmente, ya que sólo se plantaron 160.000 hectáreas de las tres millones previstas.

El éxito de esta visión, sin embargo, se encuentra no sólo en el número de árboles plantados. Los residentes de Bois des Pins han observado que algunos de estos árboles los plantaron voluntarios en los años 70. Como señaló un residente «hemos luchado por este espacio verde». Es importante, por tanto, ver la historia del bosque además de la política de los árboles. Los residentes de Hydra están luchando por los árboles. Pero invocan el ideal de un bosque -una conciencia medioambiental que está relacionada con el autorretrato revolucionario de Argelia- y utilizan este legado histórico para desacreditar al régimen actual.

Esta conciencia ecológica también está relacionada con las maneras en que el capitalismo ha dictado el curso de la planificación urbanística en Argelia. La ciudad de Argel, conocida en otros tiempos como la ‘ciudad blanca’, es ahora más célebre por sus viviendas de hormigón de las que se ha beneficiado una elite de inversores, amasando grandes fortunas con este negocio en los últimos 20 años. Hay cada vez menos espacios verdes y la crisis de la vivienda ha dado como resultado un paisaje de hormigón. El bosque señala la exigencia de que el gobierno argelino responda a las necesidades económicas, sociales y, en último término, ecológicas de sus ciudadanos. Pero estas transformaciones parecen tan lejanas que el gobierno argelino ahora se compara con los colonos franceses contra los que luchó en los años 50. Este nexo de lucha política, imaginario histórico y conciencia ecológica demuestra que los aires de la Primavera Árabe quizá lleguen a Argelia, pero que, igual que con la noción de revolución, tales brisas no aparecerán como fenómenos predefinidos ni ofrecerán una trayectoria política cierta.

* Nota de la traductora: femenino plural de «muyahid», combatiente islámico en lengua árabe.

Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2653/algeria-and-the-arab-spring_a-view-from-the-forest djazairess.com]

rCR