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Argelia

La petrolera Total denunciada por los militantes contra el gas de esquisto

Fuentes: L’autre Afrique

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

La ira no deja de crecer en el sur de Argelia, donde los manifestantes contra el gas de esquisto se enfrentan a la feroz represión de las fuerzas de seguridad.

Tras la brutal intervención de los días 28 y 29 de febrero de la gendarmería y de las compañías nacionales de seguridad que según los manifestantes causó 45 heridos, tres de ellos graves, hablamos con Hacina Zegzeg, una de las voces poderosas de la protesta contra la fracturación hidráulica en In Salah, sobre un movimiento espectacular e inédito de resistencia popular que desde hace 60 días movilizó, hasta ahora, a cientos de hombres y mujeres sin una sombra de violencia.

Dura represión

«Ahora la calma y la cohesión han vuelto. Los manifestantes han comprendido que la violencia no sirve para nada. Subrayo la cohesión porque la homogeneidad en este movimiento es vital. Los manifestantes más jóvenes se sienten frustrados y están muy enfadados porque nuestra demanda de moratoria no ha recibido respuesta», explica Hacina Zegzeg, una mujer madura que se describe como una «militante contra el gas de esquisto, casada desde hace 30 años con un hombre de In Salah, a la espera de los resultados de su trabajo en los acontecimientos», que se ha convertido en una de las voces poderosas de la protesta en In Salah. Una ciudad donde las mujeres participan activamente en todas las movilizaciones, omnipresentes, explica Hacina, «porque en el sur las mujeres son las guardianas del agua, son ellas quienes se ocupan de los jardines, los hombres son responsables de las palmeras». Y es el futuro de esa agua preciosa de la que depende el destino de los oasis el que ha sacado a la calle a la ciudad de In Salah, en los confines del desierto a 1.200 km de Argel, la tierra elegida por Sonatrach para experimentar los primeros pozos de fracturación hidráulica en la cuenca del Ahnit.

Una moratoria de la prospección y la producción de energía por fracturación hidráulica y el cese de las perforaciones en curso son las dos principales reivindicaciones de este movimiento que desde el 1 de enero de 2014, fecha de sus primeras manifestaciones, suscita la admiración y el respeto del resto del país que desde hace más de 60 días sigue el desarrollo de la protesta, a través de una comunicación por las redes sociales perfectamente organizada y eficaz, con imágenes y vídeos y provoca la inquietud de un régimen al que por primera vez en su existencia se le impone un debate público sobre las opciones políticas y estratégicas en materia de explotación de los recursos naturales. Y por añadidura por un movimiento popular. Al día siguiente de la primera intervención dura, desproporcionada y feroz de la gendarmería y de las fuerzas antidisturbios que causó «45 heridos de los que tres fueron evacuados a Adrar» a 342 km de In Salah, poco dotada de infraestructuras sanitarias en los casos graves, Hacina Zegzeg en la web Sun et Power dedicada a este movimiento, Somod, interpelaba a los manifestantes tentados por la violencia: «Todos sabéis quién soy (…) Hoy es hoy. Mañana volveremos al pacifismo, que es nuestra marca y caracteriza nuestra propuesta. No somos títeres manipulados. Somos dueños de nuestro destino. Olvidémonos de los gendarmes que nos insultaron, no les respondamos, es lo que esperan».

Y en efecto es esta no violencia la que hace la fuerza y la singularidad de ese movimiento de resistencia popular que se manifiesta e interpela desde hace más de dos meses sin que haya habido que lamentar un solo escaparate roto, una hazaña que permitiría, inventando nuevas formas de organización, creer que los disturbios al estilo argelino no son una fatalidad: «No inventamos nada, es nuestra forma de vivir, somos pacíficos y no creemos en la violencia. Entre nosotros los hombres no pegan a sus mujeres y la mujeres no pegan a sus hijos».

Esa no violencia cambió en la protesta cuando «Los gendarmes no nos dejaron hablar con los representantes de Halliburton, los servicios de seguridad comenzaron a insultar a las personas presentes diciéndoles: «Marchaos a Malí, vosotros no sois argelinos»», explica pudorosa Hacina. En In Salah la mayoría de los argelinos son negros. Fueron las expresiones racistas y humillantes de un policía dirigidas a convertir al propio Buda en fuego furioso las que hicieron salir a los jóvenes manifestantes de su pacifismo legendario. Ellos querían entregar un documento a la empresa estadounidense. Algunas piedra bastaron para convertir In Salah en zona de guerra: «(…) los aviones militares trajeron los refuerzos esperados desde hacía dos o tres días (…) Esos refuerzos rápidamente tomaron posiciones en los puntos neurálgicos de In Salah y aparecieron los primeros disturbios, escribió Houria Alioua, la corresponsal de El Watan en Ouargla, y donde el primer enfrentamiento con las fuerzas antidisturbios suscitó mucha amargura y un reguero de movilización», como si el régimen, emboscado, solo esperase la ocasión de desplegar sus habilidades en la gestión antidemocrática de las masas.

Total y Halliburton en primera línea

«En In Salah solo Halliburton se ocupa de la fracturación aunque fueron las francesas Total y Schlumberger las que consiguieron el contrato de explotación», cree Hacina.

En su web la empresa Total confirmó esta información antes de que la desmintieran el Gobierno argelino y la propia empresa. Es difícil conseguir información precisa ya que las declaraciones y los desmentidos se suceden en este sector tan opaco como un banco suizo. Y es precisamente esa falta de transparencia la que está en el origen de la movilización de In Salah. Todo comenzó, recuerda Hacina Zegzeg, «cuando el ministro Yousfi vino a finales de diciembre a inaugurar el primer pozo. Vino y se fue. Y trajo con él a toda una tribu de funcionarios y periodistas a los que no llevaron a la ciudad porque querían demostrar a la delegación que la zona de perforación estaba deshabitada -el lugar está a 28 km de la ciudad-, además se comprobó un enorme despliegue de seguridad inhabitual. Nos preguntábamos qué pasaba. Y en los informativos de la tarde vimos las imágenes de la inauguración. Fue en ese momento cuando nuestros universitarios dieron la voz de alarma».

Esos universitarios de la región, «formados en Argel o en el extranjero», son la punta de lanza en la difusión de la información «gracias a las asociaciones de barrio, hay que decir que existen en todos los barrios, donde nos podemos reunir para escuchar a nuestros ingenieros. Allí nació la idea de una petición, todos los barrios la firmaron. Nosotros fuimos de puerta en puerta durante dos días y dos noches, del 27 al 29 de diciembre, con más de cien estudiantes para informar a la población. El 30 elegimos la plaza frente a la daïra ( unidad administrativa territorial que agrupa a los ayuntamientos) y con los proyectores continuamos informando. Casi toda la ciudad estuvo presente y es ahí cuando decidimos la primera manifestación del 1 de enero de 2015″. Esa manifestación, que reunió a cientos de mujeres, hombres y niños, inauguró dos meses del largo camino contra la fracturación hidráulica: «Lo que más ha afectado a la población, señala Hacina Zegzeg, es la traición del Gobierno y lo que más nos temíamos, la contaminación de la capa freática». Un parado nos dijo: «El Estado cometió un error, nos ha enviado otra vez a la escuela». No se trata solo de ignorar la geografía y la historia. Ese desprecio vuelve contra él porque pensaba poder actuar en el desierto como sobre una tierra de nadie, a la manera de las expediciones coloniales que se apropiaban de los territorios declarados «sin habitantes». Así lo que explican los expertos de Sonatrach cuando les preguntamos: » ¿Por qué Francia prohíbe la fracturación hidráulica en su país?», ellos responden: «No es lo mismo, en Francia el gas de esquisto se encuentra en zonas habitadas».

Oasis en peligro

Las personas del sur han venido a recordar que el desierto también está habitado. Habitado por una nueva generación de actores políticos, jóvenes de su época tan bien informados y escolarizados como los del norte, entre internet y Al-Yazira, herederos además de aquellos que inventaron un lugar único en el mundo, como afirman los geógrafos: el oasis. Tierra habitada, tierra amenazada. Son los oasis los que han sido elegidos por el Gobierno argelino. Sonatrach, la compañía nacional nacida en 1963 procedente de las nacionalizaciones, y las multinacionales asociadas como Total, que ya está en marcha en el incomparable oasis rojo de Timimoun. Shlumberger, Halliburton que se instaló en Argelia a la sombra de la guerra civil por la gracia de ese a quien toda Argelia califica de traidor y está perseguido por la justicia italiana, Chakib Khelil.

Para Hacina, así como para amplios sectores de la opinión pública argelina, no hay ninguna duda de que las autoridades argelinas actúan bajo la presión de los lobbies petroleros, «con el fin de respetar los contratos firmados con las multinacionales extranjeras y para satisfacer las principales exigencias de estas, Sonatrach decidió operar el fracking apoyada por un refuerzo de seguridad extraordinario, la empresa Halliburton encargada de las hidrofracturaciones asesinas. «Ni los riesgos comprobados de daños a la población desde el punto de vista sanitario ni las consecuencias medioambientales nefastas y desgraciadamente definitivas sobre el agua y el medio ambiente (…) harán retroceder a Sonatrach», escribe el colectivo antigás de esquisto de In Salah.

Ante tales desafíos, la caída del precio del petróleo, contratos de compromiso de Argelia, rentas y beneficios, dependencia total del país de sus rentas petroleras, la cuestión en la actualidad es saber hasta dónde llegarán las autoridades civiles, policiales y militares argelinas para imponer su hoja de ruta. La intervención brutal y desproporcionada, la utilización de gas lacrimógeno y balas de goma en In Salah por las fuerzas de la gendarmería y de la sureté parecen una advertencia: «Podemos volvernos malos». «Su maldad no nos da miedo, responde Hacina desde In Salah como colofón de nuestra entrevista en chat, somos pacíficos pero resueltos. Seguiremos informando. Ahora estamos trabajando para agrupar a los expertos en torno al informe del profesor Mebtoul, designado por el Gobierno argelino para responder a nuestra demanda de moratoria, hemos pedido al Gobierno que lo haga público».

Ghania Mouffok es una periodista argelina independiente desde 1984, vive en Argel. Ha publicado los libros Etre journaliste en Algérie, 1988-1995 (Broché 1996) y Algérie: Une saison en enfer (Broché 2003).

Fuente: http://lautreafrique.info/2015/03/04/algerie/#more-931